«Aquellas mujeres que no tienen marido ni desean tener uno, o que se encuentran en un estado de vida incompatible con el matrimonio, no pueden sin pecado desear dar placer lujurioso a los hombres que las ven, porque esto es para incitarlos a pecar. Y si en verdad se adornan con esta intención de provocar a otros a la lujuria, pecan mortalmente; mientras que si lo hacen por frivolidad, o por vanidad para ostentación, no siempre es mortal, sino a veces venial. Y lo mismo se aplica a los hombres a este respecto» (SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, Parte II-IIæ, cuestión 169, art. 2).
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