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viernes, 5 de noviembre de 2021

EL MODERNISMO Y LAS DOS FUENTES DE LA REVELACIÓN

Traducción del artículo publicado por Aurelio Porfiri para GLORIA NEWS.
    
Sabemos que hay dos fuentes de la Revelación: La Sagrada Escritura y la Tradición. El desequilibrio en una u otra es lo que causa problemas y verdaderas herejías.
   
   
Cuando se eleva la Sagrada Escritura en detrimento de la Tradición, tenemos el luteranismo, que también tuvo cierta influencia en el modernismo a principios del siglo pasado y a través de varias corrientes hasta hoy.
   
El llamado método histórico-crítico que se aplicó a la Escritura con intención destructiva ha arrasado prácticamente con toda la exégesis tradicional, desde el Génesis hasta los Sinópticos y el Evangelio de Juan. Nada ha quedado en pie, basta con leer “El Pablo fabricado” de Hermann Detering para comprender cómo no queda nada de San Pablo, ni siquiera su nombre.
     
   
Si se aplica algo para destruir al final no queda nada. Este método se aplicó no sólo a la Biblia, sino a las tradiciones, a la hagiografía. Casi todo fue aplastado bajo una precisa estrategia de demolición.
   
Por otra parte, hay quienes ponen la Tradición por encima de la Escritura. Te sorprenderás, esto no concierne tanto a los tradicionalistas como a los modernistas. Alfred Fawkes, en Studies in modernism (1913), cita a Alfred Loisy, de quien se dice que observó: «On ne connait le Christ que par la tradition, a travers la tradition, dans la tradition chretienne primitive» [Sólo se conoce a Cristo por la tradición, a través de la tradición, en la tradición cristiana primitiva].
   
   
Lo que Loisy parece sugerir es que la Sagrada Escritura no es fiable, y el cristianismo es sólo el fruto de la elaboración de la comunidad cristiana primitiva, la mítica “Iglesia de los orígenes”.
   
También hay un tradicionalismo que promueve la desconfianza en la razón para alcanzar un conocimiento cierto de Dios. Francesco Saverio Venuto (citado en StoriaDellaChiesa.it) lo explica así:
«[Gioacchino] Ventura, a diferencia de los “fundadores del tradicionalismo” [Hughes Felicité Robert de Lamennais, Joseph de Maistre y Louis Gabriel Ambroise de Bonald], no excluyó del todo una autonomía argumentativa de la razón natural, respecto a la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y los fundamentos de la moral, aunque siguió defendiendo una previa y necesaria revelación de Dios a los hombres, al menos para un primer conocimiento.
   
Gregorio XVI con las encíclicas Mirári vos (1832) y Singulári nos (1834) reiteró los teoremas del tradicionalismo, aunque fue el Concilio Vaticano I con la Constitución Apostólica Dei Fílius (1870) el que condenó sus tesis erróneas de manera más precisa. Reafirmó la plena confianza en la posibilidad de la razón humana de llegar por analogía al conocimiento de la existencia de Dios a partir de las cosas creadas, de la inmortalidad del alma y de los fundamentos de la ley natural, y al mismo tiempo, la necesidad de la Revelación para acceder a las realidades divinas que son en sí mismas inaccesibles a la sola razón humana».
   
     
Por supuesto, no se trata del tradicionalismo católico que sabe muy bien cómo conciliar la Escritura y la Tradición. Para mí era importante explicar que puede haber un falso énfasis excesivo en uno u otro aspecto que desvíe la comprensión correcta.

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