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sábado, 18 de diciembre de 2021

NOVENA EN HONOR A SAN ESPIRIDIÓN

Traducción de la Novena dispuesta por el padre Vicente Maria Conti y publicada en Roma en 1825, impresa en México por Alejandro Valdés en 1830.
  
NOVENA EN HONOR A SAN ESPIRIDIÓN, OBISPO DE TREMITUNTE EN CHIPRE
   
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
ORACIÓN
Os suplicamos, Señor, que preparéis con vuestras inspiraciones y sostengáis con vuestros ausilios nuestras obras, para que todo cuanto os pidiéremos y practicáremos, de vos tenga siempre principio, y por vos tenga también un venturoso fin: por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
    
DÍA PRIMERO – 5 DE DICIEMBRE
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Es propio de Dios sacar de cosas pequeñas obras grandes, para que se conozca y brille más claramente su divino poder. Así se ve en San Espiridión, que habiendo nacido de padres muy pobres, fue ensalzado por Dios hasta llegar a ser uno de los personajes más ilustres de su Iglesia. Luego que vino al mundo, lo preparó la gracia divina para alcanzar una grande santidad. Comenzó desde la edad más tierna a negarse a sí mismo, rehusando tomar el alimento necesario aun cuando tenia necesidad. Y yo, después de haber cometido tantas culpas, ¿cómo me castigo a mí mismo? Me trato con tanta delicaza, que por no causarme una molestia, aunque pequeña, no hago caso del peligro en que pongo mi eterna salvación. Pues ¿qué será de mí?
   
COLOQUIO: ¡Oh dulce Jesús mío, tened misericordia de mi! Haced que ame yo la penitencia, que es el único camino que me queda para salvarme. Lavadme más y más de mis culpas con la eficacia de vuestra Pasión santísima, como os lo ruego por los méritos de vuestra preciosa Sangre. ¡Oh Sangre inestimable de mi adorado e inocente Jesús! Lavad las culpas de un pecador arrepentido. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
 
PUNTO 2.º Si Espiridión comenzó a amar el ayuno antes de comprender su mérito, también dio señales de estar unido en el amor de su Dios antes de conocerlo. Se abstenía de tomar el pecho a su tierna madre; mas endulzaba sus labios con el suavísimo nombre de Jesús. Aún no podía articular las palabras cuando ya prodigiosamente invocaba al Señor. Muchas veces, siendo todavía de pecho, se le oyó pronunciar el dulce nombre de Jesús. Éstas fueron las primeras palabras que salieron de aquella boca inocente. He aquí el ejercicio con que santificó Espiridión su lengua y sus labios: y yo ¿en qué los he empleado, y en qué los ejercito todavía? No en otra cosa que en profanarlos con vanos discursos, y con murmuraciones de mi prójimo. ¡Ah! Esta mi lengua santificada con el contacto de Jesucristo Sacramentado, ha sido, y ¡cuantas veces! contaminada por mí con impurezas. ¡Oh Dios mío! ¿y Vos me habéis sufrido? ¿Y podré yo volver a ofenderos?
    
COLOQUIO: Amabilísimo Jesús, compadeceos de mí. Haced que vuestro santísimo nombre, que es nombre de salud, se imprima en lo íntimo de mi corazón, para que en vida y muerte lo invoque con fe viva, recordándoos que me habéis de salvar. ¡Oh Jesús!, sed Jesús para mí y salvadme. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
    
PUNTO 3.º Descubríanse en Espiridión cada día más los indicios de aquella elevada santidad a que Dios había dispuesto en ensalzar su bella alma. La dulzura de su índole demostraba bastantemente lo que había de ser con el tiempo. Su crianza y educación no causó a sus padres aquellas molestias que suelen causar regularmente los niños, porque fue tan dulce en su trato y tan sosegado en sus afectos, que no se veían en él aquellas inquietudes, aquellos llantos impertinentes que siempre tienen que sufrir las madres en sus hijos. Por estos trazos tan particulares que formó Dios en el alma de este niño, puede fácilmente inferirse el grande edificio que quería levantar en él la gracia así que llegase al uso de la razón. Si yo vuelvo ahora los ojos a mí mismo, ¿qué deberé hacer sino cubrirme de vergüenza? ¡Infeliz de mí! ¿Qué muestras de virtud di yo jamás en mis primeros años, ni aun el discurso de mi vida? Lleno de defectos en la niñez, lleno de pecados en mi juventud, y después plagado de vicios. ¿Y ahora qué soy? Si yo sigo con esta vida tan imperfecta, tan tibia, tan miserable ¿cuál será mi fin?
   
COLOQUIO: ¡Oh mi buen Jesús, tened piedad de mi! Haced que llore mis extravíos, cuyo número excede al de los cabellos de mi cabeza. No os acordéis, Señor, de los pecados de mi juventud. Echad en olvido mis pecados, perdonándomelos, y haced que yo los deteste y aborrezca constantemente. En Vos confio. Tened misericordia, Dios mío, tened misericordia de mí, pues en Vos tiene mi alma puesta toda su confianza.
   
ORACIÓN AL SANTO
Venerado Santo mío Espiridión, son tantas mis iniquidades que ya llegan a ser innumerables. Volved, pues, os ruego, vuestros ojos compasivos hacia mis miserias. Alcanzadme del Señor luz para conocer mi gran ceguedad, y fervor para castigar mis graves culpas. Santo mío, yo me pongo en vuestras manos: os elijo por Padre, recibidme por hijo, y como a tal alcanzadme del piadosísimo Jesús que si ahora soy reo de muerte eterna, por vuestras súplicas me convierta a penitencia, para llegar por este medio a ser heredero de la bienaventuranza. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
RESPONSORIO
Fieles almas, que portentos
Buscáis, y dones del cielo,
Corred prontas al Carmelo,
Invocando a Espiridión,
Nuevo Elías, nuevo Eliseo,
Las congojas él destierra,
Fuego y aire, mar y tierra,
Domina en toda ocasion.
    
Los dolores de cabeza
Cura, en los ídolos manda,
Los duros pechos ablanda,
Las almas convierte a Dios:
Óyenlo, aunque se enfurecen
Los demonios infernales,
La muerte, el error, los males,
Todos escuchan su voz.
    
Su santo cuerpo incorrupto,
De los tiempos al abrigo,
Corfú guarda, fiel testigo
De su gloria y su poder:
En la tumba profetiza,
Por cumplir vuestro deseo,
Nuevo Elías, nuevo Eliseo,
Aún difunto viene a ser.
    
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo,
Repitiendo en este canto
Ahora y en la eternidad.
    
ORACIÓN
Oh Dios, que nos colmas de alegría en la intercesión y merecimientos de tu Confesor y Pontífice San Espiridión: concédenos benigno, que consigamos de tu liberal gracia los favores que te pedimos por su mediación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
DÍA SEGUNDO – 6 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Siendo muy pobres los padres de Espiridión, lo emplearon desde sus más tiernos años en que cuidase unas ovejas, y el jovencito, aunque dotado por la divina gracia de prendas muy superiores a tal ocupación, para manifestar a sus padres la más exacta obediencia, se sujetó muy gustoso a un ejercicio tan humilde, desempeñándolo con toda diligencia. He aquí como se porta Espiridión dejándose gobernar de Dios y de sus superiores; y yo ¿qué hago? ¡Ay, cuántas veces he desobedecido a mis padres, cuántas a mis superiores, y cuántas también al mismo Dios, que con internas inspiraciones me ha llamado y me llama todavía a Su seguimiento! ¿Y seré tan falto de juicio que continuaré aún despreciando y repeliendo a mí Dios que me ama, a mi Padre que quiere estrecharme en sus brazos, a mi Pastor que me defiende, a mi Médico celestial que solo desea mi salud eterna? Está la divina gracia tocando a las puertas de mi corazón para que le abra: «Hijo, me dice, dame tu corazón. ¿Y yo me hago desentendido, y resisto a demostraciones tan cariñosas de mi amorosísimo Señor?
   
COLOQUIO: ¡Oh dulce Jesús mío, miradme con ojos de piedad! Haced que me convierta a Vos, para salvar mi alma, y viva unido con Vos en caridad perfecta en el tiempo y en la eternidad. Desde este instante dadme un arrepentimiento sincero de mis culpas, y contadme entre vuestras ovejas fieles que escuchan y siguen vuestra voz, para poder decir: «El Señor me gobierna y nada me puede faltar: Él por su bondad infinita me ha puesto en donde abundan pastos pingües y saludables para su rebaño». Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º Apacentaba las ovejas el buen jovencito Espiridión; pero sin perder un solo instante para el aprovechamiento de su espíritu. En la lóbrega espesura de los bosques se entregaba a la oración, y prevenido de las dulzuras de la gracia, pasaba la mayor parte del día en altísima contemplación, convirtiéndose para él aquellos desiertos en un delicioso paraíso. Y como el amor de Dios es contrario al amor de sí mismo, el buen pastorcito abrasado en el amor divino concibió un odio tan grande a su cuerpo inocente, que parecía no tener gusto ni descanso sino en hacerle continua guerra. Además de dormir sobre el suelo desnudo y alimentarse con leche, se azotaba tan rigorosamente con ciertos instrumentos rústicos inventados por él, que corría la sangre hasta la tierra, dejando por todas partes salpicadas las hierbas. En un ejercicio tan molesto y laborioso supo Espiridión hallar tiempo para pensar en su Dios: y yo ¿cuándo lo encuentro para pensar en lo que más me importa? El estado en que ahora me hallo no me parece a propósito para trabajar seriamente en mi salvación eterna. El tiempo que Dios me da me parece tan embarazado de ocupaciones, que siempre estoy pensando en otro que acaso no llegará, y dejo de aprovechar el presente que es el único de que puedo disponer. Dilato mi conversión de día en día y de año en año, y con esto cada día es mayor mi obstinación. Y si entre tanto me sorprende la muerte con tantas distracciones y negocios de tan poca importancia, ¿qué será de mí? ¿Y no pienso en ello? Alma mía, medita seriamente este punto con toda la reflexión de que eres capaz; porque este es el único negocio importantísimo para que vives sobre la tierra: todo lo demás es nada, es vanidad y aflicción del espíritu.
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, tened misericordia de mí! Haced que yo sienta los efectos de vuestra piedad para con los miserables, pues si no es por ella ¿cómo podré salvarme? Si pongo los ojos en mí, no encuentro sino miserias; mas si los vuelvo a Vos, encuentro compasión y piedad; porque Vos, Señor, sois la fuente inagotable de ella. No, no ha de ser frustrada mi esperanza poniéndola en Vos, porque ¿qué puedo hallar en ei manantial mismo de la misericordia sino misericordia abundantísima? Salvadme, salvadme, Dios mío, fuente de clemencia y piedad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Una noche, cuando el Santo pastorcito daba descanso a sus miembros fatigados, unos ladrones observando que dormía entraron silenciosamente al redil para robarle algunos corderos, y estando ya prontos a terminar la empresa, al poner las manos en la portezuela que guardaba al rebaño, quedaron todos atados maravillosamente por una fuerza divina, de suerte que así tuvieron que estarse presos hasta la mañana. Viéndolos el Santo joven conoció su perverso designio, los reconvino suavemente, y haciendo oración por ellos, luego quedaron libres de aquellas cadenas invisibles. Compadecido Espiridión de la pena que habían sufrido aquellos infelices toda la noche, quiso consolarlos dándoles un cabrito; mas al mismo tiempo les hizo conocer la acción perversa que iban a ejecutar, y los exhortó a que enmendasen su conducta. Espiridión, porque sirvió fielmente a su Dios, tuvo sus cosas seguras y protegidas por el mismo Dios. Mis negocios, mis empresas por lo común se me desgracian, ¿y yo me maravillo y me quejo de mi suerte? Cuando peco mortalmente ¿no me hago enemigo de Dios? ¿No merezco en el mismo instante incurrir en la extrema desgracia, cual es la de desesperarme sin fruto por toda la eternidad entre penas inexplicables, y pasar de los lazos de la culpa a las cadenas indisolubles del Infierno? Pues ¿qué motivo tengo para quejarme, cuando Dios me castiga con tanta suavidad? En vez de condenarme al Infierno, se contenta con darme una pena tan ligera. ¿Y podré resistirme y contradecir a su adorable voluntad?
   
COLOQUIO: ¡Oh Jesus mío, tened piedad de mi! Salvadme. Libradme de los lazos con que me tienen oprimido mis culpas. Romped las cadenas de los vicios que me tienen preso y confundido entre los reos de muerte eterna. Libradme, Dios mío, amantísimo Jesús mío, libradme de mis culpas: haced que con un vivo dolor llore mi iniquidades. Volved, Señor, hacia mí vuestros ojos compasivos, y poned a mi pobre alma en libertad. Salvadme por vuestra misericordia.
   
ORACIÓN AL SANTO
Cuanto más medito en vuestra vida, oh Santo mío, tanto más admiro vuestras grandes virtudes, y me avergüenzo al reconocer en mí un abismo de miserias. ¿Y qué, será posible que yo os ame y me precie de ser vuestro devoto, y no quiera imitar vuestros ejemplos? ¡Ah, amado Padre mío! Ya que hasta aquí no he sabido aprovecharme de los favores y de las luces que Dios me ha concedido, dignaos, por compasión, alcanzarme nuevas y abundantes gracias, para que yo no resista ya más a las inspiraciones divinas. He nacido para Dios; haced, pues, con vuestra intercesión que sujetándome desde hoy a sus adorables disposiciones, obre siempre con el fin de agradarle, y le consagre mi corazón amándolo en todo tiempo, en todo lugar y en cualquiera circunstancia en que se dignare ponerme, para poder amarlo después con vos en el Cielo por toda la eternidad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA TERCERO – 7 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Siendo el amor divino un fuego que no puede conservarse sin obrar, luego que se apoderó del alma venturosa de Espiridión, se manifestó inmediatamente en sus acciones. Aunque su cuna había sido muy pobre y había vivido mucho tiempo solitario entre los bosques, ocupado en el humilde ejercicio de pastor, parecía sin embargo haber nacido y recibido su educación en las ciudades más cultas. Su sencillez de paloma no degeneraba en simpleza, ni su vida solitaria lo hacía rústico en su trato. A merced de su meditación continua en la ley del Señor, tenía su corazón tan bien arreglado por la gracia, que para con todos mostraba una dulzura y una caridad inexplicable. Bastaba que solo hablase Espiridión para infundir alegría en el que lo escuchaba. La gracia divina por ser hija del amor, jamás se posesiona de una alma, sin que haciéndola toda de Dios, no la haga juntamente del prójimo. El Santo es todo amor y afabilidad para con los hombres, por la caridad que reinaba en su corazón. ¡Oh Dios mío! ¿Qué juicio debo hacer de mí? ¿En donde está aquella caridad, aquella ternura hacia mi prójimo si lo trato con tanta aspereza? No procuro otra cosa que satisfacer mis pasiones, y darme siempre en todo gusto a mí mismo.
   
COLOQUIO: ¡Oh amable Jesús mío, tened lástima de mí! Haced que os ame sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo en orden a la caridad; pues en estos dos preceptos se encierra toda vuestra santa ley. Lavadme más y más de las manchas de la culpa, para que viva yo y muera en vuestro santo amor. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º Aunque Espiridión por su grande caridad era todo para todos, mas con quienes hacía más particulares demostraciones de amor, eran los pobres peregrinos. No pasaba alguno por su pueblo que no lo obligara a hospedarse en su casa. Lavarles los pies, servirles agua para las manos, y hacer con ellos todos los oficios de un criado, era todo su contento. No se puede explicar hasta dónde llegaba su grande caridad; porque la mayor pena que lo afligía era si algún peregrino se hospedaba en otra parte. Se lamentaba y lloraba entonces su desgracia, como si hubiese perdido un tesoro. Este Santo fue todo para los pobres, y yo ¿cómo me porto con ellos? Veo sus miserias y no me muevo a compasión. De mejor gana doy a un perro un pedazo de pan que a un pobre. N o puedo negar que cuando se trata de gastar por vanidad, por ostentación, por lujo, por parecer bien no lo siento, y solo me disgusta y se me hace gravoso cuando debo hacerlo por amor de Jesucristo. ¡Oh buen Dios! ¿Es posible que pueda más para mí el mundo, a quien nada debo, que Jesús a quien Le debo todo? Y cuando Dios en la hora de mi muerte me dé en cara con haber obrado por respetos humanos, ¿qué podré responderle? ¿Qué sentencia podré esperar?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, compadeceos de mí! Haced que yo comprenda bien aquellas palabras en que para movernos a compasión de las miserias del prójimo, nos dijisteis que recibiriais como hecha a Vos mismo la misericordia que se usase con cualquiera de vuestros pobres. Dadme para esto un espíritu de caridad. Salvad mi alma, Señor, y concededme que pueda gozar de la felicidad de aquel de quien dijo el profeta David: «Bienaventurado aquel que piensa en el necesitado y en el pobre: el Señor lo librará en el día aciago». Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Como el Señor nos dejó dicho en su Evangelio que a quien da se le dará más, a tan grande caridad de Espiridión quiso Dios añadir nuevas gracias para que la ejercitase con más amplitud; y siendo todavía secular se dignó comunicarle el don de hacer milagros, para que pudiera desahogar completamente aquella caridad para con el prójimo que inflamaba su corazón. Por todo el reino corría la fama de que Espiridión restituía la salud a cuantos recurrían a él, y así era que de todas partes le llevaban enfermos, y el Santo los recibía con benignidad, y los sanaba de sus dolencias aun cuando eran incurables. Escribe el historiador de su vida que los endemoniados, los que habían perdido alguno de sus miembros, y en fin, todos los que eran molestados de cualquiera enfermedad, por grave que fuese, recibían de manos de Espiridión una perfecta salud, y partían de su presencia llenos de gozo; porque Espiridión amaba la caridad para con el prójimo, el Señor concurría hasta con milagros para que la ejercitase más plenamente. Es propio de Dios aumentar los talentos a quien negocia fielmente con ellos. A mí me ha dado tantas inspiraciones para que no corriese en pos de las vanidades, para que saliese de mi vida tibia y perezosa, y yo he hecho poco caso de ellas. Pues si al presente me veo menos visitado de Dios, y más tibio y remiso que antes, ¿de quién debo quejarme? Y si continúo despreciando los llamamientos de Dios, ¿no puedo esperar justamente que al fin me abandone? Y si llega este caso ¿no soy perdido para siempre? ¿Qué hago, pues, en tan evidente peligro?
   
COLOQUIO: ¡Oh Jesús mío, tened misericordia de mí! Hacedme escuchar vuestra voz, pues ya en adelante quiero seguir vuestras inspiraciones. Perdonadme, Dios mío, mi pasada descortesía y dureza: habladme al corazón: decid qué queréis de mí, y todo lo haré con vuestra gracia: «hablad, Señor, que ya oye vuestro siervo».
   
ORACIÓN AL SANTO
Amabilísimo Santo mío, ¿cuándo tendré la dicha de que este mi corazón de piedra se convierta en un corazón de carne? Ah, dulce Padre y protector mío, si viviendo en este mundo fuisteis tan amoroso y tan afable, mucho más debéis mostrar vuestra caridad y dulzura ahora que estáis en el Cielo; pues si aquí gustasteis gota a gota de la caridad divina, allá la gozáis toda en su misma fuente. Alcanzadme, pues, que mi corazón se haga todo para todos, de suerte que a todos ame yo en Jesucristo. Ya os he escogido por Padre; justo es por lo mismo que os imito como hijo, para gloria de aquel buen Dios que os escogió, y a quien sean dudas continuas alabanzas por toda la eternidad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA CUARTO – 8 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Se había extendido por todo el reino de Chipre la fama de Espiridión. Todos lo aclamaban por Santo, y todos recurrían a él por el grande poder que tenía de hacer milagros. Estaba entonces la iglesia de Tremicunte privada de su obispo, que le había arrebatado la muerte; y el clero y pueblo pidieron unánimes a Espiridión para su Pastor: y aunque el Santo resistiese al principio tal elección, mas al fin las instancias de los electores fueron tan poderosas que vencieron su profunda humildad. Sujetó, pues, su cuello al grave peso del gobierno de aquella diócesis, imitando a nuestro Señor Jesucristo que dijo habia venido a obedecer y no a mandar. Con este divino ejemplar se conforman siempre los verdaderos siervos de Dios. Así lo hizo San Espiridión; y yo ¿qué es lo que hago? ¿Podré acaso aspirar al título de siervo de Jesús, teniendo una vida tan contraria a sus sentimientos? ¿Yo que en todo quiero ser honrado, en todo servido? Ah, ¡cuántas son mis quejas, cuánto mi sentimiento si no se me hace aquel pequeño honor, si no recibo aquella pequeña señal de rendimiento! Mas si la muerte me hubiera sorprendido en aquel día en que estaba en pecado, ¿qué hubiera sido de mí? ¿No estaría ahora a los pies de los mismos demonios? Pues he aquí lo que he merecido. ¿Y puedo quejarme de no ser honrado y servido como quisiera mi soberbia? ¿Y aun puedo andar en pretensiones para satisfacerla, y puedo tener tanta presunción de mí mismo?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, tened piedad de mí! Haced que aprenda de Vos, que sois el maestro de la humildad. Vos dijisteis: aprended de mí que soy manso y humilde de corazón: y Vos os humillasteis hasta la muerte, para confundir mi soberbia. No permitáis que yo me gloríe de mí mismo, sino solo en Vos, que sois el modelo y la corona de los humildes. Yo me repetiré a mí mismo aquellas palabras que confundirán mi orgullo: «¿de qué te envaneces tú que eres polvo y ceniza?» Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º Elevado Espiridión al obispado, parecía no pertenecer ya a sí mismo, sino enteramente a los prójimos. No se puede explicar el empeño afanoso con que cuidó siempre de su amado rebaño. No perdonaba fatigas ni penalidades a fin de conducirlo por el verdadero camino del Cielo. Unas veces con la suavidad de sus palabras, otras con el rigor de las amenazas, y otras con el asombroso poder de los milagros, procuró siempre hasta el último aliento ejercitar su fervoroso celo. No atendía ni a su propia salud, ni a las comodidades ni al descanso, sino solamente a la salud, a la paz y al alivio de sus súbditos. Los afligidos que buscaban su consuelo, los menesterosos que solicitaban socorro, y los extraviados que deseaban ser conducidos por el camino recto de la virtud, todos acudían a él como padre, y él los recibía a todos como hijos, haciéndose todo para todos, a fin de ganarlos a todos para Jesucristo. A cualquier trabajo e incomodidad se expone Espiridión, para que Jesús no sea ofendido: y yo ¿qué he hecho hasta aquí? Mirar con poco o ningún cuidado la salvación de mis prójimos y aun la mía propia. ¡Oh, cuántas veces he expuesto a mi alma al peligro evidente de condenación eterna! Por gozar de un bien momentáneo, me he puesto en riesgo de perder para siempre un bien eterno. Un solo pecado mortal basta para precipitar a mi alma en el Infierno; y no obstante eso ¿cuántos he cometido, y quién podrá fijar su número? ¿Quién es capaz de comprender la gravedad y la multitud de mis culpas? ¡Y con todo eso no las lloro, y casi ni me acuerdo de ellas, como si hubiera recibido del Cielo la seguridad de habérseme concedido el perdón! Y si desgraciadamente no lo he alcanzado todavía por falta de verdadero arrepentimiento pasando a la otra vida en tal estado ¿no es cierto que me pierdo? ¿No me condeno por toda una eternidad? ¿Y así me divierto y duermo tranquilo en medio de tan grave peligro?
   
COLOQUIO: ¡Oh dulce Jesús mío, tened misericordia de mí! Haced que yo me arrepienta de mis pecados. Sí, yo los detesto, los abomino, los aborrezco sobre cualquier otro mal; porque con ellos he ofendido ingratamente a un Dios tan bueno, a un Padre tan amoroso como Vos. Señor, apiadaos de mí, que he pecado contra Vos. No retiréis de mí vuestras misericordias. Pequé, Señor, moveos a compasión de mí. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Cuando Espiridión aceptó el obispado, estaba toda su diócesis en una suma aflicción; porque el cielo, como si se hubiese hecho de bronce, no mandaba sobre la tierra árida y sedienta una gota de agua, y así los campos se veían casi desnudos. A tanta sequedad sobrevino por consecuencia el hambre, y a esta la peste. Una gran parte del pueblo había ya perecido, y el resto estaba al perecer. Mas al entrar el Santo en el obispado, pareció que entraba también el consuelo y gozo en sus diocesanos. Apenas tomó posesión cuando dirigió fervorosamente sus ruegos al Señor para que se dignase consolar a aquel pueblo miserable, y al momento se cubrió el cielo de nubes, y cayó una lluvia tan abundane cuanta era necesaria en aquella calamidad. Desde el mismo instante cesó también el rigor del hambre y de la peste, que amenazaban con un total exterminio. ¡Oh, cuán cierto es que el Señor es Juez severo y Padre amoroso! Castiga con escasez de aguas, hambre y peste, para tomar una justa venganza de los pecados del pueblo, mas también manda a Espiridión para su consuelo y alivio. En lo primero ejercitó su justicia, y en lo segundo su misericordia paternal. Y ¿conmigo qué ha hecho el Señor hasta ahora? Siempre ha usado de misericordia, me ha llamado tantas veces, me ha sufrido tanto tiempo, me ha perdonado con toda liberalidad. A cualquier punto de mi vida que vuelva los ojos, no encuentro sino misericordia de parte de Dios, inspiraciones, ternuras, luces… y ¿todo esto aun no es bastante para hacer que yo Le ame? ¿Qué será de mí en lo de adelante después de tantos beneficios? ¿Me tratará Dios como Padre o como Juez? Esperar que siga mostrándose conmigo como un Padre tierno es temeridad después de que he abusado tanto de su misericordia: Luego debo temer, si no me enmiendo, todo el peso de su justicia.
   
COLOQUIO: ¡Oh amoroso Jesús mío, compadeceos de mí! Haced que yo sea todo vuestro, como Vos sois todo mío. No me hagáis sentir los rigores de vuestra justicia, como ciertamente lo merezco, sino continuad aumentando vuestras gracias y misericordias. Si Vos me abandonáis, Señor, soy un terreno seco, sin frutos de virtud, ni flores de esperanza; todo soy aridez, y cuando más se queda todo mi producto en puras hojas. Continuad en sostenerme, y tened compasión de mi alma. Vedla como uua tierra árida, sin el riego de las aguas que pudieran fertilizarla. Hacedme escuchar vuestra misericordia, pues en Vos tengo toda mi esperanza.
   
ORACIÓN AL SANTO
Oh Santo abogado mío: ¿cómo podré decir que deseo amaros y ser vuestro devoto, cuando en nada procuro imitar vuestra santísima vida? Vos fuisteis todo para todos, procurando con el mayor empeño ser útil a vuestros prójimos, y yo ¿qué hago por ellos? Nada cuido del bien ajeno; pero lo que es peor, tampoco hago caso del propio. Haced, pues, oh Santo Espiridión, que procure la salvación eterna de los demás, y que con el mayor fervor desee y procure la mía. Los años pasan, y no me acabo de resolver a mudar de vida. Compadeceos de mí, y socorred mi lastimosa necesidad. Alcanzadme de Jesús, como protector mío, un poderoso auxilio que me haga romper de una vez todas mis cadenas, para que comienze ya a amar a aquel Dios, que merece solamente todo mi amor. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA QUINTO – 9 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Nunca podrá explicarse bastantemente la profunda humildad de Espiridión. Aunque aclamado de todos por santo, aunque todos acudiesen a él como a un enviado de Dios, sin embargo, ni la dignidad episcopal, ni las aclamaciones del pueblo, ni su fama extendida por todo el Oriente pudieron levantarlo un dedo de la tierra, ni sacarlo de su nada y del bajísimo concepto que tenía de sí mismo. Los vestidos pobres y humildes que usaba antes en su condición privada, eran los mismos cuando se hallaba de obispo. Sus viajes ya cuando visitaba la diócesis, ya cuando fue al concilio de Nicea, y cuando lo llamó el emperador a Constantinopla fueron siempre a pie. Trataba con todos indiferentemente con dulzura y familiaridad; sin manifestar con nadie superioridad ni arrogancia. Espiridión con tantos aplausos del mundo en nada se aficionó a él. Cuanto más procuraron los hombres ensalzarlo, tanto más procuró humillarse por amor de Jesús. ¿Y Vo me lleno de vanidad y orgullo al más ligero aplauso? No ejecuto obra alguna ni aun de piedad, sin ser acometido ai instante por la complacencia de mí mismo. ¿Y en qué puedo fundarla? Si hago alguna cosa para gloria de Dios, ¿no es ella misma un don de Dios? ¿Por qué, pues, me vanaglorío como si fuera propia? Ah, ¡cuán miserable soy! Si Dios por un momento me abandonara, ¿qué haria yo entonces? ¿No caería en mil pricipicios y pecados?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, compadeceos de mí! Haced que llegue a conocerme a mí mismo, y a conoceros a Vos. Vos sois un abismo de bondad, y yo un abismo de miseria. ¿Y es posible que me tenga en tanta estimación, y me olvide de Vos? ¿Qué soy yo si Vos me faltáis? Tened piedad de mi. Sí, Jesús mío, os lo repito, tened lástima de mí. Yo espero en vuestra misericordia, para siempre y por los siglos de los siglos. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º Llamó el emperador Constancio a Espiridión, para que lo sanase de un gravísimo dolor de cabeza que lo molestaba en extremo. Partió el Santo desde Tremitunte para Constantinopla; mas ni mudó vestido, ni se puso de gala para presentarse al monarca. Entró a la gran corte con un bastoncillo de olivo en las manos, y así subió las escaleras del palacio, y se internó a la sala de audiencia. Los príncipes y caballeros, al ver a Espiridión, a quien no conocían, en una reunión de tanta nobleza, se indignaron, y teniéndolo por un hombre bajo y despreciable, uno de ellos, el mas atrevido, le descargó sobre el rostro una bofetada. El humildísimo Santo no se inmutó con tal afrenta; antes bien presentó la otra mejilla, como enseña el Evangelio, ofreciéndose a recibir otro golpe. El decir, como lo hago algunas veces, que soy un pecador, que merezco el Infiern, y que soy digno de estar a los pies de todos, me es cosa muy fácil: mas recibir de mis prójimos un disgusto aunque ligero, ¡oh, cuán difícil me parece! Puedo persuadirme de que merezco el Infierno; y con todo no puedo sufrir una pequeña incomodidad en satisfacción de tantas culpas. Debo hacer penitencia, porque el pecado no se puede quedar sin castigo: y debo hacerla o en esta vida o en la otra. ¿Por qué, pues, no quiero sufrir aquella injuria, aquella descortesía, aquella palabra dicha contra mí? A poca costa puedo pagar lo mucho que debo a Dios, ¿y no lo haré?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús mío, miradme con ojos de piedad! Haced que perdone yo por amor vuestro las injurias que me hicieren los hombres; pues Vos me perdonáis tantos pecados. Si, Jesús mío, por vuestro amor perdono de corazón a quien me ha ofendido. Estoy cierto de que Vos me perdonareis, si yo soy generoso para perdonar. El que usa de misericordia con su prójimo alcanzará de Vos misericordia. Salvad mi alma, Señor, para que cante vuestras misericordias por toda la eternidad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º A un acto tan heroico de sufrimiento y de humildad como el que hizo Espiridión al recibir la bofetada, quedó el atrevido agresor asombrado y como fuera de sí, y más cuando supo que aquel anciano era el famoso Espiridión. Lleno entonces de rubor y de pena se arrojó el caballero a los pies del Santo, pidiéndole con lágrimas perdón de su grande atrevimiento. Fue tan sobresaliente la mansedumbre del siervo de Dios, que sin perturbarse por la injuria se puso a consolar con dulcísimas palabras a aquel cortesano, prometiéndole rogar por él a Dios, para que lo hiciese todo suyo, como en efecto sucedió, convirtiéndose el caballero en otro muy diferente en costumbres del que era antes. Espiridión recibiendo una bofetada en presencia de tantos nobles, no se resiente: antes bien ruega a Dios por el que lo había injuriado: ¿y yo cómo me porto? Jamás olvido una injuria aunque ligera: manifiesto con palabras y con obras mi resentimiento: y doy a conocer mi aversión a quien me ofende. Mas si Dios se portara así conmigo por tantas ofensas que le he hecho, ¿qué seria de mí infeliz? Pues su Majestad ha dicho expresamente que de la misma manera que nos portáremos con nuestros deudores, se portará con nosotros, que somos deudores suyos. Luego si yo no me olvido de los agravios que he recibido, y que en comparación de mis pecados son de poco momento, Dios tampoco olvidará las muchas ofensas que ha recibido de mí.
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, tened misericordia de mí! Haced que llore y deteste mis iniquidades, que son tantas y tan grandes. Propongo, Señor, sufrir por vuestro amor todos los disgustos que me causen mis prójimos, y humillarme siempre por complaceros y poder decir: mirad mi abatimiento y mi trabajo, y perdonadme todos mis pecados.
   
ORACIÓN AL SANTO
¡Oh santo protector mío Espiridión! Bien sabéis que soy merecedor del Infierno, y que si no estoy penando en sus llamas eternas no ha quedado por mí, que bastante he buscado con mis pecados cómo precipitarme en ellas para siempre, sino solamente por la infinita misericordia de Dios, que se ha dignado detenerme. Lo conozco, lo confieso, y sin embargo estoy tan lleno de soberbia, que además de complacerme vanamente de mí mismo, no sé sufrir una leve injuria, una palabra dicha contra mí. ¡Oh amado Santo mío, que en vida fuiste tan humilde!, rogad por mí, para que me reconozca a mí mismo, y me resigne a tolerar de buena voluntad cualquier agravio, acordándome de que tantas veces he merecido el Infierno. ¡Oh Santo humildísimo, interponed por mí vuestras súplicas ante el trono divino; pues estoy cierto de que a tan poderoso intercesor como vo , no ha de negar cos a alguna aquel Dios a quen amasteis tanto en vida, y a quien amáis ahora tan ardientemente en la feliz eternidad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA SEXTO – 10 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Fue llamado Espiridión a la corte de Constantinopla, por la esperanza que concibió el Emperador Constancio de sanar de una gravísima enfermedad, atormentado este Príncipe de un dolor insoportable de cabeza, y no aliviándolo remedio alguno, se encomendaba a Dios de corazón para alcanzar la salud. Una noche durmiendo le pareció ver a un ángel, que le mostraba un coro de Obispos, entre los cuales había uno que era el único que podía librarlo de su dolencia. Al despertar por la mañana, ansioso por saber quien era aquel Prelado que había de sanarlo, hizo convocar a todos los Obispos del imperio, en cuyo numero se hallaba Espiridión. Introducidos a la sala de audiencia, al ver Trifilio, compañero del Santo, la gran majestad del trono en que estaba el Príncipe, se quedo como estático; y admirándolo Espiridión, le dijo: «¿Qué haces, Trifilio? ¿Tanto te sorprende el ver a un hombre vestido con la púrpura real? Dentro de breve ¿no morirá también como otro cualquiera? ¿No será encerrado en un sepulcro para servir de pasto a los gusanos? ¿No se verá también en la precisión de presentarse al supremo juez Jesucristo, para dar una cuenta exactísima de su vida? ¿Por qué pues, te maravillas tanto de cosas que solo tienen la apariencia, y que acaban en un momento?». Sí, todo acaba en este mundo. Al morir no hay diferiencia entre un Príncipe y el más humilde pastor. Muere el pobre, y muere el rico: gusanos tiene el rico, gusanos tiene el pobre: nada le queda al pobre, y nada le queda al rico. Y sin embargo, ¡cuánto aprecio un poco de honra! ¡Cuántas veces he puesto en peligro mi alma por un pequeño bien temporal!
   
COLOQUIO: ¡Oh Jesús mío, tened piedad de mí! Haced que yo desprenda mi corazón de las grandezas de este mundo, de los honores que desaparecen como el humo, y de los placeres que no son otra cosa que vanidad. ¿De qué me servirá ganar todo el mundo, si pierdo mi alma? Perdonadme, Señor, tantos pecados que he cometido: yo confío en vuestra misericordia. No tengo otros méritos que presentaros, sino vuestras mismas llagas: en ellas pongo toda mi esperanza. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º El celo que manifestó San Espiridión en corregir a Trifilio, llegó a los oidos del Príncipe, el cual fijando en él la vista, al momento se acordó de aquel Obispo que se le había representado en sueños, y reconoció en el Santo todas las señas que el Ángel le había indicado en la visión. Y así, persuadido de que Espiridión era quien debía sanarlo, bajó inmediatamente del trono, y con asombro de todos se arrojó humildemente y bañado en lágrimas a sus pies, suplicándole le restituyese la salud, pues era el único que para este fin tenia destinado el Cielo. Si Espiridión hubiera servido al mundo, ¿hubiera jamás llegado a ver postrado a sus pies a un monarca? El ser verdadero siervo de Dios fue la causa de ver humillado delante de sí a un príncipe tan poderoso. Despreciando al mundo por Dios, es como se adquiere aun en el mundo un sumo honor. ¿Por que, pues, no sirvo a un Dios tan fiel, que aun en esta vida quiere recompensarme de aquello que desprecio por su amor? ¿Quiere ademas darme un galardón eterno?, ¿y aun todo esto no basta para que le ame, y le sirva con fidelidad?
   
COLOQUIO: ¡Oh Jesús mío, tened misericordia de mí! Haced que me desprenda enteramente de las cosas de este mundo, para ser todo vuestro, y poder decir como uno de vuestros siervos mas fieles: Dios mío, y todas las cosas: perdóname mis pecados, que detesto de nuevo con todo mi corazón. Haced que en descuento de ellos padezca en este mundo cuanto más se puede padecer; pero todo por vuestro amor. Dadme paciencia en las adversidades. Dadme, Señor, en esta vida sufrimiento, y concededme el perdón de mis culpas. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Espiridión, atendiendo más en el emperador Constancio a la salud del alma que a la del cuerpo, tomando un aire de gravedad, lo exhortó a que tuviese siempre en la memoria el beneficio que iba a recibir, usando de clemencia con sus subditos, y de misericordia con los pobres: «porque (añadió el Santo) cuanto más elevada es vuestra dignidad, tanto más debéis sobresalir en virtud». Puso después la mano sobre la cabeza del príncipe, quien al momento quedó enteramente libre de sus dolores. Se extendió luego por todo el palacio y por toda Constantinopla la noticia del milagro: todos corrían a venerar al siervo de Dios: todos deseaban besar la orla de sus vestidos: todos lo aclamaban por Santo. Solo Espiridión, como escribe Surio, andaba en las bocas de todos, y era quien se llamaba toda la atención. Constancio se humilla y llora a sus pies, mas por conseguir la salud del cuerpo; y Espiridión piensa en la salud de su alma: y yo ¿cómo me porto? Si me ataca una pequeña enfermedad, todos mis pensamientos son recobrar la salud. Prescribe el médico una dieta rigurosa, y yo obedezco: manda sangría, y no me resisto: receta bebidas amargas, y yo las tomo prontamente por sanar esta carne, que no es más que un saco de gusanos. Y mi alma ¿qué cuidado me merece? ¿Y si yo no hago aprecio de ellas, no perderé también el cuerpo? ¿Si mi alma va al Infierno, no irá también mi cuerpo? ¿Y pongo todo mi cuidado en la salud de éste, sin pensar en la de mi alma?
   
COLOQUIO: ¡Oh dulce Jesus mío, miradme con piedad! Haced que piense seriamente en la salud de mi alma, y que atienda solamente a salvarla para siempre. Yo la pongo en vuestras manos santísimas. De ellas depende toda mi suerte. Dadme fuerza para huir de la culpa, que es la que puede privar a mi alma de vuestra gracia. Señor, sanad mi pobre alma, pues son muchos mis pecados.
   
ORACIÓN AL SANTO
¡Oh Santo protector mío Espiridión! ¡Cuándo llegará el día en que desprenda mi corazón y mi afecto de los bienes de esta vida miserable! ¿Es posible que siempre he de pensar en la tierra, habiendo sido creado para el Cielo? Amable Santo mío, a vos recurro implorando vuestra protección: alcanzadme con vuestra intercesión poderosa toda la gracia que necesito, de aquel Dios a quien amais, y de quien sois amado: alcanzadme que aborrezca todo lo mundano y terreno, y que solo aspire a consiguir el Cielo. Allá se dirijan desde hoy todos mis pensamientos y todos mis deseos, y allá ponga en fin todo mi corazón. Amorosísimo Santo mío, dignaos escuchar mis súplicas por el amor que teneis a las almas, y por amor de aquel Dios, de quien gozáis y gozareis dichosamente por toda la eternidad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA SÉPTIMO – 11 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Fue admirable en San Espiridión el desprendimiento de los bienes de la tierra. Luego que el Emperador se vio libre de su penosa enfermedad, quiso mostrarse agradecido a su bienhechor, ofreciéndole grandes riquezas; mas el Santo rehusó el recibirlas diciendo al príncipe con gracia: «Señor, he navegado mares, he dejado mi diócesis, he sufrido el rigor de las estaciones por venir a sanaros, y así no es regular que paguéis mi amor con muestras de aborrecimiento. El ofrecerme oro es presentarme el precipicio; pues el dinero es causa de todo mal». No satisfecho el Emperador con tal excusa, le hizo mayores instancias para que aceptase el regalo, protestándole que no se lo daba para su persona, sino para que lo repartiese a los pobres. Ya no le fue posible á Espiridion resistir más, y tuvo que aceptar el presente; mas apenas se separó de Constancio, cuando en el mismo palacio lo distribuyó todo entre los criados. Súpolo el Emperador, y sumamente edificado, «ya no me admiro, dijo, de que un hombre que vive con tal desprendimiento tenga virtud de hacer milagros». Desprecia Espiridión las riquezas de la tierra; porque solo estima las del Cielo. ¿De qué me servirá entregarme todo a atesorar riquezas en este mundo, si al fin debo salir de él? ¿Acaso he de llevarlas conmigo a la eternidad? ¿En la hora de la muerte me servirá de consuelo el haberme hecho rico a costa de mi alma? Mis obras solamente serán las que me acompañen en la eternidad. Y ¿cuales son estas? Si buenas, servirán para defenderme ante el divino Juez; y si fueren malas, ¡infeliz de mí!, ellas me atraerán una eterna condenación.
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, tened piedad de mí! Haced que me desprenda de las riquezas de la tierra, y que no atienda a otra cosa que a mi salvación. Y si queréis darme riquezas en este mundo, haced que no cautiven mi corazón, sino que me ayuden a salvarme, ejercitando la caridad con los pobres; mas si quereis que viva en la pobreza, haced que en ella me salve con la paciencia y la conformidad. Dadme, Señor, solamente vuestro amor y vuestra gracia, y estas sean todas mis riquezas. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º No solo vivía Espiridión desprendido del mundo, sino que miraba con desprecio todo lo que tenía alguna apariencia de mundano. El dinero que le producían las rentas del Obispado lo tenía en una gabeta abierta, y así cuando alguno le iba a pedir prestada alguna suma, lo mandaba a que por su propia mano fuese a tomarla: y cuando se la restituía, le ordenaba que se fuese a poner en la misma gabeta de donde la había sacado, con lo cual hacía ver cuán despreciable es el dinero. Prestó una vez a un pobre una barra de oro muy pesada, para que empeñándola pudiese conseguir de un rico que le fiara cierta cantidad de semilla: el pobre, cumplido el plazo, rescató la prenda y la restituyó al Santo, quien en su presencia arrojó a un huertecillo la barra, y esta se convirtió en una horrible serpiente. Espiridión estima en nada el oro y las riquezas por ganar a Jesucristo: ¿y yo las tengo en estimación? Y si yo trabajara tanto por el Cielo, como lo hago por estos bienes de la tierra, ¿no sería un gran Santo? Conozco que el afán en que vivo por adquirirlo me hace indigno de alcanzar los eternos, y con todo no procuro arrancarlo de mi corazón. Me afano y me ocupo todo por no perder, o por adquirir un palmo de tierra, y nada hago por conseguir y no perder el Paraíso. ¡Oh Dios!, si el que quiere hacerse rico cae en vanas tentaciones, que sumergen al hombre en la perdición, ¿qué será de mí?
   
COLOQUIO: ¡Oh Jesús mío, tened misericordia de mí! Haced que me desprenda por vuestro amor de los bienes de la tierra antes que la muerte me despoje de ellos, y que busque las verdaderas riquezas que son las del Cielo. Vos me decís que es bienaventurado el hombre que no anda solícito en pos del oro, y que no funda sus esperanzas en el dinero, ni en los tesoros; haced que yo participe de esta felicidad, desprendiendo mi corazón de todo lo de este mundo, y siguiendo aquel consejo de uno de vuestros siervos: si queréis ser verdaderamente ricos, buscad las verdaderas riquezas. Concededme, Señor, que aprenda a despreciar las cosas terrenas, y amar las celestiales. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Cuanto más despreciaba Espiridión las cosas del mundo, tanto más cuidaba Dios de las cosas de Espiridión. Vendió el Santo a un mercader cien cabras, y, como según tenía de costumbre no contaba el dinero, el comprador malvado solo entregó el precio de noventa y nueve, y burlando así la generosa sencillez de Espiridión, se despidió de él para llevarse las ciento; pero una de ellas, por virtud divina, apenas salió del rebaño cuando luego hizo diligencia de volverse a él, a pesar de los esfuerzos del comprador. La tomó entonces sobre sus hombros; pero ella con sus gritos, y dando golpes con la frente a su conductor, lo obligó a soltarla, e inmediatamente escapó a unirse con las demás que habían quedado al Santo. Reconoció el mercader su culpa, y confesó a los pies de Espiridión haber defraudado ei precio de una cabra: pidió perdón, y habiéndola pagado, ella sola se vino a unir con las noventa y nueve. ¿Cuántas injusticias he cometido por tener alguna ganancia? Difiero el pagar a mis acreedores, y si entretanto estos tienen que padecer por esperarme, no me da pena alguna. Gritan contra mí aquellos infelices jornaleros, a quienes he defraudado su salario. Gritan aquellos pobres difuntos, cuyas últimas voluntades, confiadas a mi cuidado, dilato en cumplir. ¿Y qué excusa podré presentar ante el tribunal de Dios? He hallado modo para divertirme y gastar en suntuosos convites con mis amigos, y para ostentar el lujo en vestirme, y hasta los perros han tenido con qué mantenerse abudántemente en mi casa; ¿y no hallo cómo cumplir los legados que están a mi cargo, ni cómo pagar el salario ajeno? ¿Qué responderé a mi Juez en la hora de mi muerte? ¿Cual será mi sentencia? ¿Y no pienso en esto con toda la seriedad que demanda?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, tened misericordia de mí! Haced que quite yo todo gasto superfluo, y me dedique a cumplir mis obligaciones, para poder así salvarme. Perdonadme mis pecados, que son otras tantas deudas que tengo contraídas con vuestra divina justicia. Yo os suplico uséis de paciencia conmigo, pues propongo satisfaceros con vuestra santa gracia.
   
ORACIÓN AL SANTO
¡Oh Santo protector mío Espiridión! ¡Cuándo llegará el día en que desprenda mi corazón y mi afecto de los bienes de esta vida miserable! ¿Es posible que siempre he de pensar en la tierra, habiendo sido creado para el Cielo? Amable Santo mío, a vos recurro implorando vuestra protección: alcanzadme con vuestra intercesión poderosa toda la gracia que necesito, de aquel Dios a quien amais, y de quien sois amado: alcanzadme que aborrezca todo lo mundano y terreno, y que solo aspire a consiguir el Cielo. Allá se dirijan desde hoy todos mis pensamientos y todos mis deseos, y allá ponga en fin todo mi corazón. Amorosísimo Santo mío, dignaos escuchar mis súplicas por el amor que teneis a las almas, y por amor de aquel Dios, de quien gozáis y gozareis dichosamente por toda la eternidad. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA OCTAVO – 12 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Desprendido San Espiridión de todo lo criado, no puede explicarse el celo ardientísimo que lo inflamaba por la gloria del Criador. En su tiempo fue convocado el famosísimo primer concilio general de Nicea, a que asistió personalmente el gran Emperador Constantino. Allí se reunieron todos los Obispos de la Santa Iglesia, para condenar el error del infame Arrio, que enseñaba ser el hijo de Dios menor que su Padre celestial. Concurrió también Espiridión, y discutido el punto estaba ya par a ser condenado por todos la falsa doctrina del heresiarca. Solo lo embarazaba un filósofo, que sosteniendo la parte de Arrio, con mil sofismas y sutilezas procuraba eludir la verdad. Muchos de aquellos Padres doctísimos disputaron con él para convencerlo, pero sin fruto. Viendo Espiridión la tenacidad de este hombre, lleno de un santo celo por la fe, quiso también hacer un esfuerzo por su parte para reducir a tan obstinado sofista. Presentóse pues el Santo, y dirigiéndole la palabra: «¡Oh filósofo!, le dijo: has de saber en nombre de Jesucristo, que Dios es uno, que el Hijo es igual al Padre en esencia y en poder. Dime, ¿te parce ser esta la verdad?» Estas sencillas palabras de Espiridión fueron acompañadas de tanto fervor, que al punto enmudeció el filósofo, y se dió por vencido, diciendo en alta voz que no se avergonzaba de rendirse. Espiridión en este caso no miró sino a la gloria de Dios, que veía vilipendiada; ni consideró sus porpias fuerzas, sino las de la gracia divina. Y ¿yo imito acaso este ejemplo? Todo lo que hago, todo lo que intento quiero regularlo por la prudencia humana. Si no hago aquel ayuno, aquella mortificación, es porque la prudencia de la carne me sugiere que puede causarme daño en la salud. Comulgaría yo con más frecuencia, visitaría más veces aquellas iglesias, aquel hospital: mas porque la prudencia del mundo me representa las burlas de los hombres, me contengo y dejo de hacer estas buenas obras. Y si por seguir las reglas de una prudencia insensata me condeno, ¿de qué me servirán los hombres? ¿Qué será de mí encerrado en el Infierno por esos respetos humanos?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, miradme con piedad! Haced que de hoy en adelante pise y desprecie todo humano respeto, y no busque sino vuestro honor y vuestra mayor gloria en todas mis acciones. Perdonadme, entretanto, mis extravíos: salvadme a mi pobre alma. En Vos he puesto mi esperanza: no quede yo para siempre confundido. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º Había congregado el Patriarca de Alejandría a los Obispos sufragáneos para celebrar el concilio provincial, y después de haber decretado muchos cánones en favor de la fe, se unieron a hacer oración a Dios, suplicándole se dignase abatir los ídolos de que aún estaba llena la ciudad: fue tan eficaz su petición, que en un momento cayeron por tierra hechas pedazos las estatuas de los falsos dioses, a escepcion de una cuya destrucción no quiso el Señor conceder por entonces. Mas el Patriarca llego a entender, estando una noche en oración, que la caída de aquel ídolo estaba reservada a Espiridión, y así le escribió luego a Chipre, suplicándole se pusiese en camino. No bien acabó de leer la carta el Santo cuando lleno de fervor se dirigió al mar, y tomando un barco, se hizo a la vela para Alejandría. No hizo caso de su edad decrépita, ni de lo dilatado del viaje, por el deseo de llegar a destruir aquel oprobrio de la fe y del verdadero Dios. Espiridión no se embaraza por las incomodidades que tiene que sufrir; porque a quien ama todo se hace fácil. Y yo ¿imito acaso su ejemplo? Cuando se trata de cosas temporales, ¡cuánta es mi actividad! No omito fatiga ni diligencia, ni pierdo ocasión por conseguir lo que pretendo; mas si se trata de cosa que pueda redundar en honra de Dios, me falta el espíritu, y desmayo de tibieza.
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, compadeceos de mí! Haced que no busque sino vuestra mayor honra y gloria. ¡Ay de mí! Cuántas veces no he hecho aprecio de ellas por correr tras las vanas puerilidades del mundo con daño de mi alma. No permitáis que sea así en lo de adelante. Perdonadme, Señor, salvadme: romped las cadenas que tienen atado al mundo y al amor propio. Haced que yo destruya este ídolo que me aparta de mis obligaciones y de vuestro amor. Entonces podré decir como el Profeta: «hicisteis pedazos mis prisiones, y yo os sacrificaré una hostia de alabanza, e invocaré el nombre del Señor». Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Si Espiridión cuando convenció en el concilio de Nicea al filósofo obstinado se concilió por su grande santidad el respeto y la admiración de todos los Padres, y particularmente del Emperador Constantino; Dios quiso glorificar aún más en Alejandría el celo de su siervo; porque apenas el Santo puso el pie en la puerta de la ciudad, cuando en el momento cayó en tierra con grande estrépito la estatua, y con ella también muchos templos dedicados a los ídolos. Oyó el Patriarca el estruendo de las ruinas, y volviéndose a sus sufragáneos amigos, les dijo: «ha llegado Espiridión a la ciudad», con lo que todos los Obispos se levantaron por ir a encontralo, v recibirlo como un enviado del Cielo. Fue grande la conmoción del pueblo. Los cristianos prorrumpían en voces de alabanzas a Dios y a su esclarecido siervo, deseando todos verlo y venerarlo. Fue Espiridión a Alejandría por la gloria de Dios; y por lo mismo Dios se empeñó en glorificar a quien lo glorificaba. Dios paga aun en esta vida lo que hacemos por su honor: ¿y aun con todo esto podré dejar de amarlo? Se sirve a un amo por un corto salario, o por la esperanza de alguna utilidad, que muchas veces no llega a realizarse: ¿y no sirvo a Dios que es tan liberal, que no contento con reservarme una recompensa eterna para la otra vida, quiere recompensarme en esta tan generosamente?
   
COLOQUIO: ¡Oh dulce Jesús mío, tened piédad de mí! Haced que yo me entregue todo a Vos, y que no pretenda ni aprecie otra cosa en este mundo que el amaros y serviros. Hasta aquí he vuelto la espalda a un Señor tan bueno como Vos por seguir mis locos caprichos. No sea así en lo de adelante, ¡oh amable Jesús mío! Curad mi ceguedad, fortaleced mi flaqueza, destruid mi amor propio, para que conozca el mal que he hecho, lo llore y me convierta, aborreciéndome solamente a mí mismo, y no amando más que a Vos: «Yo os amaré, Señor, que sois mi fortaleza: el Señor es mi apoyo, y mi refugio, y libertador».
   
ORACIÓN AL SANTO
¡Oh gloriosísimo San Espiridión, que inflamado del celo por la gloria divina, no mirasteis a respetos humanos ni a peligro alguno por destruir los ídolos y las herejías! No tengáis a mal que os represente que si queréis, ahora mismo se os ofrece ocasión de ejercitar vuestro ardiente celo. Aquí tenéis a mi corazón hecho un altar sacrílego, en donde reciben adoración de mí tantos ídolos cuantos son los placeres, las riquezas y los honores que amo con tanto empeño. Ea, Santo mío, destruidlos con vuestra poderosa intercesión, para que llegue a conocer mi grande error en preferir a los bienes eternos unos bienes perecederos y momentáneos. Padre santísimo, si tanto hicisteis en vida por la gloria de Dios, cuando aún no participábais perfectamente de su divino amor, ¿cómo no lo habéis de hacer ahora que con tanta plenitud gozáis de él en su misma fuente? Por tanto, en vos confío, en vos pongo todas mis esperanzas: haced por vuestra grande caridad que no queden frustradas. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA NOVENO – 13 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Oración: Os suplicamos, Señor….
  
MEDITACIÓN
PUNTO 1.º Glorificado Espiridión por Dios con tantos milagros en la tierra, se acercaba el tiempo en que había de ser glorificado en el Cielo entre los bienaventurados. Estaba un día el siervo de Dios con sus discípulos, cuando el Señor le dio a entender que ya estaba próximo su eterno descanso, y le hizo conocer claramente la gloria que había de acompañar a su dichosa muerte. Fue tan impetuoso el torrente de júbilo que en aquel momento inundó el corazón del Santo, que no pudiendo contenerlo en el secreto de su pecho, tuvo que manifestarlo abiertamente, exclamando varias veces: «Amigos, amigos, sabed que dentro de breve he de morir, y el día de mi tránsito a la vida eterna será motivo de regocijo y de alegría para muchos». Quien vive en la aflicción y en los trabajos, muere tranquilo y lleno de gozo. Espiridión porque pasó la vida entre fatigas y penalidades por la gloria divina, salta de contento al anuncio de su muerte. El que está en una cárcel sin culpa, cada vez que oye abrir la puerta se alegra por la esperanza de verse en libertad; mas el que se encuentra reo de graves delitos, tiembla y pierde el color por temor de ser sacado al patíbulo. Cuando oigo hablar de la muerte, me atemorizo y estremezco. ¡Ay de mí!, ¿de qué podrá ser esto indicio, sino de que soy reo, y temo ser conducido al suplicio eterno? Pues si ahora puedo arreglar mis cuentas con el divino Juez, ¿por qué no lo hago? ¿Por qué no tomo todo empeño en aplacarlo? Verdaderamente no puede darse mayor locura que la mía.
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, miradme con piedad! Haced que abra los ojos sobre mi vida para llorar mis extravios, enmendarme, emprender aquel tenor de vida que me asegure la bienaventuranza. Perdonadme, Señor, todos mis pecados, y salvadme, Dios mío. Yo me horrorizo de mis culpas, y me cubro de vergüenza delante de Vos, considerando lo mucho que os he ofendido en el discurso de mi vida. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 2.º Habiendo recibido Espiridión un anuncio tan feliz, no es fácil explicar con cuánto fervor y diligencia se preparó para morir. Aunque esperaba firmemente ir a la Gloria eterna por la misericordia de Dios, como se le había revelado; sin embargo, conociendo su nada y sus miserias, estaba cuidadoso por hacerse digno de las promesas divinas; porque era tan profunda su humildad, que no se atrevía a preferirse a los mas grandes pecadores del mundo, reputándose por el más inicuo. Así pues, todo el tiempo que corrió desde el día que tuvo la revelación hasta su muerte, lo empleó en procurar un éxito feliz en negocio tan interesante. Pasaba los días y las noches enteras en oración, rogando con lágrimas continuamente al Señor que lo purificase de sus manchas y defectos, para poder presentarse limpio ante sus ojos; y cuanto más veía acercarse la muerte, tanto más renovaba sus fervorosas súplicas a Dios. Espiridión, aunque podía decirse que su vida había sido una continua preparación para la muerte, no se creía todavía bastantemente purificado para comparecer ante los ojos divinos. ¡Ay Dios mío!, ¿qué será de mí? Mi vida pasada ha sido una serie no interrumpida de traiciones a mi Dios; mi vida presente no es sino un empleo constante del tiempo en dar a los negocios del mundo el primer lugar, y el último a los de Dios y de mi salvación. ¿Y no me dedico a pensar en esto seriamente? ¿Y es posible que todo ocupe mi atención, menos la necesidad de prepararme para morir?
   
COLOQUIO: ¡Oh buen Jesús, compadeceos de mí! Haced que de hoy en adelante dedique siempre el primer lugar para el gran negocio de mi suerte eterna. Hasta aquí he sido un negligente, que no he pensado con reflexión que tengo de morir. Mucho menos he pensado en resolverme a seguir una vida cristiana, cual quisiera en la hora de m muerte. Infeliz de mí, si no tuviera en Vos un Padre tan amoroso. No me arrojéis, Dios mío, de vuestra presencia como merezco ciertamente, ni me privéis de vuestra santa gracia. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
   
PUNTO 3.º Pasó el Santo los últimos meses en continuas lágrimas y contemplación, hasta que conociendo que ya se acercaba el Señor, y lo convidaba para el Cielo, comenzó a bendecir al Altísimo, y convocando a sus discípulos, lleno de espíritu y de fervor los exhortó a que amasen a Dios, que tan fielmente remunera a los que lo aman, y también a que amasen al prójimo, por ser imagen de Dios. Otras muchas cosas dijo y profetizó el Santo anciano, para consuelo y enseñanza de los que lo rodeaban, hasta que llegando el día 14 de diciembre, vio venir a su humilde lecho un coro de ángeles para conducir su purísima alma al Paraíso. Fue tan excesivo el jubilo que sintió a la vista de aquellos espíritus bienaventurados, que su bendita alma se desató de las ligaduras del cuerpo. Lleno, pues, Espiridión de días, habiendo vivido noventa y tres años, y lleno de merecimientos, pasó a la eternidad para recibir de Dios la recompensa debida a sus trabajos. Si Espiridión se hubiera dedicado a gozar de las vanidades del mundo, y a complacer sus propias pasiones, ¿qué le hubiera quedado de tales placeres en el último instante de su vida? Nada; porque todos habrían ya pasado. Y si Espiridión hubiera padecido, y trabajado más de lo que trabajó, ¿qué tendria que sentir de todo esto en aquel momento? Nada, porque ya habrían pasado todas esas penalidades. Ya sea que la vida se pase entre aflicciones e incomodidades, o ya entre gustos y placeres, ni de estos ni de aquellas queda cosa alguna en la muerte. ¿Pues cómo es posible que con tanto empeño busque el regalo y huya de la mortificación, si no me han de seguir al fin de mi vida? Hallarse en aquella hora con una conciencia sosegada y tranquila, tener en aquel punto una esperanza firme de salvarse, ¡oh, qué inexplicable dulzura! Pero verse atormentado por una conciencia inquieta y temerosa por los pecados cometidos, ¡oh que ensayo tan amargo del Infierno! ¿Yo he de hallarme en uno de estos dos tan diferentes estados? Podré estar entonces lleno de júbilo si vivo bien, mas tendré que llenarme de espanto y horror si vivo mal: y si de esta manera vivo, ¿por qué no me enmiendo? ¿por qué no acabo de resolverme?
   
COLOQUIO: ¡Oh dulce Jesús mío, tened misericordia de mí! Haced que me resuelva por último a mudar de vida. ¿Cuándo, Dios mío, cuándo tendré la dicha de amaros de corazón! Me arrepiento de haberos ofendido, y con vuestra gracia propongo no volver a ofenderos. Perdonadme, Jesús mío, castigadme en este mundo según sea vuestra voluntad, pues bien lo merezco después de tantas ingratitudes; pero no me privéis de vuestra santa gracia y de la gloria eterna. Abrasad, Señor, os diré con San Agustin, cortad como os pareciere, no me perdonéis en esta vida, con tal que en la otra que ha de durar eternamenteme me perdonéis.
   
ORACIÓN AL SANTO
¡Oh Santo protector mío Espiridión! Vos supisteis por revelación la dichosa muerte que se acercaba ya a poner fin a vuestros días. A vos se concedió el ver a los ángeles que habían descendido del Cielo para conduciros a la gloria; y cortejado así por aquellos bienaventurados espíritus entrasteis al gozo del Señor. Gozad pues, enhorabuena, de vuestro Dios, por cuya fe padecisteis tormentos, por cuya gloria tanto trabajasteis en bien de las almas. Yo me congratulo con vos para vuestra felicidad, y me regocijo de corazon por vuestra paz y alegría sempiterna. Quisiera añadir nuevas coronas a las vuestras, y hacer que vos solo participarais tanto del amor divino, cuanto gozan juntos todos los serafines del Paraíso. ¡Oh dulce protector mío! Si no merezco que me anuncies cuándo se acerque la hora de mi muerte, hacedme al menos digno de vuestra asistencia en aquel terrible lance. No os olvidéis de mí, venid a socorrerme en aquel último combate, para que así auxiliado de vos pase de esta vida temporal a la eterna, en donde tenga la dicha inexplicable de veros y acompañaros a cantar para siempre las divinas misericordias. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
     
El Responso y la Oración se dirán todos los días.

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