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viernes, 7 de enero de 2022

MEDITACIONES PARA EL ADVIENTO, NAVIDAD Y EPIFANÍA (DÍA CUADRAGÉSIMOPRIMERO)

Meditaciones dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español, publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859. Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
     
MEDITACIÓN 41.ª (DÍA SEGUNDO INFRAOCTAVA DE LA EPIFANÍA): De la presentación de Jesús al templo.
Llegado el tiempo en que María, según la ley, había de ir a purificarse al templo, y presentar Jesús al divino Padre, ved que se dirige allá juntamente con José. Este toma las dos tortolillas que debían ofrecerle; y María toma su amado Niño, toma el divino Corderito para ir a sacrificarle, en señal de aquel gran sacrificio que un dia este mismo Hijo había de consumar sobre la cruz, Considerad cómo la santa Virgen entra ya en el templo: hace la oblación de Jesús por parte del género humano, y dice: «He aquí, oh eterno Padre, vuestro amado Unigénito, que es vuestro Hijo, y tambien mío; yo os le ofrezco como víctima de vuestra divina justicia para aplacaros con los pecadores. Aceptadla, oh Dios de misericordia, tened piedad de nuestras miserias; por amor de este Cordero inmaculado recibid en vuestra gracia a los hombres». Agrégase a la oblación de María la de José; y el santo Niño dice tambien: «Aquí me tenéis, Padre mío, a Vos consagro toda mi vida: me habéis enviado al mundo a para salvarlo con mi Sangre. Héla, y a mí todo; a Vos me ofrezco por el rescate del linaje humano». Se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y hostia a Dios (Efesios V, 2). Ningún sacrificio fue jamás tan acepto a Dios cuanto lo fue este que le hizo entonces su amado Hijo, víctima y sacerdote desde niño. Si todos los hombres y todos los Ángeles hubiesen ofrecido sus vidas, no hubiera sido ciertamente su oblación tan apreciable a Dios como lo fue esta de Jesucristo, pues que en este solo ofrecimiento al eterno Padre recibió un honor infinito y una satisfacción infinita. Habiendo, pues, Jesús ofrecido la vida al eterno Padre por nuestro amor, justo es que nosotros le ofrezcamos tambien la nuestra, y todo lo que somos. Esto es lo que Él mismo desea, como significó a la beata Ángela de Foligno diciéndole: «Yo me he ofrecido por ti, a fin de que tú te ofrezcas por Mí».
    
AFECTOS Y SÚPLICAS 
Eterno Padre, yo miserable pecador, reo de mil infiernos, hoy me presento a Vos, Dios de infinita majestad, y os ofrezco mi pobre corazón; pero ¡oh Señor!, ¿qué corazón os ofrezco? Uno que no ha sabido amaros, antes bien os ha ofendido tanto y os ha hecho traición tantas veces; pero ahora os lo ofrezco arrepentido, y resuelto de volver a amaros a toda costa y obedeceros en todo. Perdonadme, y atraedme todo a vuestro amor. Yo no merezco ser escuchado, mas bien lo merece vuestro Hijo, quien aun niño se ofrece a Vos en sacrificio por mi salvación. Este Hijo y su sacrificio os ofrezco, y en él pongo todas mis esperanzas. Os doy gracias, Padre mío, porque Le habéis enviado a la tierra a sacrificarse por mí. Os doy gracias, oh Verbo encarnado, Cordero divino que os ofrecisteis a la muerte por mi alma. Os amo, carísimo Redentor, y solo a Vos quiero amar, ya que fuera de Vos no hallo quien por salvarme haya ofrecido y sacrificado su vida. Me hace llorar el ver que con los demás he sido agradecido, y solo con Vos he sido un ingrato; pero Vos no queréis mi muerte, sino que me convierta y viva. Sí, Jesús mío, a Vos vuelvo, y me arrepiento con todo el corazón de haberos ofendido, y de haber ofendido a un Dios que se ha sacrificado por mí. Dadme la vida; ella la emplearé en amaros a Vos, sumo bien: haced que os ame, y nada más os pido. María, Madre mía, Vos ofrecísteis entonces en el templo a este Hijo también por mí. Volvedle a ofrecer ahora, y rogad al eterno Padre que por el amor de Jesús me acepte por suyo. Y Vos, Reina mía, recibidme por Hijo vuestro y perpetuo siervo. Si yo soy vuestro siervo, lo seré igualmente de vuestro Hijo.

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