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lunes, 24 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA VIGÉSIMOCUARTO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA VIGÉSIMOCUARTO
MEDITACIÓN: DE LA HUMILDAD: PREEMINENCIA DE ESTA VIRTUD.
PRIMER PUNTO.
Dios es todo y Dios es dueño de todo, y yo no tengo y yo soy nada más que pobreza y miseria. Dios es Omnipotente, y puede todas las cosas, y yo no puedo más que pecar y perderme. Es verdad, yo soy nada de mí, y por esta virtud humillándome me acerco a Dios, me uno a Dios; y de esta manera me vuelvo grande. Yo no poseo, yo no soy dueño de nada por mí, no hay duda; pero humillándome y uniéndome a Dios, me comunica su Majestad a mí, y me hace participante de todos sus bienes y de todas sus riquezas. Yo nada puedo por mí mismo, yo lo confieso; pero la humildad, elevándome hasta Dios y uniéndome a Él, me hace participar de su poder, y por consiguiente puedo todas las cosas: «Ómnia possum in eo, qui me confórtat» (Filipenses IV). ¡Oh nada gloriosa! ¡Oh pobreza riquísima! ¡Oh fortísima debilidad, que produce en mí la humildad que socorre todas mis necesidades y me solicita todas las gracias!
      
SEGUNDO PUNTO. Con la humildad, los vicios y los pecados mismos no solo dejan de ser perniciosos, pero en alguna manera pueden ser útiles. Pero sin la humildad, las virtudes mismas son poco seguras y pueden ser perniciosas. El Publicano es un miserable y un gran pecador, pero es humilde: no se atreve a mirar al Cielo ni acercarse al Altar, y esta humildad le convierte en un Santo, y le hace merecer los elogios de un Dios. El Fariseo refiere sus virtudes y cuenta todas sus buenas obras: si era justo antes, desde que perdió la humildad, es pecador; y aunque él se alaba, hay un Dios que le vitupera a él y a sus obras. ¡Qué admirable poder de la humildad, pues de un pecador hace un Santo! ¡Qué veneno el de la soberbia, pues de un justo hace en un instante un gran pecador! La humildad sabe poner aun las culpas de modo que sean materia de virtudes; y la soberbia al contrario, aun de las virtudes mismas hace que sean materia de pecado.
   
TERCER PUNTO. Es una grandisima obligación entre las otras infinitas que tenemos a Dios, la de haber hecho su Majestad depender nuestra salvación de nuestra humildad y no de nuestra elevación. No todos en el mundo pueden elevarse, pero todos en el mundo pueden bajar y abatirse. Todos no son capaces de hacer grandísimas obras por Dios ni de formar y conseguir grandes ideas para su gloria, pero no hay ninguno que no pueda humillarse. ¿Cuántos hay que no pueden tener un don heroico de oración, pero quién es el que en la misma oración, humillándose, no pueda hacer mucho, aunque parezca que no hace nada? Yo no puedo hacer todas las buenas obras que quisiera, pero puedo ofrecer esta imposibilidad, humillándome delante de Dios; y por ahí suplir lo que dejo de hacer. Yo no puedo estar siempre en oración, ayunar siempre, llorar siempre; pero puedo siempre humillarme. ¡Oh humildad, camino breve, fácil y seguro para llegar a poca costa a una grande santidad! ¿De qué nace que yo no te haya observado siempre?
  
FRUTO. Pues que la humildad es un camino breve y seguro para llegar a la santidad, toma la resolución de conseguirla; y pídele a Nuestro Señor, que pues te dio ejemplo, haciéndose humilde por ti, te dé gracia para que consigas esta virtud a su imitación.
  
«Excélsus in excélso, et in Sancto habítans, et cum contríto, et húmili spíritu» [Dios es grande, pero tan grande como es, tiene gusto de habitar en un corazon humilde] (Isaías LVII, 15).
  
«Jústior apud Deum ille accusátor iniquitátis suæ, quam iste justítiæ prædicátor. Ille se laudándo, se accusávit; hic accusándo, deféndit» [El Publicano, que se acusaba, parece más justo a Jesucristo que el Fariseo, que se alababa. El uno acusándose, se justifica; el otro, alabándose, se condena] (San Paulino).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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