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sábado, 29 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA VIGESIMONOVENO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA VIGESIMONOVENO
MEDITACIÓN: DEL MANDAMIENTO DE AMAR A DIOS.
PRIMER PUNTO.
Dios nos manda que le.amemos, ¡qué exceso de su bondad! Hubiera sido sobrada honra el permitir nuestro amor; ¿mas aun mandarle? Parece que este mandamiento no corresponde a su infinita soberanía. La majestad de los Reyes imprime tanto respeto, que no se atreve uno a amarlos, o a lo menos a decírseles; pero Dios no tiene en esta seriedad su grandeza. Qué favorecido se juzgaría un Cortesano si su Rey le dijera: «Yo quiero que tú me ames»: pues ¡cómo deberemos apreciar el favor que Dios nos hace, mandándonos que le amemos, y aun más, pues declara que gusta de oír repetir muchas veces lo que le amamos; pero por mejor decir, ¡no es una cosa vergonzosa para nosotros, e indecente para su Divina Majestad, que nos haya dado el mandamiento de amarle!
          
SEGUNDO PUNTO. Siendo Dios infinitamente dignísimo de ser amado, ¿era menester que nos mandase amarle? Y nosotros teniendo tantas razones para hacerlo, ¿habíamos menester el mandamiento para amarle? Si Vos pudierais, Dios mío, mandarme que yo no os amara, ¿os podría yo obedecer? Dios nos manda que le amemos: y verdaderamente no sé qué deberá admirarme más, o que Dios infinitamente suficiente, y que solo se basta a Sí mismo, mande con tanta instancia al hombre que le ame, como si no pudiese ser dichoso sin este amor; o que siendo infinitamente poderoso, y haciendo todo lo que puede para obligar al hombre a amarle, vea tantas veces sus mandamientos y sus esfuerzos frustrados. Es menester confesar que hay alguna cosa, igualmente incomprensible en las instancias de Dios, hacia el amor de los hombres (que le es, a lo que parece, tan poquísimo útil), como en la dureza del corazón del hombre, y la resistencia que hace a estos deseos de Dios, cuando en cumplirlos tiene su única y suprema bienaventuranza: para castigar, Señor, a este hombre por su insensibilidad, vuestra Divina Majestad no ha menester sino abandonarle. Esta es la más justa, y la más terrible de todas las penas.
   
TERCER PUNTO. Vuestra Divina Majestad me manda (decía San Agustín) que os ame, y si no os amo me amenazáis con las mayores desdichas; ¡puede haber ninguna mayor, que la de no amaros! No Señor, si me queréis espantar, no me amenacéis con los fuegos del Infierno; amenazadme, que no arderé en el fuego de vuestro santísimo amor, que esta amenaza será para mí más terrible que la del Infierno; porque (como decía San Francisco de Sales, hombre admirable, que ardía en un purísimo amor de Dios, cuya memoria celebra hoy la Iglesia) «el Infierno con vuestro amor, si se pudiese juntar, fuera para mí un verdadero Paraíso, y yo tuviera el consuelo de ver que no había lugar donde no fuéseis amado; el Cielo sin vuestro amor, si se pudiera separar, fuera un verdadero Infierno». Señor, pues me dais este precepto, dadme la gracia necesaria para cumplirle; porque yo puedo sin Vos ofenderos y desagradaros, pero no puedo sin vuestros divinos auxilios amaros y daros gusto
  
FRUTO. Pon a San Francisco de Sales, de quien hoy se hace la fiesta, por intercesor, para conseguir un poco de este ardiente amor en que el estuvo tan abrasado, su Libro del amor de Dios te persuadirá con fuertes razones, pero su ejemplo será más fuerte motivo para animarte.
  
«Díliges Dóminum Deum tuum ex toto corde tuo: hoc est máximum, et primum mandátum» [Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón: este es el grande y el primer mandamiento]. (San Mateo XXII, 37-38).
  
«Jubes, te díligi a me, da, quod jubes, et jubes, quod vis» [me mandas que te ame, dame lo que me mandas, y manda lo que quisieres] (San Agustín).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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