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jueves, 27 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA VIGESIMOSÉPTIMO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA VIGESIMOSÉPTIMO
MEDITACIÓN: DE LA DEVOCIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.
PRIMER PUNTO.
Jesús y María están tan unidos entre sí, que no se les puede separar. No se puede honrar y amar al Hijo, sin amar y honrar a la Madre: todo el mérito y gloria de la Madre viene del Hijo, y toda la honra que a la Madre se hace, vuelve al Hijo. La devoción que tenemos a María Santísima en lugar de apartar nuestro corazón, le une más fuertemente a Jesús. La confianza que tenemos en la protección de María Santísima no puede disminuir la que tenemos en el Hijo: al contrario, esta la aumenta y la hace más justa y eficaz. María Santísima tiene tanto poder como su Hijo Santísimo la estima y concede: y este me le aplicará a mí, según lo que yo confiare de su patrocinio: pues con este, ¿en qué aprieto me podré hallar que pierda la confianza? Siendo, como es, generosa y piadosísima, ¿puede dejar de aplicar sus piedades a quien la sirve y ama? Jesús, que ama sumamente a María, ¿puede aborrecer a los que devotamente la veneran? ¿Puede condenar a quien esta Señora querría que se salvase? ¿Cómo sufrirá Jesús que un corazón que estuviese encendido en amor de María Santísima, ardiese eternamente en las llamas del Infierno? ¿Puédese pensar esto sin dudar de lo que estima Jesús a María, y de la piedad de esta gran Reina para sus devotos?
          
SEGUNDO PUNTO. Por muy cargado de pecados que esté, no desesperaré jamás de la misericordia de Dios, mientras tuviere a la Madre de misericordia en mi favor. Alegaré la misericordia de la Madre contra la justicia del Hijo. ¿Estas dos cosas se pueden oponer? ¿Los ruegos de María Santísima no tendrán más fuerza para templar a Jesús que mis pecados para irritarle? Yo creeré mi salvación segura cuando supiese ciertamente que es mi Abogada María. Si ella no me la alcanzara, sería o por falta de poder con su Hijo, o por falta de piedad para conmigo. ¿Puédese dudar de lo uno o de lo otro sin falta de respeto al Hijo, o a la Madre? ¿Era posible que no pudiese esto con su Hijo María, a quien Jesús ha comunicado su Omnipotencia de alguna manera (como dice San Buenaventura), que lo puede todo con su Hijo, y que alcanza todo lo que pide a su Hijo? El que en sus Mandamientos puso que se obedeciese a los Padres y a las Madres, ¿sería Él que quebrantase este precepto? Pues qué, ¿se observaría si menospreciase la intercesión de su Madre? Jesucristo, que se paga de un vaso de agua que damos a un pobre por su nombre, ¿puede dejar de reconocer a una Madre, a quien debe todo lo que tiene en cuanto Hombre? ¿Y no sería faltar a este reconocimiento si la negase las gracias que le pide para sus devotos? El poder de María se debe medir por la dignidad de Madre de Dios, que logra, por lo que su Hijo Santisimo la estima, por las grandes obligaciones que Cristo nuestro Señor la tiene, por la calidad de mediadora de los hombres, con que la honra. Pues siendo esto así, ¿hasta dónde no llegará el poder de María, y hasta dónde no deberá allegarse nuestra confianza?
   
TERCER PUNTO. Pero si a María no le falta el poder, como hemos visto, tampoco le falta la misericordia (Nec facúltas deest, nec volúntas. San Bernardo). Es nuestra Madre: desde que fue Madre de Dios, es Madre de los hombres. Cuando su Hijo Santísimo la dio por Madre a San Juan, la dio por Madre a todos los hombres: desde entonces somos sus hijos por adopción. Una Madre; ¿pero qué digo? Una Madre, la mejor de todas las Madres, ¿puede dejar de querer a sus hijos? Es verdad que somos hijos miserables y pecadores; pero nuestras miserias aumentan su compasión, y aumentan su amor y ternura, porque es Madre de misericordia y refugio de pecadores. Hasta ahora ninguno que verdaderamente se ha acogido a ella se ha hallado engañado. Si se hallare uno a quien haya sucedido esto (dice San Bernardo), consiento que ni honre ni invoque a María, pero no se hallará uno. Pues si ella no arroja de sí ni desprecia los más grandes pecadores, ¿que hará con los que fueren sus fieles devotos? ¡Ah! ¡Qué gran motivo de confianza para mí!: María es Madre de Dios, y es mi Madre. Alcanza todo lo que pide a su Hijo. A mí me ama todo lo que es posible, pues quién duda que sirviendo yo fielmente y poniendo mi confianza en ella, en lugar de desesperar de mi salvación debo vivir con confianza en su intercesión.
  
FRUTO. Tómese con resolución la devoción a María Santísima, teniendo una gran confianza en su protección, pero procuremos merecerla con un gran celo para todo lo que mira a su servicio, y sobre todo una grande exactitud en cumplir los Mandamientos de su Hijo.
  
«Qui me invenérit, invéniet vitam, et háuriet salútem a Dómino» [El que me hallare hallará al mismo tiempo la vida, y conseguirá su salvación]. (Proverbios VIII, 35).
  
«Totum nos habére vóluit per Maríam, qui et ipsum Fílium nos habére vóluit per Maríam» [Dios, que nos dio a su Hijo por María, ha querido que obtengamos las gracias que su Hijo nos ha merecido, por la misma intercesión de María Santísima] (San Bernardo).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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