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sábado, 22 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO
MEDITACIÓN: DE LA TIBIEZA EN EL SERVICIO DE DIOS.
PRIMER PUNTO.
«Yo quisiera que tú fueses frío o caliente (dice Dios al Obispo de Laodicea), pero porque no eres frío, ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apoc. 3). El estado de la tibieza debe ser malo; pues parece en su comparación menos el de la frialdad. Menos es de temer un enemigo declarado que uno infiel o sospechoso: este es el estado del tibio para con Dios. La tibieza es tan infeliz disposición que el hombre que lo es, se puede decir, carga al Corazón de Jesús, pues para descargarse le vomita. ¡Ay!, que si el Corazón de Jesus me vomita, ¿donde podré refugiarme? No hay otra parte que el Infierno adonde irme. Quisiera más el destierro del Paraíso que estar arrojado del Corazón de Jesús: pues si no estamos en él, no tenemos parte en su amor; y si no tenemos parte en su amor, ¿qué somos sino condenados?
      
SEGUNDO PUNTO. «Maldito sea aquel (dice el Espíritu Santo) que hace la obra de Dios con omisión o tibieza» (Jeremías XLVIII). Ser maldito de Dios, ¿qué castigo es tan terrible? ¿Cuál puede ser el pecado que merezca esta maldición? Esta la da un Dios justo, de que se sigue que no será más grande que la culpa. Esta maldición la da un Dios misericordioso, de que se sigue que ha de ser menor que la culpa que castiga. Es menester que sea un gran mal la tibieza en el servicio de Dios, y verdaderamente algunas veces es mayor mal hacer una buena obra con omisión o tibieza, que hacer una mala: porque muchas veces aquel que comete un pecado, o no conoce a Dios, a quien ofende, o no conoce totalmente al mal que ejecuta; y podía haber caso en que fuese menos culpable; pero aquel que hace la obra de Dios conoce a Dios, piensa ordinariamente en Dios, y hace con tibieza la obra que ejecuta: parece que dice por su acción que el dueño por quien la hace, o la recompensa que este le promete, no merece que él se fatigue más. De que se sigue que es menos en menosprecio de Dios el no servirle algunas veces, que el servirle con omisión y tibieza.
   
TERCER PUNTO. Un hombre, porque no comete pecados grandes, no se juzga pecador; y por consiguiente, que no está obligado a la penitencia. No obstante Jesucristo mismo declara al Obispo de Éfeso, aun después de haberle alabado muchas acciones, que porque ha aflojado un poco, ha menester hacer penitencia: «Age pœniténtiam» (Apocalipsis II). Y le amenaza de hacérsela hacer el mismo Cristo, por los castigos de que se servirá para remediar su tibieza. Esta amenaza te comprende a ti, y te debe inspirar temor, y animarte a la penitencia. Los que son tibios no se creen grandes pecadores, porque piensan ordinariamente en el mal que dejan de hacer y en el poco bien que hacen, y no en las culpas que cometen, y en el bien que deberían hacer; porque se comparan más aprisa con los que viven vida más desreglada, y no con los más fervorosos y santos. Tienen su satisfacción, como el Fariseo, de no ser tan malos como otros, y se complacen en su virtud imaginaria, que en el día del Juicio les será motivo de confusión y materia de arrepentimiento. Pregúntate a ti mismo si te has alucinado alguna vez con este discurso. Tu tranquilidad, en un modo de vivir tan tibio, te convencerá bastantemente.
  
FRUTO. Imagínate que Dios nuestro Señor te da la misma reprensión que al Obispo de Éfeso sobre su tibieza, y que te exhorta, como a él, a la penitencia. Resuélvete a aprovecharte, como este lo hizo.
  
«Maledíctus, qui facit opus Dómini fraudulénter» [Maldito es, el que hace la obra del Señor con tibieza] (Jeremías XLVIII, 10).
  
«Abjiciámus pernitiósam tepiditátem, quía Deo vómitum provocáre solet» [Salgamos de este infeliz estado de tibieza, pues obliga a Dios a una demostración de tedio] (San Bernardo).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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