«La guerra debe ser absolutamente prohibida. Hoy no pueden verificarse las condiciones que, teóricamente podrían hacer una guerra justa y lícita. Además, conviene agregar que nunca puede haber una causa de tal naturaleza o importancia que pueda ser considerada proporcionada a tantos males, a tantas carnicerías, a tantas destrucciones y a tanta ruina de los valores morales y religiosos. Por eso, en la práctica, no será nunca permitido declarar una guerra. Ahora, no se podría mucho menos emprender una guerra defensiva, si la autoridad legítima a quien corresponde decidir no posee, con la certeza de la victoria, argumentos seguros para demostrar que el bien procurado al pueblo por esta guerra defensiva es superior a los males inmensos que de esta guerra se derivarán al mismo pueblo y a toda la tierra. Las multitudes, cuando tienen pruebas evidentes que su gobierno está preparando la destrucción y la ruina del pueblo con una guerra, pueden y deben derrocar, sirviéndose de medios justos, aquel régimen». Card. ALFREDO OTTAVIANI, Istitutiones Juris Pubblici Ecclesiatici (n. 86)
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