Artículo publicado en tres partes por ACTUALITÉS (Fraternidad Sacerdotal San Pío X - Distrito de Francia).
Hace 2.000 años, el cristianismo hizo su humilde entrada en el mundo, provocando a su fundador y apóstoles una muerte violenta. Durante siglos, la sangre cristiana continuaría fluyendo para que la tierra pudiese dar frutos. «La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos», según las palabras de Tertuliano (Apologética 50,13).
Hace casi 1.400 años, el Islam comenzó a imponer su ley sangrienta, y durante siglos la sangre ha fluido en los lugares donde intenta propagarse y en los países que ha conquistado. Las dos religiones son completamente opuestas, desde sus principios. En el siguiente artículo, intentaremos explicar con toda claridad la ley musulmana.
Fuentes históricas y la ley musulmana
La pobreza de estas fuentes es extrema, pero ha sido bien maquillada por los historiadores musulmanes –que, a menudo, son víctimas de esta misma falta de fuentes– y por la servil repetición de los historiadores occidentales. No hay absolutamente ningún documento que se remonte al comienzo del islam. Los primeros elementos tienen su origen en una época muy posterior a Mahoma, y fueron sometidos a múltiples manipulaciones. En cuanto a la vida del fundador, no hay nada histórico en ella. Los estudios más recientes confirman esta conclusión.
Para conocer los inicios del islam y la vida de Mahoma, los musulmanes usan el Corán y la tradición. Sin embargo, ambas fuentes son dudosas. Esto se debe a su origen tardío; a la gran dificultad para interpretar el Corán; y, por último, a la falta de historicidad en la mayor parte de su tradición. Por tanto, el historiador se encuentra completamente desorientado.
Las investigaciones sobre el origen del Corán han llegado a conclusiones muy interesantes. Algunos de estos elementos son solo hipótesis que aún no se han verificado, pero el esquema general del origen del Corán parece bastante claro.
Según el islam, el Corán es un libro revelado
Corán (en árabe القرآن) significa “recitación” o “leccionario”. Es un texto destinado a ser recitado en ceremonias religiosas. Los musulmanes ortodoxos lo consideran increado, en el sentido de que es una reproducción exacta del prototipo de la religión divina preservada en el Cielo desde toda la eternidad; pero también significa que, en su forma actual, su reproducción gráfica y fonética, su idioma árabe, es idéntico y coeterno al original celestial.
Por tanto, el Corán sería el fruto de una revelación, dictado a Mahoma por el Arcángel Gabriel, a lo largo de decenas de años, y luego repetido por Mahoma a sus discípulos, quienes memorizaron el texto. Esto, sin embargo, es sólo la primera fase de la constitución del libro.
Confiscación de los textos
Después de la muerte de Mahoma, un califa (Otmán, 579-656, aunque existe un cierto desacuerdo en este punto) ordenó que se recolectaran todos los elementos del texto, escritos sobre los omóplatos de los camellos, en piedras u otros materiales. Los textos existentes fueron quemados, y sus dueños condenados a muerte. Otra campaña de destrucción tuvo lugar bajo el califato de Abu Bakr en 665, y otra más por Abd al-Málik. De hecho, hoy en día no queda prácticamente ningún documento anterior al siglo IX. Finalmente, según la tradición musulmana, una fase final de la transcripción del Corán fue emprendida por Abd al-Málik (685-705). Este último unificó la ortografía y realizó correcciones para evitar ciertas omisiones y confusiones demasiado obvias. Fue hasta el siglo X que se adoptó un solo sistema consonántico, limitando el número de posibles interpretaciones a 7.
El viaje nocturno
Para confirmar la sacralización del Corán, el texto en sí recurre a una historia muy original, “el viaje nocturno”, que vale la pena contar. Dice así: Una noche, Mahoma abandonó La Meca por inspiración divina. Dios le proporcionó un guía, el ángel Gabriel, y un caballo, Buraq. Viajó por aire a Jerusalén y aterrizó en el Monte del Templo. Allí vio a Abraham, Moisés, Jesús y otros profetas orando con él y detrás de él. Aparecieron dos cálices, uno lleno de vino y el otro lleno de leche. Mahoma eligió el cáliz lleno de leche, y Gabriel aprobó su elección. Luego, con un salto poderoso, que dejó una marca en la Roca, Mahoma, con la ayuda de los ángeles, se elevó hacia los cielos, que se abrieron hasta el séptimo cielo, el más cercano a Dios, quien le dio las cinco oraciones que los musulmanes tendrían que rezar todos los días. Allí estudió el Corán “celestial” colocado al lado de Dios, pero “lo olvidó” antes de irse. Descendió y regresó en su caballo alado a La Meca, donde anunció la inminente llegada de una caravana que había sobrevolado durante su camino. La caravana efectivamente llegó, demostrando la verdad de su historia sobre su ascensión y visión de Dios.
El hecho de haber olvidado el Corán “celestial” era necesario para explicar dos elementos en el Corán terrenal (copia perfecta del Corán celestial…); en primer lugar, para demostrar que “el Libro” existe al lado de Dios; y en segundo lugar, para explicar por qué fue dictado por Gabriel. Esta fue la explicación que los califas propusieron para estos dos elementos. En cuanto a la ascensión de Mahoma al cielo, tenía que haber sido en Jerusalén, lugar sagrado y “fundamental”. Por esta razón, el islam tuvo que echar raíces allí, y tomar la ciudad. Por eso, el texto coránico tuvo que vincular a Mahoma con el templo. La mezquita de Al-Aqsa (“la más lejana”, como en el texto coránico) se construiría 90 años después sobre la roca desde la cual ascendió Mahoma. Fue así como se pudo conservar el carácter sagrado islámico de Jerusalén, y el Monte del Templo se convirtió en el segundo lugar más sagrado del islam.
El verdadero origen del Corán
El Padre Gabriel (en el siglo Héctor) Théry OP fue el primero en presentar una teoría que expuso en los trabajos publicados bajo el seudónimo de Hannah Zacharias. Después de su muerte, su discípulo, el Padre Joseph Bertuel, continuó su trabajo. Ambos identificaron numerosos elementos judaicos en la doctrina expuesta por el Corán, y orientaron su investigación hacia esa dirección. El Padre Édouard-Marie Gallez volvió a estudiar el tema y se acercó aún más a la solución: los elementos básicos del Corán fueron tomados del catecismo judeocristiano de una secta muy particular (los judeo-nazarenos).
Ésta última fue una de las muchas tendencias, o sectas, nacidas después de la predicación del Evangelio, que mezclaba las esperanzas para Israel con la religión de Jesucristo. Fueron expuestas y, a menudo, combatidas por los Padres de la Iglesia. Parece que esta secta persistió durante mucho tiempo, y terminó buscando una alianza con algunos de los árabes que vivían en Siria, con la esperanza de llevar a cabo su programa religioso y mesiánico. Gracias a un estudio interno del Corán se pudo llegar a esta conclusión, en la que coinciden muchos especialistas sobre el islam.
El texto utilizado como base para elaborar el Corán fue, aparentemente, un catecismo “judeo-nazareno”, redactado por los árabes para convertirlos a la secta y alistarlos en la misión para la cual la secta creía que estaba destinada: la reconstrucción del templo de Jerusalén y la introducción de un culto “puro” para obtener el regreso del Mesías y su reinado de 1.000 años. Este fue el catecismo que Mahoma predicó a su círculo cercano para atraer a sus conciudadanos a esta secta que conoció a través de su primera esposa.
Elementos de prueba
Los plagios y las cosas que el Corán robó de las tradiciones judías o judeocristianas son innumerables. Muchas de las leyes del islam fueron tomadas de la religión judía y del Talmud. Ciertos pasajes o versos del Corán provienen del Segundo Targum Sheni (sura 27, 17-44), el Testamento de Abraham (sura 87, 19), el Targum de Jonathan ben Uziel, el Targum de Jerusalén (sura 5, 30-31), y el Midrash Rabba (suras 21, 51-71; 29, 16-17; 37, 97-98). Todas estas obras forman parte de la literatura rabínica.
Además, el 25% del texto coránico fue literalmente recopilado de libros apócrifos como el Evangelio del Pseudo-Mateo, el Evangelio de Santiago el Menor, el Evangelio de Tomás, la Historia sobre la Natividad de María y la Infancia del Salvador, el Libro de los Jubileos, que contiene la historia de la lapidación de Satanás (sura 3, 36), y los reproches de Abraham a su padre (sura 19, 41). Estos elementos apuntan hacia los círculos judeocristianos.
De la tradición judeocristiana al islam
Después de la muerte de Mahoma, sus sucesores tomaron Jerusalén según el plan de la secta, pero pronto se dieron cuenta de que estas teorías eran sólo fantasías. Decidieron hacer justicia por su propia mano, modificando el Corán para crear un nuevo sistema. Esto significaba una gran tarea, ya que no es fácil cambiar un libro que ya es público, o al menos bastante generalizado. Especialmente porque las diferentes autoridades civiles y religiosas luchaban según sus intereses intentando orientar el texto para ajustarlo a sus necesidades. De ahí las interminables correcciones, confiscaciones y destrucciones para controlar la evolución del texto.
Pero esta situación no podía durar para siempre, y el texto llegó a su forma, más o menos final, con variaciones locales y distintas tendencias (los chiítas y sunitas, por ejemplo, los primeros acusando a los últimos de haber falsificado el Corán), alrededor del siglo IX, como se explicó anteriormente.
Evoluciones finales
Todas estas manipulaciones, con propósitos cruzados, ocasionaron muchas incoherencias en el Corán, el cual es muy poco claro. Para eliminarlas, se tomaron tres decisiones, a principios del siglo XI, que se continúan aplicando actualmente.
1) La afirmación del dogma del Corán increado, el Corán celestial que Mahoma contempló durante su viaje nocturno.
2) La doctrina del abrogado y el derogado: cuanto más tardía es la revelación de una sura, mayor es su valor y más imperativos son sus mandatos. En caso de contradicción, la sura más reciente reemplaza a la otra. Esto conduce a una clasificación entre las suras “Medinesas” [redactadas en Medina], las más violentas, y las suras “Mecanas” [redactadas en La Meca], mucho más pacíficas.
3) El cierre de las “puertas de ijtihad”, lo que significa que no puede haber más intentos de reflexión e interpretación sobre esta religión. Cualquier estudio crítico del Corán y la religión musulmana queda prohibido.
También está la “tradición”. Aquello que ya no se podía lograr modificando un texto, se resolvió proporcionando una explicación que permitió la evolución del Corán.
Conclusión
Desde un punto de vista histórico, el texto no tiene prácticamente ningún valor. Antes de poder comprenderlo, se necesita mucho trabajo para aclararlo, si es que eso es posible. De hecho, es interesante hacer una comparación con la Biblia. Durante 150 años, la Biblia sufrió las repetidas acometidas de tendencias naturalistas e historicistas: se hicieron objeciones, y llovían las quejas y las burlas. Pero hoy, toda la espuma ha desaparecido, y el Libro Sagrado ha resistido todas las críticas y permanece victorioso. ¿Qué quedaría del Corán si se sometiera a este tipo de prueba?
Mahoma prohibiendo el mes intercalar Nasiʾ (en árabe ٱلنَّسِيء, “El pospuesto”) en el calendario islámico durante su “Discurso de despedida” (6 de Marzo del 632) [Ilustración de Abu Raihan al-Biruni en al-Athar al-baqiyah (الآثار الباقية, “Los signos que permanecen de los siglos pasados”). Copia otomana del siglo XVII de un manuscrito del siglo XIV. Biblioteca Nacional de Francia, Manuscrito Árabe 1489, fol. 5v. (corresponde al folio 6v del Manuscrito Árabe 161 de la Biblioteca de la Universidad de Edimburgo)].
La Tradición o la Sunna
La segunda fuente doctrinal y disciplinaria del islam es la Sunna del Profeta, la “práctica habitual o regla de conducta”, de ahí el término sunismo, que designa la rama principal del islam contemporáneo (85%), en oposición al chiismo (10%). El Corán llama a Mahoma el “modelo más excelente”; se cree que Mahoma decretó reglas religiosas y morales positivas a través de su ejemplo, palabras e incluso silencio. Por lo tanto, hay tres tipos de Sunna: verbal, activa y tácita. Para demostrar la importancia de la tradición, basta citar el aforismo «La Sunna puede prescindir del Corán, pero el Corán no puede prescindir de la Sunna». Todos los musulmanes están de acuerdo en que la Sunna completa y explica el Corán. Hay muchas leyes establecidas por la Sunna pero que no se encuentran en el Corán, por ejemplo, la lapidación de las adúlteras.
La creación de la Sunna
Después de la muerte de Mahoma, la oscuridad del Corán pronto resultó insuficiente para organizar a la comunidad musulmana (umma). Por lo tanto, recurrieron a ejemplos del fundador reportados por testigos considerados dignos de confianza: los Compañeros del Profeta (Sahaba, en árabe الصحابة), es decir, todos aquellos que pasaron tiempo con el Profeta y transmitieron esta tradición. Esto supone que, plenamente conscientes de su misión, dedicaron su tiempo a estudiar este “modelo excelente”, para luego escribir diligentemente o memorizar atentamente los más mínimos detalles para transmitirlos a la posteridad. El término Compañeros también incluye a sus descendientes y sucesores que recibieron estas tradiciones de labios de los primeros. Juntos, conforman la casta de los salafi, Padres o ancestros, a la que los salafistas afirman pertenecer.
Preservación y transmisión
Según la tradición musulmana, muchos sahabi recopilaron todas las enseñanzas transmitidas durante el primer siglo de la Hégira [huída de Mahoma desde La Meca a Medina. Fijada la fecha en el 16 de Julio del 622, marca el inicio de la era islámica]. Una disciplina especial, el hadiz (حديث, literalmente, “novedad”), que experimentaría un desarrollo prodigioso, nacería para organizar este material.
Cada hadiz se compone de dos partes, el isnad y el matn. El último es lo esencial, el texto del hadiz que debe reproducirse escrupulosamente. El isnad proporciona la cadena de nombres de autoridades y guardianes por la cual el hadiz llegó al último transmisor.
Esta disciplina tendría gran autoridad si todos los hadices vinieran de Mahoma y sus Compañeros, pero este no es el caso en absoluto. En la época de los califatos, especialmente, el hadiz sirvió para crear una tradición que se adaptara a diversas necesidades: intentaban justificar una práctica de la Sunna, crear una Sunna que aún no existía, o corregir una tendencia de pensamiento a favor de una nueva Sunna. Los partidos políticos primitivos del islam (califatos) y los partidos religiosos (ulamas) utilizaron el hadiz para su propia ventaja produciéndolos desenfrenadamente. Más tarde fueron imitados por las sectas disidentes. Cada partido, secta o escuela de pensamiento solía poseer las tradiciones más favorables a sus afirmaciones o doctrinas. El hadiz incluso se utilizó para satisfacer el resentimiento personal: ¡el descontento popular llegó a inventar algunos contra la policía y los recaudadores de impuestos! La producción se hizo exponencial.
Estadísticas de la Sunna
Las colecciones más antiguas de hadices fueron elaboradas en la época de los califas omeyas (660-749); la fecha más importante se remonta al siglo IX, cuando comenzaron a clasificar el material que se utilizaría en las colecciones de hadices. Uno de los autores más famosos, Bujari (quien murió en el año 870), recolectó 300.000… Bujari decretó que 200.000 eran completamente apócrifos y únicamente conservó 8.000.
Hoy en día, hay más de un millón y medio de hadices [el ayatolá Jomeini, a su regreso a Irán, llevó una serie de ellos]. Esta precoz prolijidad es tan escandalosa que los académicos musulmanes han intentado durante mucho tiempo evaluar el valor de los hadices; esto condujo al desarrollo de una inmensa colección de obras destinadas a verificar la solidez del isnad que, a su vez, llevaron a una clasificación de las personas nombradas en la cadena de autoridades: dignas de confianza, exactas, verdaderas, sin objeciones, dudosas o débiles. Pero el contenido nunca se cuestiona: el valor de la tradición, el matn, no puede ser cuestionado.
Juicio crítico
Analicemos ahora la información proporcionada por el hadiz. Para beneficio de la instrucción del creyente, los hadices relatan cómo realizaba Mahoma sus oraciones y abluciones, cómo comía, ayunaba, se vestía, se comportaba en su hogar; en ellos se puede aprender sobre sus platillos favoritos, el contenido de su guardarropa, sus aposentos, sus armas, sus caballos, sus camellos y sus nombres, su genealogía, sus cualidades… El Maestro ofrece la respuesta a todas las futuras dificultades dogmáticas, disciplinarias y políticas. Proporciona una lista con todas las ciudades y países que serán conquistados por las armas musulmanas. Condena a los futuros herejes. Por lo tanto, determina la Sunna y completa las prescripciones superficiales del Corán.
A pesar de su inverosimilitud, la mayoría de los escritores musulmanes se niegan a rechazar estos hadices, por muy contradictorios o claramente apócrifos que puedan ser. Aquellos que admiten que ciertos hadices fueron inventados, simplemente se limitan a señalar los puntos débiles en su isnad y el poco valor de las personas nombradas en la cadena. El famoso islamólogo, Louis Massignon, escribió que si se eliminaran todos los hadices con isnads débiles, «los creyentes se quedarían únicamente con unas pocas prescripciones sobre higiene y cortesía» (Louis Massignon, Essai sur les origines du lexique technique de la mystique en pays d’Islam. Ed. Geuthner, París, 1922, pág. 103). Esta observación deja poco material como base para la vida de Mahoma.
La Sira
Hacia finales del siglo VIII, los autores musulmanes comenzaron a componer la Sira (سيرة) o Vida de Mahoma, de la cual existen incontables versiones. Casi todas están tomadas del hadiz, ya que el Corán ofrece muy pocos elementos sobre la vida del Profeta. El valor histórico de estos escritos es el mismo que el de la fuente. La mayoría de los detalles proporcionados tradicionalmente en la Sirah, y repetidos complacientemente en el mundo occidental, son excesivamente dudosos. Por eso es imposible escribir una biografía sobre Mahoma. El Padre Henri Lammens SJ demostró que estos textos no agregan nada al Corán en sí mismo (Qui était Mahomet? Ed. du Trident, 2014), ni un solo hecho, ni un solo detalle preciso, sino que son, simplemente, un prodigioso desarrollo de la imaginación para añadir color a lo que el Libro dice sobre Mahoma. Por ejemplo, ofrecen nombres, descripciones, detalles pintorescos, pero ni un solo detalle histórico. La Sira no es más que una historia de Las Mil y una Noches.
Algunos ejemplos
La preexistencia del alma de Mahoma es uno de los dogmas favoritos de la tradición, aceptado por la Sirah, pero su origen es platónico y gnóstico. Los hadices tomaron esta idea de textos malinterpretados en los que Alá les dice a los fieles: «Les hemos enviado una luz» (aquí la palabra “luz” es sinónimo del Corán). Este tema se desarrolló y se aplicó a la persona del Profeta. Su cuerpo emitía rayos de luz, haciéndolo visible en medio de las sombras más densas. Una noche, esta luz permitió a Aisha (una de las esposas del Profeta) encontrar un alfiler perdido. La persona de Mahoma «no producía sombra; su brillo opacaba al sol y a las antorchas». Además de ser una fuente de luz intensa, podía ver lo que ocurría a sus espaldas; su visión era tan buena por la noche como en el día. Mejor aún, tenía un ojo físico en medio de la espalda, o entre sus hombros, nadie sabe exactamente dónde, y su ropa no impedía su “visión”. Este ejemplo muestra la fertilidad, lógica y métodos de esta tradición, al persistir en un término mal interpretado.
Mahoma recibió el nombre de Qotam al nacer, pero como el libro de Alá lo llamó Ahmed, o Mahoma, la tradición se rehusó a saber más sobre ningún otro nombre. Sin embargo, se pueden encontrar rastros del primer nombre buscando a fondo en los hadices.
¿Cuántos años tenía Mahoma cuando murió? Probablemente ni el mismo lo sabía, como sucede con los beduinos de nuestros días. Pero la tradición improvisó una cronología en la Sira. La cifra varía entre 60 y 65 años, según un verso malinterpretado del Corán. Algunas de las explicaciones son singularmente imaginativas. He aquí una de ellas: «Cada profeta llega a la mitad de años de su predecesor; ʿĪsā (عِيسَى, el nombre árabe para Jesús) vivió durante 125 años…» Conclusión: Mahoma vivió 62 años y medio.
Los árabes están muy orgullosos de su paternidad. Mahoma recibió el nombre (kunya) de Abu’l Qasim, padre de Qasim, su hijo. Según la tradición, prohibió a sus seguidores tomar este nombre y agregarlo al nombre de Mahoma. Esta afirmación es desmentida por la historia: entre los contemporáneos del Profeta, y en la siguiente generación, existieron varios Abu’l Qasims, cuyo nombre original era Mahoma. ¿A qué se debe esta insinuada prohibición?
La historia de la juventud de Mahoma es sugerida a la Sira por la sura 93, en la que Alá dice: «Te encontramos pobre, huérfano, sin familia». Estas palabras proporcionaron el esbozo para un verdadero Evangelium infantiæ Muhameti [Evangelio de la infancia de Mahoma, en comparación a los apócrifos Evangelios de la infancia de Cristo]. Es imposible verificar la exactitud de esta novela basada en elementos inconsistentes, y en la que Mahoma sufre todas las vicisitudes propias de los huérfanos árabes. La imaginación de los escritores de la tradición compensó la información faltante.
Los descendientes masculinos del Profeta son uno de los temas favoritos de la tradición. Al parecer, Mahoma tuvo un solo hijo. Los hermanos, por lo tanto, tuvieron que ser inventados; duplicaron el número, tomaron como nombres reales y diferentes los adjetivos Tahir (puro) y Taiyb (bueno) atribuidos a los hijos de Mahoma por la piedad popular, e incluso le otorgaron varios pares de gemelos. Estas artimañas dieron un total de doce hijos, ocho de los cuales eran varones. Al leer el Corán, es imposible no sorprenderse ante el sufrimiento de Mahoma por su desgracia paterna, sus protestas contra el nombre al-Abtar (الْأَبْتَرُ, literalmente el cortado, término islámico para un varón sin descendencia masculina). De ahí la larga serie de anécdotas en las que se ve al Profeta, incluso mientras reza, jugando con sus nietos.
«Obedece al apóstol cuando llama», dice el Corán. Este texto dio origen a toda una serie de hadices. Es considerado como la obligación de interrumpir cualquier cosa, incluso la oración, para acudir corriendo a la menor señal de Mahoma. Pero esta obligación fue llevada mucho más lejos. Una mujer deseada por él no puede rechazar su mano. Si está casada, su marido tiene que repudiarla. El apóstol debe casarse con ella, aún contra la voluntad de la mujer y su familia. ¿Acaso Alá no dijo: «Los creyentes deben preferir al Profeta que a sí mismos»? (sura 33, versos 6 y 36).
En consecuencia, se puede declarar que la tradición musulmana no es muy confiable y que es imposible reconstruir la vida de Mahoma basándose únicamente en esta fuente. Lo mismo se puede decir del Corán. Son necesarias las fuentes externas para reconstruir la historia del islam.
Conclusión
La tradición islámica (hadiz) no tiene nada que ver con la tradición católica, dada por Dios, y verdadera fuente de Revelación. El hadiz es una fuente humana, fruto de la imaginación, pasión, luchas de poder e intentos de justificación que conduce a un gran fraude, independientemente de las intenciones de quienes lo elaboraron. Muchos musulmanes, más o menos sinceros, están fuertemente apegados a él y, por lo tanto, son prisioneros de un sistema muy complejo de autojustificación.
Una mujer es azotada con una caña en Banda Aceh (Indonesia) por haber sido encontrada con otro hombre que no era su esposo (20 de Marzo de 2017). Desde 2001, Aceh es la única provincia de Indonesia que se rige por la sharía.
Se trata de un tema delicado y actual del que no es fácil tener una idea clara. Sin embargo, es importante comprenderlo junto con sus diversas implicaciones, tanto políticas como filosóficas (por no decir religiosas).
Resumen histórico
El concepto encierra varias contradicciones, manifestadas en el islam actual, derivadas de la historia. Tradicionalmente, las fuentes de la sharia son a) el Corán b) los hadices (la sunna) y c) la Sira. Esta última no se distingue adecuadamente de los dos primeros, de los que fue extraída casi en su totalidad. Habría que añadir una cuarta fuente d) el consenso académico, el cual desempeña un papel sumamente importante, por no decir preponderante. Es algo similar al derecho canónico, extraído de las Escrituras, la Tradición y la labor de los juristas católicos.
El Corán y la Sunna hablan poco de obligaciones y prohibiciones: lo que los vuelve determinantes es la lectura que hacen de ellos los expertos; es por eso que las dos corrientes principales del islam, el chiismo y el sunnismo, a ésta última pertenecen las cuatro grandes escuelas de fiqh, o ley religiosa (malikí, hanafí, shafií y hanbalí), no traducen las fuentes de la misma manera, ya sea en el lenguaje teológico o legal. Cabe señalar que los eruditos musulmanes no mencionaron la sharia hasta el siglo XIX, e incluso se podría decir que fue hasta el siglo XX; pero ya desde el siglo IX existía una ley positiva, el fiqh, en las grandes escuelas sunnitas y chiitas. La fatwa (consulta) experimentó un gran auge y fue objeto de compilaciones, constituyendo así una jurisprudencia.
La aparición de la sharía moderna
Cabe señalar la influencia de distintas estructuras, y principalmente del imperio otomano, cuando una de las escuelas accedió al estatuto de la doctrina oficial del Estado. Finalmente, bajo los efectos de la colonización y la presión de las potencias europeas, varios países se embarcaron en una política de reformas que condujo, en la mayoría de los casos, a una transformación de la norma islámica en la legislación musulmana. Por lo tanto, la idea de transformar las normas islámicas en leyes aplicables, y particularmente en derecho codificado, es el resultado de un invento bastante reciente, llevado a cabo por los gobernantes musulmanes y las nuevas élites, cuya intención era fusionar el fiqh con el molde del derecho positivo (napoleónico).
Fue así que la ley islámica se codificó parcialmente en diversos ámbitos y grados. Especialmente en el de las relaciones familiares, porque ahí era donde más intervenía el fiqh. Las fundaciones piadosas o waqf (para apoyar a los musulmanes en sus necesidades o para la propaganda musulmana), las finanzas, e incluso se puede ver que los legisladores recurren a esta ley islámica para inspirarse en ella en el cumplimiento de su deber.
El ejemplo egipcio
En Egipto, la enmienda al segundo artículo de la Constitución de 1980, estipula que «el islam es la religión del Estado, el árabe su idioma oficial y los principios de la sharía islámica, la fuente principal de legislación». El contenido de la sharia no está dado: es el tribunal constitucional egipcio, compuesto por jueces formados en derecho, y no por eruditos musulmanes, el responsable de especificarla. De hecho, la sharía ha favorecido sistemáticamente el derecho constitucional a expensas de la ley islámica, pues ha distinguido los principios cuyo origen y significado son absolutos, de las reglas relativas que cambian con el tiempo, de acuerdo al principio reconocido por la fiqh, para limitar los efectos de la ley sharia. Esto es una fuente de tensión perpetua entre los “secularistas” y los salafistas.
La sharía sigue siendo un concepto impreciso
Concluiremos este enfoque histórico afirmando que la sharía en disputa, ya sea para hacerla valer o para rechazarla, no está claramente determinada. Además, es objeto de constante tensión en los círculos musulmanes entre los gobiernos que la codificaron para suavizarla, y los diversos movimientos religiosos que reclaman su aplicación plena y completa. Pero también sirve como un caballo de Troya en el intento de islamizar a los países occidentales que han albergado a numerosos musulmanes, los cuales exigen poder vivir de acuerdo con la ley islámica.
Significado general de la sharía
Se puede afirmar que todo lo que es musulmán se remite a la sharía, y lo que no forma parte de la sharía no es musulmán. Es verdaderamente una ley integral de la vida de los musulmanes y abarca todos los aspectos.
La palabra sharía (شَرِيعَة) significa senda que conduce al agua. Por lo tanto, por derivación, también significa la voluntad divina que conduce a los hombres por el camino correcto. Es un sistema total que incluye: un derecho específico (el fiqh), una ética (la sumisión) y un comportamiento específico. Pero hay que destacar especialmente sus características fundamentales:
1) es superior a toda ley;
2) deroga todas las demás leyes;
3) es monolítica (no se puede elegir un elemento y rechazar otro, sin embargo, se pueden distinguir elementos absolutos, válidos siempre y en todas partes, y elementos relativos, que pueden evolucionar);
4) es inmutable.
La palabra sharía (شَرِيعَة) significa senda que conduce al agua. Por lo tanto, por derivación, también significa la voluntad divina que conduce a los hombres por el camino correcto. Es un sistema total que incluye: un derecho específico (el fiqh), una ética (la sumisión) y un comportamiento específico. Pero hay que destacar especialmente sus características fundamentales:
1) es superior a toda ley;
2) deroga todas las demás leyes;
3) es monolítica (no se puede elegir un elemento y rechazar otro, sin embargo, se pueden distinguir elementos absolutos, válidos siempre y en todas partes, y elementos relativos, que pueden evolucionar);
4) es inmutable.
El contenido de la sharía
La sharía contiene dos tipos de obligaciones: individuales y comunitarias, éstas últimas deben realizarse colectivamente.
Las obligaciones individuales son cinco: 1. la shahada o profesión de fe que introduce al islam; 2. los cinco tiempos de oración diaria; 3. el azaque o impuesto; 4. el ramadán; 5. la peregrinación a La Meca (hayy).
Las obligaciones comunitarias son cinco también (o pueden reducirse a estas cinco categorías): 1. tener líderes (musulmanes); 2. tener jueces (musulmanes también); 3. la Yihad o guerra santa; 4. el califato, que designa un territorio y la población que vive en él, la cual debe reconocer el poder del califa; 5. ordenar el bien y prohibir el mal (a todos los hombres). Una comunidad musulmana que no posee estos elementos o no intenta obtenerlos, es culpable.
La sharía comprende otros elementos: rituales obligatorios, reglas fiscales, comerciales, maritales, reglas de sucesión y de justicia, diversas obligaciones de comportamiento y de creencia para los musulmanes y los no musulmanes. Se puede decir que todas las acciones de un musulmán, tanto públicas como privadas, están directa o indirectamente sujetas a la ley sharía. Algunas de estas reglas son incompatibles con las leyes de los países occidentales, llegando incluso a ser consideradas como ilegales o criminales.
Algunos ejemplos…
Sobre el tema de la discriminación: una mujer tiene derecho a media parte de la herencia contra la parte entera para el varón. Sobre la destrucción de ciertas libertades individuales: normas sobre el matrimonio, prohibición de la conversión. Sobre el empleo y la promoción del uso de la violencia: el castigo del ladrón a quien se le debe cortar la mano, el asesinato del que abandona el islam, la lapidación de la mujer adúltera. Finalmente, sobre el reconocimiento y la práctica de la esclavitud en algunos países islámicos.
Estas leyes son practicadas actualmente. En países como Arabia Saudita, Catar e incluso Irán, por nombrar tan solo los principales, se aplica rigurosamente la ley sharía. Pero muchos otros la aplican más o menos plenamente. Finalmente, en países “secularizados”, como Egipto, Jordania, Túnez, Iraq o Turquía, solo se aplica parcialmente. Pero la tendencia actual apunta hacia una radicalización, incluso si es necesario eliminar, por esta razón, a los gobernantes musulmanes considerados demasiado blandos: recordemos el asesinato de Anwar el-Sadat.
En Occidente
Ya se han introducido numerosos elementos de la sharía: mezquitas, centros de difusión del islam, el velo islámico, la carne halal que incluye un impuesto pagado a las organizaciones del islam, el día del Eid-el-Kabir, la demanda de jueces específicos (en Inglaterra y Canadá, por ejemplo). Es importante enfatizar que aceptar cualquiera de estas disposiciones allana el camino para la introducción completa de la ley sharía, porque ésta no se puede dividir. Un elemento aceptado abre la puerta a los demás.
Análisis filosófico de la sharía
Algunos elementos pueden considerarse positivos, pero es accidental para el islam y generalmente provienen de las civilizaciones que lo precedieron. La ley islámica es profundamente antinatural por definición. Hay que recordar que la sharía se deriva de un sistema “religioso” conformado por elementos extraídos de diversas fuentes: paganismo, judaísmo y cristianismo. Este sistema refleja una cierta filosofía sobre Dios, el hombre y los actos humanos, y la sociedad. La sharía representa una parte importante de este sistema, porque es la base de toda la acción, de toda la moral del islam.
Alá es considerado por el islam como totalmente trascendente (Alá es Uno y Solo, Trascendente e Incomunicable). No puede existir comparación alguna entre Él y la creatura. Esto conlleva la imposibilidad de descubrir cualquier atributo divino [con todo, por falta de lógica y rigor, el islam da un número de 99 atributos (en árabe sifat, صِفَات)]. También implica la imposibilidad para la razón humana de explicar el bien y el mal que dependen del fin último, Dios. Si no se puede decir nada de Dios, no se puede conocer este fin del que se suspende todo el orden moral. Por tanto, este último queda excluido del dominio de la inteligencia y la razón para ser adscrito al de la voluntad: en consecuencia, se cae necesariamente en un voluntarismo puro.
En el islam, ningún razonamiento puede, ni debe ayudarnos, por eso todo debe hacerse según un plan completo. El único margen es el de la aplicación de la ley musulmana a un caso particular (fatwa). Por eso se debe proyectar en Dios la totalidad de la ley; pero esto solo se relaciona con la voluntad divina, por lo que no es posible discernir las razones por las que “esto” es bueno y “eso” es malo: es Dios quien así lo desea [por eso Alá predestina al Infierno]. La doctrina se encuentra en una contradicción inextricable: Dios aprueba el bien y reprueba el mal, pero Él decide supremamente quién hará el bien y quién hará el mal. Es una moralidad puramente legal.
Relación con la ley natural
Esto implica una relación de sumisión absoluta, una “relación amo-esclavo”, en relación con esta ley. Puede objetarse que uno debe, según la verdadera moral, obedecer a Dios perfectamente. Pero existe una diferencia esencial: la ley natural nos es dada en nuestra calidad de seres inteligentes, racionales y libres; corresponde a nosotros descubrirla y aplicarla según nuestra naturaleza y descubrir gradualmente la riqueza y la implementación de la ley eterna en la vida humana. Dios no nos gobierna como a los animales, sino como a seres que asocia al conocimiento de su ley.
Finalmente, la ley islámica es completamente positiva, pues depende de una decisión divina absoluta, no relacionada con la naturaleza creada, y debe aplicarse de manera uniforme siempre y en todas partes. Se podría formular dicha situación de la siguiente forma: la sharía no busca primero lo que conviene al hombre, sino lo que agrada a Dios. No hay ni bien ni mal por naturaleza, porque Dios lo quiere así. Así es como los musulmanes ven las cosas: está prohibido analizar la ley islámica para intentar comprenderla racionalmente (es la ley del ijtihad). Durante los tres primeros siglos, se realizó una cierta labor racional pero se considera totalmente finalizada.
Finalmente, la ley islámica es completamente positiva, pues depende de una decisión divina absoluta, no relacionada con la naturaleza creada, y debe aplicarse de manera uniforme siempre y en todas partes. Se podría formular dicha situación de la siguiente forma: la sharía no busca primero lo que conviene al hombre, sino lo que agrada a Dios. No hay ni bien ni mal por naturaleza, porque Dios lo quiere así. Así es como los musulmanes ven las cosas: está prohibido analizar la ley islámica para intentar comprenderla racionalmente (es la ley del ijtihad). Durante los tres primeros siglos, se realizó una cierta labor racional pero se considera totalmente finalizada.
Conclusión
Todas las cosas están determinadas y no hay progreso posible: el Corán y la tradición (el hadiz) tienen una respuesta para todo. Lo único que queda por hacer es aplicarlas según el caso dado. Si surgen nuevos problemas morales, son completamente pasados por alto o brutalmente rechazados. Finalmente, no olvidemos que los musulmanes colectivamente tienen la tarea de imponer en el mundo entero el orden de la ley sharía. Es por eso que tenemos el deber político (en justicia) de rechazar cualquier elemento de este sistema que abra la puerta a todo lo demás. Y tenemos el deber en la caridad de hacer lo que esté en nuestras manos para liberar a aquellos que están encadenados en las tinieblas de la ignorancia y el error por los lazos de la ley islámica.
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