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miércoles, 6 de abril de 2022

NOVENA EN HONOR DE LA PASIÓN DE CRISTO

Traducción de la Novena publicada en el libro Via crucis, or the holy Way of the Cross, con aprobación del Obispo de Québec, conferida el 5 de Junio de 1844. La Letanía es tomada del libro The Stations Or Devotions on the Passion of Our Lord Jesus Christ Crucified, as They are Made in Jerusalem, publicado en Londres en 1815.
    
NOVENA EN HONOR DE LA PASIÓN DE CRISTO
   
  
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
     
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, porque sois la suma bondad, os amo y me pesa de no haberos amado, me pesa de haberos ofendido, y prometo en adelante no ofenderos más: no más pecar, amado Jesús mío, no más pecar.
   
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN: ¿QUIÉN SUFRE?
El Cordero inmaculado, que no había pecado, ni fue hallado engaño en su boca (1.ª Pedro II, 22). El Santo de los Santos, al cual le fue dado el Espíritu sin medida; a quien sus mismos crucifixores reconocieron ser un hombre justo, y el Hijo de Dios, cuando dijeron compungidos: «Verdaderamente, este era el Hijo de Dios» (San Mateo XXVII, 54); y «Verdaderamente, este hombre era justo» (San Lucas XXIII, 47).
    
Sufre quien había pasado totalmente haciendo el bien a otros: «que pasó haciendo el bien, y sanando a todos los oprimidos por el diablo» (Hechos X, 38). Lejos, pues, de merecer tal castigo, Él merecía toda obediencia y amor. Por eso se queja: «Me volvieron mal por bien» (Salmo XXXIV, 12).
     
El que sufre es el mayor amador de la humanidad, que hizo todas las cosas para nosotros, nuestro Padre, nuestro Señor, nuestro Médico, nuestro Redentor, nuestro Pastor, nuestro Creador, nuestro Beneficiador, el Esposo de nuestras almas.
   
Un hijo debería sentir por la muerte de su padre, y una esposa por el sufrimiento de su esposo. ¡Cuánto más debería no sentir por los sufrimientos y la muerte de Cristo, que incluso antes de su Pasión insinuó en lo profundo de nuestro corazón, por un admirable sacramento; a fin de que en retorno podamos sentir sus sufrimientos, como si ellos fueran los nuestros propios!
   
LETANÍA DE LA PASIÓN DE CRISTO
   
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
 
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
    
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
   
Señor Jesucristo, que por nuestra redención bajaste del Cielo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que te dignaste nacer de la Virgen María, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que por nosotros tomaste la forma de siervo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que te acostaron en un establo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que no aborreciste a la pecadora llorando, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que maceraste tu cuerpo con hambre y sed, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste escarnecido y burlado por los judíos, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que por nosotros continuaste en oración, hasta sudar sangre, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que sufriste ser traicionado con un beso por Judas, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, quien por los malvados judíos fuiste tomado y arrojado en tierra, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que permitiste ser llevado con tus manos atadas detrás de la espalda, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste presentado ante los sumos sacerdotes y falsamente acusado, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste herido en la faz con puñetazos y bofetadas, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste escarnecido con distintos oprobios, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste entregado a Pilato, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste atado a la columna y azotado, aun hasta la sangre, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste cubierto con una vestidura púrpura por los soldados, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste coronado con durísimas espinas, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que frecuentemente oíste estas crudelísimas palabras: «fuera, crucifícalo», ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que siendo vestido y atado, cargaste el pesado madero de la cruz, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que, siendo elevado en la cruz, fuiste hecho compañero de ladrones, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que, teniendo tus manos y pies clavados a la cruz, fuiste blasfemado por los que pasaban, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, cuyo hermoso rostro fue hecho como si fuera leproso, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que oraste a tu Padre por los que te crucificaron, y escuchaste al ladrón en la cruz, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que recomendaste tu dulcísima Madre María a San Juan, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste traspasado con una lanza, y redimiste al mundo con tu propia Sangre, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que fuiste puesto en un sepulcro, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que resucitaste de entre los muertos al tercer día, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que cuarenta días después ascendiste al Cielo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que estás sentado a la diestra del Padre, ten piedad de nosotros.
Señor Jesucristo, que has de venir a juzgar a vivos y muertos, ten piedad de nosotros.
   
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
   
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea el tu Nombre. Venga a nos el tu Reino. Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.
    
℣. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
℟. Porque redimiste al mundo por tu Cruz.
   
ORACIÓN
Te suplicamos, Señor, mires sobre esta familia tuya, por la cual Nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a manos de los malvados, y padecer el tormento de la Cruz. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿QUÉ SUFRE?
Sus sufrimientos pueden ser comprendidos en dos puntos: Sus sufrimientos externos, que Nuestro Señor llamó Bautismo, y sus sufrimientos internos, que denominó Cáliz.
   
Con respecto al primero, Él sufrió todo tipo de tormentos. En lo externo, porque fue despojado de sus mismos vestidos, que fueron divididos por sus ejecutores y fue crucificado desnudo, y en público. En su honor, le ofrecieron todo tipo de contumelias. En sus virtudes, fue mirado como un samaritano, como un poseído por el demonio, como un seductor, como un glotón y bebedor (San Juan VII, 20 y VIII, 48; San Mateo XI, 19 y XXVII, 63), un blasfemo y un réprobo. En su sabiduría: fue considerado iletrado, como loco y tonto (San Marcos III, 21). En sus milagros: fue tratado como un impostor, un mago, y uno que los obraba por Belcebú (San Lucas XI, 15). En su cuerpo: padeció tormentos, que en sí mismos fueron los mayores de todos, y que fueron acrecentados por la delicadeza de su forma. En sus amigos, porque fue o abandonado por ellos en la hora del peligro, o porque sufrió a causa de lo que padecieron, y especialmente su Santísima Madre
   
Consideremos cuánto sufrió en cada uno de sus sentidos.
   
Sus ojos fueron atormentados viendo las acciones y gestos de aquellos que se burlaban y Lo escarnecían; también, viendo las lágrimas de aquellos que Lo amaban. Sus ojos fueron también desfigurados con escupitajos, cegados con la Sangre que corría por su cabeza, y rendidos de sus cuencas por sus propias lágrimas.
    
Sus oídos fueron horrorizados al oír las blasfemias, los falsos testimonios y las acusaciones indignas que se hicieron contra Él.
    
Su olfato fue ofendido por el olor fétido del Calvario, el lugar de las calaveras y la muerte. 
   
Su gusto sufrió por la sed abrasadora, y por el vinagre y la hiel que le fueron ofrecidas a beber.
    
Su tacto sufrió porque fue atormentado en todos sus miembros, y también por los azotes, las espinas y los clavos.
    
Podemos también considerar las principales partes de su cuerpo, y considerar el tormento peculiar que afrontó en cada una de ellas, tanto que, en Cristo es verdad que desde la planta del pie hasta su cabeza, no hay una sola parte sana en Él (Isaías I, 6).
   
Sus sufrimientos inferiores fueron del mayor grado, como podemos inferir de su temerosa agonía, su sudor de sangre, y su dolor incluso hasta la muerte.
  
Concluir con la Letanía de la Pasión de Cristo y la oración.
   
DÍA TERCERO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿DE QUIÉN SUFRE?
De hombres de todo grado: altos y bajos, ricos y pobres, laicos y clérigos, judíos e idólatras; de aquellos a los que había conferido muchos beneficios durante el curso de su ministerio público.
    
Todos estos fueron movidos contra Él por distintos motivos. Algunos no pudieron soportar ser reprobados de Él por sus vicios; otros temían el poder de César; otros fueron apurados por un celo religioso ciego.
    
Los perseguidores de Cristo fueron urgidos por las potencias de la oscuridad, por los mismos demonios. Porque el diablo le puso en el corazón de Judas traicionarlo (San Juan XIII, 2). Y Cristo mismo cuando Lo aprehendieron dijo: «Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas» (San Lucas XXII, 53). Ni fue Nuestro Señor entregado al poder de satanás en los mismos términos de Job porque al diablo le fue ordenado que conservase su vida (Job II, 6), pero por Cristo no se hizo ninguna excepción.
    
Los sufrimientos de Cristo fueron también incrementados por su conocimiento de los corazones de sus verdugos. Él conocía la ira demoníaca con la cual estaban ellos sedientos de su Sangre, que la magnitud y malignidad de su odio excedía incluso los castigos que ellos infligieron.
  
Concluir con la Letanía de la Pasión de Cristo y la oración.
  
DÍA CUARTO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿POR QUIÉN SUFRE?
Por toda la humanidad, sin excepción: para restaurar a Dios la Honra de la cual había sido robado; para aplacar su ira, justamente excitada contra los hombres; para procurar gracia y los medios necesarios de salvación eterna para ellos; para abrirles las puertas del Cielo y conseguirles la gloria de la eterna bienaventuranza.
   
Se requería un rescate infinito para esta gran obra; porque los pecados de los hombres eran innumerables; su malicia era infinita, como la Majestad del Dios a que habían ofendido era infinita.
    
Y aunque por cuenta de la infinita dignidad del Sufriente, una sola gota de sangre hubiera sido suficiente, aun así Él le plugo derramarla hasta la última gota, para que su redención pudiera ser plena y superabundante; y como dice San Bernardo (Sermón III de la Natividad), «de la grandeza del remedio, puedo ser capaz de estimar la magnitud de mi peligro».
    
Además, como todo el hombre estaba herido, Él deseaba sufrir en todas las cosas, que pudo aplicar un remedio adecuado a cada uno de nuestros vicios: su desnudez a nuestra codicia, sus ignominias a nuestro orgullo, etc.
     
Él sufrió por sus enemigos; incluso por sus mismos asesinos, que Él pudo obtenrr para ellos, de Dios, el perdón por su Deicidio; y así oró por ellos a su Padre en la cruz; más, los excusó, y dijo que ellos no sabían lo que hacían.
    
Él sufrió por toda la humanidad en tal manera como para ofrecer sus tormentos a su Padre, por cada uno. Él, pues los aplicó para mí en particular, y puedo decir con San Pablo: «Él me amó, y se entregó por mí» (Gálatas II, 20).
  
Concluir con la Letanía de la Pasión de Cristo y la oración.
   
DÍA QUINTO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿CON QUÉ SENTIMIENTOS SUFRIÓ?
Como el más ardiente amor, del cual San Pablo escribió: «A fin de que podáis comprender con todos los santos, cuál sea la anchura y longura, y la alteza y profundidad de este misterio y conocer también aquel amor de Cristo hacia nosotros que sobrepuja a todo conocimiento» (Efesios III, 18-19).
    
Las pruebas de este afecto son que Él ardientemente deseó sufrir por nosotros (San Lucas XII, 50); que Él abrazó estos sufrimientos cuando ellos se le presentaron, mientras hay muchos que profesan un deseo de sufrir, pero huyen de él cuando se aproxima; que Él estaba preparado para sufrir mucho más que sus más crueles y malvados puderan inventar o infligir: «Se ofreció a Sí mismo, porque Él mismo lo quiso» (Isaías LIII, 7).
  
Concluir con la Letanía de la Pasión de Cristo y la oración.
   
DÍA SEXTO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿QUÉ VIRTUDES MOSTRÓ EN SU PASIÓN?
Él particularmente deseó mostrar todas las virtudes, vino a la tierra como el Señor, Maestro y modelo de las virtudes, y así, al fin de su vida, estaba deseoso de darlas, como si fuera un compendio y especimen de todas. Él mereció por su Pasión estas virtudes para nosotros; por ende, fueron reunidas por los actos de estas virtudes que Él debía merecerlas para nosotros.
    
Muchas de sus virtudes fueron antes oscurecidas; ahora son llevadas adelante y abiertamente presentadas, como si estuviera dejándonoslas como su testamento, según lo que dijo de la caridad: «Este es mi mandamiento».
    
Él ejerció estos actos heroicos, las prácticas de las cuales llamó bienaventuradas: la pobreza de espíritu, incluso de sus vestidos, porque fue clavado desnudo; y la humildad, que es cercanamente aliada de la pobreza: «hecho el oprobio de los hombres, y el desecho de la plebe» (Salmo XXI, 7). La mansedumbre: «cuando le maldecían, no retornaba maldiciones; cuando le atormentaban, no prorumpía en amenazas; antes se ponía en manos de aquel que le sentenciaba injustamente» (1.ª Pedro II, 23). Y, «como va la oveja al matadero; sin abrir siquiera su boca delante de sus verdugos, como el corderito que está mudo delante del que le esquila» (Isaías LIII, 7). Él lloró, cuando con gran clamor y lágrimas ofreció oraciones y súplicas en la cruz (Hebreos V, 7). Más, todo su cuerpo sudó sangre, por la grandeza de su dolor.
   
Tuvo sed de la justicia, y de alcanzar, incluso con su vida, justicia verdadera para nosotros, diciendo: «Tengo sed». Fue tan misericordioso, que se entregó enteramente para aliviar nuestras miserias, las cuales movieron a compasión a su tierno Corazón. Fue puro de corazón, y por tanto, Su Sacrificio fue gratísimo a su Padre: «A la verdad tal como este nos convenia que fuese nuestro pontífice: santo, inocente, inmaculado, segregado de los pecadores o de todo pecado, y sublimado sobre los cielos» (Hebreos VII, 26). Fue pacífico, porque con su muerte nos reconcilió con Dios: «Mas ahora que creéis en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estábais alejados de Dios y de sus promesas, os habéis puesto cerca por la Sangre de Jesucristo. Pues Él es la paz nuestra, el que de los dos pueblos ha hecho uno» (Efesios II, 13-14). En fin, sufrió por causa de la justicia; y todas estas cosas que Él predijo a sus discípulos que sufriría, las afrontó en el mayor grado: «cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros» (San Mateo V, 11).
    
Su obediencia debe ser especialmente considerada por las palabras del Apóstol: «Se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte» (Filipenses II, 8).
   
Esta obediencia fue en una materia la más difícil. Fue la más entera: «Despues de esto, sabiendo Jesus que todas las cosas estaban a punto de ser cumplidas, para que se cumpliese la Escritura, dijo: “Tengo sed”» (San Juan XIX, 38), que el castigo de beber vinagre debía ser ejecutado. Su obediencia fue prontísima: «Entregué mis espaldas a los que me azotaban, y mis mejillas a los que mesaban mi barba: no retiré mi rostro de los que me escarnecían y escupían» (Isaías L, 6), de lo que podemos percibir, asimismo, que su obediencia fue humildísima. Fue una obediencia constante hasta la muerte, y una obediencia de amor: «Para que conozca el mundo que yo amo al Padre, y que cumplo con lo que me ha mandado» (San Juan XIV, 31).
  
Concluir con la Letanía de la Pasión de Cristo y la oración.
   
DÍA SÉPTIMO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿QUÉ VIAJES O ESTACIONES HIZO CRISTO EN SU PASIÓN? ¿CUÁNDO, DÓNDE Y EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS SUFRIÓ?
Sus viajes o estaciones fueron siete: 1.º Desde el cenáculo Él fue hacia el huerto, donde estaba afligido, orando y sudando gotas de sangre. 2.º Desde Getsemaní, donde fue aprehendido, fue llevado a Anás. 3.º De Anás a Caifás. 4.º De Caifás al salón de Pilato. 5.º De ahí al palacio de Herodes. 6. De Herodes de vuelta a donde Pilato. 7.º De allí, después de su condena, al Monte Calvario.
   
Con respecto a cada uno de estos, podemos hacer varias consideraciones, como sobre la Persona y Dignidad del Sufriente, sus sentimientos interiores, sus pasos, sus palabras, etc., sus espectadores, la gente por la que fue rodeado, los lugares a donde fue llevado.
   
Él sufrió en la flor de su edad, en la plenitud de su juventud, en la fiesta de la Pascua, cuando había un gran concurso del pueblo judío, en la ciudad real y metrópolis del reino.
    
Él sufrió en el Calvario, un lugar público, expuesto e infame, un lugar de calaveras y muerte.
   
Él procedió así, esto es, Él murió por todos, pudo ser visto por todos, que pudo ser sujeto a más ignominia y horror, y para significar que por su muerte, Él podría vivificar los huesos de los muertos.
   
Él escogió la medianoche, y una innoble y miserable pesebrera por cuna, para ocultar su gloria; pero sufrió al medio día, para la mayor confusión, esto es, que su muerte pueda hacerlo más notorio, que su miseria pueda ser vista más completamente, y para mostrar el supremo ardor de su amor, por el cual Él se ofreció como holocausto por nuestros pecados.
   
Él padeció entre dos ladrones, y a la vista de una gran multitud, la mayoría de los cuales eran esclavos y agentes del diablo.
  
Concluir con la Letanía de la Pasión de Cristo y la oración.
  
DÍA OCTAVO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿CUÁLES FUERON LOS SUFRIMIENTOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, A CAUSA DE LOS SUFRIMIENTOS DE  SU HIJO?
Ellos fueron proporcionados a su amor, el cual fue del más elevado grado, porque:
1.º Él era su Hijo, según la naturaleza, y enteramente suyo, porque Ella Lo había concebido sin un padre; y Ella, por tanto, tuvo el amor combinado de un padre y madre por él. Además, Ella lo concibió por la sombra del Espíritu Santo, que es el Amor mismo, y este Espíritu Divino estimuló su amor.
   
2.º Porque Él era su Hijo Primogénito y Unigénito, circunstancias que agravaron su dolor, como leemos en Zacarías: «Y plañirán al que han herido, como suele plañirse un hijo único; y harán duelo por él, como se suele hacer en la muerte de un primogénito» (XII, 10).
   
3.º Por cuenta de su admirable semejanza mutua. Así, las madres van a amar a aquellos hijos que son más como ellas. Pero Cristo, en todo su cuerpo y maneras se parecía grandemente a su Madre; y Ella, por eso, se le parecía en sus excelentes hábitos y virtudes.
  
4.º Por cuenta de la admirable santidad y sabiduría de Cristo. Porque la caridad apropiadamente reglada tiene su mayor amor por aquellos que son más santos, porque ellos son más como Dios. Si para este amor, que es de naturaleza, el cual es el mayor posible en una madre por su Hijo, se añade el amor que es admirablemente impreso, entonces, por consecuencia, el dolor es más vehemente. Y si las hijas de Jerusalén Lo lamentaron tanto, porque sabían su inocencia, ¿cuánto más su Madre ha sentido, que lo conocía tan bien, y tan de cerca?
   
5.º Por cuenta de los inestimables beneficios que Ella había recibido de Cristo, porque Él, que había hecho grandes cosas por Ella; y particularmente, la hizo su Madre, y la hizo merecedora de ser su Madre. Ahora, el amor es agradecido, y siempre ansioso de hacer un retorno. Cómo, pues, no debe haber estado afligida Ella, ante los sufrimientos de su benefactor, y de tal benefactor.
    
6.º Porque su Hijo era también el Hijo de Dios. Al amor maternal, pues, ella añadió el de las criaturas para el Creador. Cuando ella estaba, pues interiormente llena de un sentido de sus divinas excelencias, y ardentísimamente amó a su Dios en su Hijo, sus inmerecidos y crueles sufrimientos debieron realmente haberla traspasado en todo su tierno Corazón.
   
7.º Porque el espíritu de la Santísima Virgen estaba unido con Dios, y por tanto, con Su Hijo. Así, Ella debe haber considerado y sentido sus sufrimientos como si hubieran sido suyos propios. Ella sabía, también, que su dolor afligía el Corazón de su Hijo, y esto La traspasó con nuevos dolores. Además, su dolor fue muy incrementado, porque ella entendía muy bien todas estas circunstancias de la Pasión de Nuestro Señoe que fueron hasta ahora mencionados, y de los cuales estamos para formar una estimación adecuada de la amargura y magnitud de Sus sufrimientos. ¡Oh, cuán verdaderamente la espada de dolor traspasó su Alma! (cf. San Lucas II, 35).
  
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DÍA NOVENO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
CONSIDERACIÓN: ¿CUÁLES FUERON LAS VIRTUDES QUE LA VIRGEN MOSTRÓ DURANTE LA PASIÓN DE SU HIJO?
Resignación de su propia voluntad: correspondiente a lo que dijo Cristo: «No se haga mi voluntad, sino la tuya».
   
Humildad: En medio de tantos sufrimientos, ignominias, desprecios y atroces acusaciones contra Jesús, que fue condenado como un malhechor, Ella no se avergüenza de reconocerse abiertamente como Su Madre, y compartir en todo su ignominia.
   
Fortaleza y Magnanimidad: aunque Ella está llena con la más mortal angustia a la vista de su Hijo agonizante, ella no se hunde en el dolor, sino que está de pie frente a la cruz, y contempla estos inmensos sufrimientos, que con tan crueles dolores afligen su Corazón.
   
Caridad por la humanidad: Ella no está indignada con los asesinos de su Hijo, sino en cambio tiene compasión de su ceguera. Y porque Él afrontó sus tormentos por la salvación de todos, su piadosa Madre, siguiendo el ejemplo de su Hijo, los ofreció a Dios Padre, incluso por aquellos que Lo crucificaron.
  
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