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jueves, 30 de junio de 2022

UN DESEO CON CONSECUENCIAS INDESEADAS

Traducción del artículo publicado por Dom Hugh Somerville Knapman OSB en CATHOLIC HERALD. Tomado de APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA.
   
LAS CONSECUENCIAS INDESEADAS DE DESIDÉRIO DESIDERÁVI
   
  
«La no aceptación de la reforma litúrgica, así como una comprensión superficial de la misma, nos distrae de la tarea de encontrar las respuestas a la pregunta que repito: ¿cómo podemos crecer en la capacidad de vivir plenamente la acción litúrgica? ¿Cómo podemos seguir asombrándonos de lo que ocurre ante nuestros ojos en la celebración? Necesitamos una formación litúrgica seria y vital» — Desidério Desiderávi, 29 de Junio de 2022

Habiendo estado muy desinteresado en la liturgia hasta hace relativamente poco, en los últimos doce meses el Papa Francisco ha mostrado un marcado incremento en las intervenciones litúrgicas. Probablemente, el interés personal del Santo Padre por la liturgia per se sigue muy bajo; su reciente involucramiento con ella tiene más que ver con el Concilio Vaticano II y reforzar su aceptación en curso sesenta años después de las sesiones conciliares. Su Santidad ha identificado las formas litúrgicas post-conciliares como una de las piedras de toque de la adhesión conciliar auténtica.

La más reciente encíclica [sic] papal, Desidério Desiderávi, “Sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios”, asiente a los que se quejaron después de Traditiónis Custódes el pasado Julio que Roma había apretado las riendas a los ritos antiguos (los cuales invariablemente son celebrados con meticulosa fidelidad a las rúbricas) mientras parecía hacerse la vista gorda a los abusos litúrgicos de gravísimo grado en las celebraciones de los nuevos ritos. El Santo Padre aclara que espera que «sean observadas todas las rúbricas», e identifica dos tendencias negativas en el paisaje litúrgico de hoy: «la no aceptación de la reforma litúrgica», y «una comprensión superficial de la misma».

Su Santidad llama, en respuesta, a una «formación litúrgica seria y vital» para tratar estas tendencias. Algunos de los puntos indicados por el Papa Francisco son razonables, especialmente la necesidad de una formación litúrgica para una generación de católicos formados mayormente por prácticas litúrgicas marcadas por la inconsistencia en la aplicación, una falta de sustancia doctrinal, y una desconexión de la historia litúrgica. Desafortunadamente, su remedio propuesto parece condenado a fallar en el objetivo que él ha puesto.

El Santo Padre busca una aceptación total de los documentos litúrgicos del Concilio Vaticano II. Pero el programa que presenta, una catequesis litúrgica renovada y profundizada, es precisamente lo que ha llevado a muchos católicos (jóvenes especialmente) a cuestionar la ecuación de los ritos litúrgicos modernos como los han experimentado, con los verdaderos documentos litúrgicos del Vaticano II. En resumen, muchos descubren una divergencia entre la constitución Sacrosánctum Concílium del Vaticano II y los ritos desarrollados posteriormente por un comité que actuaba en su nombre.
«La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio –aunque me sorprende un poco que un católico pueda presumir de no hacerlo– y no aceptar la reforma litúrgica nacida de la Sacrosánctum Concílium, que expresa la realidad de la Liturgia en íntima conexión con la visión de la Iglesia descrita admirablemente por la Lumen Géntium».
En realidad, una constante repetición del mantra que los ritos modernos son la liturgia que el Vaticano II llamó ya no es suficiente para ganar aceptación. La diferencia entre ellos es demasiado grande y demasiado obvia para los que han emprendido ya la formación litúrgica que Su Santidad justamente invoca ahora. Por ejemplo, cualquiera que haya estudiado el Orden de la Misa de 1965, la primera reforma conciliar significativa, encontrará la clara conformidad con el decreto conciliar que no puede ser encontrada en la nueva Misa de 1970.

La aceptación total de las formas litúrgicas modernas no puede ser definitivamente asegurada por la «formación litúrgica seria y vital» que el Papa Francisco apela en Desidério Desiderávi, y este es un defecto fatal. Tú puedes tener una formación litúrgica apropiada, o puedes aceptar los ritos litúrgicos modernos como si fueran los ordenados por el Vaticano II; pero no puedes tener las dos. Tal vez no intencionalmente (aunque uno nunca sabe con el presente sucesor de Pedro, en cuya fiesta apareció el último documento papal), el Santo Padre ha abierto una pregunta fundamental.

¿Las formas litúrgicas modernas son realmente las que el Concilio ordenó, o una creación enteramente nueva? La formación litúrgica más completa y profunda que el Papa ahora pide, puede no asegurar necesariamente la respuesta que parece desear tan fervientemente. Su Santidad puede ser capaz de reforzar (hasta cierto punto) una aceptación externa de los ritos modernos, pero al hacerlo así puede arriesgarse a alienar más a aquellos católicos fieles que encuentran mucha belleza y gracia en los ritos históricos de la Iglesia.

Dom Hugh Somerville Knapman OSB es un monje de la abadía de Douai.

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