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viernes, 12 de agosto de 2022

DEL ESCLAVISMO, LA VERDADERA HISTORIA

Artículo escrito por Silvana De Mari para la página que lleva su nombre (Parte 1 y Parte 2).
   
Mercado de esclavos en Zabid, Yemén (Miniatura de las Maqamat –Asambleas– de al-Hariri de Basora, Escuela de Bagdad, 1236-1237. Biblioteca Nacional de Francia, Manuscrito árabe 5847, fol. 105).
   
Son poquísimas las sociedades humanas que no han conocido esclavos. Pero la vastísima mayoría de las personas, cuando oye la palabra esclavo, piensa en una persona de origen africano en el sur de los Estados Unidos, en las Antillas, o en Brasil. El esclavo por antonomasia por tanto es de origen africano y es de propiedad de un blanco cristiano. Hablando estadísticamente, este tipo de esclavitud es representada en el más del 90% de las narraciones literarias y cinematográficas. En realidad, esta forma de esclavismo fue de lejos minoritaria. No obstante sus innegables horrores, fue con diferencia menos atroz y violenta, y sobre todo, es en el interior del mundo cristiano que sucedió la abolición de la esclavitud. En el cristianismo, al esclavo le era concedido vivir, morir de vejez, y traer al mundo hijos y sobrinos.
   
La trata transatlántica duró cuatro siglos, y de aquellos hombres y mujeres traídos en esclavitud tenemos el color, tenemos los descendientes, tenemos la música- En el continente americano, desde los Estados Unidos hasta el Brasil, pasando por el Caribe, viven setenta millones de descendientes de africanos. Estas personas entraron a hacer parte de una sociedad en forma brutal y violenta, pero ahora hacen parte de ella. Fueron bautizados y conducidos al cristianismo. Mientras aún existía el esclavismo, en los Estados Unidos no solo habían sacerdotes sino también obispos de origen africano. Las Bulas de los Papas católicos fueron el primer documento que condenó en manera absoluta y definitiva la esclavitud.
   
La trata de los negros del África por parte del múndo árabo-musulmán, comenzada a partir del siglo VII y oficialmente concluida en el siglo XX, puede ser equiparada a un exterminio masivo, catorce siglos son un tiempo que ha estrangulado al África. Se estima en casi 17 millones de el número de víctimas directas, deportadas para morir en pocos años y frecuentemente castradas, a los cuales se debe agregar un número no calculable, pero probablemente igual o mayor de muertos en la travesía, y el infinito número de víctimas indirectas. Cuando los esclavistas llegaban a una aldea, la quemaban y quemaban los campos circundantes. Los que quedaban ya no estaban en capacidad de sobrevivir. Una vez eliminados los hombres, sin su fuerza, no era posible talar el bosque ni arar. Para salvarse de los esclavistas, las personas abandonaban las tierras fértiles para refugiarse en los desiertos o en medio de las rocas de las montañas. Las costas sudanesas del Mar Rojo, riquísimas de peces, están deshabitadas. El único centro es Puerto Sudán, ciudad maldita del tráfico negrero. Sin aquel tráfico, la costa occidental del Mar Rojo hubiese sido una plétora de campos cultivados y redes de pescadores, y de allí se hubiese formado la malla vial de mercaderes. En 1985, el obispo de Jartúm compraba todavía niños negros a cincuenta dólares cada uno para sustraerlos de su destino de esclavos en las rutas hacia el este. En 1990, en El Cairo 54 ministros de exteriores de países islámicos reunidso en la Organización de la Conferencia Islámica reafirmaron el papel del islam en la Declaración del Cairo sobre los Derechos Humanos en el Islam. Uno de los artículos recomienda que los esclavos deben ser tratados siempre con humanidad y justicia, de lo que se deduce que su existencia es legal. En Mosul, mujeres cristianas y yazidíes, pero también niñas, fueron vendidas en los mercados públicos, junto a las sandías.
  
El esclavismo islámico se volvió antes a la Europa. No sabemos cuántos son los millones de europeos que fueron raptados en las costas meridiionales de Europa por los piratas sarracenos, o en la frontera meridional de Ucrania por los tártaros. Habíamos hecho difícil la vida a los esclavistas ya desde el siglo VII, y hemmos definitivamente cerrado la partida gracias a las dos extraordiarias batallas de Lepanto y Viena. Cuando la mercancía caucásica no fue más disponible, la trata árabe se desencadenó en el África. Explica el filósofo Pascal Brukner en su ensayo Un culpable casi perfecto cómo son precisamente aquellos que han abolido la esclavitud, quienes han pasado a ser considerados los únicos responsables. A ellos incluso les es negado el derecho de hablar. Solamente los pueblos indígenas tendrían el derecho de hablar, mientras que los blancos solo tienen el deber de hacer penitencia. Artistas y comediantes de origen africano o afroestadounidense explican que no quieren absolutamente que personas blancas puedan traducir sus obras o que se permitan hacer recensiones. Como han explicado intelectuales pero también empresarios y políticos franceses, los autóctonos europeos tienen el deber de evitar al máximo sus nacimientos, para poder dar puesto a una inmigración talmente masiva que devendrá en completa sustitución étnica. ¿El mundo será mejor después que los blancos sean reducidos a algún perdido valle alpino, a alguna olvidada factoría islandesa y algún barco pesquero noruego? Tal vez no, nos dicen, pero al menos se haría justicia. La raza blanca es culpable, y dado que aún tiene la arrogancia de ser demasiado fuerte para ser exterminada físicamente, se le explica que sería cortés suicidarse. ¿Cómo es posible que las primeras naciones que han abolido la esclavitud sean las únicas para ser sometidas a acusación y exigidas a resarcimiento?
    
El esclavismo fue abundantemente practicado y es hasta ahora practicado por los pueblos africanos, pero sobre todo fue abundantemente practicado y es hasta practicado por los pueblos islámicos extraafricanos. El esclavismo islámico fue infinitamente más violento y trágico que el occidental. No fue solo condenadamente más grande y condenadamente más extendido en los siglos, sino que fue también condenadamente más atroz: un esclavo sobrevivía pocos años. También ha tenido la característica de destruir el tejido social africano, de aniquilarlo por siglos, de destruir sociedades que ya existían y hacer imposible la creación de nuevas. Si el África no llegó nunca a levantar cabeza frente a ningún tipo de presión externa, con las únicas excepciones de los pocos pueblos que siempre estaban fuera de la red del esclavismo islámico, se debe a este poder destructivo. Las informaciones sobre esto siempre han existido, pero en el interior de libros escritos por los blancos, esto es, bastardos por definición, y por ende, juzgados inatendibles. Cuando Malcolm X salió en la Playboy con la fantástica afirmación que los blancos cristianos eran esclavistas y los árabes islámicos libertadores, nadie se consideró en deber (o en derecho) de contradecirlo, también porque en el mundo liberal contradecir a un afroestadounidense parece feo y es racista. El odio contra los blancos, en este punto estallado, brotó en todas partes y se convirtió en un deber de la izquierda liberal, a su vez desde siempre campeón absoluto del semianalfabetismo histórico.
   
Habrá necesidad del libro escándalo del hsitoriador franco-senegalés Tidiane N’Diaye, Le génocide voilé (El genocidio escondido), publicado en 2008, para reafirmar la verdad, lástima que el libro llegó a pasar inadvertido. Se trata de un texto incómodo desde muchos puntos de vista: por las informaciones escasamente conocidas que presenta, por la subversión de perspectiva que impone, para la nueva jerarquía que propone los grados de culpabilidad de las civilizaciones. Su aparición debió haber provocado un terremoto, sobre todo en el Magreb y en el Cercano Oriente. También Malek Chebel, gran antropólogo de la sociedad islámica, rompió el tabú publicando un monumental Esclavage en terre d’islam, Esclavitud en la tierra del islam (Pluriel, París, 2010). En los libros explica cómo en el islam existe una ley teológica que prohíbe hacer musulmán a un esclavo. Los cristianos hacían cristianos a sus esclavos, los musulmanes no islamizaban a sus esclavos. A los esclavos africanos les era vetado reproducirse: sus hijos debían ser musulmanes, por ende no habrían podido ser esclavos.
   
La trata atlántica llevaba a los esclavos negros a vivir en esclavitud, generando 70 millones de descendientes. La trata árabe los llevaba a morir en esclavitud. La vida media en esclavitud no superaba los siete años. No podían casarse, no podían tener hijos, y frecuentemente eran castrados. La castración concernía obviamente a los guardianes del harén, pero frecuentemente miraba a los esclavos dedicados a otras labores, aun a costa de privarlos de la fuerza física viril. La castración es una operación atroz tanto para el cuerpo como para la mente. Además, en la época estaba agravada por una mortalidad del 80% a causa de las complicaciones sépticas y renales. La castración era casi siempre reservada también a los hijos nacidos de las uniones de los amos con mujeres negras. Este es el motivo por el cual nosotros no asociamos a la Persia y la Arabia con el esclavismo, mientras que asociamos a él los Estados Unidos y las Antillas. No hay los descendientes, los cromosomas, la música. No hay nada.
  
Los han aniquilado: reducido a nada.
  
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Han causado mucho revuelo las palabras de Jorge Bergoglio en Canadá. Vale la pena recordar la verdadera historia del esclavismo y de la guerra al esclavismo en las Américas. Cuando Colón llegó allí, las Américas estaban prácticamente despobladas, habitadas por poblaciones actualmente en fase de beatificación, que en realidad estaban sistemáticamente dedicadas a la guerra, al esclavismo y a los sacrificios humanos de apocalíptica ferocidad. Muy frecuente el canibalismo, tanto con fin ritual como alimenticio. La rapidísima conversión de la América del Sur fue también debida a la crueldad de los regímenes precedentes, de los cuales el pueblo fue feliz de liberarse.
    
La población era escasísima y enormes partes del territorio estaban deshabitadas, también a causa de la beligerancia permanente de los distintos grupos. Entre los más feroces los iroqueses, conocidos también por el hábito de comerse a los condenados cocidos, pero vivos. La evangelización de las Américas fue bien relatada por Agostino Nobile en el libro Quello che i cattolici devono sapere – almeno per evitare una fine ridicola (Lo que los católicos deben saber – al menos para evitar un fin ridículo), publicado en el 2015, cuya lectura es siempre más urgente, tal vez precisamente ya fuera de tiempo máximo, visto que los católicos están ya hundiéndose en el ridículo:
«Ninguno más que Isabel de Castilla (1451 – 1504) se preocupó por las almas de sus nuevos súbditos, que junto al Papa Pablo III prohibió el esclavismo y los abusos contra los indios. Ya en 1478 la Reina católica había hecho liberar a los esclavos de los colonos en las Canarias, y la prohibición de la esclavitud de los indígenas del Nuevo Mundo fue respetada por sus sucesores, alentando los matrimonios entre sus súbditos y los indios. Excluyendo la región del Caribe, la Argentina y el Brasil (donde desde el siglo XVIII los laicistas y la masonería han tenido el impacto mayor), los países de lengua latina son poblados por una mayoría amerindia y mestiza, mientras en el norte protestante no existen casi más indios. El altísimo porcentaje de los negros presentes en los Estados masónico-protestantes del norte prueban –si hubiese aún necesidad– cómo la trata de esclavos en los Estados de Norteamérica fue tan extendida que cambiar la estructura social y cultural. No conviene tampoco olvidar que la historia americana no comienza con la invasión de los europeos, desde siempre en aquellas tierras las tribus locales se enfrentaban mutuamente, como frecuentemente sucedía y sucede en todas las culturas tribales. Los misioneros cristianos, a diferencia de los otros colonizadores, han llevado el mensaje que ennoblece al hombre, extirpando de aquellas culturas las tradiciones que quieren al hombre guerrero, esclavo, víctima sacrificial para los dioses. Los incas y los aztecas, por ejemplo, celebraban sacrificios humanos en masa. Para ganarse la benevolencia de los dioses llegaban a lanzar desde sus pirámides miles de esclavos, mujeres, hombres y niños. El teólogo español Francisco de Vitoria (1492-1546) escribió en defensa de los indios una carta de los derechos humanos que vale la pena reportar:
1 – Los hombres son libres por el nacimiento.
2 – Por derecho natural, nadie es superior a los otros.
3 – El niño no viene a la existencia en razón de los otros, sino de sí mismo.
4 – Es mejor renunciar al derecho propio que violar los ajenos.
5 – Es lícita al hombre la propiedad privada; pero ninguno es talmente propietario que no deba, a veces, compartir con otros sus bienes. En caso de extrema necesidad, todas las cosas son comunes.
6 – Los dementes perpetuos –que no tienen y no hay esperanza que tendrán esperanza del uso de la razón– son sujetos de derecho y pueden ser propietarios.
7 – Es lícito al condenado a muerte huir, porque la libertad se equipara a la vida.
8 – Si el juez, no atendiendo la orden del derecho, obtiene a fuerza de torturas la confesión del reo, no puede condenarlo, porque actuando así no se ha comportado como juez.
9 – No se puede entregar a la muerte una persona si no fue juzgada y condenada legítimamente.
10 – Toda nación tiene derecho a gobernarse a sí misma y puede elegir el régimen político que quiera, aun cuando no sea el mejor.
11 – Todo el poder del rey viene de la nación, porque esta es libre por principio.
12 – El orbe entero, que en cierta manera constituye una república, tiene el poder de dar leyes justas y convenientes a toda la humanidad.
13 – No es lícita una guerra que lleve a las naciones un mal mucho mayor a las ventajas que por medio de ella se quieran conseguir, cualesquiera sean las razones y los títulos por los que se considere que sea justa.
14 – Si el súbdito constata la injusticia de la guerra, puede rehusarse a participar en ella, también contra el mandato del príncipe.
15 – El hombre no es lobo para el hombre, sino que es sobre todo hombre».
Si analizamos los textos, podemos darnos cuenta que el esclavismo fue un fenómeno atroz y totalmente fuera del cristianismo, y mucho menos feroz en el seno del cristianismo, pero también aquí debemos hacer una distinción entre protestantismo y catolicismo. La condena del esclavismo nació en el catolicismo. En el seno del catolicismo existieron seguramente esclavistas, pero las líneas teóricas del antiesclavismo nacieron aquí. En Canadá, Bergoglio olvidó la verdad histórica, las misiones católicas que crearon escuelas, hospitales y pueblos donde finalmente no se permitió la tortura y no era permitodo el esclavismo, normalmente practicado por los iroqueses y por los otros grupos étnicos, exactamente como no era permitdo el estupro étnico de las mujeres de las otras tribus esclavizadas. Los misioneros católicos lo han pagado con la vida y el dolor: fueron comidos cocidos pero vivos (los iroqueses asaban vivo al prisionero, después cortaban las extremidades de su cuerpo ya cocidas, y las comían vivas bajo sus ojos mientras se cocinaba el resto). Su historia fue contada por el padre Celestino Testore, en el libro I santi martiri canadesi (Los santos mártires canadienses), 1941.
   
En Canadá, Bergoglio no se acordó de estos mártires y las innumerables vidas que habían salvado, y se disculpó por hechos nunca sucedidos. Lo de las fosas comunes de niños es una leyenda negra clamorosamente desmentida, visto que nunca fueron exhumados los cadáveres.
   
Aquellos niños fueron arrebatados a sus familias por el estado canadiense, no precisamente por los sacerdotes católicos que no separaban nunca a los niños de las familias, luego que les fueron confiados los orfanatos católicos, porque no intentaba ocuparse. El historiador Jacques Rouillard, docente de la Facultad de Historia de la Universidad de Montreal, el pasado 11 de enero publicó en el portal canadiense Dorchester Review un largo artículo en que demuestra cómo no había ninguna sepultura irregular o masiva, sino simples cementerios para los estudiantes y para los docentes. Las causas de muerte de los niños, documentadas, son tuberculosis, influenza y, más raramente, incidentes, y están absolutamente en línea con las estadísticas sanitarias de aquellos años, son completamente contrastables con las estadísticas de muerte de los huérfanos ingleses de los orfanatos ingleses de aquellos mismos años y netamente inferiores a las estadísticas de mortalidad de los orfanatos soviéticos y de los rumanos bajo Ceaușescu, enormemente inferior al porcentaje de muertos de los orfanatos chinos llamados dying room, habitaciones de la muerte, mientras son miles y miles de niños salvados en siglos, en los continentes por los orfanatos católicos.
   
El profesor Tom Flanagan y el magistrado Brian Gesbrecht, en el 2022 en Dorchester Review con el título The False Narrative of the Residental Schools Burials (Las falsas narrativas de los entierros en las escuelas residenciales), confirman cómo no había traza de ni un solo estudiante asesinado en los 113 años de historia de las escuelas residenciales católicas. ¿Por qué Bergoglio se ha disculpado por hechos nunca probados? La sociedad cristiana católica fue el primer baluarte contra el esclavismo, contra el genocidio, contra la explotación extrema del hombre por el hombre. Después que sea abatida, cancelada o reducida a un caniche que está en la correa del nuevo orden mundial y toma órdenes de Davos, no habrán más baluartes. Fuimos los dueños de la ciencia, de la técnica, de la filosofía y del arte, los paladines de la guerra al esclavismo, aquellos que han hablado de dignidad humana no porque fuésemos mejores que los otros, sino porque hemos tenido la fortuna de fundir la espiritualidad bíblico-evangélica, la filosofía griega, el derecho romano, y también la pasión de los bárbaros. Fue in milagro. Una vez que nosotros seamos aniquilados, destruidos, domesticados y sustituidos, el concepto de dignidad humana no existirá más, y el esclavismo, que ya está emergiendo oculto en palabras mucho más tranquilas como embarazos para otros y la eutanasia del no consciente, explotará como nunca antes. Los milagros no se repiten. La Providencia no interviene una segunda vez, después que sus dones fueron desperdiciados.

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