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lunes, 7 de noviembre de 2022

CANÓNIGO SUIZO DERRAPANDO: «EL DIÁLOGO ECUMENICO, UN BUEN FRUTO DEL VATICANO II»


El canónigo Claude Ducarroz (foto) de 83 años de edad y ex preboste de la catedral de Friburgo (Suiza), declaró a Cath.ch que el [fallido] y herético Vaticano II acompañó su compromiso en el diálogo ecuménico e interreligioso, para el cual «no estaba particularmente preparado».
  
Ducarroz nació en 1939 en el campo de Friburgo, donde las relaciones entre católicos y protestantes eran bien delimitadas y la defensa de la propia fe era constante. Con todo, en su estadía en el seminario, y a instancias del Vaticano II (fue ordenado sacerdote en 1965), que las visitas de los estudiantes y teólogos protestantes de Neuchâtel tenían lugar, invitados por el canónigo Georges Bavaud. Encuentros que le produjeron «una sensación de que los límites se habían ensanchado, que otros encuentros eran posibles».
   
Ducarroz afirma que su “conversión” al ecumenismo se dio mientras era capellán militar, donde recuerda que las confrontaciones eran “Aunque nos 'encendiéramos' un poco, estábamos mucho más en la confrontación de los argumentos que en la confrontación»

Afirma que la encíclica “Ecclésiam suam” de Pablo VI Montini «abrió el camino para una Iglesia que dialoga, con sinceridad y respeto, con la sociedad, con otros cristianos y, en menor medida, con otros creyentes» (excepción hecha de los católicos fieles); y qu el concepto de dignidad de la conciencia personal, consagrado en la Constitución Pastoral “Gáudium et spes” (1965) tuvo un peso decisivo al declarar que «Por fidelidad a la conciencia, los cristianos, unidos a los demás hombres, deben buscar juntos la verdad (…)», cuando la Verdad, que es Cristo, está en la Iglesia Católica.

Señala que un punto culminante del impulso ecuménico fue la invitación a Roma de “delegados fraternos” y “observadores” de otras denominaciones cristianas (previo acuerdo con el Kremlin de no condenar el comunismo), que en última instancia eran 'mucho más que extras' y que «participaron a su nivel» en la renovación [= demolición] de la Iglesia, abriéndole también la ventana al aire caliente de teólogos que o fueron condenados o estaban bajo sospecha de Roma por modernismo o la “Nueva Teología” como Karl Rahner, Yves Congar, Henri de Lubac o Joseph Ratzinger.
  
Ducarroz, que entre 1975 y 1982 fue capellán juvenil en Lausana, reconoce que el laicismo clerical del Concilio permitió varias «osadías litúrgicas, como encuentros de oración conjunta, y celebraciones ecuménicas…», impensables hasta ese tiempo.
  
Entre 1999 y 2019, Ducarroz fue parte del Grupo Ecuménico de Dombes, fundado en 1937 y que reúne a católicos y protestantes de habla francesa. Él considera que esta experiencia le llevó a considerar un «aspecto más doctrinal» del diálogo (que produjo el rechazo final conciliar a la definición dogmática de la Corredención de María asociada a Jesucristo «por temor a herir susceptibilidades») por encima del ecumenismo “romántico”.

Finalmente, dice que si bien el diálogo con los musulmanes ha cobrado importancia en los últimos años, en los cristianos hay mucho por hacer todavía. Con todo, mantiene que «el espíritu de diálogo que brota del Concilio es uno de sus mejores frutos, que todavía nutre a la Iglesia, principalmente mostrando al mundo que los verdaderos creyentes son fuentes de fraternidad y de paz». 

Cristo dijo «El árbol se conoce por su fruto». Los frutos del diálogo del fallido Vaticano II saltan a la vista, porque muchos fieles se pasan a las herejías protestantes, al paganismo o de plano se hacen ateos; y Bergoglio para en guerra con sus súbditos “tradicionalistas” y neocones (que sin embargo se obstinan en reconocerlo como el “Santo Padre”) y los entrega con su silencio cómplice a la oligarquía mundana.

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