«Lo que Dios hablaba en partes a los profetas, ya lo habló en el todo, dándonos al todo, que es su Hijo: por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, parece que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer alguna otra cosa o novedad» (SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida del Monte Carmelo, libro segundo, cap. XXII).
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