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miércoles, 22 de febrero de 2023

CÓMO LA CARIDAD CONVIRTIÓ A UN SOLDADO MORIBUNDO

   

“La religión que enseña tal caridad, debe ser de Dios”.
  
Cierto soldado de la guerra civil estadounidense, una vez apuesto y fuerte, yacía moribundo en un pabellón militar en Misuri. La hermana de la caridad que cuidaba de él, dándose cuenta que su fin estaba cerca, le preguntó si pertenecía a alguna iglesia. Al recibir una respuesta negativa, ella preguntó si consideraría aceptar la fe Católica.
  
“No, católico no. Siempre odié a los católicos”, respondió el joven con todo el desdén que aún podía reunir en su languideciente voz. “En todo caso”, urgió la amable hermana, “deberías pedir perdón a Dios por tus pecados, y estar arrepentido por todo el mal que hayas hecho en tu vida”.
   
Él respondió que estaba muy arrepentido por todos los pecados de su vida y esperaba ser perdonado, pero que había un pecado que especialmente lo perseguía y se cernía sobre él. Él una vez había insultado a una hermana en Boston al cruzarse con ella por la calle. Ella no le había dicho nada, sino que lo había mirado con una mirada de reproche que nunca había olvidado.
   
“No sabía entonces de qué hermanas eran”, continuó el joven, “porque yo no os había conocido. Pero ahora que sé cuán buenas y desinteresadas sois y cuán malvado he sido, estoy molesto conmigo mismo. ¡Oh, si esa hermana estuviera aquí, me arrodillaría ante ella y le pediría perdón!”.
   
“Lo has pedido y lo has recibido”, dijo la hermana, mirándolo con una cara toda compasiva.

“¡Qué! ¿Eres la hermana con la que me crucé en Boston? ¡Oh, sí! ¡Eres tú, y ahora te conozco! ¿Y cómo pudiste haberme atendido con mayor cuidado que a cualquiera de los otros pacientes? ¡Yo que te había insultado tanto!”.
   
“Lo hice por amor de Nuestro Señor, porque Él amó a Sus enemigos y bendijo a los que Lo perseguían. Te conocí desde el primer momento en que te trajeron al hospital, y he orado incesantemente por tu conversión”, dijo la hermana.
   
“¡Enviad por el sacerdote!”, exclamó el moribundo soldado; “la religión que enseña tal caridad debe ser de Dios”.
  
Y así él murió en la fe de la hermana, sosteniendo en sus manos el símbolo de nuestra salvación y murmurando oraciones enseñadas por aquella cuya amable reprensión le había seguido en cada batalla hasta ésta, la última.
  
JOHN FRANCIS MAGUIRE. The Irish in America. Londres, Longmans, Green & Co., 1868, págs. 467-469 (resumen).

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