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martes, 7 de marzo de 2023

EL “MURO DE LOS LAMENTOS” NUNCA FUE PARTE DEL TEMPLO DE JERUSALÉN


El rabino y escritor francés Jacquot Grunewald (* 1934), famoso por traducir al francés junto a J. J. Gugenheim entre 1994 y 1997 los ocho volúmenes de la edición inglesa del Talmud por Adín Steinsaltz. A comienzos de 2016, el diario conciliar francés La Croix le hizo una entrevista titulada precisamente «Al pie del Muro de Jerusalén: “un cara a cara con Dios”», donde dijo lo siguiente:
Mélinée Le Priol: ¿Qué pasa con las paredes en la Biblia?
Jacquot Grunewald: Si tan a menudo se trata de murallas (la palabra aparece 133 veces en el Antiguo Testamento, N. del E.), ¡es porque era la época de las guerras perpetuas! Esto no es excepcional: también en la Francia medieval, los castillos estaban protegidos por murallas. En la Biblia se encuentra el conocido episodio del derrumbe de los muros de Jericó al son de las trompetas, en la época de la conquista de Canaán. Esta historia, por supuesto, no debe interpretarse literalmente: los arqueólogos también afirman no haber encontrado en este lugar ningún muro correspondiente a este período.
   
M. L. P.: ¿Rezamos al pie de los muros, en la Biblia?
J. G.: Al menos una vez, sí, cuando el profeta Isaías anuncia al rey enfermo Ezequías que va a morir (2.º Reyes 20). Entonces el moribundo «volvió su rostro contra la pared y oró a Yahvé». Podemos ver en este gesto la necesidad de no ser perturbados, de no mirar ni a la derecha ni a la izquierda para privilegiar el contacto cara a cara con Dios. Encontramos este gesto hoy, en las oraciones judías al pie del Muro Occidental en Jerusalén.
  
M. L. P.: ¿El Muro de los Lamentos?
J. G.: Sí, pero la tradición judía nunca usa este término, prefiriendo “Qotel” o “Muro Occidental”. La expresión “Muro de los lamentos” probablemente fue inventada por viajeros cristianos que observaron a los judíos rezando allí: hay que decir que el único momento en que se les permitía ir allí era el día del aniversario de la destrucción del Templo, donde se leen las lamentaciones de Jeremías.
  
M. L. P.: ¿Por qué estas lágrimas?
J. G.: Este muro es el único recuerdo tangible de la presencia del Templo de Herodes (destruido por los romanos en el 70 d. C., N. del E.). No se trata estrictamente de un muro del Templo, del que hoy no queda nada, sino de un muro de contención: contenía la montaña del Templo, y el Templo se levantaba justo encima de ella. Esto es lo que lo convierte en un lugar tan importante para los judíos. Cristaliza una forma de nostalgia.
  
M. L. P.: ¿Qué pasó con el muro después de la creación de Israel?
J. G.: Los acuerdos de armisticio de 1949 establecían que los judíos podían venir y rezar en el Muro. Pero estos acuerdos no se han respetado. Como ya no podían acceder al Qotel, los judíos intentaron verlo desde lejos. En Junio de 1967, después de la Guerra de los Seis Días, Israel conquistó la Ciudad Vieja de Jerusalén. Para no crear problemas con los musulmanes, se les dejó la explanada, mientras que los judíos volvieron a su muralla. Las pequeñas casas que la rodeaban fueron destruidas y justo enfrente se construyó una gran plaza.
  
M. L. P.: ¿Y el muro que separa a Israel de Cisjordania?
J. G.: Por supuesto, esta barrera de separación plantea mil y un problemas políticos. Pero al menos ayudó a detener los ataques suicidas de los “bombas” palestinos de la segunda Intifada. Creo que este muro no tiene por qué ser permanente y que lo quitaremos cuando tengamos garantías de seguridad. No nos vamos a quedar con algo tan horrible.
Subrayemos la frase que dice Grunewald que el Muro de los lamentos «no se trata estrictamente de un muro del Templo, del que hoy no queda nada, sino de un muro de contención». Y sin embargo, a ese «muro de contención» van los judíos a orar, a realizar sus ceremonias, dejan escritas sus oraciones en las grietas (oraciones que son recogidas semanalmente por trabajadores africanos y hechas pedazos por trabajadores árabes bajo supervisión del Rabino del Muro Occidental y los Sitios Sagrados de Israel –actualmente Shmuel Rabinowitz– antes de ser enterradas en el cementerio judío del Monte de los Olivos), y es destino obligado de todas las visitas oficiales a Israel. 

Vale aclarar, ese no es EL Muro, sino uno de los cuatro muros construidos por Herodes como contención para el monte Moria, donde se erigió el Templo. Los cuatro muros aún están en pie, y han sido objeto de culto de los judíos en distintas épocas. De hecho, según dijo el rabino progresista Yehoram Mazor al diario Haaretz en 1999, el muro occidental se convirtió en EL Muro en la época otomana, porque era el más cercano al Barrio Judío de Jerusalén.
  
Bien, en torno al Muro hay un negocio bastante lucrativo: como los judíos creen que al poner sus oraciones en los espacios entre las piedras de sillería del Muro estas llegan directamente hacia Dios, los rabinos cobran cargo adicional para que las oraciones sean transcritas y puestas allí por un rabino. Y si se hace por 40 días, resultará en encontrar pareja (*caja_registradora.mp3*). Aparte, toda pretensión igualitaria de los judíos se cae porque las mujeres y niños entran por una puerta separada, y existe perpendicular al Muro otro muro que las separa de los hombres. Además, las mujeres tienen prohibido usar talit y filacterias al orar, o sostener los rollos de la Torá (una vez, el rabino Rabinowitz hizo arrestar a una que se atrevió). Feministas, ¿a que no tenéis los ovarios de ir a protestar allí por eso?
  
   
Ahora, a lo que nos compete: desde Juan Pablo II Wojtyła (26 de Marzo de 2000), todos los que dicen ser “Papas” del Vaticano II, han ido a orar allí y dejar su oración en el lugar, si bien con alguna reluctancia de parte del Rabinato del Muro (sobre todo con Ratzinger, porque Rabinowitz y los vecinos del barrio judío protestaron contra una eventual suspensión de actividades en el Muro durante su estadía): Benedicto XVI Ratzinger fue el 12 de Mayo de 2009, y Francisco Bergoglio el 26 de Mayo de 2014 (con sus amigos el rabino Abraham Skorka y el imam musulmán Omar Abboud).
  

Llegados a este punto, quizá preguntes: ¿por qué los judíos se centran tanto en el Muro? Ya vamos a explicar: El rabino Isaac ben Solomon Luria Asquenazí (Ha’Ari), padre de la cábala moderna, dijo a sus seguidores que el muro occidental (que en esa época era usado como basurero) era un el lugar donde estaba el Templo, y que la Shejiná emanaba de ese muro. Según el Zóhar, libro central de la cábala judía, la Shejiná es el aspecto femenino de Dios (los cabalistas consideran que originalmente Dios era hermafrodita, y Adán también lo fue –por lo de «creado a imagen y semejanza», ¿lo entiendes?–), y es responsabilidad de los judíos unir la Shejiná con la divinidad masculina. Por eso es que vemos a los judíos sacudiéndose frente al muro cuando oran. Ese movimiento, llamado daven (del yidís דאַוונען/davnen; quizá procedente del bajo alemán medio daven, que significa sacudir, temblar).
  

Si al verlo se te cruzó a la mente que está follando, tranquilo, no eres mal pensado. El rabino Israel Baal Shem Tov, una autoridad en el judaísmo jasídico, lo admite en su recopilación testamentaria Tzavaat haRivash:
 
HEBREO
הַתְּפִלָּה הוּא זִיוּוּג עִם הַשְׁכִינָה וכְּמוֹ שבתְּחִלָּה הַזִיוּוּג נִיעֲנוּעַ כֵּן צָרִיךְ לִנִעְנֵעַ עַצְמוֹ בְּתְּפִלָּה בְּתְּחִלָּה. וְאָח״כְּ יָכוֹל לִעַמּוּד כָּךְ בְּלֵי נִיעֲנוּעַ וַיְהִי֜ דִּבּוּק לָהּשְׁכִינָה בְּדְּבִיקוּת גָּדוֹל. וְמִכֹּחַ מַה שְׁמנִעְנֵעַ עַצְמוֹ יָכוֹל לַבָּא לַהִתְעוֹרְרוּת גָּדוֹל שיחָשׁוּב‎ לָֽמָּה אֲנִי מֵתנִעְנֵעַ אֵת עַצְמִי כִּי מִסְתָמָא הַשְׁכִינָה בְּוַדַּאי עוּעָ֑דֶת לִנֶגְדִּי . וְמִכֹּחַ זֶה יֵבָא לִהִתְלַהֲבוּת גָּדוֹל:
  
TRADUCCIÓN
«La oración es zivug (acoplamiento) con la Shejiná. Así como hay movimiento al comienzo del acoplamiento, también uno debe moverse (balancearse) al comienzo de la oración. A partir de entonces, uno puede quedarse quieto, sin moverse, apegado al Shejiná con gran deveikut (trance).
  
Como resultado de tu balanceo, puedes lograr una gran excitación. Porque piensas para ti mismo: “¿Por qué me muevo? Presumiblemente es porque la Shejiná seguramente está frente a mí”. Esto producirá en ti un estado de gran hitlahavut (entusiasmo; éxtasis)».
 
Así, ¿cómo puede considerarse por parte de Bergoglio y sus antecesores conciliares que haya algo santo en el judaísmo talmúdico (que es todo lo contrario al judaísmo bíblico)? Aparte, que es de doctrina católica que, bajo el Nuevo Testamento, los ritos judaicos no producen efecto salvífico alguno sobre quien los practica, y sí son causal de anatema.

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