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jueves, 8 de junio de 2023

EL TIEMPO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS, ¡DE NINGUNA MANERA ES ORDINARIO!

Traducción del artículo publicado por el padre Thomas John Ojeka.
   
Una publicación de un Seminario Mayor modernista disfrazado de católico, vertiendo el galimatías del “Tiempo ordinario”… ciegos guiando a ciegos: ¡muy ciertamente!
   
PREÁMBULO
En el pasado reciente, hemos afirmado con toda la fuerza que pudimos reunir, que no hay nada ordinario en ningún momento del año cristiano.
    
Aun así, como hemos señalado:
«Por alguna razón, ya sea ecuménica o por algún otro motivo modernista, los domingos después de la Epifanía y los domingos después de Pentecostés son rebautizados como “Domingos del tiempo ordinario” por revolucionarios litúrgicos modernistas e innovadores en un intento de actualizar el año litúrgico católico a un estándar que agrade al hombre moderno en su yo ordinario: es decir, el hombre moderno que no tiene ningún uso para la revelación divina o el misterio, sino que está contento con su sentido religioso brotando de su subconsciente».
En la presente publicación, para la edificación e instrucción de los hermanos, presentaremos brevemente el carácter del tiempo después de Pentecostés en el Año litúrgico de la Iglesia Católica Romana, esa Iglesia para la cual los modernistas son «sus peores enemigos».
    
Vale señalar que este «Tiempo después de Pentecostés», el largo período entre el Domingo de la Trinidad y el Adviento, que comprende casi la mitad del año litúrgico, coincide con el tiempo de verano [boreal, N. del T.]
   
EL CARÁCTER DEL TIEMPO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
El obispo Giuseppe Angrisani, en sus «Meditaciones del Breviario diario», presenta un cuadro cautivador de este período en el año eclesiástico. Él señala que:
«Después del reinado del Padre sobre el pueblo de Dios, que es lo que recuerda el tiempo de Adviento; después del del Hijo, que comenzó con Su nacimiento en Navidad y acabó con Su ascensión, y que los tiempos de Navidad y Pascua recuerdan; la liturgia celebra el reinado del Espíritu Santo, que se extiende sobre toda la Iglesia y se hace manifiesto desde Pentecostés hasta el fin del mundo, mencionado en el vigésimo cuarto o último domingo después de Pentecostés. Durante la primera mitad del año eclesiástico, desde el Adviento hasta Pentecostés, la Iglesia ha reconstruido toda la vida de Cristo. Durante la segunda mitad, desde la Trinidad hasta el Adviento, ella repasa la vida de la Iglesia, esforzándose en reproducir en sus santos las virtudes del Señor.
    
El tiempo de verano con su exuberante crecimiento sirve como una imagen y recordatorio del crecimiento y fecundidad de la Iglesia en Cristo en este tiempo. Este crecimiento fructífero toma lugar por la operación del Espíritu Santo, Quien es el también el Maestro y Guía visible de la Iglesia llevando a su alma todo lo que Cristo ha enseñado.
   
…el largo período entre el Domingo de la Trinidad y el Adviento, que comprende casi la mitad del año litúrgico, representa la historia diaria de la Iglesia a través de los siglos, una historia que comienza con el primer Pentecostés cristiano y llega a su término con la segunda venida de Cristo como Juez al fin del mundo. La Iglesia como el reino de Dios en la tierra permanece en continua oposición al reino de satanás, esto es, el mundo, el cual se refiere a todos los que han caído de Dios o han rechazado a Cristo y por ende son gobernados por el diablo. Nuestro Señor predijo el odio y la persecución del mundo contra la Iglesia cuyo peregrinaje terrenal es por ende uno de continua hostilidad contra las potestades del mal. De ahí que la Iglesia en la tierra es conocida como la Iglesia Militante. El carácter militante de la Iglesia se refleja también en las vidas de sus hijos, que deben luchar constantemente contra el mundo, la carne y el diablo…».
Nuestro apreciado lector puede ver que ¡no hay absolutamente nada de ordinario sobre el período entre el Domingo de la Trinidad y el Adviento!
   
EL REFUERZO DE DOM GUERANGER
Mientras describía el «Misterio del tiempo después de Pentecostés», el renombrado Dom Gueranger señala que nuestra vida de regeneración en Cristo es significada y expresada en el «Tiempo después de Pentecostés», un tiempo que nuestra vida debe desenvolverse conforme a la de Cristo y con la dirección de su Espíritu. Él dice que:
«Aquí se nos presentan dos cosas dignas de consideración: la Santa Iglesia y el alma cristiana. La Esposa de Cristo, llena del Espíritu divino que se ha derramado en ella y que la anima siempre, avanza en su carrera militante, y debe caminar hasta la segunda venida de su Esposo celestial. Posee los dones de la verdad y de la santidad. Armada con la infalibilidad de la fe y con la autoridad del gobierno, apacienta el rebaño de Cristo, lo mismo en la libertad y en la tranquilidad, que en medio de persecuciones y de pruebas. Su Esposo divino está con Ella, hasta la consumación de los siglos, por su gracia y por la eficacia de sus promesas; posee todos los favores que le ha impartido, y el Espíritu Santo quedará con Ella siempre. Esto expresa esta parte del Año Litúrgico, donde no encontraremos los grandes sucesos que señalaron la preparación y la consumación de la obra divina. En cambio, la Iglesia recoge en él los frutos de santidad y de doctrina que estos misterios han producido y producirán durante su marcha a través de los siglos. Veráse también cómo se preparan y llegan a su tiempo los últimos sucesos que transformarán su vida militante en una vida triunfante en los cielos. Tal es, por lo que concierne a la Iglesia, la significación de la parte del Ciclo Litúrgico en que entramos.
   
[…]
   
Tal es el significado místico del tiempo después de Pentecostés. Se completa con el uso del color verde en las vestiduras sagradas. Este color expresa la esperanza de la Esposa, que sabe que su destino ha sido confiado por el Esposo al Espíritu Santo, con cuya dirección va realizando su peregrinación con toda seguridad. San Juan expresa todo ello con una sola frase: “El Espíritu y la Esposa dicen: ‘Ven’” (Apoc. XXII, 17)».
¿Lo ves? No hay nada, absolutamente nada de ordinario en el misterio del “Tiempo después de Pentecostés”.
   
EL PROYECTO “ORDINARIO” DE LOS MODERNISTAS
Los modernistas, fieles a su carácter como los peores enemigos de la Iglesia, siempre han intentado transformarla desde adentro. Pensando ellos mismos que han vencido (por medio de su astuta infiltración y ocupación de facto hasta la fecha de las estructuras e instituciones católicas), presentan al mundo entero el producto de las ficciones de su imaginación como la “Iglesia Católica” que ya no es más militante sino conciliar, y el mayor de los grandes participantes en el todopoderoso diálogo requerido para la paz mundial. 
   
Ahora:
  • Mientras la Iglesia Militante no ha abandonado su justo reclamo como La Infalible Iglesia de Cristo, los impostores modernistas le dicen al mundo que la Iglesia de Cristo solamente «subsiste en» la Iglesia Católica, esto es, no se identifica con ella, pero está presente en ella, y es una realidad más grande que ella. Ella, la Iglesia Católica, no siendo infalible, ha tomado sobre sí el entrar al diálogo con otras “comunidades eclesiales” legítimas que tienen la sanción del Espíritu Santo como medio de salvación… [Nota: de eso se trata el “ecumenismo”…
  • Mientras la Iglesia Militante continúa insistiendo en el deber de todos frente a la Verdad y la Única Religión Verdadera, los impostores modernistas le dicen a todo el mundo que en el Vaticano II, la Iglesia Católica cambió su opinión sobre el indiferentismo, que ella se atrevió a reconciliarse con el mundo para ser relevante al hombre moderno en su yo ordinario… que ahora, no existe tal cosa como la “religión única”: todas las religiones son más o menos saludables, así que todas deben simplemente entrar en diálogo para aprender la una de la otra y enriquecerse mutuamente, enfocándose en lo que las une a todas (el sentimiento religioso que brota del subconsciente), y evitar lo que divide (cualquier reclamo de verdad absoluta y la insistencia de salir del error hacia la verdad)… [Nota: de eso se trata la doctrina de los modernistas sobre la “libertad religiosa”, y la práctica del diálogo interreligioso y el culto interfé, etc.…]
   
EN FIN
Quizá este período es el “Tiempo ordinario” para los impostores modernistas y sus agentes laicos con vestiduras de oveja para ejecutar con particular vigor el proyecto ordinario de los modernistas, si así fuera, no nos atreveríamos a disputar la designación de “tiempo ordinario”.
    
Sin embargo, en la medida que ellos proyecten tales nombres como algo católico romano, debemos afirmar una y otra vez que el “Tiempo después de Pentecostés” no es en ninguna manera ordinario, y que no hay tal cosa como el “Tiempo ordinario” en el año litúrgico de la Iglesia Católica Romana, ni ningún tiempo ordinario en el año cristiano.

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