El lunes 19 de Junio fue publicada la Carta Apostólica “Sublímitas et miséria hóminis”, en ocasión del cuarto centenario del nacimiento del matemático, filósofo y teólogo francés Blas Pascal († 1662). El documento fue presentado en una vídeoconferencia de prensa donde intervinieron el cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, y el Dr. François-Xavier Adam, director del Instituto Francés-Centro San Luis (dependiente de la Embajada francesa en la Santa Sede).
La carta es de cierta extensión, así pues nos centraremos en algunos puntos particulares:
Usar la “compatibilidad entre la ciencia y la fe” como recurso apologético solo funciona en muy contados casos, porque sin una fe consistente desde casa, las ideologías y actividades hacen que la fe dé al través.
Nuevamente, Bergoglio usa a Pascal como mascarón de proa para atacar al catolicismo tradicional, al que siempre ha calificado de «neopelagianismo», que «haría depender todo “del esfuerzo humano encauzado por normas y estructuras eclesiales”, [el cual] es reconocible por el hecho de que “nos intoxica con la presunción de una salvación ganada con nuestras fuerzas”». Pero al revisar toda la discursiva secularista y mundana de Bergoglio, al igual que su agenda interreligiosa, y su preocupación única y exclusivamente por las necesidades terrenales del hombre (ni le preguntéis si existe algo llamado “obras espirituales de misericordia”), se colige necesariamente que el neopelagiano es Bergoglio.
Es en verdad irónico que el Vaticano laxista y dirigido por un jesuita dedique una carta honrando a Pascal, que si bien no perteneció propiamente al jansenismo, fue su defensor en la disputa que contra el molinismo se suscitó en la Sorbona. Pascal en sus Cartas Provinciales criticó el laxismo moral de los jesuitas de su tiempo, sobre todo la Súmmula cásuum consciéntiæ de Antonio de Escobar y Mendoza, señalando «los reblandecimientos de la confesión, que son sin duda el mejor medio que estos padres han encontrado para atraer a todos y no desanimar a nadie» con «un gran número de cosas permitidas que antes pasaban por prohibidas». Así, «aliviamos los escrúpulos que turbaban las conciencias, mostrando que lo que creíamos malo no lo es», para hacer «tan fácil la confesión como antes difícil» (de ahí que, si de por sí jesuita pasó a sinónimo de hipócrita, el Diccionario de la Academia Francesa de 1849 recogió –para más inri– la voz Escobar con el significado de «diestro hipócrita, que sabe resolver en el sentido conveniente a sus intereses los casos de conciencia más sutiles»).
Laxismo combatido en España el dominico fray Báñez y en las Dos Sicilias por San Alfonso María de Ligorio, y posteriormente condenado por los papas Alejandro VII y el beato Inocencio XI.
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