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lunes, 5 de junio de 2023

MES EUCARÍSTICO DE SAN JOSÉ – DÍA QUINTO

Tomado del Mes de San José, el primero y más perfecto de los Adoradores, Santiago de Chile, Pequeña biblioteca eucarística, 1911. Imprimátur por Mons. Manuel Antonio Román Madariaga, Vicario general del Arzobispado de Santiago de Chile.

DÍA QUINTO – NOBLEZA DE SAN JOSÉ 

Cuando Dios Padre dispuso dar al mundo a su Hijo, quiso hacerlo con el honor que le correspondía, siendo digno de todo honor y de toda alabanza. Le preparó, pues, una corte y un servicio real, dignos de Él: Dios quería que, aun sobre la tierra, tuviese su Hijo, si no a los ojos del mundo, a lo menos a sus propios ojos, una recepción digna y gloriosa. Dios no improvisó el misterio de gracia, de la Encarnación del Verbo: habiéndose ocupado en preparar, desde mucho tiempo, a aquellos a quienes había elegido para que tomasen parte en este misterio. La corte del Hijo de Dios hecho hombre, la componían María y José; el Dios, tres veces Santo, no podía haber encontrado servidores más dignos para cuidar de su divino Hijo. 

Consideremos especialmente a San José. Encargado de la educación del Príncipe real del cielo y de la tierra, tiene que gobernarlo y servirlo; y su servicio ha de honrar a su divino pupilo: no era propio que Dios tuviese que ruborizarse de su Padre adoptivo. Y como Jesús era Rey, de la sangre de David, hizo nacer a José de este mismo tronco regio; quiso que su Padre adoptivo se hallase revestido también de la nobleza terrestre. Por las venas de José corría la sangre de David, de Salomón y de todos los nobles reyes de Judá: si la dinastía hubiese ocupado el trono, aun en su tiempo, él hubiera sido el heredero y debería haberlo ocupado a su vez. No detengáis vuestros ojos en su pobreza: la injusticia había usurpado a su familia el trono a que tenía derecho; mas no por eso dejaba de ser rey el hijo de los reyes de Judá, los más grandes, nobles y ricos del universo. 

En los registros del empadronamiento, en Belén, el gobernador romano tuvo que reconocer e inscribir a José como heredero de David: he ahí sus pergaminos reales, son muy claros y llevan la firma que prueba su autenticidad. 

Mas diréis, quizá, ¿qué importa la nobleza de José? Jesús vino sólo para humillarse. Y yo os respondo que el Hijo de Dios, que quiso humillarse durante su vida, quiso asimismo reunir en su Persona todo género de grandezas: Él también era rey, por derecho de herencia; era vastago de sangre real. Jesús era noble: y cuando eligió a sus Apóstoles entre la plebe, los ennobleció; este hijo de Abrahán tenía todo derecho a ocupar el trono de David: El Señor no condena el honor de las familias: la Iglesia no iguala tampoco el nivel de las clases sociales, respetemos, pues, todo lo que ella respeta, la nobleza deriva de Dios. 

Pero, ¿entonces es preciso ser noble para servir a Nuestro Señor? Si lo fueseis, tributaréis a Nuestro Señor una gloria particular, pero la nobleza de origen no es necesaria en rigor para servirle dignamente. Él se contenta con la buena voluntad y la nobleza del corazón. Sin embargo, en los anales de la Iglesia se registran un gran número de santos, de los más ilustres, pertenecientes a familias de noble abolengo; muchos también de familia real. Nuestro Señor se complace en recibir los homenajes de todo lo que es honorable. San José recibió una educación perfecta en el Templo, y Dios lo preparó así para ser el noble servidor de su Hijo, el edecán del más noble de los príncipes, el protector de la reina más augusta del universo. 

Aspiración. — San José, todopoderoso sobre el Corazón de Jesús, ruega por nosotros. 

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