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martes, 12 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA DUODÉCIMO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA DUODÉCIMO
«Vos áutem greges mei, greges páscua meæ, hómines estis» Ezeq., cap. 34, v. 31. Vosotros pues, oh hombres, vosotros sois los rebaños míos, los rebaños que yo apaciento.
  
En este día se nos hace ver el amor verdaderamente maternal que la Divina Pastora tiene a sus ovejas, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, que María Santísima toma gustosa el oficio de Pastora, no precisamente por la gloria que le resulta por ser honrada, venerada y respetada con este título, sino para manifestarnos el amor que nos tiene y comprometer el nuestro, a fin de que, amándola tiernamente en esta vida, e imitando sus virtudes, seamos eternamente felices en el Paraíso celestial. Este es el fin principal de un buen Pastor: ésta toda la ciencia con que apacienta su grey, a saber: despreciar sus propios intereses y entregarse, sin reserva, al cuidado de aquéllos que como ovejas están fiados a su custodia (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre el Salmo 133). La fuerza del amor de esta Pastora la hizo fuerte y generosa en tal forma, que no hubo cosa dura, amarga o pesada, que no la soportase por amor nuestro (San Pedro Crisólogo, Sermón 40). Pudo decir esta Señora mejor que Jacob a Labán: «Siendo yo Pastora de tu grey, jamás tomé un cabrito para sustentarme; antes bien procuré que se multiplicase, sin perdonar para esto molestia alguna (Gén., cap. 31, v. 38): hasta el traje exterior lo mudé por ser éste mi signo especial de amor» (Silveyra, cap. 1, v. 9). A semejanza de su Hijo Santísimo que, resucitado de entre los muertos, disfrazó su estado ya glorioso con el traje de Peregrino, para encender en su amor a los discípulos que caminaban a Emaús, esta Señora depone los vestidos y galas, que de las riquezas del cielo le son fabricadas para ostentación de su grandeza, y se viste, no de pedrerías y joyas que pudiesen deslumbrar los ojos débiles de sus ovejas, como lo hizo la Pastora Judit con Holofernes (Judit, cap. 4, v. 15), sino de un traje tan sencillo, que no pudiésemos temer el acercarnos a ella; pues así como el adorno de Reyna es un signo de majestad, así el traje de Pastora lo es de amor, y tanto, que con él es su amor a nuestros ojos suave, hermoso y atractivo. Pondera, alma mía, que es propio de los pastores vestirse de pieles para conformarse mejor con lo exterior de sus ovejas, y ser de este modo mas bien amados, que temidos de ellas: por esto el Dios que en el antiguo testamento se llama Dios de los ejércitos, imponía tanto respeto al pueblo de Israel, que decían todos a una voz a Moisés: «Haced de modo que no sea Dios el que nos hable, pues de otro modo acaso todos moriremos» (Éxod., cap. 20, v. 19), por lo que dice Isaías, que la justicia es el ceñidor de su cintura (Isa., cap. 1, v. 5); pero después que apareció en el mundo con la forma de siervo, se gloriaba en ser reconocido como un manso y humilde cordero, para atraerá los hombres a su amor: a este ejemplo e imitación, esta amorosa Pastora se viste de pieles, para que no nos cause temor alguno el acercarnos a ella, viéndola vestida con el traje propio de nuestra mortalidad; por manera que parece que todo su estudio y esmero se cifró en buscar un medio con que darnos a entender que su amor la hacía toda para todos.
  
AFECTOS
¡Oh amante corazon de mi Madre, y Pastora María! ¡Cómo podré yo corresponder a un amor tan tierno, y tan solícito por mi bien! Vos, Pastora Santísima, con vuestros vestidos humildes, tomados en manifestación de vuestro amor, rendís nuestros corazones y arrebatáis todos los afectos de nuestras almas: nadie puede dudar del amor que tenéis a vuestras ovejas, cuando os oímos decir y clamar: ¡Oh hombres, todos cuantos habitáis la redondez de la tierra, vosotros, sin excepción de ninguno, sois los rebaños que el buen Pastor ha confiado a mi custodia y defensa, y que apaciento llena de alegría por el amor que os tengo! ¡Oh amor hermoso de la Pastora mas amable! ¡Oh clemencia compasiva de una Madre la más tierna! ¡Oh piedad desinteresada! ¡Oh, imán de nuestros corazones, hasta dónde llega la grandeza de vuestro amor para con vuestra grey! ¡Quién había de pensar jamás que llegase a tanto vuestro fino amor, que por haceros amable y accesible a vuestras ovejas, cambiaseis los adornos de Reyna por el traje sencillo de Pastora! Alábente, pues, todas las criaturas de la tierra: bendígante los Ángeles del cielo: asómbrese el mundo de este portento de amor: y derrítanse nuestros corazones a vista de las bondades que obras con los miserables hijos de Adán.

¡Qué ingratitud sería la mia, oh dulce Pastora, si yo no correspondiese a un amor tan desinteresado, tan benéfico y propio solo de una Madre la mas sensible! ¡Ah!, dadme la mano, Pastora Divina, para que yo no caiga en abismo tan horrendo. Yo quiero con toda eficacia agradecer tus finezas, y para esto no hallo mejor medio que seguir tus pasos como oveja fiel, y obedecer tus mandatos oyendo atento tu voz. Para esto meditaré de continuo tus virtudes, y las grabaré profundamente en mi alma para su imitación: contemplaré de día y de noche tus perfecciones, y en ellas se recreará y apacentará mi alma: procuraré extender tu culto y veneración bajo el título de Pastora, signo especial de tu amor: haré que todos los hombres reconozcan y agradezcan el que les tienes, y así se multiplique tu místico rebaño.
   
2º Considera lo segundo, la gran diferencia que hay entre el amor que esta Divina Pastora tiene a sus ovejas, y el que los otros pastores tienen a sus rebaños. Éstos más parece que se apacientan a sí mismos que no a sus ganados, pues si procuran solícitos que se alimenten, engorden y se multipliquen, no es por amor desinteresado que les tengan; sino para alimentarse después de su leche, vestirse con sus lanas, y regalarse con las reses más gordas (Ezeq., cap. 34, v. 38); a cuyo fin, tanto a ellas como a sus crías, les dan muerte sangrienta con sus propias manos, y sin compadecerse al oír sus tristes balidos, las ven espirar, las desuellan, las descuartizan, y las convierten por último en su propio alimento; no así esta tierna y amorosísima Pastora. Esta Señora no aceptó este oficio por su propia utilidad, sino por la nuestra; amando a sus ovejas, las conduce a sestear entre la verde yerba de los montes altos de Israel, en donde quedan saciadas con los pastos abundantes que allí se encuentran (Ezeq., cap. 34, v. 14). Siendo Reina de los cielos y la tierra, no necesita de nuestros bienes; y si tuviese hambre, nada nos pediría, porque el Omnipotente la dio en posesión cuanto el mundo contiene (Ps. 15, v. 2). Es Pastora, para que a su abrigo y protección puedan sus ovejas descansar sosegadamente en medio de los bosques, seguras de las bestias malignas (Ezeq., cap. 34, v. 25). Es tal su amor, que aun a la ovejita más pequeña la hace valer tanto como la Sangre de su Hijo, puesto que por librarla del Lobo infernal, lo entregó para que muriese en la cruz (Eusebio de Emesa, Homilía 6 de Pascua). Advierte, alma mía, que es tan solícito su amor para que ninguna perezca, que si en el mundo solo hubiese una sola oveja de quien cuidar, hubiera entregado con igual generosidad a su amado Hijo por salvarla, y aun ella misma volvería a pasar gustosa por todos los sufrimientos y amarguras que costó a su tierno Corazón la redención del género humano: podemos, pues, decir con San Agustín, que nos amó más que a sí misma, pues quiso que su Hijo, a quien amaba más que a su propia vida, muriese por nosotros (San Agustín, Meditaciones). Llega por fin a tanto el amor de esta Divina Pastora, que velando y desviviéndose por amor a sus ovejas, pudo decir al Pastor supremo más propia y desinteresadamente que Jacob a Labán: De día y de noche ando al calor y al frío, sin perdonar molestia alguna, hasta tanto que aun el sueño se ha retirado de mis ojos; así es, que desde que me disteis el encargo de Pastora, tus ovejas no han sido estériles, y yo no me alimenté jamás con las reses de tu grey (Gén., cap. 32, v. 38, 40).
  
AFECTOS
Yo no acierto, ¡oh Madre mía!, ni en mí hay facultades para corresponder dignamente al amor que nos manifiestas, cuando tomas sobre ti el cargo de Pastora de los hombres, ni en el mundo encuentro símiles adecuados para juzgar de tu solicitud pastoral conmigo. Los Pastores terrenos se llaman dignos de este nombre, y aptos para desempeñar este oficio por su amor, su vigilancia y solicitud (Abad Ruperto, lib. 9 sobre San Juan); pero ninguno se expone como tú al dolor, al tormento y muerte espiritual que sufristeis por ser nuestra Pastora, sin recibir otro emolumento ni utilidad que la gloria de obedecer e imitar a tu Divino Hijo, y hacernos a nosotros felices; ninguno ofrece, como tú, a sus ovejas un pan de vida eterna, para saciarlas con el celestial alimento del cuerpo del Pastor mismo que las había redimido (San Juan Crisóstomo, homilía 9). ¡Oh qué bondad, oh qué amor tan superior aun a las esperanzas mismas de los hombres! ¡Alma mía!, cómo puedes resistirte ya, para no amar a una Pastora que tantas pruebas te ha dado de su amor! Ofrécete sin reserva al obsequio e imitación de una Pastora, que te dio todo cuanto tenía, sin excepción de su propio Hijo.
   
Es para mí, ¡oh amorosa Pastora!, un motivo de gran dolor el haber hasta hoy considerado tan poco el grande amor que me tienes; y lejos, por esta causa, de corresponder a él, haberme dejado engañar del amor por las criaturas, a quienes yo tomé por instrumentos de mi reprensible conducta. Este mi dolor se aumenta cuando considero, que siendo tú tan solícita por el rebaño adquirido con la sangre de tu Hijo; yo extravié a muchas de tus ovejas con mis malos ejemplos y escandalizándolas de obra y de palabra, acometí contra ellas como un Lobo carnicero, dándoles ocasión de ruina y de pecado. ¡Ah!, desde entonces se alejó de mí tu amor pastoral, que no apacienta lobos, sino ovejas; y entonces convertido yo en lobo sangriento, fui vencido de los Lobos infernales. Yo me avergüenzo, y detesto esta mi ceguedad: confieso que merezco las penas mas severas por haber abusado así de tu amor; pero confiado en éste tu mismo amor, por mi ingratitud ofendido, prometo cambiar totalmente mi conducta: procuraré el bien de mis prójimos: seré tu oveja fiel; y entonces venceré, aunque me rodeen lobos a millares (De la Homilía 34 sobre San Mateo, por San Juan Crisóstomo).
         
ORACIÓN
¡Oh amabilísima Pastora!, ilustrad mi alma con un conocimiento claro de las verdades eternas, para que meditando siempre la ley santa de mi Dios, siga constante por los caminos que Vos, como Pastora me mostráis, que son los que únicamente pueden conducirme a mi eterna felicidad: despejad mi entendimiento de todos los vapores terrenos que lo ofuscan: herid mi corazón con las saetas de vuestro amor, para que mi voluntad jamás se extravíe como oveja errante que camina a la muerte. Espero de vuestro amor que me concederéis esto que humildemente os pido, para que desembarazada mi voluntad de todo afecto terreno, y no aspirando sino a los verdaderos bienes de la gloria, me sea abierta la entrada a este redil celestial, en donde goce de vuestro amor por los siglos sin fin. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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