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miércoles, 6 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA SEXTO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA SEXTO
«Dóminus nomen tuum ita magnificávit, ut non recédat laus tua de ore hóminum, qui mémores fúerint virtútis Dómini in ætérnum» Judit, cap. 13, v. 25. Hoy ha hecho el Señor tan célebre tu nombre, que no cesarán jamás de publicar tus alabanzas cuantos conserven en los siglos venideros la memoria de sus prodigios.
  
En este día se nos manifiesta cuán glorioso es para María Santísima el título y ofició de Pastora, sobre lo que
1º Considera primero, que a proporción que esta Señora se humilló y anonadó ante la Majestad del Dios excelso, nombrándose sierva y esclava suya, cual lo demuestra en el sencillo y rústico aparato de Pastora, el Omnipotente la elevó a tal grado de gloria, escogiéndola entre todo el linaje de Adán parą compañera en su redención, por lo cual justamente es aclamada Bienaventurada por todas las generaciones. Obró en ella, y por ella, cosas tan grandes y admirables que aun las inteligencias Angélicas quedaron atónitas y pasmadas al ver que se agotaban los recursos de la Omnipotencia cuando se formaba esta singular criatura; pues en efecto, no tuvo Dios más que darla, siendo como era esta Señora una pura criatura. Porque su Hijo se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz afrentosa, se le dio un nombre sobre todo nombre, a cuyo acento todas las criaturas celestiales, terrenas e infernales doblan su rodilla, y toda lengua lo confiesa por verdadero Dios, colocado a la diestra del Padre (San Pablo a los Filipenses, cap. 2) Tal fue la gloriosa recompensa de aquel buen Pastor, que bajo de este título compendió y epilogó por sí mismo toda la gloria del nombre dado por el Padre, diciendo a sus Apóstoles: «Yo soy el buen Pastor, y como tal me sacrifico por mis ovejas». María en el título, y oficio de Pastora, recibió igual recompensa de gloria y de alabanza. María es el nombre de esta buena Pastora; y el título de Pastora es el que mejor, y más admirablemente, cifra y compendia todas las glorias y alabanzas de tan sagrado, tan excelso y tan celestial nombre. Por el título de Pastora se nos significa la comunicación de su virginal bondad, que difundida sobre todos los mortales, los consuela y los conforta en sus aflicciones: por él se constituye guía de los hombres, ministra de nuestra conversión a Dios y coadjutora de la redención del mundo; de suerte, que el que invoca este nombre dulcísimo, hace que se estremezca el infierno, llena de alegría los Coros Angélicos, y da mayor gloria a María que con ninguno otro título, porque en el de Madre del buen Pastor, o Pastora de nuestras almas, se reúnen como en su centro toda la gloria y toda la virtud y eficacia de cuantos títulos gloriosos se dan a esta Señora. Por esto dice San Anselmo, que tenemos más pronta la salud invocando el nombre de la Madre que el del Hijo; no porque aquél sea de mayor gloria, sino porque el Hijo invocado por su propio nombre suele no oírnos inmediatamente; pero pronunciado el nombre de su Madre, aunque el que llama sea indigno de ser oído, los méritos de la Madre excitan la misericordia de Dios para que nos oiga (Libro de las excelencias de la Virgen, cap. 7). Es tanta la gloria de este nombre de Pastora, que con él se le dio a María Santísima toda la gracia para desear, buscar, y conseguir la salud de toda la grey de Jesucristo.
  
AFECTOS
Ya puedes, alma mía, exclamar justamente con el Profeta: «¡Ah!, cuán grandes, ostentosas, y magníficas, son todas vuestras obras, ¡oh Dios Omnipotente! ¡Cuán santos y profundos vuestros pensamientos! No, no hay capacidad en mi espíritu para comprender las cosas admirables que habéis obrado por mi bien; y así al contemplarlas, tengo que cerrar mis ojos, confesando que sois sobre los pensamientos de los hombres». La humillación y la exaltación de vuestro Hijo Santísimo, siendo Redentor y Pastor de mi alma, la humillación y la exaltación de vuestra Hija predilecta María, haciéndola Pastora mía y Madre del buen Pastor, todo es para mí admirable e incomprensible; pero sé que todo es hecho por hacerme feliz: sí, por esta dignación os alabo y os bendigo: os alabo mil veces más, porque de todo esto resulta la gloria de esta mi amada Madre Pastora. Ya sé que si me he de salvar ha de ser por su mediación, porque Vos la habéis dado con el oficio de Pastora el encargo de conducirme a vuestra gloria, y dispensarme por su mano las gracias de que necesito para conseguir este bien. Yo os agradezco esta gloria que dais a mi Madre Pastora, y os adoro con todo el rendimiento de mi alma y de mi cuerpo.

¡Oh, Señora mía, y apacible Pastora! Vos sola sois, después de vuestro Hijo, el consuelo que Dios ha dejado a mi alma en este mundo: Vos sois la guía segura y cierta que me conduce en mi peregrinación: Vos la fortaleza que robustece mis débiles fuerzas: Vos la riqueza que remedia todas mis miserias: Vos la mano caritativa que rompe las crueles cadenas con que me aprisionaba el León rugiente: Vos sois el alivio de mis dolores, la esperanza de mi salud, mi Reina, mi refugio, mi consuelo, mi vida, y el medio de toda mi felicidad (San Efrén, Elogio de la Madre de Dios); y todo lo reúne y compendia el título y oficio de Pastora de mi alma. Ah, qué gozo y qué consolación para mi espíritu cuando reflexiono y medito esta gloria a que os ensalzó el Omnipotente!
   
2º Considera lo segundo, que el Omnipotente y buen Pastor Jesucristo, entre todas las empresas que proyectó y realizó fuera de sí, ninguna otra tomó con mayor empeño y estudio que procurar la gloria de su bendita Madre. Teniendo presente que ésta su querida y predilecta, procuró siempre copiar en su alma todas sus virtudes, y sabiendo cuán solícita y cuidadosa vivía para no incurrir en fealdad alguna, que pudiese empañar el lustre y dignidad de Madre de Dios, no es fácil comprender cuán ardiente era el celo que ardía en su Corazón por la gloria de éste su verdadero templo: por lo tanto echó, digámoslo así, todo el resto de su omnipotencia para elevarla a un grado de gloria tal, que todas las criaturas juntas no pudiesen igualarla: lo cual se verificó dándola el destino de Pastora, pues por este medio partió el Pastor Divino, con su Madre Pastora, la gloria que le pertenecía como a Salvador del género humano, y aun la hizo una misma, identificándola en la persona de su Madre (Arnoldo de Chartres, De las alabanzas de la Santísima Virgen). Encargándola el cuidado, y asistencia de su místico rebaño, puso ya en su mano todo el valor de su redención para que lo dispensase a su voluntad (San Efrén, Sermón de la Natividad), y de este tesoro inmenso sacase lo necesario para alimentarnos, y robustecernos, hasta llegar a los montes santos del Señor. Siendo Pastora, es el propiciatorio en que reside la misericordia, y desde el cual habla el Señor a los hombres, les concede el perdón, los dones y las gracias, y el mundo todo tiene y obtendrá todo el bien que necesita (Raimundo Jordán “El Idiota”, en el Prefacio): por manera que las místicas ovejas de este rebaño, pueden decir, que con esta Pastora les han venido todos los bienes (Sap., c. 7, v. 11). Pondera, por consiguiente, cuán glorioso es a esta Pastora el ver que las ovejas redimidas por su Divino Hijo, han conseguido ya unas entrar por su medio en el redil eterno de la gloria, y que puestas ya en seguridad, le alaban y bendicen por todas las eternidades: y que otras van llegando diariamente a aquella feliz mansión de bienaventuranza, guiadas y conducidas por su maternal solicitud; y que aun las que quedan en este mundo, tienen de continuo elevados sus ojos a sus piadosas manos, porque saben que de ellas les han de venir todos los auxilios de que necesitan (San Buenaventura, en el Espejo de la Santísima Virgen María) para no ser víctimas de los Lobos infernales. En esta Pastora se obró la salud del mundo, y por esto dice San Pedro Damián: «Forma Dios el consejo para la reparación del hombre, e inmediatamente decreta obrarlo por María, destinándola para Madre del Verbo» (San Pedro Damián, en el Sermón de la Asunción). Todo esto es sumamente glorioso a esta Pastora, porque todo Pastor se gloría de la utilidad, y el bien de su grey (San León Magno, Sermón 2.º del Aniversario).
  
AFECTOS
Al paso que ésta mi Santísima Pastora es colmada de gloria con este oficio honorífico, de que se glorió su Hijo Santísimo, con preferencia a otro cualquier glorioso dictado, yo me considero también lleno de honor y de gloria por verme elevado a una dignidad que no podía yo esperar, cual es el pertenecer al rebaño de esta gloriosa Pastora. Si esta Señora dice de sí: «Yo soy la buena Pastora»; yo puedo decir también «soy la oveja de esta buena Pastora». ¡Ah! Siendo yo una criatura despreciable, marcada con sello de maldición eterna, que me hace objeto de venganza ante los ojos de Dios, ¿cómo podría yo esperar que la Madre Santísima de un Hombre Dios fijase su gloria en cuidar solicita de remediar mi desgracia? Pero siendo esto así, me lleno de confianza: no temo perder el cielo, ni recelo el caer en el infierno, porque una Madre tan piadosa sabe mi fragilidad, y tiene en sus manos las gracias necesarias para hacerme fuerte y constante en el servicio de su Hijo. Aunque Dios me tuviese reprobado, yo sé que no se puede negar a quien le ama, y de corazón le busca por el conducto de su Madre (San Buenaventura, p. 3, de Amóris divínis).
   
Siendo Vos, Reina mía, Madre del buen Pastor Jesucristo, os habéis hecho familiar con Él; o por mejor decir, os habéis unido tan íntimamente con El, que la carne de éste vuestro Hijo es tomada de vuestra propia sustancia. Él permanece en Vos, y Vos habitáis con Él: lo cubrís de vuestra propia carne, y Él os viste con la gloria de su divinidad: y ambos destrozáis al monstruo sangriento del abismo, y aniquiláis a todos nuestros enemigos. Digna sois por lo tanto de que no cesen los hombres de alabaros y bendeciros. Sí, sois bendita sobre todas las mujeres de la tierra, y bendito el Señor,Criador de ella, porque dirige vuestra mano para humillar a nuestros enemigos; y bendita en todos los tabernáculos de Jacob, pues en todas las Naciones que oyeren mentar vuestro nombre, será glorificado por esto el Dios de Israel (Judit, c. 13, v. 23, 24, 31).
  
ORACIÓN
Dios Omnipotente, que procuráis con tanto esmero la gloria de esta Pastora Santísima, ocupándoos desde la eternidad en delinear a una criatura tan excelsa, y en trazar los rasgos de gloria a que queríais elevarla, concededme que yo me conserve en el honor y gloria que me cabe, por ser Hijo de una Madre tan excelsa: y para esto, dispensadme las gracias de que necesito para conformar mi vida con la suya, evitando todo cuanto pueda desagradaros, y aplicándome al ejercicio de todas las virtudes propias de una oveja de María; y que no buscando yo otra gloria ni grandeza que la que me resulta de pertenecer a la grey de esta Pastora, me vea elevado a la gloria donde vives y reinas por eternidades. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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