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miércoles, 20 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA VIGÉSIMO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA VIGÉSIMO
«Et pascam pecus occisiónis: ¡Oh páuperes gregis!: et assúmpsi mihi duas virgas, unam vocábi decórem, et álteram funículum, et pavi gregem» Zac., cap. 11, v. 7. ¡Oh pobres ovejas de mi rebaño! Yo apacentaré estas reses que se ven atormentadas en el matadero: a cuyo fin me labré dos cayados: al uno lo llamé hermosura, y al otro cuerda o lazo, y así apacenté mi grey.
  
Se nos manifiesta la solicitud pastoral de María con sus ovejas en el Purgatorio, sobre lo cual,

1º Considera lo primero, que esta piadosa Pastora jamás pierde de vista las ovejas que se le confiaron por su Divino Hijo, y así no solo vela, custodiando las que andan por los valles de este mundo, sino que por sí sola corre por todo el ámbito de los cielos, y penetra hasta lo profundo de los abismos (Eccles., cap. 24, v. 8), para que ninguna se exceptúe de participar del calor de su amor, cuyas palabras las explica San Bernardo, diciendo: «María penetró hasta el abismo, porque ejerce su autoridad en el Purgatorio, y libra de sus tormentos a sus hijos, los visita, y los consuela» (San Bernardo, Sermón 3.º del Nombre de María). Este oficio pastoral lo ejercita María Santísima con aquellas sus ovejas, que son destinadas a aquellos tormentos, con tanta más solicitud, cuanta es mayor la necesidad que tienen de la asistencia de su Pastora. No hay pastor que no se compadezca de su grey, cuando la ve expuesta a las inclemencias del tiempo, o atormentada alguna de sus reses con algún dolor; y siendo esta Señora la mejor de las Pastoras, no puede mostrarse indiferente viendo el estado triste y doloroso en que se hallan aquellas almas que habiendo vivido en el mundo en su rebaño, están detenidas por la justicia divina en aquel lugar de tormentos para purificarse, como el oro en el crisol, de toda la escoria de sus imperfecciones, antes de entrar en los pastos deliciosos del campo celestial, donde no puede entrar cosa alguna que esté manchada. Nosotros, aunque no tan compasivos como lo es esta Divina Pastora, si llegásemos a penetrar en aquellos horribles calabozos, no podríamos menos de compadecernos y derramar torrentes de lágrimas al ver a nuestros mismos padres, hermanos y amigos, arder con el mismo fuego del infierno inflamado y atizado por los ministros de la divina justicia. Y aunque estén sostenidas aquellas almas con la esperanza de que sus que sus tormentos tendrán fin, y que después de ellos, han de gozar para siempre de la vista dichosa de su Dios, sin embargo, nos llenaríamos de asombro y se erizarían nuestros cabellos, si oyésemos los lamentos, los gemidos y clamores con que manifiestan aquellas almas justas, los tormentos insufribles en que están detenidas. ¡Qué impresión, pues, hará en el Corazón piadoso y caritativo de esta Madre Pastora, el ver aquellas sus ovejas, con quienes se recreó tantas veces, y a quienes amó en el mundo con amor tan activo de Pastora, que superó el temor natural de la muerte (San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan), llorar y lamentarse entre llamas crueles y activas! Entonces es cuando, encendida en su maternal Corazón la llama de su misericordia, echa mano del poder inmenso que con el oficio de Pastora la concedió el Pastor Supremo, para que éstas sus ovejas, ni se vean destituidas de socorro, ni sean por mucho tiempo atormentadas: porque si apacienta al pecador, ¿no apacentará mejor al justo (San Agustín, sobre la Epístola a los Romanos)?; si apacienta a los que han de condenarse, ¿no apacentará a los que se han de salvar (San Agustín, Sobre el salmo 61)?
  
AFECTOS
Mi alma se aflige, ¡oh piadosa Pastora!, al verse rodeada de mil imperfecciones, que aunque no me priven de la amistad de mi Dios, me exponen a tener que expiarlas en las horribles penas del Purgatorio. Un esfuerzo de vuestra pastoral solicitud, puede iluminarla y robustecerla, para evitar aun las ofensas más leves contra vuestro Divino Hijo. Es verdad que en el Purgatorio experimentaré la protección que allí dispensáis a vuestras ovejas; pero yo clamo por mi salud, antes de pasar a aquella cárcel de tormentos: no me dejéis, por lo tanto, de asiento en mis imperfecciones, ni permitáis a mis enemigos el gusto que tendrán en atormentarme; porque sabiendo ellos que esta facultad les es concedida por tiempo limitado, y que al fin me libraré de aquellas penas para ir a ocupar en el Cielo las sillas que ellos dejaron vacías por su soberbia, redoblarán su furia, y me harán más insufribles los tormentos. Este es el bien que yo espero de vuestra misericordia.

No miréis mis pecados, oh Pastor Divino, como ofensas hechas a vuestra bondad, sino como un efecto de mi naturaleza enferma y corrompida, y sea yo por esto objeto más bien de vuestra compasión y misericordia, que no de vuestra airada justicia. Lleno Vos de caridad, tomasteis sobre Vos mismo todas mis enfermedades para curarme de ellas. ¿Sufrirá, pues, vuestro amor paternal, que mi debilidad y flaqueza me reduzcan al estado triste y doloroso en que se ven unas almas, que amándoos, están separadas de Vos envueltas en llamas abrasadoras? Solo el recelo de que pueda caberme esta desgracia me hace temblar, mayormente cuando reflexiono sobre el reato de mis culpas pasadas, la violencia y el peso de mis pasiones y flaquezas, que me abaten y açobardan. Sin embargo, alabo y bendigo vuestra gran misericordia, porque me disteis una Pastora, cuya tierna compasión con su grey, tranquiliza ésta mi turbada agitación, y me hace esperar que si caigo en aquel lugar de vuestra justicia, allí encontraré su protección.
   
2º Considera lo segundo, que esta Divina Pastora, para apacentar esta su grey de expiación en el Purgatorio, dice que tomó en su mano dos báculos, el uno de hermosura, y el otro a manera de cuerda, o lazo, con cuyos dos símbolos o figuras, quiere que entendamos el modo con que apacienta a aquellas sus ovejas. Ante todas cosas, procura esta Señora que ninguna de ellas llegue a ser pábulo de las llamas voraces del Purgatorio, haciendo que en este mundo convalezcan perfectamente de las heridas que recibieron en las peleas que sostuvieron con el León sangriento, a pesar de que saliesen al fin victoriosas. Así usa misericordiosamente del cordel o lazo con que detiene a sus ovejas, para que se libren de aquellas formidables llamas, alcanzándoles de su Hijo tal cúmulo de gracias y favores, que o se mantengan en una perfección heroica, o purguen sus faltas por la tolerancia en los trabajos de esta vida; y aun por esto se deben llamar felices aquellas almas a quienes esta Divina Pastora ata y liga con este su cordel pastoral. Mas si llega a tanto la ceguedad de algunas ovejas de María, que no alcanza ésta su amorosa solicitud, y al fin vienen a parar a las llamas del Purgatorio, usa en favor de ellas del otro báculo de hermosura, es decir: que esta caritativa Pastora se presenta en aquella cárcel de espanto, y con su dulce presencia recrea y consuela a aquellas sus almas queridas, y alivia su desconsuelo con la esperanza de que, satisfecha que sea la justicia de Dios, serán sueltas de sus prisiones, para gozarse eternamente con su Dios; y aun también mitigando sus tormentos, y dulcificando sus penas con el dominio que ejerce en el reino del Purgatorio (San Bernardo, Sermón 3.º del Nombre de María). Esta Princesa Soberana desciende en efecto a aquella cárcel para cuidar de su grey, con especialidad en las festividades mas solemnes, en que se recuerdan y celebran los adorables misterios de nuestra redención (Dionisio Cartujano, Sermón 2.º de la Asunción). ¿Y quién podrá dudar de que esta Reina, que es juntamente Madre de misericordia, visitará vez alguna aquella región tenebrosa en donde gimen y se lamentan las almas justas, a quienes apacentó, custodió, gobernó y amó como ovejas a ella encomendadas por su Hijo, sin que al mismo tiempo indulte a muchas con regia liberalidad, y consuele a todas con su belleza y hermosura? Como el solio de esta Reina es la magnanimidad, y el cetro es la misericordia, sus obras son compadecerse y perdonar; y en tal caso, ¿cómo entrará en aquel lugar de penas su báculo de hermosura, sin que vaya derramando gracias, favores, clemencia, y compasión hacia unos hijos tanto mas dignos de ella, cuanto se ven más afligidos e imposibilitados de procurarse por sí mismos alivio alguno?
  
AFECTOS
Si yo llego a verme, ¡oh amada Pastora!, entre las llamas del Purgatorio, en medio del horror y la tristeza que ha de causarme aquella cárcel espantosa, me consolaré con la esperanza de veros en la gloria, y de que mientras yo satisfago a la divina justicia, me visitaréis y me recrearéis con vuestra amorosa y pastoral presencia. Entonces, vuestro Corazón compasivo se enternecerá al verme triste y cautivo entre llamas: mis lamentos mezclados con mis lágrimas, y mis clamores unidos al deseo de ver a mi Dios, penetrarán vuestros oídos maternales, y no podréis menos de interceder con la justicia de vuestro Divino Hijo para que se alivien mis penas. No, no es posible que vuestro Corazón, siempre atento a aliviar mis penas y aflicciones, y pródigo siempre y generoso en socorrer mis necesidades, escuche con indiferencia mis lamentos en el estado deplorable de angustia y de dolor a que me veré reducido en el Purgatorio. Vos seréis entonces mi esperanza, y mi refugio: a Vos clamaré, para que se rompan los lazos que me cautivan, y consiga mi libertad (Psalm. 123, v. 7).
   
Mas al presente, para que yo pueda satisfacer, como deseo, a la divina justicia, y purificar todas mis imperfecciones en términos que saliendo de esta vida, no encuentre impedimento para entrar en el reino de los escogidos, sed Vos, Pastora mía, propicia a mis súplicas, y oídlas con ánimo propio de compasiva Pastora. ¡Ojalá que todas mis obras, palabras y pensamientos, sean dignos de la santidad de un cristiano; y por consiguiente con derecho a tus promesas, y a la clemencia que me ofrece vuestra solicitud pastoral! Yo para purificar mi alma os expongo, con simplicidad de corazón, la miseria en que fui concebido: os manifiesto las llagas profundas que abrió en ella el pecado, cuyas cicatrices aun no están enteramente borradas. Ved Vos, Madre mía, y considerad los males que me afligen, y ellos mismos interesarán vuestro poder para su socorro; y en esto tendréis más gloria que la que yo os daré confesando tu patrocinio desde las llamas del Purgatorio.
         
ORACIÓN
¡Oh clementísima Pastora!, cuyo hermoso resplandor no solo brilla en el cielo como en su trono, sino que penetra también hasta el abismo (San Bernardo, Homilía 3), iluminando aquella espantosa cárcel del Purgatorio, y consolando a aquellas almas que amáis y reconocéis ovejas de vuestro rebaño: excitad en favor de ellas vuestra clemencia y compasión, pues al fin son ovejas vuestras, amadas y queridas del Pastor Divino que os las confió. Y si yo por el reato de mis culpas, me he de ver algún día en el Purgatorio, no os olvidéis de mis penas, y antes bien aliviadlas con solicitud de Pastora: mas para que yo evite y me libre de estos tormentos, encended en mi corazón un fervoroso amor a Vos y a vuestro dulce Hijo Jesús, y siendo yo así perfecta y fiel oveja vuestra en vida, pase luego después de mi muerte a alabaros en el cielo. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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