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domingo, 17 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA DECIMOSÉPTIMO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA DECIMOSÉPTIMO
«Investíga illam, et manifestábitur tibi, et contínens factus, ne derelínquas eam: in novíssimis enim invénies réquiem in ea, et convertétur tibi in oblectatiónem» Eccles., cap. 6, v. 28, 29. Búscala, y ella se te manifestará y encontrándola, no te separes de ella, porque en las postrimerías hallarás en ella tu reposo, y se te convertirá en consuelo y dulzura.
  
La solicitud pastoral de María con sus ovejas, se manifiesta de un modo particular cuando éstas se hallan próximas a su muerte, sobre lo cual,

Considera lo primero, que alcanzando a las ovejas que componen el místico rebaño de María la sentencia universal de muerte, pronunciada por el Criador Omnipotente sobre todos los descendientes de Adán, esta Señora, cual vigilante Pastora, aumenta y esfuerza su solicitud pastoral en aquel momento terrible y espantoso, en que descargando la muerte el golpe mortal de su guadaña, se decide la suerte eterna de sus ovejas. Entonces, cabalmente, resuena en los oídos de las que estando en salud permanecieron fieles en el redil de María, aquella promesa consolatoria que se les hizo al señalarse por ovejas de tan caritativa Pastora, a saber: Busca a tu Pastora, sigue fielmente sus caminos, y ella misma te saldrá al encuentro; y cuando ya estés en su compañía, nunca te separes de su rebaño; y de este modo, cuando se acerque el fin de tu vida, hallarás en ella todo tu reposo, y las aflicciones que comúnmente acompañan a aquel triste momento, se convertirán en consuelo, paz y alegría de tu alma. Estos documentos fueron dictados por el espíritu de Dios para el consuelo de aquellas que, cual ovejas fieles, no desertaron del rebaño de esta Pastora, en cuya solicitud y protección verán dulcificadas todas las penas y angustias que afligen al moribundo en su hora última. Si son grandes las ventajas que logran en salud las ovejas de María, permaneciendo en su aprisco, advierte, alma mía, que son mayores sin comparación las que consiguen al tiempo de su muerte. Entonces asiste a sus ovejas cual caritativa Pastora, mitigando los dolores de su enfermedad, dulcificando sus angustias, y embotando la espada de la muerte que tanto atormenta a los mundanos. Ni se contenta solo con librar a sus ovejas de todos los males que pueden afligirlas en aquel temible lance, sino que las colma de bienes y las llena de consuelo y alegría. Como en aquella hora se agolpa sobre nuestra alma todo lo más triste para nuestra frágil mortalidad, esta misericordiosa Pastora asiste a sus ovejas en este tiempo de tribulación, y las recrea, como la lluvia refrigera y vivifica la tierra en una gran sequedad (Eccles., cap. 35, v. 26); y así sucede, que lo más espantoso para el hombre, que es el morir, viene a ser para las ovejas de María un dulce sueño, necesario para pasar a la inmortal corona del cielo, donde se hallen seguras de toda aflicción y dolor, en el seno de tan amantísima Madre: llena para esto su voluntad de ardentísimos afectos de amor divino, enciende en sus almas el deseo de ver al Rey sumo de la gloria, en el lleno de su magnificencia y majestad, y a su Reina sentada a su diestra, a quien alabará eternamente, no ya en Imagen y figura de Pastora como acá en la tierra, sino gloriosa y resplandeciente como se ve elevada sobre los coros de los Ángeles.
  
AFECTOS
¿A dónde iré yo, ¡oh amable Pastora!? ¡Qué refugio buscaré cuando vea yo afligido mi cuerpo, y turbada mi alma con los anuncios temibles de una muerte próxima e inevitable! ¡En quién pondré yo mi confianza para mitigar el terror, y espanto, de mi cercana disolución! Ciertamente que a Vos deberé acogerme, pues que sois mi caritativa Pastora. Vuestra solicitud pastoral, de que tantas pruebas estoy recibiendo en el discurso de mi vida, será todo mi recurso en unos momentos tan críticos y temibles. Sí: en vuestra protección tengo que buscar la paz, el consuelo, la tranquilidad y alegría, que no podrán darme todas las lágrimas de los que rodearán mi lecho al tiempo de morir. Abrigado con vuestro manto pastoral, se dulcificarán todas mis penas, se suavizarán mis dolores, y mi alma partirá en paz al seno de la gloria, Nadie será capaz de disminuir en mi alma esta confianza que Vos misma me inspiráis, ni desvanecer los motivos y razones poderosas que la fortifican.
  
Bien conozco que merecen mejor tu asistencia pastoral en aquella triste hora de la muerte, las almas inocentes y los corazones justos, con quienes te recreas en las soledades en donde, cual Pastora, sesteas los ganados. Estas ovejas reclaman justamente tu ternura y la preferencia de tu amor; sin embargo, no desmaya mi confianza, porque sé de tu misma boca, que la misericordia es tu compañera inseparable sobre la tierra, y porque en el centro de tu Corazón pastoral, leo las palabras más consolantes para mi alma en la hora de mi muerte. Me dices, con el mismo afecto que el Pastor Divino, que empleas mayor solicitud para buscar a los pecadores, que no a los justos (Luc., cap. 15, v. 4), y que dejas las noventa y nueve de tus ovejas en el desierto, para ir a buscar a la una sola que se halla en riesgo de perderse (Marc., cap. 2, v. 17). Este oráculo de tu clemencia, y tu amor, llenará de consuelo y dulzura a mi alma al separarse de mi cuerpo, y mis últimos suspiros serán alentados con ésta tu solicitud pastoral sobre ella.
   
2º Considera lo segundo, que siendo la vida del hombre una continua milicia sobre la tierra (Job, cap. 7, v. 1), que le obliga a sostener una constante lucha, de cuya victoria resulta el galardón, o corona de justicia, que Dios reserva para los que son fieles hasta el fin; en la hora de la muerte se refuerza el enemigo de nuestra salvación, para acometernos con mayor empeño en unos momentos tan críticos, que hacen temblar aun a los más esforzados y valientes, y en el que se va a decidir la suerte eterna de nuestra alma contra quien pelea un enemigo diestro en pelear, y que se hizo audaz por las victorias que consiguió en nuestra cabal salud. Este conflicto es tan espantoso, que lo temen aun los más santos, reputados por columnas firmes de la Iglesia; porque sin embargo de serlo, desconfían de su propia virtud para salir victoriosos, mayormente considerando que muchos Héroes, acostumbrados a vencer al León rugiente, vieron en aquel fatal momento deshojarse entre sus moribundas manos, los laureles con que tantas veces en su vida se habían coronado. Con estas reflexiones, los sentidos se turban, el espíritu se comprime, y un sudor mortal que se difunde por todos los miembros, dan a conocer hasta a los mismos circunstantes, la reñida batalla que el paciente está sufriendo consigo mismo, y con el enemigo de su salvación. En circunstancias tan difíciles, esfuerza su solicitud pastoral la Madre de misericordia María, para fortalecer con oportuno auxilio y socorro a aquellas ovejas que vivieron fieles en su rebaño. En virtud de esto les procura, ante todas cosas, el pasto dulce, sabroso y suave de los Santos Sacramentos, en quienes está depositado el fruto de la Sangre del Cordero de Dios, y robustecidas con él, se vuelven confiadas a aquella misericordiosa Pastora, bajo de cuyo manto se vieron protegidas durante su vida, cuyo aspecto amable y cariñoso llenó tantas veces sus almas de consuelo: según acostumbraban en salud, invocan su protección, y entablan con su bienhechora los dulces coloquios con que se regalaban sus almas.
   
Advierte, qué muerte tan dulce y tranquila logran estas ovejas fieles de María, aun en medio de los temores que las circundan entonces: y también qué señales tan claras de amor y de cariño les dará esta Divina Pastora, siempre solícita de su bien: qué dulzura difundirá en sus corazones: qué suave serenidad en sus almas: y qué confianza tan segura, escuchando en su interior las palabras dulcísimas con que las animará a morir resignadas en la voluntad divina, para tomar posesión de la felicidad eterna que les reserva en el reino de su Hijo. Con este fin, mandará a los santos Ángeles, y entre ellos al príncipe San Miguel, que estén a su lado para auxiliarlas en la pelea con el Dragón, hasta que exhalando su último aliento, reciban en sus manos sus dichosas almas para trasladarlas a los pastos eternos de la gloria.
  
AFECTOS
Yo me considero como una oveja adquirida por María Santísima, con sus propias penas, padecidas en compañía de su Hijo al pie de la cruz; y así puedo, y debo llamarme hijo de su dolor, y estar seguro del interés que tiene de mi salvación eterna. Soy como el despojo de aquella victoria que esta Señora consiguió del Dragón infernal, y por lo tanto encuentro en su maternal amor toda mi defensa, y toda mi seguridad, contra los enemigos que intentan mi perdición. Sí, Pastora mía, cuando estos mis enemigos se junten con los horrores de la muerte para atribularme, yo te imploraré como a una poderosa Protectora, a una Madre amantísima, y a una auxiliadora caritativa. En ti hallaré cuanto sea capaz de fortalecerme contra el espanto y el horror que me inspirará la disolución de mi ser presencia del Demonio, que ha de presentarme entonces la batalla más cruel y reñida.

No, no perderá mi alma de vista el lugar de alegría y de reposo que se le prepara por descanso y premio de su victoria: verá con quietud que se rompen los lazos que la aprisionan en el cuerpo, porque así es necesario para unirse con su Dios. ¡Ah, qué dulzura tan copiosa se derramará en mi espíritu, con una protección tan decidida de esta solícita Pastora! Mi enemigo, empeñado en perderme, verá que asiste a mi lado esta Señora, como mi consejera, mi apoyo y mi fortaleza. Él temblará al rededor de mí, desesperado por ver que no puede desvanecer mi esperanza. Verá con asombro suyo, que busco y encuentro en mi Madre Pastora, toda mi consolación en mis tribulaciones y angustias, mi fortaleza en las tentaciones, la paciencia en los males que me angustian, mi resignación en la voluntad divina, mi indiferencia por la vida o por la muerte, y mi seguridad cuanto más se acerca mi última hora. Verán, en fin, que estoy entregado a la vigilancia de mi Pastora, y que esta Señora se ocupa toda en procurar mi salvación; pues sé, que siendo esta Reina buena y legítima Pastora, ha de compadecerse de corazón de las necesidades de sus ovejas (Hugo de San Caro OP, Sobre el cap. 30 del Génesis)..
         
ORACIÓN
¡Oh, Pastora compasiva! El amor que os inspira este dulce empleo os inclina a favorecer a vuestras ovejas con tanto mayor esmero, cuanto es mayor la necesidad que tienen de vuestro socorro; y así no es posible el que las abandonéis en el terrible lance de la muerte, en que tienen más que temer. Yo os suplico, por lo mismo, que cuando a mí me veáis angustiado con los dolores de la muerte, y atribulado con las tentaciones del demonio (que entonces redoblará sus esfuerzos contra mí), os acordéis que soy oveja vuestra, y seáis mi defensora contra las asechanzas del Lobo infernal. Espero en vuestro amor pastoral, que no me habéis de desamparar en tanta necesidad, y para que yo principie a merecer esta gracia, alcanzadme los socorros de ella, para ser verdadera y legítima oveja vuestra por la observancia de la ley santa de mi Dios, para que logrando así una muerte santa, entre despues de ella en el seno de la gloria. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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