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martes, 19 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA DECIMONOVENO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA DECIMONOVENO
«Et congregabúntur ante eum omnes gentes, et separábit eos ab invícem, sicut pastor segrégat oves, ab hædis» Matth., cap. 25, v. 32. Se reunirán todas las naciones para presentarse a su tribunal, y separará los unos de los otros, así como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
  
En este día se nos recuerda el juicio que el Dios de la majestad ha de hacer de todos los descendientes de Adán, en el día último de los siglos, en el cual María Santísima hará oficios de diligente Pastora en favor de sus ovejas, sobre lo cual,

1º Considera lo primero, que tiene Dios reservado un día para residenciar generalmente a todos cuantos pertenecieron al rebaño de esta Divina Pastora; pues aunque en él serán presentados a su tribunal justo, todos los que nacieron originados de Adán, hace el Señor especial mención de este rebaño, diciendo: Que los separará a los unos de los otros, como el Pastor separa las ovejas de los cabritos, y que las ovejas serán puestas a la mano derecha, y los cabritos a la izquierda. Pondera primeramente cuán espantoso será este día para todo el género humano por todas las circunstancias que en él han de concurrir, según el testimonio del mismo Jesucristo. Al sonido horrendo de una trompeta, que penetrará desde lo sumo de los cielos, hasta lo profundo de los abismos, principiarán a marchar las almas de justos y pecadores, para ir a reunirse con sus cuerpos, que vivificados con aquel mismo eco omnipotente, saldrán igualmente de los sepulcros en que yacían reducidos a cenizas. En seguida se abrirán los cielos, de donde saldrá el Juez omnipotente, no ya con los símbolos de amor y misericordia, como buen Pastor; sino revestido del poder de su infinita majestad, acompañado de todos los escuadrones angélicos, y respirando furor contra los perversos, que despreciaron su misericordia y malograron los frutos de su redención. Pondera lo segundo, que este día será mucho más espantoso y temible para los que pertenecieron al rebaño de esta Divina Pastora; pues verán que el Juez, cual Pastor solicito, separará las ovejas fieles reconocidas por su humildad, su mansedumbre y el candor de su vida, de los cabritos bulliciosos, indóciles y lascivos: aquéllas experimentarán en el Juez todo el amor solícito de un buen Pastor, y así con rostro alegre y cariñoso, les dirá: «Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os tengo preparado», a cuyo tiempo la Divina Pastora los acogerá bajo de su manto, y rodeada de estas almas fieles, tendrá con ellas todo su contento y alegría eterna; mas a éstos les dirá con una voz de trueno y de espanto, y con todo el furor de su omnipotente ira: «Id, malditos de mi Padre, al fuego eterno preparado por mi Justicia para vosotros y los demonios, a quienes habéis servido», que es como si dijera: «Yo os formé y crié para que me reconocieseis por vuestro Dios: Yo formé los cielos, la tierra, los mares, y cuanto en ellos existe, para que todo os facilitase el que me sirvieseis: os puse en el rebaño de mi Iglesia, y os dí una Pastora, depositaria de mis gracias, adonde acudieseis para estar a cubierto de vuestros enemigos; vosotros os hicisteis de su bando, queriendo mas habitar entre leones y fieras que os devorasen: apartaos por lo tanto de mí como partidarios de la maldad: no os conozco por ovejas mías, porque veo en vosotros el sello del Demonio: sea con él vuestro domicilio en tinieblas eternas, y en fuego abrasador que jamás se apague» (San Hipólito, Tratado de la Consumación del mundo).
  
AFECTOS
¿Es posible que yo crea, sin duda alguna, que ha de llegar el día en que debo presenciar este juicio último, en el cual ha de ser examinada mi vida con toda severidad, y que lejos de estremecerme con espanto, pase yo mi vida en una torpe insensibilidad? ¡Ah!, ¿qué será de mí, si al comparecer ante aquella majestuosa asamblea, me veo cargado de crímenes y delitos? ¡Cómo me presentaré al trono del Supremo Juez, habiéndole ofendido tantas y tantas veces, cuando me lleno de rubor al haber de manifestar a un confesor una falta que cometí! ¡Qué confusión para mí el ver a aquel Dios, antes tan lleno de bondad, que cual caritativo Pastor me cargó sobre sus hombros, para volverme a su aprisco; y entonces tan riguroso e inexorable, que tendrá su placer en desmenuzar y analizar hasta mi más pequeño pensamiento, mayormente cuando lejos de poderme yo justificar; mi conciencia misma será el fiscal más activo que he de tener!

Vos, Pastora Divina, y Madre mía, podéis mitigar el desconsuelo de mi alma. ¿Qué sería de mí, si cuando yo gimo oprimido con el peso de mis maldades, me cerraseis las avenidas para guarecerme bajo de vuestro manto, y excluido de vuestro rebaño, quedase sin vuestro amparo ante el Juez que examinará con rigor todas mis acciones? ¡Ah, yo no puedo pensar seriamente en esto que puede sucederme, sin que mi alma se llene de un horrible espanto! El exceso de mi ingratitud me acobarda: mi vida llena de maldades, es un caos horrible en que me confundo; y mi conciencia es un espejo fiel, en donde veo la copia fea de mis vicios. ¡Pastora Divina!, ¿cómo podré yo sin vuestro apoyo sostener este juicio, aplacar la justa cólera del Juez, o desarmar el brazo airado de su justicia? Dispensadme vuestra protección, pues con ella los cabritos se hacen corderos, y de la mano izquierda son trasladados a la derecha (Abad Guillermo, Del juicio).
   
2º Considera lo segundo, los contrarios efectos que producirán estas dos sentencias, oídas que sean por las ovejas de María y por los cabritos reprobados. Aquéllas al oír una decisión del Juez omnipotente tan placentera, y alegre para ellas, se postrarán delante de su trono, dándole gracias por la gloria infinita con que decreta remunerar su fidelidad: le adorarán con profundísima reverencia, confesando, que por solo el mérito infinito de su redención, y el amor pastoral de María, su digna Madre, se ven convidados a entrar en el gozo eterno de la Bienaventuranza. Y los réprobos cabritos, despedazando sus entrañas con furia y rabia, y desesperados con furor, clamarán a los montes para que caigan sobre ellos (Luc., cap. 23, v. 30), y los aniquilen, para no ver su eterna confusión; y viendo que esto no puede suceder, vomitarán maldiciones horribles contra las criaturas de quienes abusaron para ofender a su Criador, y aun blasfemarán de este Dios omnipotente, que tan terriblemente los castiga. Pondera, que promulgada que sea esta sentencia, se principiará a mover aquel ejército numeroso de Santos y Justos, yendo a su cabeza nuestra Pastora con su Divino Hijo, rodeada de éstas sus amadas ovejas, dirigiéndose todas a aquella verdadera tierra de promisión, donde sin dolor, sin llanto, ni tristeza, se ocuparán eternamente en cantar himnos y alabanzas al Cordero inmaculado, con cuya sangre fueron redimidos, y a la Divina Pastora que lo engendró y crió, para que les franquease con su redención las puertas eternales de la gloria; pero los reprobados cabritos quedarán en la tierra, aguardando que ella se abra hasta su mismo centro, para que encerrados en aquellos lóbregos, y pestilentes calabozos, sean atormentados sin intermisión por los siglos sin fin (Apoc., cap. 20, v. 10). No apartes, alma mía, tu consideración de esta escena trágica que tú misma has de presenciar; y si tu liviandad, tu ambición, tu codicia, tu sensualidad, te hacen indigno de quedar entre las ovejas de María, y te cabe la suerte infeliz de quedar entre los cabritos réprobos, advierte la angustia y la desesperación en que te verás sumergida, viendo que las ovejas fieles, de quienes alguna vez fuiste compañera, siguen a su Pastora alegres y contentas, para ir a recibir por premio de su penitencia y sus trabajos, el galardón infinito de una gloria eterna; y que pudiendo tú lograr igual dicha, habiéndote con este fin franqueado su protección esta Divina Pastora, habiéndote ella misma buscado tantas y tantas veces con solicitud pastoral, para que no vinieses a ser presa del Lobo infernal, por ser tú infiel y rebelde a su voz, quedas en poder de éste tu cruel enemigo, por quien serás atormentada en un fuego ardiente, que durará tanto tiempo cuanto las ovejas de María reinen con su Pastora en el cielo, que es decir, por toda la eternidad.
  
AFECTOS
Mi corazón se penetra de dolor, al ver el número incalculable de hombres, que viven descuidados de esta separación de justos y de réprobos, que hará el Juez omnipotente en el día último, exponiéndose a la desgracia de ser puestos a la mano izquierda. Vos, Pastor Divino, que debéis juzgarnos a todos, tened piedad de estos infelices, que alucinados, no piensan mas que en bagatelas y se olvidan de este día en que os presentareis, no como Pastor, sino como Juez. Por mi parte os doy gracias, por las que me dispensáis, poniéndome en seguridad para cuando llegue el día de vuestro juicio, cuyo favor lo miro conseguido, viéndome escrito en el rebaño de esta Señora, en donde aprendo a vivir muy distintamente, que viven la mayor parte de los hombres. Aborrezco desde ahora todos los pecados, que pudieran hacerme reo de condenación eterna: me duelo de haber perdido tanto tiempo, que pudiera haber empleado en llorar mis culpas, y haber con mis lágrimas aplacado la ira del justo Juez, y evitado el rigor de su justicia.

Salvadme, Jesús mío, pues aunque pecador, soy obra de vuestras manos, y el precio de vuestra sangre. ¿Por qué se ha de irritar tu furor contra tus ovejas (Psalm. 73, v. 1)? ¿qué gloria puede resultarte de verlas perdidas para siempre? Cuantos sean precipitados en el abismo, no te conocerán sino para maldecirte y blasfemar tu redención: sus lenguas abrasadas no sabrán sino arrojar blasfemias contra tu justicia; y ni esta clementísima Pastora, tu Madre, se verá libre de sus execraciones horrorosas. En aquel lugar de tormentos, se olvidarán las maravillas de tu bondad, obradas en favor de tus criaturas: allí no se agradecerá la protección amorosa, ni la solicitud pastoral de esta Madre con sus ovejas: allí no se hablará de tu amor, de tu misericordia, ni de las otras infinitas perfecciones, que harán la bienaventuranza de los justos en el cielo; y en lugar de esto sonarán gritos horrendos, aullidos desesperados, y un continuo y eterno rechinar de dientes (Matth., cap. 8, v. 12). ¡Ah, Pastor Divino!, yo me sujeto a cuantos castigos queráis darme en esta vida, y sufriré resignado los juicios de los hombres, por injustos que sean, si así lo exige vuestra justicia para expiar mis culpas, y no incurrir en tal desgracia.
         
ORACIÓN
Oh, Pastora clementísima!, yo me acojo a vuestro aprisco pastoral, y corro a ponerme bajo de vuestro manto, gimiendo y llorando por mis culpas, y pidiéndoos que me reconciliéis con vuestro Hijo antes de que llegue yo a caer en las manos de su justicia: aplacad su justo enojo causado por mis delitos: estoy pronto, y resuelto a domar mis pasiones, mi vanidad, mi sensualidad, el apego a las cosas de la tierra, y aun mi tibieza en el servicio de mi Dios: alcanzadme un ardiente amor a mi Pastor Divino, para que encontrándolo lleno de dulzura en el día último, logre yo oír la sentencia favorable, que me ponga en posesión del reino de los cielos. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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