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domingo, 24 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA VIGÉSIMOCUARTO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA VIGÉSIMOCUARTO
«Oves meæ vocem meam áudiunt, et ego cognósco eas, et sequúntur me» Joann., cap. 10, v. 27. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen.

En este día se nos manifiesta, que la Divina Pastora llama con su propia voz a sus ovejas, y cuando éstas la oyen, son reconocidas como propias de su rebaño, y ellas entonces siguen a su Pastora, sobre lo cual, 

1º Considera lo primero, que el cuidadoso y solicito Pastor, apacentando su ganado con amorosa solicitud, dirige de cuando en cuando su voz a sus ovejas con ciertos signos y modos tan varios, que adiestradas ellas, y acostumbradas a sus ecos, entienden fácilmente lo que el Pastor quiere significarlas: y ellas obedecen con tal prontitud, que a las veces dejan los pastos en que están o recreando su paladar, o satisfaciendo la necesidad y el hambre que las aflige. A esta manera las ovejas de María oyen y obedecen la voz de su excelentísima Pastora y entienden cuanto ella quiere significarlas, seguras de que es tal su bondad, que jamás les llama la atención con su amorosa voz, sino para que atiendan y procuren su mayor bien; y por esto, se gloría esta Señora, diciendo: Mis ovejas oyen mi voz, y ellas me siguen y obedecen. Pondera, que siendo tres las condiciones que pueden observarse en las ovejas de María, como prudente y sabia Pastora, son también tres los tonos de voz de que usa para regir y custodiar su rebaño. Hay ovejas delicadas y enfermas, o porque no convalecieron perfectamente de los males que padecieron, o ya por la dificultad de desarraigar los malos hábitos contraídos en sus anteriores extravíos, o ya porque la fuerza de las pasiones pesa tanto sobre ellas, que solo a fuerza de una violencia continua, en que a las veces flaquea su fragilidad, pueden superar la guerra cruel y reñida que están sosteniendo de día y de noche con la ley repugnante que milita en sus miembros. A estas ovejas las llama esta Divina Pastora con una voz blanda y suave, que introduce hasta lo interior de sus almas la dulzura y suavidad que destilan sus virginales labios, dándolas con ella el confortante más poderoso para recobrar las fuerzas perdidas, y robustecerse en el camino de la virtud. Hay otras que se ven a punto menos que expirar, porque las dificultades que encuentran en el camino de la virtud y la experiencia de su propia fragilidad, junto con los ardides del demonio que se une a ellas, las tiene al borde de la desesperación, pareciéndolas no ser posible el sostenerse. A éstas las conforta su Divina Pastora, llamándolas con una voz dulce y compasiva, que las infunde una plena y segura confianza en los auxilios de la gracia, con que pueden superar toda dificultad. Las hay sordas a los llamamientos de Dios, y que resisten tenaces a sus inspiraciones santas: a estas las llama con voz alta, fuerte e imperiosa, infundiéndolas temor y asombro, para que si no el amor, a lo menos el temor de la ira de Dios y sus castigos, convierta sus corazones y las haga dóciles, humildes y obedientes, como lo es una oveja fiel, porque el buen Pastor debe obligar con el terror del castigo a sus ovejas cuando resisten a su voz (San Agustín, Epístola 50, a Bonifacio).
  
AFECTOS
Vos, ¡oh dulce Pastora!, no perdonáis diligencia alguna para que yo sea digna oveja de vuestro rebaño. En medio de mis extravíos, o abatido con mi propia miseria, me llamáis con voz caritativa y pastoral; y si esto no basta, me seguís a lo lejos llamándome e invitándome a que vuelva a vuestro rebaño, cuando yo, locamente seducido, me separo de él. Si me resisto, y me empeño en huir, Vos os llenáis de compasión y lloráis mi pérdida; pero no cesáis de llamarme con piedad, solicitando mi atención a vuestra voz, como si Vos tuvieseis necesidad de mí para conservar la gloria que os resulta de ser Pastora de la grey de vuestro Hijo Santísimo. A tanta bondad y ternura, no puede ya resistir mi corazón. Cesad, pues, de correr ya tras de mí llamándome con vuestra dulce voz, porque yo me rindo a ella. Vuestra voz penetró mi corazón, y con su virtud y magnificencia, se robustece mi debilidad: mi indocilidad cede, y remediados así los principios de mis males, no me separaré ya un momento del redil, donde vuestras ovejas oyen palabras de vida eterna de vuestra virginal boca.

Ovejas ingratas y descarriadas, ¡ojalá que vosotras entendierais la felicidad que disfrutaríais si dóciles y obedientes a la voz de vuestra Pastora, no os separaseis ni un punto de este redil santo! ¡Ah! Esta piadosa Madre, en el colmo de sus misericordias, os hace oír interiormente su voz reprendiendo vuestros extravíos: advertid que esta voz nace del Corazón amoroso de una Madre que os ama entrañablemente, no obstante vuestra ingratitud: que va detrás de vosotras llamándoos, cuando ingratas huís de su presencia, y os ofrece todo su valimiento y protección cuando merecíais ser abandonadas. No cerréis, pues, vuestros oídos a su voz, poniendo así estorbos al amor con que os busca y os llama. No la obliguéis a que enojada de vuestra pertinacia y endurecimiento, cese de llamaros, se retire, y os deje en manos de vuestros enemigos.
   
2º Considera lo segundo, la estimación y el aprecio que se merece la voz de esta Divina Pastora, ya sea dirigida a las ovejas enfermas, a las débiles, moribundas, o sordas y endurecidas; y esto lo podrás conocer por la excelencia de la Madre del Pastor Divino, que habla a sus ovejas con aquel lleno de grandeza y majestad, que es propia de la voz de Dios, puesta por Él mismo misericordiosamente en boca de tan digna Pastora, para comunicarnos sus órdenes, y voluntad santísima. Siendo, como lo es en efecto esta Señora, el conducto fiel que escogió el Omnipotente para adoctrinar al mundo, nos hace entender los documentos de vida eterna que su Santísimo Hijo predicó y enseñó con sus palabras y ejemplos. Por cuya razón, nada aventuramos con decir que la voz de esta nuestra Pastora es, en cierto modo y sentido, toda divina; y aun por esto, el Divino Esposo pide a ésta su querida Esposa, que haga resonar su dulce voz en sus oídos para recrearlos con su dulzura (Cánt., cap. 3, v. 14). Pondera aquí, alma mía, la atención con que debes escuchar la voz de tu Pastora, porque, si es tanta la que se merece la de un Monarca de la tierra, que nadie se atreve a despreciarla, ni aun contradecirla, ¿no es preciso confesar, que es sin comparación más respetable la voz de esta Divina Pastora, en quien reside la plenitud de autoridad, depositada en sus labios por su Divino Hijo, y que por consiguiente se profiere con todo el lleno de sabiduría celestial, que es necesario para dirigir, gobernar, corregir y enseñar a todo el rebaño místico de la Iglesia? Y así, no es extraño que de su voz tomasen lecciones los Apóstoles para anunciar a todo el mundo la doctrina del Evangelio: convertirlo a la ley de un Crucificado: reducir a penitencia a los pecadores más endurecidos: y aun librar a los ya muertos de las oscuridades de los sepulcros. Considera que si tan respetable es la voz de los pastores de la Iglesia, que dice el mismo Dios, el que os oye, a Mí me oye (Luc., cap. 10, v. 16), la voz de esta Pastora, a cuya custodia y asistencia son encomendados por Jesucristo los Apóstoles, los Doctores y Predicadores de su Evangelio, lo debe de ser mucho más sin comparación, y más teniendo, como tiene en sí misma, la virtud y la fuerza para producir todos los bienes que puedan apetecer las ovejas que la oyen. Ella penetra y se significa con virtud divina aun en las almas más criminales, si quieren aplicar sus oídos a sus ecos; y es tal su eficacia y su poder, que los saca de los espantosos senos de la muerte y la corrupción, y los resucita a nueva y ejemplar vida: de forma que no solo los anima para practicar las virtudes cristianas, sino que los fortalece también para emprender y realizar cosas tan prodigiosas que el mundo mismo, incapaz de penetrar este misterio, se asombra y queda atónito. Según esto, podemos conocer y confesar que no hay, ni debe haber en las ovejas de María otra solicitud mas digna de su atención que el oír la voz de su Pastora, guardarla, y conservarla en su corazón, para que, fructificando en él, copien en sí mismas las virtudes de la Pastora que las guía.
  
AFECTOS
Parece increíble, ¡oh Pastora Santísima!, que Vos tengáis la bondad de dirigir vuestra voz afectuosa y tierna, a mí que soy la misma nada: que derraméis en mi alma una consolación tan dulce, con los acentos formados en vuestros hermosos labios, y que sin embargo oiga yo esta voz con tanta indiferencia, y acaso con menor aprecio que si un hombre cualquiera me hablase de novedades impertinentes. ¡Ah! Yo bien conozco cuán criminal soy por esta ingratitud, y cuán justo es vuestro enojo contra mí por no haber estimado, cual debía, el imperio de vuestra soberana y pastoral voz. Yo, desgraciado e infeliz, desprecié más de una vez lo que Vos me decíais, ya en la lectura de los libros espirituales, o ya por boca de los Predicadores, que cooperan a la instrucción del rebaño de vuestro Hijo Santísimo: leyendo sin atención, u oyendo distraído, o cerrando de intento mis oídos por el recelo de que, al hablarme Vos, me intimaseis la ejecución de lo que yo debo practicar; pero ya quiero reparar estas faltas, escuchando vuestra voz con respeto, sea cual sea el conducto por donde llegue a mis oídos, y ejecutar fielmente cuanto ella me ordene.
  
Sí: estoy ya convencido: conozco que la voz amorosa de mi Pastora es digna de toda mi atención; y así, el poco aprecio que hasta hoy he hecho de ella, me obliga a reparar esta mi ingratitud: ya en adelante pensaré y meditaré de continuo sus preceptos, y la respetaré con toda la resignación de mi espíritu, convencido como estoy de su eficacia, de su grandeza y su fecundidad. Ella producirá en mi alma los frutos abundantes, que ha producido en el corazón de tantas sus ovejas santas y perfectas. Yo confieso su cuasi omnipotente virtud, y la considero por lo mismo capaz de transformar mi corazón en el modo que Vos queréis. Si ella me dice que es necesario mortificarme en la comida, en la bebida o en los regalos de mi cuerpo: si me manda renunciar todo cuanto ha recreado mis sentidos: si me ordena que quite la ocasión en que tantas veces he tropezado y por la que me he visto sumergido en el pecado; o que renuncie finalmente al mundo, a sus máximas y costumbres, yo lo ejecutaré todo con exactitud. ¡Virgen Santísima! ¡Pastora Divina!, confirmad esta mi resolución. ¡Espíritu Divino!, comunicadme vuestros auxilios para realizarla.
            
ORACIÓN
¡Oh, Pastora admirable!, cuya voz hace entender a todas tus ovejas la voluntad del Omnipotente, y los caminos por donde debemos marchar para santificarnos con su exacto cumplimiento; haced que esta vuestra voz se introduzca en mi corazón de una manera tan eficaz, con una fuerza tan penetrante, y con un eco tan claro y evidente, que no pueda resistirme a practicar cuanto Vos me ordenáis. Yo al presente, ¡oh Madre mía!, me encuentro en la firme resolución de ejecutarlo así: mas por la experiencia de mi infidelidad pasada, llego a desconfiar de mis propósitos, por firmes que me parezcan; y así si Vos no tenéis compasión de mi flaqueza y debilidad, no haré más que levantarme para caer: concededme, pues, la gracia de perseverar fiel, siguiendo el eco de vuestra voz, hasta entrar en los pastos eternos de la gloria. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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