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martes, 10 de octubre de 2023

MES DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – DÍA DÉCIMO

Compuesto por el Rev. P. Aniceto de la Sagrada Familia OCD en el año 1925.
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, con el corazón partido por el dolor que me causan los pecados cometidos contra Ti, vengo a pedirte perdón de ellos. Ten piedad de mí, oh Dios; según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Mira mi humillación y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Espero de tus bondades que no entrarás en juicio con tu siervo. porque no hay entre los vivientes ninguno limpio, en tu presencia, y que me perdonarás todas mis culpas, y me darás la gracia para perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Maestro sapientísimo en la ciencia del amor, que aleccionaste en la escuela de tu corazón adorable a tu pequeñita esposa Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole correr por la senda del amor confiado hasta llegar a la cumbre de la perfección, yo te ruego te dignes enseñar a mi alma el secreto del Caminito de infancia espiritual como a ella se lo enseñaste; para esto vengo en este día a tu soberana presencia a meditar los ejemplos admirables que nos dejó tu regalada Santita. Escucha benigno las súplicas que ella por nosotros confiadamente te dirige. ¡Oh Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia con todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías de colmarla de mayores gracias aún, con tal confiara por entero en tu infinita misericordia, Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí, y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas: te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de Víctimas pequeñas dignas de tu amor… Dígnate escoger a la pobrecita de mi alma para el número de esa legión y haz, por tu piedad que, atraída por la fragancia de las virtudes de tu esposa, corra por la senda del bien hasta llegar a la perfección del amor. Amén.
   
DÍA DÉCIMO – 10 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: ARMA PODEROSA
Opórtet semper oráre (S. Luc. XVIII, 1). Conviene orar siempre.
   
Bastara conocer la necesidad que de ella tenemos todos los cristianos, para que no dudáramos un momento en dedicarnos por entero a tan agradable como poderosísimo ejercicio. Pero a más de la necesidad que sentimos todos los mortales, dada la frágil substancia en la que vivimos y los múltiples encuentros con los enemigos que nos acosan sin cesar, de recurrir al Dios Omnipotente en demanda de socorros: «Señor, venid presto en mi ayuda»; tenemos el precepto y el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo que de continuo nos exhorta al ejercicio de la santa oración.
    
Comienza la obra de la redención humana por la oración asidua, acompañada de sus compañeras inseparables, el ayuno y la mortificación. Porque siempre será cierta la palabra de la maestra de la Oración, Santa Teresa: «Alma de Oración y regalada no se compadecen».
   
En su predicación se le ve siempre amigo de recomendar la doctrina de la oración: «Conviene orar siempre y jamás desfallecer. Orad para que no entréis en tentación». Y acompañando el ejemplo de su vida a la elocuencia de sus enseñanzas, «permanecía, según testimonio del evangelista San Mateo, horas enteras de la noche en la oración».
   
De este soberano ejercicio, como de un arsenal bien nutrido sacaba armas poderosas para vencer a sus enemigos. «Este enemigo no se vence sino por la oración», decía a sus amados discípulos. «Levantémonos y aprestémonos a la lucha, exclama después de dos horas de angustiosa oración en el Huerto de los olivos, he aquí que se acerca el que me ha de entregar a mis enemigos».
 
Y ya en la cruz, cátedra sagrada donde aleccionó al mundo, el divino Maestro, oró al Padre diciendo: «Perdonadlos, Padre mío, no saben lo que hacen… En tus manos encomiendo mi espíritu».
   
Y, por último, la vida eucarística de Jesús no es sino una oración continua elevada en sacrificio perenne al Padre por nosotros. Todo en el Sagrario nos convida a orar: el silencio profundo de la santa casa de Dios; la luz de la diminuta lamparilla que arde ante el divino prisionero; y el ejemplo de millones de Ángeles que rodean con sus alas y ensalzan con sus alabanzas a la Victima adorable.
   
Todos los cristianos, si quieren ser dignos de este nombre, deben dedicarse al ejercicio de la oración, como lo hacían nuestros antepasados en la fe, y de ella salían alegres para el martirio.
   
«No nos dejemos engañar por el demonio —dice Santa Teresa—, pues la oración es viaje divino y camino real para el cielo; por él se gana gran tesoro, y así no es mucho que el demonio se empeñe en estorbarlo, porque sabe el muy ladino que no podrá jamás contra un alma que se halle defendida con el arma poderosa de la oración».
    
La oración nos pone en conocimiento de nuestra gran miseria y de la necesidad que tenemos de recurrir al Señor, y así nos apercibimos para la batalla. Pues no hay fuerza más poderosa que la oración para vencer en las luchas de esta vida. De ahí que el enemigo combata con tanta energía a las almas dadas a la oración. «El demonio —dice Santa Teresa— ha inventado estos miedos de la meditación, para apartarlas de lo que es fortaleza invencible, pues almas sin oración son como cuerpo con perlesía o tullido, que, aunque tiene pies y manos, no los puede mandar». ¡Cuán grande es el poder de la oración! Diríase que es una reina que tiene siempre libre entrada en el palacio del Rey, pudiendo obtener todo lo que le pide. Para que la oración sea eficaz, no es preciso leer en un libro alguna hermosa fórmula compuesta para circunstancias determinadas; si así fuera, ¡cuán digna de lástima sería! «Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo: es un grito de agradecimiento y honor que elevamos al cielo lo mismo en medio de la tribulación que en el seno de la alegría. En fin, es algo elevado y sobrenatural, que dilata el alma y la une a Dios. Algunas veces, cuando se halla sumido mi espíritu en tan grande sequedad que es incapaz de producir un solo pensamiento bueno, rezo muy despacio un Padrenuestro o un Avemaría. Estas son las únicas oraciones que me encantan, que alimentan divinamente mi alma y le bastan». La meditación es principio para alcanzar todas las virtudes, y cosa que nos va la vida en comenzarla a todos los cristianos; y ninguno por perdido que sea, la había de dejar.
    
Medítese un momento y pídase la gracia que se desea recibir.
   
EJEMPLO: PRESERVACIÓN DE UNA TENTACIÓN
Gran Seminario de X. (Holanda)
Sor Teresita del Niño Jesús derrama también desde el cielo sus rosas sobre nuestro país protestante, y una de ellas ha caído sobre mí. Vime asaltado por la duda acerca de uno de los principales dogmas de nuestra santa Religión. Durante un año y medio he llevado la cruz; en fin, sintiendo el peso de mi desdicha, me he acordado de una promesa de Sor Teresita de pasar su cielo haciendo bien a la tierra, y acudí a ella con confianza absoluta. Acordóse sin duda de la prueba del mismo género que ella sufrió en otro tiempo, me acogió piadosa, y por su intercesión poderosa, yo que casi desesperaba de mi salvación, quedé enteramente libre de mi terrible tentación. En agradecimiento, quiero constituirme su apóstol en Holanda para que todo hombre desolado haga la experiencia de su poder cerca de Dios.
 
JACULATORIA: ¡Oh Santita querida! Haz que la Oración sea el rocío que fecunde mi alma.

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh venerada Santita!, que en medio de las tribulaciones que sufriste elevabas tus ojos con paciencia inquebrantable al cielo de donde todo auxilio venia para ti, haz, querida mía, que mi alma guste del sabroso manjar de la oración, para que, confortado con la esperanza del remedio divino, permanezca fiel en la oración; y para más obligarte, te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:
  
DEPRECACIONES
  • ¡FIorecilla de Jesús, que con tus perfumes virginales atrajiste hacia ti las miradas del Esposo divino, haz que nuestras plegarias merezcan la bendición del cielo! Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Virgen graciosa!, que supiste iniciarte en el corazón del Rey celestial, oyendo de sus labios divinos «Todo lo mío es tuyo», haz que se derrame sobre mi corazón la gracia de tu protección poderosa. Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Oh celestial criatura!, que nos prometiste que tus oraciones serían en cl cielo bien recibidas, ruega por nosotros y arroja la abundancia de gracias sobre nuestras almas, como la lluvia de rosas que prometiste hacer caer sobre la tierra. Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Atraído suavemente por el imán poderoso de tu amor a la escuela donde tus manos graciosas señalan a las almas el camino de la virtud infantil, tomo la resolución de poner en práctica tus enseñanzas a imitación de tu pequeñita esposa Santa Teresita. ¡Oh Jesús divino! Tú, misericordiosamente, te dignaste mirarla, y con solo la mirada de tus ojos claros, serenos, vestida la dejaste de tu hermosura. Dígnate, pues, te lo pido con fe, recompensar este devoto ejercicio, con la dulce y misericordiosa mirada dc tus ojos divinos. «Mas qué digo, ¡Jesús mío! Tú sabes muy bien que no es la recompensa la que me induce a servirte, sino únicamente tu amor y la salvación de mi alma». Te lo pido por la intercesión de tu florecilla regalada. ¡Oh querida Teresita! Es preciso que ruegues por mí, para que el rocío de la gracia se derrame sobre el cáliz de la flor de mi corazón, para fortalecerlo y dotarlo de todo cuanto le falta. ¡Adiós, florecilla de Jesús! Pide que cuantas oraciones se hagan por mí, sirvan para aumentar el fuego que debe consumirme. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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