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sábado, 4 de noviembre de 2023

EL ABORTO PRIVA DE LA VISIÓN BEATÍFICA (Cosa que los movimientos “pro-vida” se olvidan de mencionar en su lucha)

Traducción del Comentario de Patricius Anthony, contribuyente de TRADITIO NETWORK.
   
Porque los niños no bautizar han sido concebidos en un estado de pecado original y mueren en estado de pecado original, sin la gracia santificante en sus almas, ellos no pueden ver a Dios en la Visión Beatífica.
Sin embargo, porque no tienen pecado personal, ellos existen en el Limbo de los Infantes en un estado de bienaventuranza natural, no sobrenatural.
   
En un discurso para el Centro por la Virtud Cristiana, Tucker Carlson arremetió contra el aborto, afirmando que «no beneficia a la sociedad» y sí «erosiona sus mismos cimientos» (Tyler Durden, “Ver: Tucker Carlson lanza fuego en discurso antiaborto”, Zero Hedge, 25 de Septiembre de 2023). El ex-presentador de Fox News llamó a la lucha contra el aborto no un «debate político» sino una «batalla espiritual» (Katherine Hamilton, “Tucker Carlson: El aborto no es un ‘debate político’ sino una ‘batalla espiritual’”, Breitbart, 26 de Septiembre de 2023). El discurso viene cuando el tema del aborto ha calentado la campaña presidencial republicana.
   
Ciertamente Carlson tiene razón en su afirmación que la lucha contra el aborto es una batalla espiritual, pero él, como la mayoría del movimiento pro-vida, no entiende la tragedia mayor del aborto. La omisión por los antiabortistas de destacar este aspecto fundamental, y de ver el aborto a la luz de la eternidad, es una de las razones por las que el mal es todavía una parte legalizada del denominado mundo civilizado.
   
Aunque matar a los no nacidos es un crimen, se comete una injusticia mucho mayor de lo que es esta atroz ofensa. La mayoría de cristianos, incluido presumiblemente Tucker Carlson (quien fue criado como episcopaliano) y el Centro para la Virtud Cristiana, estarían de acuerdo que uno debe ser bautizado para tener una posibilidad de salvarse. El aborto niega esa oportunidad. Los infantes no bautizados no van al Cielo o al Infierno, pero tampoco pueden ver a Dios en la Visión Beatífica.
   
El aborto no es solo matar al no nacido, lo cual es atroz en sí mismo, sino que le niega entrar al Cielo. Si este aspecto se hubiese enfatizado desde el comienzo, se podría haber movilizado un apoyo público y judicial mucho mayor para prohibir tan abominable práctica.
   
Las prioridades cristianas de Tucker Carlson también están sesgadas cuando afirma: «El objetivo de la vida es tener hijos y verlos tener nietos. Nada te traerá tanta alegría como eso. Nada se le aproxima. ¿Cambiarías a tus hijos por tu trabajo? ¿Cambarías a tus hijos por cualquier cosa? Claro que no». 
   
Al contrario, el objeto de la vida es salvar el alma y, como lo enseñó el Divino Salvador, esto se hace amando a Dios «de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente», y amando «a tu prójimo como a ti mismo» (San Mateo XXII, 37, 39/Versión de Mons. Félix Torres Amat). Cristo es muy claro sobre los que ponen a los padres o los hijos por encima de Él: «Quien ama al padre o a la madre más que a Mí, no merece ser mío; y quien ama al hijo o a la hija más que a Mí, tampoco merece ser mío» (San Mateo X, 37/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
    
Por supuesto, los hijos son dones preciosos de Dios que añaden alegría y plenitud a la vida para los que pueden tenerlos. Sin embargo, los niños son pecadores y están en necesidad de cuidados e instrucción sobre cómo vivir una vida cristiana. Tristemente, a pesar de los esfuerzos y mejores intenciones de los padres, algunos hijos resultan malos.
   
El hecho que el aborto sea actualmente parte del discurso político demuestra hasta qué punto las figuras naturales de autoridad y las instituciones de la sociedad han fallado en cumplir sus roles de guías morales. Con todo, esto debía pasar con el creciente poder del Estado en todos los aspectos de la sociedad, usurpando el papel que la familia (incluyendo sus extensiones: tíos, tías, abuelos), iglesias, sacerdotes, árbitros, empleadores, filántropos y académicos tuvieron otrora. En otro tiempo, las cuestiones éticas se discutían y decidían fuera del aparato estatal, pero ahora casi toda decisión personal está sujeta a la interferencia del gobierno, que se ha convertido en el supremo árbitro de lo que está bien y lo que está mal.
   
El hecho de que los elementos de autoridad no gubernamental de la sociedad tengan poca influencia también es un factor que explica por qué la mayoría de los jóvenes no tienen mucha orientación moral sobre cómo conducir sus vidas y son susceptibles de apoyar los aspectos más corruptos de la sociedad. Los izquierdistas han reconocido esta condición desde hace mucho tiempo y han utilizado al Estado para impulsar su agenda en todo tipo de cuestiones sociales y económicas. Utilizando las palancas del Estado, una minoría pequeña y decidida puede imponer su voluntad a una mayoría desorganizada. Este estado de cosas es otro argumento más de por qué los pro-vida y los católicos deberían estar a favor de una descentralización política radical y la restauración de la autoridad natural en la sociedad tal como existía en la tan difamada Edad Media.
   
En última instancia, la erradicación del aborto legalizado no se logrará a través de la política. En lugar de disputas políticas, lo que debería dejarse claro a la multitud pro-aborto son las verdaderas consecuencias eternas de sus acciones, donde el Juez Divino, que no está sujeto a interferencia legislativa o a alguna tontería pervertida y falsa del “derecho a elegir”, entregará justicia perfecta.

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