«Hubo en cada dado momento un Papa realmente investido de la dignidad de Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia, cualesquiera que sean las opiniones que entre muchos puedan existir en cuanto a la legitimidad; no que un interregno [o vacancia, N. del T.] que durase todo el período fuese imposible o inconsistente con las promesas de Cristo, pues eso no es de modo alguno manifesto, sino que, en realidad, no hubo tal interregno […]. El gran Cisma de Occidente me sugiere una reflexión que tomo la libertad de expresarla aquí: su tal cisma no hubiese acontecido, la hipótesis de que tal interregno pudiese suceder parecería a muchos como algo quimérico. Dirían que no podría acontecer; que Dios no permitiría que la Iglesia llegase a un punto tan infeliz […]. Dirían, en fin, que no sería posible que la verdadera Iglesia permaneciese entre 30 a 40 años [N. del T.: tiempo que duró el Gran Cisma de Occidente con varios pretendidos papas dudosos] sin una Cabeza que con certeza fuese legítima y representante de Cristo en la Tierra. Pero, con todo, aconteció; y no tenemos ninguna garantía que eso no acontezca nuevamente, aunque esperamos fervorosamente que eso no vaya a acontecer […]. No pretendo ser profeta y tampoco pretendo prever infelicidades extraordinarias, de las cuales no tengo conocimiento alguno. Todo lo que pretendo es dar a entender que las contingencias en relación a la Iglesia, que no están excluidas en virtud de las promesas divinas, no pueden ser consideradas como imposibilidades prácticas, so pretexto de que serían terribles o desesperadoras en altísimo grado» (PADRE EDMUND JAMES O’REILLY SJ, The Relations of the Church to Society – Theological Essays, 1882, pág. 287).
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