Tomado de Facebook.
En la foto de arriba, Mons. Eduardo Gonzalo Redondo Castanera, obispo auxiliar de Quilmes, celebra la misa el 29 de diciembre de 2023 en ocasión de un encuentro los jóvenes voluntarios de Cáritas. Tirado en el piso, con una ¿estola? multicolor, con un mate junto al cáliz y con una imagen de la Ssma. Virgen que es un muñeco de trapo.
En la de abajo, el cardenal Ángel Sixto Rossi Ruiz SJ, arzobispo de Córdoba (Argentina), el día 5 de marzo, en ocasión de su visita al decanato de la ciudad de Córdoba, imparte la bendición con el Santísimo Sacramento, sin ningún tipo de ornamento —peor aún, en mangas cortas— y con el único signo de reverencia de Mons. Horacio Álvarez, uno de sus auxiliares, que está de rodillas. El resto de la asistentes —sacerdotes y obispos— permanecen sentados. Cabe mencionar que el cardenal Rossi es miembro del dicasterio para el Culto Divino.
Los cardenales y obispos pueden hacer lo que se les ocurre en materia litúrgica. Y los sacerdotes también. Saben que no serán sancionados; que el cardenal Arthur Roche no dirá nada. E incluso es probable que el mismo pontífice romano alabe su creatividad pastoral.
Sin embargo, esos mismos cardenales y obispos, y el mismo cardenal Roche, prohiben del modo más arbitrario y tajante la celebración de la misa que la Iglesia celebró durante más de mil quinientos años, y persiguen del modo más cruel a los sacerdotes que la celebran e, incluso, a aquellos que aún celebrando la misa de Pablo VI, osan incluir algún canto en latín o alentar a los fieles a comulgar de rodillas y en la boca.
Hay que ser ciego, estúpido, cínico o extremadamente hipócrita para no darse cuenta de lo que está ocurriendo.
WANDERER
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