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sábado, 18 de mayo de 2024

EL SAGRADO SUDARIO DE LOS MÁRTIRES DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO

Ostensión del Sagrado Sudario de los Mártires en la Basílica de San Pedro (década de 1930)

Puesto que es costumbre muy antigua en la Iglesia venerar no sólo las sagradas cenizas de los Santos, sino también aquellas cosas que han sido, por así decirlo, embellecidas por su contacto; por ello el paño o manta con el que se transportaban los cuerpos de los santos siempre se ha conservado en la Basílica Vaticana con la mayor veneración y reverencia el Paño o Sudario con que fueron transportados los cuerpos de los Santos Mártires desde los Cementerios hasta la citada Basílica.
   
Suele exponerse esta insigne reliquia a la pública veneración, mientras que después de las segundas Vísperas de la fiesta de la Ascensión ee Nuestro Señor se canta solemnemente el Te Deum. A continuación era incensada por el Celebrante, el cual después de cantado por los Cantores y el Coro el verso: Sancti et justi in Dómino gaudéte, allelúja; con el responsorio: Vos elégit Deus in hæreditátem sibi, allelúja, concluye toda la sacra función con la Oración: Præsta, quǽsumus, omnípotens Deus: ut, qui gloriósos Mártyres fortes in sua confessióne cognóvimus, pios apud te in nostra intercessióne sentiámus. Per Christum Dóminum nostrum. Amen.
   
Se expone dicho Sudario sobre la logia del gran pilar de la Cúpula, donde se conserva continuamente la venerable Cabeza de San Andrés Apóstol*, y donde se suelen mostrar al pueblo todas las sagradas reliquias de la Basílica en la segunda fiesta de Pascua, dirigiéndose al otro pilar, donde se conservan las reliquias mayores, esto es, el Divino Rostro de Nuestro Señor, llamado la Verónica, la Lanza, y un insigne fragmento de la Santa Cruz. Queda pues el dicho Sudario expuesto en aquella logia continuamente hasta el uno de agosto, fiesta de las Cadenas de San Pedro, en el cual después de las segundas Vísperas se canta nuevamente el Te Deum con las otras preces, y viene luego removida y repuesta con las otras reliquias en la Capilla especialmente destinada para su uso.
    
Aquel Sudario, aunque en sí misma no es más que materia inerte y carente de virtud alguna en sí misma, es sin embargo capaz de despertar en nosotros el dulce recuerdo de aquella sangre, que ya ha sido testimonio de nuestra Santa Fe durante muchos siglos; se difunden las de nuestros cristianos antiguos, generosos y santos; y como cualquiera que mira las armas de algún valiente guerrero empapado en sangre, por cobarde y tímido que sea, inmediatamente se ilumina de ardor, se prepara para la guerra, toma ánimo y coraje para emprender acciones valientes; así nosotros, al contemplar esos restos que creemos embellecidos con las cenizas, o con la sangre de tantos de nuestros más grandes y generosos campeones, por grandes que sean nuestra frialdad y timidez, no podremos evitar que nuestro corazón se apresure a imitar sus virtudes; Teniendo ante nuestros ojos una llama tan ardiente, que al mismo tiempo nos ilumina y nos calienta para seguir sus pasos, ¿cómo permaneceremos inertes y ociosos? El cristiano tiene pues una guerra abierta y continua contra el mundo, contra el diablo y, más aún, contra sí mismo, con el ejemplo y la veneración de los santos. Los mártires que derraman su sangre para pisotear a estos enemigos tomarán nuevas energías, fuerzas y coraje, teniendo en ellos un digno objeto de gran admiración y continua imitación.
   
No es sin grande misterio que se ve ornado el sagrado Sudario con la gran Cruz de oro con la cual viene bordado el tapiz que lo recubre. Hay una gran conexión entre la Cruz y los Mártires; porque estos abrazando la Cruz merecieron la corona, y reconocieron la virtud de la Cruz en todos sus tormentos. Por eso al mirar sobre el Sudario de los Mártires el sagrado signo de la pasión del Rey de los Mártires, cada uno podráà comprender que no hay mejor forma de obtener su protección sino abrazando estrechamente la Cruz de Cristo, la cual ha elevado a los santos a la corona de la gloria.
    
ORACIÓN QUE PUEDE REZARSE ANTE EL SAGRADO SUDARIO DE LOS SANTOS MÁRTIRES
   
Me inclino profundamente ante vosotros, oh benditos ciudadanos del cielo, gloriosos mártires de la Santa Iglesia, campeones invictos de nuestra religión. Fuisteis los primeros en regar con vuestra sangre esta tierra afortunada de Roma, en autentificar la verdad de la fe que profesábais y en comunicar a todos los miembros de la Iglesia (entre los cuales, por mi gran fortuna, también me encuentro) las ventajas y beneficios de vuestra muerte. Mucho más preciosas que cualquier joya y cualquier tesoro, considero las sagradas cenizas y restos, que este venerable templo contiene de vosotrosny de otros santos en inmensas cantidades, y aquel SUDARIO, que representa para mí la insignia de vuestro combate invicto, de la victoria singular y el triunfo glorioso que lograsteis. Al ver tan notable trofeo, mi espíritu exulta de alegría desbordante y extiende todas las gracias a vuestro Dios y al mío por haberos iluminado con una fe tan viva, fortalecido con una esperanza tan valiente y armados con una caridad tan ardiente, que despreciando y pisoteando todo lo que aprecia, aspira y busca el Mundo engañoso, lo único que amasteos y deseasteos, el cual con toda seguridad podría conduciros a la bienaventurada eternidad. Ahora bien, ya que vuestros santos deseos y vuestras frecuentes oraciones os han obtenido de Dios tan envidiable destino; os ruego que escuchéis mis gemidos, pecador sí, pero también vuestro hermano redimido con la Sangre de Jesucristo a quien tanto amáis de manera inconcebible, y ante la vista de tantas miserias mías, rogad a Dios para que se digne dirigirme una mirada lastimera, para que, siguiendo el ejemplo de San Pedro, cuyas preciosas reliquias venero aquí, me deshaga en lágrimas de amarga compunción, y, habiendo desterrado todo amor del mundo, camine el camino de virtud que habéis seguido en esta vida. Al recorrer así el mismo camino que vosotros, yo también podré finalmente disfrutar de Dios y amarlo junto a vosotros para siempre en la gloria. Pero aún sabéis que nuestra miserable humanidad necesita sustento y muchos subsidios temporales; y que la satisfacción en estas necesidades nos despierta y empuja el corazón a desear con mayor confianza las cosas espirituales y eternas. Interponeos, pues, ante el Altísimo, de quien sois acogidos, para que nos ayude no sólo en el alma, sino también en lo necesario para nuestra vida, y en particular nos obtenga la gracia, pero en cuanto y cuando agrada a Su Divina Majestad, y nunca en lo que pueda hacernos desviarnos del recto camino de la eterna salvación, como vosotros mismos deseáis y nos habéis dado ejemplo. Cada vez que me atrevo a venerar vuestro manto y esta basílica sacrosanta, me prometo para siempre que reforzaré esta resolución mía otras tantas veces. Mientras tanto, validadlo con vuestros méritos y presentadlo al Señor, en quien vivís y reináis por los siglos de los siglos.

Se puede rezar devotamente un Pater noster al Padre Eterno, padre de las luces y de los dones, en acción de gracias por la fe viva que concedió a nuestros santos; un Pater al Hijo que los animó con verdadera esperanza, les hizo tolerar todo martirio, haciéndolos partícipes de su pasión; un Pater al Espíritu Santo, que los inflamaba con una caridad ardiente, de la que ya nada podía separarlos. Finalmente agradecerás a las tres divinas personas con un Gloria Patri, etc. o con el Te Deum, y cerrar con los versos y la siguiente oración:

℣. Sancti et justi in Dómino gaudéte: Allelúja [Alegraos, Santos y Justos, en el Señor, aleluya].
℟. Vos elégit Deus in hæreditátem sibi: Alleluja [Dios os eligió en heredad Suya, aleluya].

ORACIÓN
Præsta, quǽsumus, omnípotens Deus: ut, qui gloriósos Mártyres fortes in sua confessióne cognóvimus, pios apud te in nostra intercessióne sentiámus. Per Christum Dóminum nostrum [Concedednos os suplicamos, oh Dios Omnipotente, que quienes conocimos fuertes en su confesión a los gloriosos Mártires, sintamos piadosos su intercesión por nosotros ante vuestra Presencia. Por Jesucristo Nuestro Señor]. Amen.

Regole per la devozione della sacra Coltre deI SS. Martiri esposta nella Sacrosanta Basilica Vaticana (Reglas para la devoción del Sagrado Sudario de los Santos Mártires expuesto en la Sacrosanta Basílica Vaticana). Roma, imprenta de Benedetto Guerra, 1864.

* La Cabeza de San Andrés Apóstol se conservó en la Basílica Vaticana hasta 1964, cuando Pablo VI Montini la entregó a los cismáticos griegos como gesto ecuménico.

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