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viernes, 31 de mayo de 2024

REALEZA DE MARÍA


La memoria de Santa María Virgen Reina es, evidentemente, paralela a la solemnidad de N. S. Jesucristo Rey, y hay que decir que, prácticamente le ha dado pie el arraigo de esta última. Pero los primeros cristianos ya consideraban a la Virgen digna de ser llamada «Reina». El primero en llamarla así fue en realidad San Efrén de Siria, teólogo, escritor y santo de origen siríaco que vivió en el siglo IV y doctor de la Iglesia católica. En uno de los veinte himnos que dedicó a la Virgen, a la que era muy devoto, se dirige a ella de la siguiente manera: «Virgen Augusta y Dueña, Reina, Señora, protégeme bajo tus alas, guárdame, para que no se gloríe contra mí Satanás, que siembra ruinas, ni triunfe contra mí el malvado enemigo». 

El Concilio de Éfeso del siglo V definió a la Virgen María Theotokos, «Madre de Dios». De aquí nacieron muchas formas de devoción popular a lo largo de los siglos, culminando con la coronación de la Virgen María Reina, muchas veces con preciosas coronas de oro y joyas recogidas de los fieles como ofrenda penitencial.

Aunque ya en los congresos marianos de Lyon de 1900 (donde se hizo un voto para la institución de la «fiesta de la realeza universal de María» y para añadir en las letanías lauretanas la invocación «Reina del mundo, ruega por nosotros»), de Friburgo en 1902 (donde se pidió que la fiesta se fijase a 31 de mayo), y de Einsiedeln de 1906 (donde de un modo más general se pidió que los nuevos textos litúrgicos sirvieran de clausura al mes mariano) se había solicitado la instauración de una fiesta de la realeza universal de María como colofón del mes de mayo mariano, su creación fue paralela a la de Cristo Rey, instaurada por Pío XI Ratti en 1925. 

En 1933 María Desideri fundó en Roma el movimiento internacional Pro regalitáte Maríæ con ese fin, y se recogieron innumerables peticiones, entre ellas de obispos y personalidades católicas, que se presentaron en doce volúmenes al Papa Pío XII Pacelli. 
  
En el mismo año de 1933 el obispo Ángel María (en el siglo José Pablo) Hiral OFM de Puerto Saíd (Egipto) bendecía la primera piedra de una catedral dedicada a María, Reina del mundo, consagrada después solemnemente por un legado papal el 13 de enero de 1937. Junto a las manifestaciones de culto uno de los primeros efectos de este movimiento fue el de suscitar diversos estudios sobre el tema. Comenzó con un trabajo famoso titulado De Beáta María Regína disquisítio, de Lambert de Gruyter.
   
Finalmente este papa, tras publicar la Encíclica Ad cœli Regínam del once de octubre de 1954, instituyó la fiesta el uno de noviembre de dicho año, con motivo del I centenario de la definición dogmática de la Inmaculada, para el treinta y uno de mayo, como culminación del Mes de María. Como signo tangible de aquel hecho volvió a coronar con su mano a la venerada imagen de María Salus Populi Romani. Los textos propios de la misa y del oficio de la nueva fiesta vieron la luz pocos meses después.
  
ORACIÓN
Suplicámoste nos concedas, Señor, a los que celebramos la solemnidad de la Bienaventurada Virgen María nuestra Reina, que, fortalecidos con su protección, merezcamos conseguir la paz en la vida presente y la gloria en la futura. Por J. C. N. S. Amén.

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