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lunes, 19 de agosto de 2024

MES DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN – DÍA DECIMONOVENO

Traducción de la devoción dispuesta por el padre Antoine Ricard S.Th.D., Canónigo honorario de Marsella y Carcasona, y publicada en París por la Librería de los Hermanos Perisse en 1878.
   
MES DE SANTO DOMINGO, O EL MES DE AGOSTO CONSAGRADO A LA MEDITACIÓN DE LA VIDA Y LAS VIRTUDES DE SANTO DOMINGO
   

Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
19 DE AGOSTO – DÍA DECIMONOVENO DEL MES DE SAN DOMINGO: EL HÁBITO DE LOS FRAILES DOMINICOS
   
PRELUDIO
Reunámonos para escuchar la historia, que nos contó Sor Cecilia, sobre los orígenes del hábito dominico.
               
PENSAMIENTOS Y RASGO HISTÓRICO
Había entonces en Francia un célebre doctor llamado Reginaldo, que había enseñado Derecho canónico en París durante cinco años, y que a la sazón era deán del cabildo de San Aniano de Orléans. En el año 1218 fue a Roma para visitar el sepulcro de los Santos Apóstoles, proponiéndose marchar luego a Jerusalén para venerar allí el del Señor. Pero esta doble peregrinación no era más que el preludio de un nuevo género de vida que había resuelto abrazar.
«Dios le había inspirado el deseo de abandonarlo todo para dedicarse a la predicación del Evangelio y se estaba preparando para este ministerio, sin saber aún de qué manera lo cumpliría, pues ignoraba hubiera sido instituida una Orden de Predicadores. Sucedió que en una conversación confidencial que sostuvo con un cardenal, abrió su corazón sobre este asunto, diciéndole pensaba abandonarlo todo para predicar la doctrina de Jesucristo por todas partes en estado de pobreza voluntaria. Entonces el cardenal le dijo: “Precisamente acaba de constituirse una Orden que tiene por fin unir la práctica de la pobreza al oficio de la predicación, Y tenemos en la ciudad al General de la nueva Orden, qué se ocupa en anunciar la palabra de Dios”. Al oír esto el maestro Reginaldo, se apresuró a ir en busca del bienaventurado Domingo y revelarle el secreto de su alma. La vista del santo y la gracia de sus discursos le sedujeron, y resolvió desde aquel momento a entrar en la Orden. Pero la adversidad, que es lo que sirve de prueba a todos los santos proyectos, no tardó en oponerse al suyo. Enfermó tan gravemente, que la naturaleza parecía sucumbir bajo los asaltos de la muerte; tanto, que los médicos desesperaban de salvarle. El bienaventurado Domingo, afligido al considerar la pérdida de aquel cuyos servicios no había podido utilizar aún, se dirigió la Divina Misericordia con insistencia, suplicándole, según contó luego a sus hermanos, no le privase de un hijo que había sido más bien concebido que nacido, y le concediese la vida, al menos por algún tiempo. Mientras oraba dirigiendo esta súplica, la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Señora del mundo, acompañada por dos jóvenes de una belleza inconmensurable, se apareció al maestro Reginaldo, despierto y consumido por el ardor de la fiebre, oyó a la Reina del Cielo que le decía: “Pídeme lo que quieras y te lo concederé”. Al comenzar a deliberar, una de las jóvenes que acompañaban a la Bienaventurada Virgen le sugirió la idea de no pedir nada, sino entregarse a la voluntad de la Reina de la Misericordia, cosa que aceptó de muy buena gana. Entonces aquella, extendiendo su mano virginal, le hizo una unción sobre los ojos, las orejas, la nariz, la boca, las manos, los riñones y los pies, pronunciando al mismo tiempo palabras apropiadas a cada una de las unciones. Sólo he podido comprender las palabras relativas a la unción de los riñones y de los pies. Al tocar los riñones dijo: “Ciña tus lomos el cordón de la castidad”, y al tocar los pies dijo: “Unjo tus pies para la predicación del Evangelio de paz.” luego le mostró el hábito de los Frailes Predicadores, diciéndole: “He aquí el hábito de tu Orden”, y desapareció ante sus ojos. Reginaldo se sintió curado al momento, ungido como lo había sido por la Madre de Aquel que posee el secreto de toda salvación. A la mañana siguiente, cuando Domingo vino a verle y le preguntó familiarmente cómo se encontraba, respondió que no sentía ya mal alguno, y le contó su visión» (Vida de Santo Domingo, por el Beato Humberto de Romans).
Comentando esta visión, el padre Lacordaire dijo:
«Hemos dicho que Domingo fue durante largo tiempo canónigo de Osma y que en Francia había continuado el uso de su hábito, habiéndolo adoptado también para su Orden. Este hábito consistía en una túnica de lana blanca recubierta por una sobrepelliz de lino, envueltas ambas por una capa y una capucha de lana negra. Pero en el vestido que la Santísima Virgen mostró a Reginaldo, la sobrepelliz de lino estaba reemplazada por un escapulario de lana blanca; es decir, por una simple banda de tela, destinada a cubrir la espalda y el pecho, descendiendo por ambos lados hasta las rodillas. Este vestido no era nuevo. Se habla de él en la vida de los religiosos de Oriente, que lo adoptaron, sin duda, como complemento de la túnica, cuando el trabajo o el calor les obligaba a despojarse del manto. Nacido del sentimiento de pudor, cayendo como un velo sobre el corazón del hombre, el escapulario había llegado hacer en la tradición cristiana el símbolo de la pureza, y en consecuencia, el hábito de María, la Reina de las Vírgenes. Al mismo tiempo que ceñía María en la persona de Reginaldo toda nuestra Orden con el “cíngulo de pureza” y preparaba sus pies para la “predicación del Evangelio de paz”, con el escapulario le daba el signo exterior de esta virtud de los ángeles, sin la cual es imposible sentir y anunciar las cosas celestiales.
    
Después de este gran acontecimiento, uno de los más famosos de la antigüedad Dominicana, Reginaldo salió para Tierra Santa, de dónde le veremos volver en su día, y la Orden abandonó la sobrepelliz de lino, reemplazándola por el escapulario de lana, convertido en parte principal y característica de su indumentaria. Cuando un religioso predicador hace profesión, su escapulario es lo único que bendice el prior que recibe sus votos, y en ningún caso puede salir de su celda sin haberse revestido con él, ni para que le lleven al sepulcro».
           
PRÁCTICA: Renuévate en estima y amor delicado de la hermosa virtud de la pureza.

INVOCACIÓN: Santo Domingo, resplandeciente en el coro de los Vírgenes, ¡ruega por nosotros!
   
LETANÍA DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
   
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
   
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
   
Magno Padre Santo Domingo, ruega por nosotros.
Lumen de la Iglesia, ruega por nosotros.
Luz del mundo, ruega por nosotros.
Antorcha del siglo, ruega por nosotros.
Predicador de la gracia, ruega por nosotros.
Rosa de paciencia, ruega por nosotros.
Sedientísimo por la salvación de las almas, ruega por nosotros.
Deseosísimo del martirio, ruega por nosotros.
Gran director de las almas, ruega por nosotros.
Varón evangélico, ruega por nosotros.
Doctor de la verdad, ruega por nosotros.
Marfil de castidad, ruega por nosotros.
Varón de corazón verdaderamente apostólico, ruega por nosotros.
Pobre en bienes temporales, ruega por nosotros.
Rico en la pureza de vida, ruega por nosotros.
Tú que cual antorcha ardías de celo por los pecadores, ruega por nosotros.
Trompeta del Evangelio, ruega por nosotros.
Heraldo del Cielo, ruega por nosotros.
Modelo de abstinencia, ruega por nosotros.
Sal de la tierra, ruega por nosotros.
Resplandeciente como el sol en el templo de Dios, ruega por nosotros.
Tú que te apoyaste en la gracia de Cristo, ruega por nosotros.
Revestido de estola real, ruega por nosotros.
Flor de flores elevada en el jardín de la Iglesia, ruega por nosotros.
Tú que regaste la tierra con tu piadosa sangre, ruega por nosotros.
Trigo recogido en los silos del Cielo, ruega por nosotros.
Resplandeciente en el coro de los Vírgenes, ruega por nosotros.
Jefe y padre de la Orden de Predicadores, ruega por nosotros.
Para que en la hora de la muerte seamos recogidos contigo en el Cielo, ruega por nosotros.
   
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
    
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue mi clamor hacia Ti.
   
ORACIÓN
Te suplicamos, Dios Omnipotente, nos concedas a cuantos padecemos bajo el peso de nuestros pecados, alcanzar el patrocinio de tu confesor nuestro bienaventurado Padre Santo Domingo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠ , y del Espíritu Santo. Amén. 

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