«Pero no os sorprendais de que haya llamado a los judíos dignos de lástima. En realidad son dignos de lástima y miserables. Cuando tantas bendiciones del Cielo llegaron a sus manos, las rechazaron y se esforzaron por rechazarlas. La mañana del Sol de Justicia salió para ellos, pero ellos rechazaron sus rayos y siguen sumidos en la oscuridad. Nosotros, que nos nutrimos de la oscuridad, atrajimos la luz hacia nosotros y nos liberamos de la oscuridad de su error. Eran ellos las ramas de esa raíz santa, pero esas ramas fueron cortadas. No tuvimos parte en la raíz, pero sí cosechamos el fruto de la piedad. Desde su infancia leyeron a los profetas, pero crucificaron a Aquel a quien los profetas habían predicho. No escuchamos las profecías divinas, pero sí adoramos a Aquel de quien profetizaron. Y por eso son dignos de lástima porque rechazaron las bendiciones que les fueron enviadas, mientras que otros se aferraron a estas bendiciones y las atrajeron hacia sí. Aunque aquellos judíos habían sido llamados a la adopción de hijos, cayeron en parentesco con los perros; y nosotros, que éramos perros, recibimos la fuerza, por la gracia de Dios, para dejar de lado nuestra naturaleza irracional y elevarnos al honor de hijos. ¿Cómo lo demuestro? Cristo dijo: “No es justo tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros”. Cristo se dirigía a la mujer cananea cuando llamó a los judíos hijos y a los gentiles perros».
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Contra los judíos, Homilía 1.ª, cap. II, 1.
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