Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA DÉCIMO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, convidador y convite: convite sustancioso: convite de vendimia, de gruesas medulas, de vendimia sin heces (Isa. 25, 6).
II. ¿A quién viene? Al hombre, desnudo del vestido nupcial; y si por ventura vestido de él, pero A lo menos inmundo con muchas manchas, y muy indigno de tan magnífico y soberano convite (Matth. 22, 12).
III. ¿A qué viene? A satisfacerlo con este convite, y con esto cobre fastidio a los nocivos e insípidos manjares de este mundo, y anhele con vivas ansias por comer la cena de las bodas del Cordero, de la cual es imagen la santa Eucaristía (Apoc. 19, 9).
Aspiración: ¡Quién me diera a comer de sus carnes para saciarme! Porque su carne es verdadera comida, y su sangre verdadera bebida (Job 31, 31; Joann. 6, 56). ¡Oh gran Dios, cuán inmensa es la muchedumbre de la dulzura tuya, que ocultaste en este Sacramento para aquellas almas que temen (Psal. 30, 20)! Guste y vea yo cuán suave sois para los que frecuentan este convite que aquí les hacéis, tan abundante y generoso. ¿Qué Señor llegó a sustentar con su cuerpo у con su sangre al esclavo que redimió? Vuestra humildad confunde mi soberbia, pues siendo nada por mi ser, a nadie quiero servir, ni aun a Vos, que sois mi Criador. Benignísimo Señor, avivad mi fe cuando me llegue a vuestro Altar, porque sin vuestra luz no es posible acertar a agradecer el beneficio que me hacéis de haceros a un mismo tiempo mi convite y mi convidador. Suplid Vos lo que falta, y prestadme la vestidura nupcial de la gracia para dignamente llegar a vuestra mesa, y no incurrir en la sentencia formidable del otro convidado, que por no tenerla fue condenado a las tinieblas exteriores (Matth. 22, v. 12 y 13).
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Jesucristo en medio de tu corazón como ceñido con las especies eucarísticas, y que te administra la vianda que dura hasta la vida eterna: y a ti comiendo este manjar divino hasta saciarte; pero con ansias tan llenas de amor suyo, que todavía desees comer más (Luc. 12, 39; Joann. 6, 27; Eccli. 24, 29).
II. Ámalo sobre toda la dulzura y suavidad de los manjares del mundo, mortificando de tal manera su gula, que comiences a gustar y ver cuán suave es el Señor (Psal. 33, 9).
III. Pide te conceda el don de ardentísima caridad, para que solo Dios te sepa bien, y todo lo que no sea Dios te sepa mal.
Aspiración: ¿Quién soy yo, siervo tuyo, para merecer inclinaras tus ojos sobre este perro muerto, semejante solo a sí mismo, y lo colocaras entre los convidados de tu mesa? (2. Reg. 9, v. 7 y 8). Solamente un amor tan infinito como el vuestro pudiera justificar tal exceso. Porque, Dios mío, ¿qué tiene que ver vuestra grandeza con mi bajeza? Sin embargo, como Vos siendo rico quisisteis haceros pobre para hacernos ricos con vuestra pobreza (2.ª Cor. 8, 9), y mostrar las riquezas de gloria en estos vasos de misericordia, que preparasteis para vuestra honra (Rom. 9, 23), no rehusasteis abatir vuestra soberanía por elevar nuestra miseria: os redujisteis, siendo inmenso, al corto espacio de la hostia; y como en el Cenáculo de Jerusalén os ceñisteis con una toalla para lavar los pies de los discípulos, también aquí os ceñís en cierto modo, para purificar mi alma con los blancos accidentes de la Eucaristía. ¡Oh convite regalado! ¡Oh inefable convidador mío! Tu amor te ha traído a mi pecho. No quedo contento con haber comido esta vez de tu propia carne, que me sirves Tú mismo; otras infinitas veces quiero comer, porque este manjar aunque sacia, no fastidia como los corruptibles de la tierra. ¡Oh, quién no tuviera necesidad de ningún sustento corporal! Entonces sí que os gustaría mejor. Pero ya que estoy constituido en la triste necesidad de sustentar el cuerpo, será de un modo que no exceda los términos de lo muy necesario, para que nunca la carne se rebele contra el espíritu, y Vos, convidador mío, haréis que viva yo contento con solo el manjar de vuestro cuerpo soberano, de cuya virtud confío recibir un total fastidio á los manjares del mundo. Gracias infinitas os doy por tan imponderable favor.
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