Recopilación de tres vídeos:
- FSSPX.IT/Media – Introducción al “Gran Orden”, con un excursus sobre la cuestión cabalística – también aquí en YouTube
- FSSPX.IT/Media – El Gran Orden desde las antiguas profecías hasta el fin de los Tiempos
- FSSPX.IT/Media – Notas sobre el Gran Desorden, del Mesías Perdido a los Mesianismos Ideológicos
publicados por el canal "Media" de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, y texto (publicado en ocho partes en Radio Spada) del discurso «Jerusalén vista desde el Monte de los Olivos. Una mirada al gran orden y al gran desorden», de Andrea Giacobazzi. Tomado de RADIO SPADA.
JERUSALÉN VISTA DESDE EL MONTE OLIVETE: UNA MIRADA SOBRE EL GRAN ORDEN Y EL GRAN DESORDEN
El título que propongo para esta intervención —Jerusalén vista desde el Monte Olivete— es lo suficientemente genérico como para no obligarme a entrar en el espacio concedido a una síntesis demasiado penalizadora de los argumentos y, al mismo tiempo, espero, lo suficientemente evocativo como para dejar a quienes lo utilicen la posibilidad de profundizar de forma independiente en los temas individuales tratados. Si en 2014 [1] abordé brevemente el camino que condujo del Antiguo Israel al Nuevo y, dentro del mundo judío, al nacimiento del sionismo, aquí, ampliando el campo, será posible simplemente pintar algunos frescos, destacando los aspectos más interesantes. En resumen, no pretendo presentar un tratamiento orgánico, sino destacar algunos pasajes fundamentales y aspectos individuales que me parecen argumentos clave.
Cualquiera que haya tenido la fortuna de visitar la Ciudad Santa sabe que el Monte Olivete está cubierto por un imponente cementerio: a lo largo de los siglos, los judíos, inspirados por el profeta Zacarías e identificando esa zona como el lugar desde donde comenzarían a resucitar a los muertos, crearon innumerables entierros. El Mons Oleárum también alberga el maravilloso Dóminus Flevit, una iglesia que recuerda el llanto del Señor, desde cuya vidriera, a través de la cual se puede ver toda la ciudad, se tomaron las más bellas postales de Jerusalén. Recordando que Palestina, en sentido amplio, forma parte de la región histórica de Siria, podríamos añadir que en Damasco se encuentra la Gran Mezquita de los Omeyas, con el minarete de Jesús, desde donde, según la tradición local, debía descender al final de los tiempos. También en Siria encontramos la ciudad de Dabiq, que dio nombre a la revista ISIS, ya que se remonta al escenario escatológico de un enfrentamiento militar. Esto solo, junto con muchas otras cosas que no se pueden relatar por razones de brevedad, debería decirnos algo sobre el peso de la esjatología en los acontecimientos del Cercano Oriente y su complejidad.
Pero la pregunta trasciende Tierra Santa, el Mediterráneo y Oriente, y, en síntesis extrema, es esta: todo hombre siente un abismo que lo separa de su meta final. La forma en que se llena este abismo tiene consecuencias no solo individuales, sino, inevitablemente, sociales y políticas. La auténtica respuesta a este vacío solo puede ser el Hombre-Dios, no solo el defensor de una doctrina, sino el Redentor que ofrece su Presencia Real.
Nota: La respuesta cristiana es válida, como veremos, precisamente porque no se limita a seguir la pregunta, sino que la precede ontológica y causalmente; porque no es solo la solución a una necesidad, sino el fundamento mismo de las razones de la necesidad misma. Aunque este no es el lugar para profundizar en el tema, puede afirmarse que la relación entre la doctrina de Dios, el culto a su Presencia real y la vida del hombre (individual o no) es la clave fundamental para comprender toda la historia humana.
En este punto, la esencia del asunto ha sido bien comprendida por el Padre R. Plus en su obra Dios en nosotros, donde dice: «Si Dios se hubiera conformado con ofrecernos una fórmula para pagar la deuda, un mandamiento que observar, no lo habríamos entendido. Los judíos, en el Antiguo Testamento, tenían las Tablas de la Ley. Un trozo de papel no basta para atraer a los hombres, y la historia de Israel es la historia de continuos olvidos y negaciones, renovados sin interrupción. La fórmula dejará de ser una mera fórmula y el mandamiento dejará de ser un simple mandamiento. La palabra tomará forma y, en lugar de operar según las reglas escritas en un trozo de papel, actuará siguiendo los pasos de un Hombre» [2].
Veremos mejor más adelante cómo el rechazo del verdadero Mesías —el hijo del Hombre, Cristo— dentro del judaísmo ha determinado un mesianismo sustituto (a menudo político) y cómo, por otro lado, el rechazo islámico del cumplimiento profético en Jesús ha dado lugar a un nuevo aparato profético, con sus ya conocidas consecuencias. Todo esto, por lo tanto, nos sugiere algo sobre la razón del caos que caracteriza a Oriente Próximo y su política neurótica.
Por lo tanto, no solo la esjatología, sino en general la relación entre Dios y el hombre, es un motor de la historia, pues es precisamente a través de esta relación que se responden las preguntas fundamentales de los hombres que viven en la polis. Existe una buena política, que es coherente con la Verdad, y una mala política, que la contradice. Si bien es cierto que la historia está llena de católicos que han incurrido en malas políticas, es igualmente innegable que estos católicos lo han hecho yendo en contra de los fundamentos de la fe. Por lo tanto, puede decirse que la adhesión externa a la Verdad es la condición sine qua non de la buena política, necesaria pero no suficiente.
En este punto, se hace evidente la doble relevancia de la relación entre el hombre y Dios en el ámbito político: no solo por la acción que Dios determina en la historia de la que es Señor, sino —en cierto sentido, de manera menor y complementaria— por cómo el hombre acepta o rechaza la misma acción de Dios. Dos ejemplos pueden aclarar nuestras ideas:
- Parece difícil no considerar el papel de la Madre de Dios como Reina del Cielo y de la Tierra, a través de algún elemento de mariología política. El caso de la fundación de la patria mexicana a partir de los eventos de las apariciones de Guadalupe es válido para todos: todo mexicano es guadalupano, se repite a menudo. Que el culto relacionado con la famosa aparición fue la base de esa Patria, o –para usar un término ambiguo– su mito fundacional, es un hecho reconocido incluso en círculos intelectuales liberales y masónicos [3]. En realidad hay muy poco mítico y mucho real en el cuidado que María tuvo al presentarse a Juan Diego, al actuar (incluso políticamente) convirtiéndose en Fundadora y Reina de México.
- Tenemos entonces la respuesta que el hombre da a la acción de Dios. San Luis IX, a diferencia de otros líderes católicos, fue un gran rey porque fue un gran santo: sabía hacer la guerra, pero sabía aún mejor hacer la paz. En otras palabras: supo corresponder a la Verdad no solo con una adhesión externa, sino completa, gobernando en favor del bien común y mereciendo ser canonizado.
Estos ejemplos por sí solos confirman cómo la magnitud de las implicaciones de este plan hace prácticamente impracticable cualquier análisis que no sea esencial en cuanto a los fundamentos y se reduzca a unas pocas pinceladas en cuanto a las consecuencias políticas. Por lo tanto, los dos pasajes en los que pensé centrarme serían los siguientes:
- El Gran Orden, o el gran milagro intelectual, derivado del cumplimiento de las antiguas profecías [4], promesas y figuras, así como de los hechos vinculados a la vida cristiana hasta los primeros siglos después de Cristo.
- El Gran Desorden, con un breve y no exhaustivo recorrido por la complejidad política del Cercano Oriente en la primera mitad del siglo XX y unas pocas palabras sobre episodios posteriores.
Dirigiendo la mirada hacia Tierra Santa y hacia toda la región del Cercano Oriente, nos topamos inmediatamente con el gran tema de las llamadas religiones abrahámicas, expresión decididamente ambigua que tiende a identificar apresuradamente el origen común del judaísmo, del islam y del cristianismo.
Además de las miles de condenas que la doctrina católica ofrece respecto a ciertas simplificaciones ecuménicas, cabe preguntarse qué distingue al cristianismo de las otras dos religiones. La respuesta, ya mencionada en parte, es clara: la incapacidad de aceptar el gran orden que representa el milagro intelectual, histórico-social del cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo, con el consiguiente nacimiento de la Iglesia. Cabe destacar que este impresionante logro incluye en sí mismo otros (numerosos) milagros, desde los del propio Cristo hasta los de otros, que continúan hasta nuestros días. Sus «mecanismos» son tan perfectos y claros que parecen los engranajes de un reloj de precisión que, en el momento preciso, marca la hora del Mesías.
El núcleo de la cuestión es pues claro: siendo Cristo el centro de la Historia, la respuesta última a las preguntas del hombre, el principio y el fundamento de todas las cosas, se verá claramente que todo el juego de la humanidad, tanto en los individuos como en las sociedades, se juega de cara a su venida, a su identidad (Verdadero Dios, Verdadero Hombre; Segunda Persona de la Santísima Trinidad) y a su presencia, la Presencia Real de Dios entre nosotros.
Como ya lo hemos reiterado, la Providencia, para confirmar con fuerza todo esto, nos ha dado una disposición perfecta y magnífica de los hechos, que ha sucedido milagrosamente ante nuestros ojos: se trata, pues, de observarla, para comprender que la verdad y la claridad de su orden son tan inmensas como el abismo de error y de oscuridad que encontramos cuando la rechazamos.
El Niño Misterioso: Los paganos esperaban a Cristo
Conviene aclarar de inmediato un pasaje fundamental, a menudo olvidado: es decir, es razonable creer que el misterio de la Santísima Trinidad «fue revelado a Adán, y por él, de forma más o menos pura, más o menos explícita, se difundió entre todos los pueblos, que gradualmente parecieron dominar la tierra» [5]. Santo Tomás de Aquino, además, subraya que «antes de Cristo, el misterio de la Trinidad se creía como el misterio de la encarnación, explícitamente por los líderes, y de forma implícita y casi velada por la gente común» [6]. No solo el pueblo elegido, sino de alguna manera toda la humanidad —con mayor o menor fuerza y claridad [7]— esperaba a Cristo y, podríamos decir, lo anhelaba.
De hecho, Ballerini admite que «la noticia de las verdades sobrenaturales y reveladas ha llegado de algún modo a oídos de los gentiles, quienes la hacen eco en sus mitos y leyendas, y a veces incluso en las obras de sus filósofos más ilustres» [8]. Citado por el mismo autor [9], se pueden leer las palabras de Monsabré: «Algunos sabios orientalistas descubrieron entre los egipcios, los indios, los chinos y los persas rastros del dogma de la Santísima Trinidad en las fórmulas misteriosas, que, debido a su similitud mutua, parecen estar manifiestamente vinculadas a un origen común».
De manera similar, se explica la doble vía del anuncio sobre el Hombre —o más bien sobre el Hombre-Dios, el Mesías— que había de venir: «El eco de las profecías mesiánicas se extendió también en el mundo pagano mucho antes de la venida de Cristo. Solo aquí debemos distinguir una doble vertiente de la idea mesiánica entre los gentiles: la que deriva de la revelación primitiva transmitida tradicionalmente a las generaciones posteriores y la que deriva de las sucesivas revelaciones hechas al pueblo judío. En el primer caso, la idea mesiánica se presenta en su mayor parte envuelta en mitos y fábulas, debido a las graves alteraciones a las que fue sometida la revelación primitiva. Sin embargo, en última instancia, el eco del pensamiento religioso de los primeros siglos siempre puede escucharse en la mitología pagana. El mito de Prometeo, tal como nos lo describe Esquilo, es clásico en este sentido. En el segundo caso, sin embargo, la idea mesiánica se presenta mucho más clara y decidida, ya que nos la dan precisamente las nuevas revelaciones hechas al pueblo judío. […] Dios mismo dispuso, como ya hemos visto, que los egipcios, los asirios, los persas, los griegos y los romanos debían tomar posesión sucesivamente de Judea, para que todos comprendieran las grandes voces del pasado y del futuro, la verdad de los orígenes y las promesas» (Dechamps, Appeal and Challenge). De ahí que el propio Suetonio (Historia de los Doce Césares, Vespasiano, lib. IV, 3) y el propio Tácito (Historia, lib. V, 13) nos hablen de una persuasión común, antigua y constante, según la cual Oriente resurgiría y de Judea surgiría un conquistador del mundo. Y, poniendo en estupendos versos latinos el canto griego de la Sibila Cumana, Virgilio, a su vez, escribió poesía sobre un niño misterioso, cuyo nacimiento traería el reino de la justicia a la tierra y daría un nuevo rumbo al curso de los siglos» [10].
Y si Suetonio, Tácito y Virgilio vislumbraron algo importante en el horizonte, si los pueblos más diversos fueron alcanzados por la resonancia de la revelación primitiva, el pueblo elegido, que tenía su vocación precisamente para este propósito, tuvo que acogerla con mayor claridad. Veamos, pues, su orden.
Como recuerda el propio Santo Tomás de Aquino [11], desde las primeras frases de la Biblia se vislumbra el misterio trinitario. Por ello, es difícil no dedicar algunas palabras más al maravilloso camino que, en el texto sagrado, conduce a la meta de la encarnación, la predicación, la muerte y la resurrección del Salvador.
Se podría escribir mucho sobre este vasto tema; sin embargo, en esta intervención, nos limitaremos a unos pocos ejemplos válidos para todo lo demás. Para simplificar (se trata de argumentos apologéticos que se encuentran fácilmente en diversos textos), recurriré al Camino de la Fe mostrado a los judíos por Giulio Morosini, «escritor en lengua hebrea en la Biblioteca Vaticana y lector en el Colegio de Propaganda Fide», que también se analizará más adelante.
Desde las primeras palabras de la Biblia aparece ante nuestros ojos una chispa clara: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Una frase cuya traducción más literal, señala Monseñor Martini, es En el principio creó a los dioses, con Dios en plural en el sustantivo y en singular en el verbo. Para varios Padres, así como algunos rabinos antiguos, esta formulación parecía ser un argumento a favor de la unidad de esencia y la pluralidad de personas [12] en la Santísima Trinidad [13]. Además, las referencias trinitarias del Antiguo Testamento —que se hicieron plenamente inteligibles solo con el cumplimiento de la expectativa mesiánica en Jesús, el Redentor prometido— son numerosas y se colocan junto a las figuras de Cristo y las propias profecías, para definir una imagen que en su claridad deja a uno sorprendido.
De este uso particular, se pueden dar varios otros ejemplos en la Escritura [14] y, ya en relación con el Génesis (1, 26-27), el pasaje sobre la creación del hombre donde en un espacio muy breve encontramos las expresiones Dios dijo: «Hagamos al hombre» (plural) y Dios creó al hombre (singular) [15]. Podemos citar la historia de Abrahán, quien, alzando la vista, vio aparecer a tres hombres, a los que corrió a encontrar y ante los cuales se postró en tierra [16]. Vuelve a encontrarse, esta vez en Éxodo (3, 15), la triple presentación que Dios hizo de sí mismo, como el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob [17]. Se puede recordar la práctica de triplicar el nombre de Dios en relación con Su Majestad: además de numerosos ejemplos [18], se puede pensar en el cántico del Santo, Santo, Santo (קָדֹ֧ושׁ קָדֹ֛ושׁ קָדֹ֖ושׁ/Kadosh, Kadosh, Kadosh), con el que los serafines significaban así la alabanza de la Santísima Trinidad [9]. Morosini añade —además de muchos otros ejemplos, compuestos en un marco evocativo— también algunos elementos relacionados con el valor del número ternario en los gestos y costumbres litúrgicas de la tradición judía [20].
Disgresión. Además de lo dicho hasta ahora, nos topamos con un tema muy controvertido que merece la pena mencionar: el de la cuestión trinitaria en la Cábala. Abordaré este punto solo de forma general, dando cuenta de una discusión antigua —indirectamente renovada también en tiempos recientes [21]— en lugar de ahondar en las implicaciones de un tema que llevaría muy lejos, probablemente a terreno turbio. En el curso de este debate centenario, incluso en el ámbito católico no han faltado divergencias significativas sobre algunas distinciones en la propia definición de Cábala, así como sobre la pertinencia de recurrir a estos argumentos [22]. La naturaleza misteriosa y esotérica de lo discutido [23] hace que la discusión sea potencialmente resbaladiza y es bueno reiterar que cualquier verdad que pueda encontrarse allí sigue siendo tal a pesar del contexto en el que se inserta, y no gracias a él.
Pero retrocedamos un paso y volvamos a un personaje que ya hemos mencionado: Giulio Morosini. Nacido judío alrededor de 1612 con el nombre de Samuel Nachmias, fue un estudioso de la Cábala. Se convirtió al catolicismo y escribió el poderoso y muy debatido Camino de Fe mostrado a los Judíos, citado anteriormente: un volumen de más de 1500 páginas con extensas referencias en hebreo, con el objetivo de demostrar inequívocamente la necesidad de la conversión a Cristo. La obra es extremadamente detallada y, como se ve, aborda los ritos, la liturgia, las tradiciones y los escritos de todas las épocas del judaísmo, lo que provocó duras críticas de sus adversarios. Pero ¿qué habría llevado a Morosini a convertirse al catolicismo? La versión que reporta el Padre Julio Meinvielle es esta: «El rabino Yehudá Arié, conocido como El León de Módena, en una de sus obras titulada El León Rugiente, escribe: “Y dudo que Dios perdone jamás a quienes hayan impreso libros de esta clase… De hecho, algunos israelitas, distinguidos tanto por su ciencia como por su posición social, han sido llevados a abrazar la fe católica simplemente por la lectura de estos libros de la Cábala”. […] Uno de estos conversos es precisamente un discípulo del León, un tal Samuel ben Nahhmias, veneciano, que recibió el bautismo el 22 de noviembre de 1649 […] con el nombre de Giulio Morosini» [24].
En el Camino de la Fe mostrado a los judíos, de hecho, se presta atención al controvertido tema cabalístico de las tres luces sublimes (צַחְצָחוֹת/zahzahot), que «no tienen principio porque son nombre, sustancia y principio de todas las raíces» [25], escribiendo: «los antiguos rabinos cabalísticos, […] llaman a la primera Sefirá, es decir Numeratióne, o inteligencia (que nosotros los cristianos llamamos la Primera Persona, es decir Padre) con el nombre de Kéter (כֶּתֶר), Corona; […] la segunda Sefirá que llamamos Hijo, Jojmá (חָכְמָה), Sabiduría, vale tanto como Verbum en latín y Palabra en italiano; [… finalmente] la tercera Sefirá [es] llamada por los rabinos Biná (בִּינָה), Inteligencia, y por nuestros Doctores Espíritu Santo» [26].
Citando nuevamente el texto del Padre Meinvielle, la revelación originalmente dada por Dios «contiene la interpretación divina de los misterios más elevados confiados por Dios a la humanidad. En las tres primeras Sefirot se hace referencia al augusto misterio de la Unidad y Trinidad de Dios […]. Pero, a través del pecado, esta Cábala divina, a lo largo de los siglos, se ha pervertido hasta el punto de que el pueblo israelita, elegido por Dios, cayó, por culpa de sus líderes, en la más abyecta degradación» [27]. Meinvielle toma prestada la conclusión de Monseñor Meurin SJ, arzobispo de Puerto Luis, quien identifica en la concepción cabalística la decadencia de la revelación original de la Santísima Trinidad [28], como ya la hemos presentado anteriormente. Cabe señalar, entre otras cosas, que Gershom Sholem, partiendo de una perspectiva contraria a la que se acaba de describir, en su Los orígenes de la Cábala, dio cuenta del debate surgido sobre la tríada y sobre las implicaciones relativas a la cuestión de su origen, aclarando que «los cabalistas no ignoraban la posibilidad de una conexión entre esta idea y la Trinidad cristiana» [29] y citando ejemplos de controversia y disenso.
Profecías. Luego está el tema profético [30], estrictamente relacionado con el Mesías, el Ungido, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; un tema entrelazado con lo que serán las profecías de Cristo mismo. Intentemos, pues, una síntesis extrema, a la que obviamente se podría añadir mucho que no se puede añadir aquí por razones de brevedad.
En el acto en el que Dios inflige el merecido castigo al hombre culpable del pecado original, le promete un Redentor, nacido de una mujer de su linaje; y le dice a la serpiente: «Él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el talón» [31]. Para mantener la promesa firme y clara, el Señor elige un pueblo y «al fundador de este pueblo, Abrahán, le promete que en su descendencia serán benditas todas las naciones (Gn. 22, 18), porque de él nacerá el Mesías. Luego repite lo mismo a Isaac, hijo de Abrahán (Gn. 26, 4), y a Jacob, hijo de Isaac (Gn. 28, 14)» [32].
De nuevo: a través de Moisés [33] renueva lo ya dicho y «le hace saber al rey David, descendiente de la tribu de Judá, que de él nacerá el Mesías; que salvará al mundo con su pasión y muerte; que descenderá a los infiernos, resucitará de entre los muertos y ascenderá gloriosamente a la diestra de Dios Padre, desde donde vendrá a juzgar al mundo. El rey profeta ya ve sus glorias e ignominias y las predice en sus salmos. Ve su generación eterna en los esplendores de la divinidad, y su extrema humillación en su pasión y muerte, de la que predice las más mínimas circunstancias: la traición y el abandono de los suyos, los falsos testigos presentados contra él, las contumelias e insultos con los que será cubierto, etc. El Mesías debe, por tanto, provenir: a) del patriarca Abrahán; b) de la tribu de Judá; c) de la familia de David» [34].
Las profecías continúan e «Isaías predice que nacerá de una virgen […]: que será el Admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo futuro, el Príncipe de la Paz (9, 6); que el Espíritu del Señor descenderá sobre él con todos sus dones (11, 2); que dará vista a los ciegos, oído a los sordos, habla a los mudos, enderezará a los cojos y realizará otros milagros (35, 5); que levantará un reino espiritual y universal, en lugar del antiguo pacto, enteramente nacional, que será abolido (2, 2-6). E incluso señala al precursor que deberá anunciarlo (40, 3), así como la ceguera y rebelión del pueblo judío, de quien dice: “Para vosotros toda visión (es decir, todas las profecías) será como las palabras de un libro sellado” (Is. 29, 11)» [35].
Jeremías «predice que el futuro Mesías descenderá de la casa de David, no por obra del hombre sino de Dios, y proclama, asombrado, el gran milagro de que una mujer se convertirá en madre por obra del Altísimo: “Porque el Señor crea algo nuevo en la tierra: ¡la mujer ceñirá al hombre!” (Jer. 31, 22). Presenta al hijo de esta mujer como el hijo de Dios mismo, pues lo llama por el nombre de Yahvé, con el que los hebreos indicaban a Dios y que la Vulgata sustituye por Dóminus: “Así será llamado: Señor, justicia nuestra” (Jer. 33, 16). Predice la masacre de los inocentes que tendrá lugar en Belén a causa de su nacimiento (31, 15); y anuncia la nueva alianza que se inaugurará, señalando las características de este novum fœdus en contraste con el antiguo (31, 4 y 31)» [36].
No solo eso: «En Jeremías 11, 19 se alude a la figura de un cordero manso que es llevado para ser sacrificado, por lo que dijeron: “Démosle leña en lugar de pan, hagámoslo desaparecer de la tierra de los vivos”. Es fácil comprender qué Cordero es y qué leña se usa para el futuro tormento» [37].
Con el profeta Daniel [38], se fija el momento preciso de la venida del Mesías y, al mismo tiempo, se describen los acontecimientos que la acompañarán [39]. Se profetiza que los judíos, entonces esclavos en Babilonia, serán liberados y podrán regresar a casa: que después de setenta semanas de años (490 años) a partir del día en que se dé el decreto de regreso a casa, Cristo vendrá y será ejecutado [40].
El cardenal Gerdil señala sobre esta profecía que «el cumplimiento de los oráculos era tan cierto entre los judíos, que esperaban verlo aparecer pronto, de lo cual hay un argumento claro al ver que siempre que surgía algún hombre extraordinario, comenzaban a dudar y a discutir entre ellos si acaso era el Mesías» [41].
«Miqueas (5, 2) predice luego el lugar donde nacerá el Mesías: Tú, Belén, pequeña eres entre las ciudades de Judá, pero de ti saldrá el que ha de gobernar a Israel, y su generación es desde el principio, desde los días de la eternidad. Ageo (2, 8) y Malaquías (3, 1) añaden que el Mesías vendrá a visitar el templo reconstruido bajo Zorobabel, de modo que la gloria de este templo será mayor que la del primero» [42].
Nuevamente: «Zacarías y Malaquías —en palabras de Gerdil— predijeron la vocación de los gentiles al conocimiento de Dios» [43]. Unos 500 años después de Cristo, las profecías mesiánicas cesaron «porque todo estaba predicho y solo se esperaba su cumplimiento» [44].
Y el resto de la verificación fue clara. Veamos cómo:
«1) Tiempo. Se predijo que el Mesías vendría cuando el cetro de poder ya no estuviera en manos de Judá, al concluir las setenta semanas de Daniel y mientras el templo de Jerusalén aún estuviera en pie.
Ahora Jesús:
a) Apareció precisamente cuando la nación judía había perdido su autonomía y el cetro del poder había pasado a manos de Herodes, de origen idumeo y coronado rey por los romanos, quien buscó hasta la muerte al propio Jesús recién nacido porque temía en él un legítimo pretendiente al trono de David. Los propios judíos lo declararon: «No tenemos más que al César”.b) Vino cuando aún estaba en pie el templo de Jerusalén, el cual visitó e ilustró con sus instrucciones y sus milagros.c) Llegó al final de las setenta semanas de Daniel; tanto es así que los propios judíos, en cuanto Juan el Bautista comenzó su predicación, le preguntaron si era el Mesías esperado, precisamente porque se sabía que las setenta semanas de Daniel estaban llegando a su fin, y a nadie le sorprendió oír al Bautista anunciar la proximidad del reino de Dios. La dominación extranjera, cuyo yugo soportaban, les hacía aún más seguros del fin de esas semanas.
2) Nacimiento. Se predijo que el Mesías nacería por virtud divina de una virgen descendiente de la casa de David, de la tribu de Judá, del patriarca Abrahán. Y sabemos por los Evangelios que Jesús fue concebido por la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y que, a través de su madre, desciende de la familia de David, de la tribu de Judá, del patriarca Abrahán.
3) Lugar y circunstancias de su nacimiento. Se predijo que el Mesías nacería en Belén y que desde su cuna recibiría la adoración de los reyes de Oriente, quienes le traerían sus dones (Salmo 71, 10; Is. 60), pero que por su culpa los niños de Belén serían asesinados. Y así sucedió. Jesús nació en Belén; fue adorado por los Reyes Magos, quienes le ofrecieron oro, incienso y mirra, y fue la causa por la que el rey Herodes ordenó la masacre de los inocentes.
4) Vida y circunstancias de su vida. Se predijo que el Mesías sería anunciado por un precursor, que predicaría su evangelio a los pobres, obraría milagros, sufriría y moriría, pero no estaría sujeto a la corrupción de la tumba, sino que de allí resucitaría y ascendería al cielo a la diestra de Dios Padre. ¿Y no se cumplió todo esto al pie de la letra en Jesucristo?
5) Su misión. Se predijo que el Mesías sería la bendición de todos los pueblos, fundaría un nuevo reino espiritual y universal para borrar los pecados e iniquidades de la humanidad. ¿Y acaso no vemos todo esto cumplido en la Iglesia, instituida por Jesucristo, un verdadero reino espiritual y universal, donde todos los pueblos que la conforman encuentran la bendición divina y donde existen los medios para borrar todos los pecados y borrar todas las iniquidades?
6) Circunstancias finales. Se predijo que el pueblo judío se rebelaría contra el Mesías y que, como castigo por su rebelión, Dios destruiría el templo y la ciudad de Jerusalén y dispersaría a ese pueblo por toda la tierra» [45].
A estas excelentes anotaciones de Ballerini podemos añadir, entre otras, la síntesis de San Alfonso María de Ligorio sobre los detalles de la traición, de la Pasión, de la muerte del Salvador, que ya fueron mencionados en algunas de las profecías citadas [46].
Figuras. Además de todo esto, debemos considerar también las llamadas Figuras del Mesías, es decir, personajes y situaciones que describen de antemano el carácter y las acciones de Jesús. Monseñor Gaume identifica dieciocho de ellas. A continuación, para abreviar, seleccionaré solo algunas, resumiendo los aspectos principales de cada una:
- Adán es el padre de todos los hombres según la carne, de cuyo costado se formará la compañera que le dará mucha descendencia, así como Cristo es el padre de todos los hombres según el espíritu, de cuyo costado, en el Calvario, se extrae la Iglesia que dará numerosa descendencia: Cristo es de hecho el nuevo Adán, María la nueva Eva, cuyo nombre está invertido en Ave;
- Solo Noé encuentra gracia ante Dios y con su Arca de salvación representa a la Iglesia, que cuanto más subían las aguas tormentosas, más se elevaba hacia el Cielo. Con Noé y su obra, como con Cristo, la humanidad se regenera;
- Melquisedec, sacerdote del Altísimo, ofrece pan y vino (Cristo es el sacerdote por excelencia);
- Isaac, el amado de su padre, se dirige inocente y mansamente al sacrificio, llevando consigo, en el mismo Monte Calvario donde Nuestro Señor será crucificado, la leña que debe quemarlo (Jesús llevará su cruz);
- José es maltratado y vendido por sus hermanos, los mismos hermanos a los que más tarde ayudará. Él es obedecido primero por extraños que por los suyos. Él también es condenado como un hombre inocente y se encuentra en prisión con dos reclusos. Él predice, como sucederá con los ladrones en el Calvario, la liberación de uno;
- El Cordero Pascual del Antiguo Testamento es una figura de Cristo, tan evidente que no requiere explicación;
- El maná es pan que bajó del cielo, reservado para los israelitas, cesa con la llegada a la Tierra Prometida; Jesús es pan vivo: la Eucaristía es solo para los cristianos, y la tendremos hasta que estemos en el Paraíso;
- Los sacrificios de Moisés: el altar con doce columnas (como las tribus y los futuros apóstoles), la sangre derramada sobre el pueblo con la expresión: «Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con vosotros»;
- La serpiente de bronce de Moisés, como la Cruz —la representación no es diferente— se alzaba y quien la miraba era sanado de sus heridas;
- Moisés mismo es figura del Mesías: al nacer, un rey cruel mató a los niños judíos, fue enviado para salvar a su pueblo de la esclavitud, para demostrar su misión divina realizó grandes milagros y dio una ley a su pueblo. Moisés permaneció en la cima del monte orando a Dios con los brazos en alto y extendidos: mientras el santo Legislador oraba así, el ejército de Israel avanzaba victorioso contra los amalecitas, pero si Moisés bajaba los brazos, retrocedía derrotado. Al percatarse de esto, Aarón y Hur se colocaron, uno a la derecha y el otro a la izquierda, para apoyarlo en esa postura: así lograron el triunfo sobre los enemigos. Con esta imagen conmovedora, el Mesías crucificado se representaba ante los ojos del pueblo: su oración al Padre, la victoria de la Cruz [47];
- Gedeón, a pesar de su debilidad, deberá liberar al pueblo de la tiranía madianita y, antes de hacerlo, ofrecerá un sacrificio. Contará con un pequeño número de soldados desarmados, pero al final vencerá, como la Iglesia naciente, desarrollada sin recursos, por unos pocos apóstoles y en medio de mil persecuciones.
- Sansón, que nace milagrosamente, sirve a sus padres durante muchos años, se casa con una filistea (como Cristo abraza a la Iglesia, su esposa entre los gentiles), derriba a un león y, al morir, derriba el templo de Dagón y masacra a sus enemigos.
- Jonás es enviado a predicar a los ninivitas; como él, Nuestro Señor es enviado a predicar el Evangelio a los judíos. Jonás, culpable de desobediencia, es arrojado al mar por una violenta tormenta. Nuestro Señor, inocente, pero víctima de todos los pecados del mundo, descarga sobre sí toda la ira de Dios hacia los pecadores y es condenado a muerte. En cuanto Jonás es arrojado al mar, ve cómo el Cielo se apacigua. Nuestro Señor, al ser condenado a muerte, calma la ira de Dios y transforma su justicia en misericordia. Jonás estuvo tres días en el vientre de la ballena; Jesús resucitó del sepulcro al tercer día. Jonás, liberado, convierte a los ninivitas; Cristo, resucitado, a las naciones infieles [48].
Existen además otras grandes confirmaciones del mesianismo y la divinidad de Cristo. En primer lugar, los innumerables y asombrosos milagros realizados por el propio Jesús, hasta el punto culminante de la Resurrección, hasta el punto de que ya no se tendría «derecho a considerar ningún hecho histórico de la antigüedad como suficientemente garantizado; pues ni siquiera hay uno que, en lo que respecta al valor absoluto de los testimonios, pueda sostener la comparación con la Resurrección de Jesús» [49]. En resumen: cuestionar las obras, la muerte y la salida de Cristo del sepulcro como hechos históricos documentados, significa abrir la puerta a la imposibilidad de reconstruir cualquier episodio del pasado. También es evidente que hay acontecimientos indiscutiblemente aceptados, incluso en tiempos más recientes, que tienen mucho menos respaldo que los inherentes a la vida de Cristo.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta el increíble ascenso de la Iglesia, sin recursos y en medio de mil persecuciones, naturalmente incomprensible no sólo por la fuerza y la velocidad de su expansión, sino también por su estabilidad, por la admirable constancia de sus miembros empezando por cada uno de los mártires, que dieron testimonio de Cristo hasta la muerte más amarga.
Vale la pena destacar un aspecto que emerge claramente aquí: el gran orden que hemos identificado no puede limitarse al aspecto —ya muy relevante y decisivo— de su realización teórico-intelectual, sino que debe necesariamente extenderse, encontrando una clara contraprueba en las acciones heroicas de quienes, ya sea presenciando esos eventos o por la palabra de testigos, dieron tal valor a lo que vieron u oyeron, incluso dando sus vidas antes que negarlo. Las pruebas que los cristianos atravesaron en las primeras décadas y en los primeros siglos para defender con certeza sus creencias hacen temblar las muñecas. ¿Y no es esta una prueba única que confirma, una vez más, todo lo demás? Lo que concierne a Cristo se anuncia, por lo tanto, en las profecías y en las figuras, ampliamente comprobado en su desarrollo por fuentes antiguas (en primer lugar, en los Evangelios) y confirmado por la sangre de quienes dieron testimonio de ello hasta el martirio.
Martinet escribe con gran precisión y síntesis: «Queda por explicar cómo estos necios o estos astutos fueron tan insensatos como para dejarse lapidar, despellejar, crucificar y decapitar; cómo tuvieron tanta habilidad para engañar a la nación más sagaz y erudita del mundo, de hecho, al mundo entero; cómo fueron capaces de enseñar tan bien a sus primeros discípulos, de los cuales Ignacio estaba impaciente por verse arrojado a los leones, Policarpo fue felizmente a la hoguera, Justino, Ireneo y Cipriano sellaron sus páginas eruditas con su sangre, y Tertuliano escribió su inmortal Apologética con calma bajo el hacha de los verdugos; cómo entre los innumerables cristianos, que después del siglo II llenaban cada rincón del Imperio, excepto los templos de los dioses, se encontraron millones más que, para apoyar la obra de los necios, se dejaron masacrar; cómo, finalmente, tan descabellada impostura ha tenido tantos defensores sublimes desde el primero de los Santos Padres hasta nuestros días» [50].
El fin de los Templos: los judíos de Jerusalén y Leontópolis, los paganos del Capitolio.
Por último, parece imposible no mencionar el cumplimiento de las propias profecías de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén, con una breve mención también de la curiosa historia del Templo judío de Leontópolis y los templos paganos del Capitolio.
Cristo, tras advertir a los apóstoles que no se dejaran engañar —«Mirad que nadie os engañe»—, señala los acontecimientos que precederán a la destrucción de Jerusalén y al fin del mundo. Luego, respondiendo a las preguntas sobre el momento de la destrucción de Jerusalén y el del fin del mundo, distingue claramente las dos fechas, indicando la primera como cercana e inminente, y la otra, en cambio, como oculta a todos [51].
La destrucción del Templo en el año 70 fue un anticipo del fin de la ciudad. Cabe destacar aquí un aspecto importante: hasta entonces, los judíos creyentes en Cristo habían formado una sociedad especial entre sus compatriotas. El cardenal Hergenröther señala que no era en absoluto aconsejable romper tan rápidamente las relaciones con la sinagoga judía; esto habría alejado a los demás judíos de la Iglesia. «El templo santificado por la presencia del Salvador» aún existía. Dios aún no había abolido por completo el culto levítico ni pronunciado la reprobación del pueblo del antiguo pacto. […] Nada debía hacerse de repente ni con violencia: todo, al contrario, debía lograrse con madurez y preparación. El nuevo pacto se reafirmaba aún más cuanto más se veía derrumbarse el antiguo: y a medida que el culto levítico se extinguía, la independencia de la Iglesia de Cristo crecía. Los apóstoles, y por ende los primeros cristianos, no dejaron de ser judíos piadosos y religiosos. Continuaron acudiendo al templo a las horas de sacrificios y oraciones, para participar en las fiestas. […] Incluso en lo que respecta a la parte ceremonial de la ley mosaica, los primeros judíos convertidos al cristianismo la observaron con exactitud y, por lo tanto, hasta que los designios de Dios dejaron de manifestarse abiertamente, siguieron siendo israelitas en el pleno sentido de la palabra, diferenciándose únicamente en su fe en el Mesías venidero» [52].
Pero el momento en que las profecías se cumplirían llegó una vez más, y el Templo fue destruido en medio del enfrentamiento entre romanos y judíos. Aun con la cautela que exige citar textos similares, es difícil no mencionar las noticias de acontecimientos prodigiosos que tradicionalmente se relatan en los textos de Tácito y Flavio Josefo, precisamente en relación con el período de la caída del Templo, con señales celestiales, hechos inexplicables y voces misteriosas, pasando por muchas otras manifestaciones.
El padre Tavazzi, recopilando algunos de los hechos narrados sobre ese período, señala las palabras de Tácito: «Se vieron ejércitos en el aire enfrentados, con las armas reluciendo y el templo iluminado por una llama repentina proveniente de las nubes. De repente, las puertas del templo se abrieron y se oyó una voz más fuerte que la de un hombre: los dioses se marchaban; y en ese momento, un gran estruendo se alejó». Flavio Josefo añade: «Tácito también relata que la gran puerta del templo, que veinte hombres no podían mover sin dificultad, y que estaba sujeta con cerrojos y barras de hierro, se abrió sola; que se vio una espada en el aire apuntando contra la ciudad; que un cometa apareció en el aire durante un año entero; y que antes de la puesta del sol se vieron ejércitos en formación de batalla y carros rodeando el país y sitiando las ciudades; fenómenos tan extraños, dice este historiador, que serían considerados fábulas si no hubiera personas presentes que los presenciaran. Tal es el detalle de aquellas señales espantosas y prodigios celestiales que nuestro Señor había predicho» [53].
Pero la cuestión, ya de por sí interesante, no se limita a Jerusalén, pues existía otro templo judío, mucho menos conocido que el principal, a saber, el de Leontópolis [54]. El cardenal Hergenröther señala que Ptolomeo Filopator, en el año 152 a. C., había permitido a Onías, «hijo del sumo sacerdote Onías III, asesinado en Jerusalén, convertir un templo pagano en ruinas cerca de Leontópolis en un templo dedicado a su Dios». Esto, aunque ocurrió durante la época de la profanación del Templo y no se hizo con la intención de crear un cisma, desagradó profundamente a los judíos de Palestina, pues era contrario a la Ley. Pero tuvieron que resignarse, sobre todo porque la empresa estaba justificada por la bendición ya prometida en Isaías (19, 21-25) a la tierra de Egipto: de modo que el templo de Leontópolis contó, hasta la época de Vespasiano, con sacerdotes, levitas y ricos ingresos. Pero a medida que la lengua y la literatura griegas penetraron entre los judíos de Egipto, los distanciaron aún más de su antiguo espíritu nacional judío» [55].
En este particular templo judeoegipcio, donde se realizaban sacrificios [56], llegó, en cualquier caso, la sentencia que puso fin al antiguo sacerdocio. Cuando en Palestina, en el año 72, la guarnición judía de Masada terminó suicidándose, solo un grupo «escapó a Egipto y allí comenzó a organizar una nueva rebelión, que no tuvo otro efecto que la entrega de muchos de los instigadores, hecha por los judíos de Egipto, a los magistrados romanos, la masacre de los demás y la orden de Vespasiano de clausurar el templo de Onías en Leontópolis. Así, los judíos perdieron su último centro religioso» [57].
Así cayó el Templo de Jerusalén, cayó el de Leontópolis y, como para marcar el momento en que la Iglesia ya no tenía judíos ni griegos, los templos paganos del Capitolio también cayeron, incluso antes. El 19 de diciembre del año 69, «durante la guerra civil entre los partidarios de Vitelio y Vespasiano, el Capitolio fue incendiado por manos romanas y reducido a cenizas junto con los veneradísimos santuarios de Júpiter, Juno y Minerva; lo que para Tácito parecía el acontecimiento más ignominioso después de la fundación de la Ciudad Eterna, y un efecto de la ira de los dioses por sus fechorías» [58]. El cardenal Hergenröther añadió: «De esta manera, los santuarios más famosos del gentilismo y el judaísmo perecieron en las llamas, como para indicar que ambos debían ceder el paso a una religión más pura» [59].
Varios años después, un nuevo acontecimiento se sumó a los anteriores: en el año 363, el emperador Juliano Apóstata «buscó toda oportunidad para denigrar a los cristianos y burlarse de los milagros y profecías del Salvador». Por lo tanto, intentó la reconstrucción del Templo de Jerusalén.
Citando a Amiano Marcelino [60], «autor pagano contemporáneo, versado en el estudio de la filosofía, súbdito fiel y destacado oficial del ejército», el padre Tavazzi relata la historia: «Deseando [el emperador] propagar la memoria de su imperio con grandes edificios, pensaba reconstruir con un gasto inmenso el grandioso templo de Jerusalén […]. Aunque estaba, por tanto, firmemente comprometido con la obra, y el gobernador de la provincia también la apoyaba, aterradoras llamaradas que brotaban de vez en cuando de los cimientos hacían inaccesible el lugar para los obreros, algunos de los cuales se quemaron: y así, la obra cesó, obstinadamente impedida por el fuego» [61].
La Iglesia, mientras tanto, habiendo crecido más allá de toda esperanza natural y obtenido la libertad bajo Constantino (313), superó los ataques de los herejes, relegó las locuras de Juliano a la historia y se dispuso a reinar sobre el pueblo en medio de nuevas pruebas.
Parte VI. ¿Verdad encarnada, o religión encartada?
Concluido el recorrido por el Gran Orden, para abrir este capítulo propongo una consideración de G. Thibon, cuyo valor se comprenderá bien más adelante:
¿Cómo podré reconocer la falsedad de esa pasión o ideal? A partir de esto: de la contradicción (aparente, como veremos) que reside en ellos, de su increíble facilidad para transformarse en la pasión o ideal contrario. Reconozco un ídolo por el hecho de que está preñado del ídolo opuesto y que lo da a luz al morir».
Mejor aún después:
«En definitiva, dos excesos enemigos sucesivos no son más que dos episodios de una misma guerra contra la Unidad, y, digámoslo así, contra Dios. Los ídolos se odian, sin duda, pero su odio mutuo es solo el reflejo de su odio común».
Finalmente:
«Cuando veo a dos hermanos antinaturales pelearse entre sí, mi tristeza no se detiene en esos miserables, sino que se remonta al Padre común, al que tuvieron que negar antes de luchar» [62].
La verdad encarnada o la religión encartada
Ya lo hemos mencionado: la falta de aceptación de Cristo implica una relación distorsionada con la verdad, bien destacada por las palabras del Padre Plus en la introducción. El catolicismo es la religión de la Encarnación: Dios se encarnó y se hace presente en cada Misa en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En resumen, es un Dios que responde a la pregunta radical del hombre no solo con un discurso, sino con una presencia. Donde esto no sucede, se termina presenciando no un Dios encarnado, sino, forzando un poco las palabras, una religión encartada, no solo en el sentido figurado atribuido a la palabra “envuelta” o “confundirse, enredarse”, sino a veces precisamente porque la vida de fe parece agotarse principalmente en su aspecto más textual y superficial: el devoto se siente solo, y a menudo desorientado, frente a un aparato doctrinal y litúrgico, en ausencia del Dios-Hombre, o Cristo.
Evitando simplificaciones, conviene recordar, por ejemplo, que para los musulmanes de la escuela hanbalita el Corán no ha sido creado [63] y que los judíos contemporáneos acuden al muro de contención del antiguo Monte del Templo (el Muro de las Lamentaciones) porque identifican allí una “presencia divina”. Quienes tengan cierta pasión por el cine recordarán una provocación sobre este tema en la conocida escena del diálogo entre Daniel Balint (un judío que se convirtió en neonazi) y Carla Möbius en la película El Creyente [64], cuando la chica cierra la conversación diciendo: «El judaísmo ni siquiera necesita un Dios. Tienes la Torá, la ley. Ese es tu maldito Dios… el libro está cerrado» [65].
El propio protestantismo, además, al distanciarse de la genuina tradición cristiana, ha acabado debilitando su relación con la Presencia Real, cediendo a la transubstanciación y adoptando cada vez más las formas de una religión encartada, perdida entre las innumerables interpretaciones del texto sagrado debido al llamado libre examen (un texto ya amputado por Lutero). El tema de la fe incorpórea —que también proviene de creencias erróneas sobre la relación entre la materia y el espíritu— corre el riesgo de llevarnos lejos, por lo que dejo el tema en términos simplemente sugestivos. Cabe señalar, por cierto, que sobre ciertas afinidades, que no son prácticas, entre el islam y el protestantismo [66], así como entre el judaísmo y el protestantismo [67], existe una literatura antigua.
Pero volvamos al final del sacerdocio judío, para esbozar mejor un pasaje del gran desorden al que conviene dedicar algunas palabras.
Mientras duró el culto, en el día de la “Gran expiación”, el Sumo Sacerdote, «sosteniendo en la mano un incensario humeante, entraba en la parte más secreta del Templo (llamado Sancta Sanctórum) para ofrecer incienso y pronunciar el Santo Nombre de Dios, que solo a él se le permitía pronunciar una vez al año» [68]. La destrucción del Templo por los romanos, además de cumplir las profecías y determinar definitivamente la transición del antiguo sacerdocio al nuevo, tuvo como consecuencia la prohibición de usar el nombre de Dios con su pronunciación exacta, incluso en el día de la expiación, Yom Kipur [69]. A partir del siglo I, «la pronunciación del nombre de Dios, del Tetragrámaton», dejó de conservarse, pues ya no se utilizaba. «El nombre permanece en silencio, porque el Templo ya no existe» [70]. «Los saduceos desaparecieron, con la destrucción del templo, su símbolo y su fuerza» [71] y de los restos del fariseísmo [72] que había rechazado a Cristo, continuó el camino del que un día fue el pueblo elegido.
Como se ha dicho, si en el campo islámico era necesario proceder a la elaboración de un nuevo aparato profético que fuese el sello del anterior y tratase de encontrar un remedio al rechazo del cumplimiento de las profecías en Cristo; en el campo judío quedaba el grave problema de la expectativa mesiánica insatisfecha, con dispares desenlaces entre los que no faltó un mesianismo sucedáneo de las más variadas formas.
La advertencia de Cristo: «¡Ay de vosotros, doctores de la ley, porque habéis quitado la llave del conocimiento! No habéis entrado vosotros mismos, y habéis impedido la entrada a quienes entraban», no dejó de mostrar su profundo significado. De hecho, si no hubiera existido la intervención de quienes mantenían a «la masa de los judíos bajo los lazos de estrictas observancias y rígidas prácticas rituales» —argumentaba el intelectual prosionista Bernard Lazare—, «el verdadero mosaísmo, purificado y engrandecido por Isaías, Jeremías y Ezequiel, difundido universalmente por los judeohelenistas, habría llevado a Israel al cristianismo» [73]. Los judíos estaban abrumados por los acontecimientos: no solo por la destrucción del Templo y la ciudad de Jerusalén, por las persecuciones y la diáspora, sino por la constatación de que la pequeña Iglesia fundada por el Nazareno, compuesta por unos pocos hombres y liderada por un hombre pescador, crecía década tras década, siglo tras siglo, en medio de las más despiadadas persecuciones. La historia judía entró en barrena: sólo quedó en pie el fariseísmo (fariseos significa separados), entre las dificultades se constató la progresiva extinción del fervor proselitista, un gradual cierre de las comunidades en sí mismas y la esperanza mesiánica pasó a asumir formas alucinatorias.
Un fenómeno personificado por algunos falsos mesías, o en todo caso por figuras carismáticas que prometían la liberación, un retorno inminente a Palestina a sus compatriotas, o reavivaban otras esperanzas más o menos dormidas, despertando a veces un gran entusiasmo en las comunidades de la diáspora: pensemos en los acontecimientos de David Reubeni y Shlomo Molcho en el siglo XVI, de Sabbatai Zevi en el siglo XVII y de Jacob Frank en el siglo XVIII, por citar los casos más famosos [74].
Las fracturas internas fueron más graves que nunca con la llegada de la emancipación: un judaísmo, en gran medida acostumbrado al distanciamiento de la sociedad circundante —y que, citando al líder sionista Max Nordau, no dejó de buscar a veces esta separación [75]—, se vio lanzado a la modernidad, teniendo que enfrentarse a dilemas abrumadores: ¿qué significaba ser judío? ¿Cómo mantener la distinción? ¿Cuánto duraría la espera del Mesías? ¿Podía uno encerrarse en un nuevo aislamiento? ¿O era necesario asimilarse?
Una de las respuestas que se intentaron a estas preguntas fue la sionista: los judíos «debían tener su propia tierra», o mejor dicho, como pronto quedó claro, no «una», sino «su» tierra, identificándola con Palestina (las demás opciones se descartaron progresivamente). La hipótesis sionista fue recibida con recelo tanto por los asimilados como por amplios sectores del judaísmo religioso, que veían en la reconstitución de la patria judía una transgresión de los principios que fundamentaban la expectativa mesiánica, aún insatisfecha.
Todo esto planteó una pregunta adicional, muy relevante: a saber, volviendo a Thibon, ¿en qué medida el sionismo debería haber basado sus proyectos en la aceptación del antisemitismo, tanto en el terreno ideológico como en el práctico? ¿Podría la idea de la aliyá, de la transferencia a Eretz Israel, —o incluso debería— tener sinergias con el proyecto de una Europa Judenrein? El punto fue candente y lacerante, produjo una serie de situaciones históricas por las cuales los sionistas fueron acusados de colaboración con el enemigo por las propias comunidades judías, como en el caso del acuerdo para la transferencia de sionistas alemanes a la Alemania nacionalsocialista, o —en menor escala— el de los intentos de diálogo militar de la formación sionista-extremista Lejí (de la que era miembro el futuro primer ministro israelí Shamir) con las fuerzas del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial.
El sionismo, como se puede entender a la luz del camino recorrido hasta ahora, fue un intento de dar una respuesta en los tiempos modernos a una vieja cuestión a la que el judaísmo de siglos anteriores seguía sin aportar solución.
Vincenzo Pinto aborda el tema recordando una intervención significativa: «En 1995, Anita Shapira, una de las académicas israelíes más famosas de la llamada historiografía del establecimiento, planteó con lucidez la controvertida pregunta: “¿hasta qué punto el sionismo ha logrado fundamentar su construcción identitaria en un principio negativo (como el antisemitismo) en lugar de uno positivo (como el renacimiento nacional judío)?”. En comparación con otras respuestas judías al antisemitismo (humanismo liberal, bundismo, judaísmo reformista), “la singularidad del sionismo reside en haber aceptado la premisa antisemita básica de que los judíos constituían un cuerpo extraño en el tejido nacional de los pueblos europeos, un cuerpo que jamás podría asimilarse”» [76].
Además, algunos ejemplos claros de la asunción y la consiguiente manifestación de elementos típicos de la crítica antijudía en la cultura sionista han sido magistralmente resaltados en el documental «Difamación», del director israelí Yoav Shamir [77]. En una de las primeras escenas, entrevistando a su abuela materna Ben-Zeev (una judía rusa cuya familia, de firmes convicciones sionistas, se asentó en Palestina en el siglo XIX), describe una imagen clara y genuina:
«“Dicen que hay antisemitas por ahí”, respuesta de la anciana: “¿Dónde? ¿En el extranjero? Entonces, ¿por qué no vienen aquí [a Israel]? […] ¿Están esperando a que los maten?”. Pregunta del director: “¿Por qué no vienen?”. Respuesta: “Bueno, les encanta el dinero, a los judíos les encanta el dinero, los judíos son unos estafadores […]. ¿Por qué deberían venir aquí y trabajar para ganar dinero, si pueden ganar dinero sin trabajar?”. Nueva pregunta: “¿No trabajan allí?”. Respuesta: “No trabajan, eso es lo que digo”. Yoav Shamir: “¿Cómo tienen dinero si no trabajan?”. “Con intereses, prestan dinero con altos intereses… venden licor, vino; los judíos conocen este negocio cuestionable (negocios de monos) […]. Créeme, soy un verdadero judío, el dinero no me ciega […]”. “Pero hablas como un antisemita, diciendo que los judíos no trabajan, etc.”. Respuesta: “No, en absoluto, si quieren quedarse en el extranjero, quizá estén esperando que llegue otro Hitler y los extermine”» [78].
El tema del “antisemitismo en el sionismo”, como se mencionó, no debe separarse del resto y, sobre todo, no es el único que debe evaluarse: existe toda la cuestión —distinta pero conectada— del mesianismo incumplido, un asunto candente que aún hoy mantiene a algunos grupos de judíos religiosos en posturas radicalmente antisionistas. El gran problema es siempre el mismo: tras el rechazo del verdadero Mesías, en el hogar judío todas las expectativas son defectuosas: ya sea la más tradicional, o quizás la atea y progresista que llevó a muchos judíos a abrazar el marxismo [79], en forma de mesianismo ideológico, o la sionista, adaptada a la nueva realidad histórica.
Nota: ya sea que el supuesto Mesías sea individual o colectivo, ya sea que se desvanezca en un sueño estrictamente político o adquiera un horizonte espiritual, ya sea pacífico o violento, la solución propuesta sigue siendo un sustituto, una frágil imitación del verdadero Mesías –etimológicamente: el ungido, Cristo– que ya ha venido.
Tampoco sería correcto limitar la cuestión solo al judaísmo, o simplemente extenderla al mundo islámico en relación con la compleja figura del Mahdi. El dilema, como ha quedado claro desde las primeras líneas, concierne a un aspecto profundo de la naturaleza herida de toda criatura racional. Las grandes infatuaciones ideológicas de los siglos XIX y XX, además, son en algunos aspectos mesianismos incompletos, incoherentes, improvisados, a veces mortales. Su Hombre Nuevo es en realidad muy viejo y a menudo autodestructivo, oscilando entre un idealismo que rechaza la realidad y una disposición frenética, frente a la realidad misma, a continuos cambios tácticos: en resumen, es inestable, en el sentido que bien describe Thibon. Lo que se sitúa fuera del gran orden tiende implícita o explícitamente al caos, conservando ciertamente elementos de verdad y de belleza –como hemos visto por ejemplo en las huellas del dogma trinitario o de la espera mesiánica entre los paganos–, pero en un contexto que distorsiona el orden subyacente: un orden que apenas se puede vislumbrar.
Sin apresurarse a sacar conclusiones simplistas, lo descrito facilita la comprensión tanto del todos contra todos como del todos con todos que se vio en Oriente Próximo durante el siglo XX: desde el mencionado acuerdo de transferencia entre el Tercer Reich y la Federación Sionista Alemana hasta la decisiva ayuda soviética en el nacimiento del Estado de Israel, desde el saludo con el brazo extendido del Gran Muftí de Jerusalén a la SS musulmana bosnia hasta los ya mencionados intentos fallidos de los sionistas del Lejí hacia las potencias del Eje. Y se podría ir más allá, llegando a ciertas relaciones israelo-islámicas y a la controvertida cuestión del papel de Tel Aviv en el desarrollo de Hamás, planteada con la fuerza de su testimonio por Antonio Ferrari en el Corriere della Sera [80]. Un torbellino político esquizofrénico y violento, que parece corresponderse con el de las facciones del clero neomodernista que, habiendo perdido la brújula de la Tradición, no saben adónde quieren ir pero quieren ir allí inmediatamente.
Vale la pena repetirlo: «Cuando veo a dos hermanos antinaturales pelearse, mi tristeza no se limita a esos miserables, sino que se remonta al Padre común, a quien tuvieron que negar antes de luchar» [81]. En el torbellino de acontecimientos que une a la Europa descristianizada con Oriente, se percibe a menudo una nota fundamental: el odio por lo que representa el enemigo parece superar el amor por lo que se defiende. La lucha que Thibon denuncia contra la Unidad y contra Dios (el Ser que subsiste en sí mismo) es también indirectamente una promesa de nada.
El nihilismo es un compañero casi inseparable de grandes desórdenes y generador de muchos pequeños desórdenes, tanto en el corazón de los individuos como en las sociedades: basta un paso fuera del Camino para que el proceso desintegrador comience de forma más o menos evidente. La historia lo demuestra con creces: la diferencia entre un terrorista salafista que se inmola, por un lado, y los antiguos mártires cristianos, por otro, es tangible. Estos últimos, solo con la gracia de Dios, han superado siglos de persecución con la muerte.
Se podría responder que toda vida en esta tierra, en la medida en que es realizada por el hombre, posee intrínsecamente un componente de caos y una tendencia al compromiso. Esta posible objeción sería correcta si no consideramos la relevancia, la extensión y la profundidad del desorden en sí, y si lo separamos de sus causas reales, de su contexto; en resumen, de todo lo que se ha dicho y podría decirse. Por supuesto, las relaciones peligrosas por sí solas no son suficientes y a veces corren el riesgo de ser demasiado, pero si se las considera su principio, sin duda nos dicen algo. Obviamente, en esta intervención solo hemos analizado algunas facetas.
Sin embargo, hay que evitar el orgullo fácil. Con la excepción de la Santísima Virgen María (exenta del pecado original) y de aquellos santos que no conocieron pecado, todo hombre está al menos tocado por este abismo, empezando por mí.
Por otra parte, al trasladar el discurso del individuo a la historia de la política, es difícil no notar cómo, tras las caídas y miserias de esta o aquella persona, de este o aquel grupo, la civilización cristiana es espléndida. En resumen: parece imposible negar cómo ese gran orden manifestado en el principio ha dado sus frutos y, a la inversa, cómo, más allá de situaciones accidentales, el gran desorden se ha manifestado en sociedades que han rechazado o no han conocido el punto de inflexión de la historia, es decir, la Encarnación de Cristo.
Parte VIII. Jerusalén y alrededores: Algunas preguntas abiertas a la sombra del Monte de los Olivos.
En 2005, el profesor Sergio Della Pergola, profesor universitario y demógrafo israelí, señaló que era realista comprender que Israel no puede ser a la vez grande (es decir, exento de concesiones territoriales), judío y democrático. Será necesario renunciar al menos a una de estas tres prerrogativas. Y concluyó afirmando que creía que el Gobierno estaría «responsablemente orientado a realizar concesiones territoriales» [82].
Cosimo Risi [83], en un artículo mucho más reciente, analizó el tema: «Si […] se observa la tendencia demográfica a medio plazo (los estudios de Sergio Della Pergola son esclarecedores), la alteración del tejido social está destinada a agravarse con el paso de los años. El componente secular perderá fuerza frente al religioso y el árabe. […] La causa palestina está entrelazada con la cuestión israelí, con un potencial perturbador para el equilibrio general» [84].
Estas dos breves citas se refieren a temas sin duda más amplios y profundos. Sobre todo, nos impulsan a plantearnos una serie de preguntas sobre en qué se ha convertido la sociedad israelí y cómo su evolución influye en las relaciones con sus vecinos árabes, con los europeos y con el resto del mundo. Si bien es imposible esbozar aquí un panorama exhaustivo, sí es posible identificar algunos puntos clave.
Además de la fuerza impulsora de la ideología sionista, las fuerzas opuestas son numerosas: a menudo se piensa en la presencia árabe (incluso política), quizás en el curioso hecho de que hace unos años Mahoma era el nombre más popular entre los recién nacidos en lo que se suponía sería el Estado judío [85], pero es en el seno del judaísmo israelí donde surgen quizás los dilemas más relevantes. Tomemos como ejemplo el componente más prolífico, el religioso, muy diverso y dividido en sí mismo, sin duda, pero de ninguna manera insignificante.
Los ultraortodoxos «amenazan a Israel más que los árabes e Irán», tituló el Jerusalem Post [86] (los jaredíes, no los árabes ni Irán, son la mayor amenaza para Israel). El artículo, de Dan Perry [87], lanzó una fuerte alarma:
El mayor peligro proviene de dentro: un estado jaredí en rápida expansión, dentro del estado, cuyo impulso actual no puede continuar sin que el país termine siendo una democracia al estilo occidental con una renta per cápita que rivaliza con la de Gran Bretaña o Francia. Gracias a las exenciones de larga data, el estudio de la Torá se ha convertido en una obsesión sin precedentes, en la que todos los hombres jaredíes se ven presionados a “estudiar en el seminario” toda su vida, primero para evitar el reclutamiento y luego, esencialmente, como fuente de seguridad social y prestaciones sociales. Mientras que otros estudiantes universitarios pagan la matrícula, los hombres jaredíes reciben estipendios mientras estudien, o si lo desean, durante toda su vida. Más de 150.000 hombres que asisten actualmente a estas escuelas son adoctrinados en la fe de que la rigidez y los rabinos conducen a sustituir las leyes y la autoridad del estado. Para mantener el cierre, la mayoría de los estudiantes de secundaria haredíes son enviados a escuelas comunitarias jaredíes, donde se enseña poco o nada de matemáticas, ciencias o inglés. El rabino jefe sefardí de Israel ha calificado de “absurdos” estos estudios sobre temas seculares. Israel financia estas escuelas a pesar de que sus graduados son prácticamente inempleables en la economía moderna. Como resultado, menos de la mitad de los hombres jaredíes están en la fuerza laboral, el nivel más bajo de participación de cualquier grupo en Israel y, significativamente, mucho menor que el de los hombres jaredíes en otros países. […] Los jaredíes han crecido hasta representar aproximadamente el 12 % de los 9,5 millones de habitantes del país, casi el 20 % de los judíos. A menos que algo cambie, constituirán la mayoría de los judíos de Israel en unas pocas décadas.
La queja de Perry continúa:
«Toda esta situación es aceptada y financiada por la mayoría israelí no jaredí, cuyo estilo de vida está condenado a la destrucción debido a su tasa de natalidad. Parte de esto se debe al miedo a ser tachado de intolerante, un problema clásico para los liberales al lidiar con el antiliberalismo».
Una imagen que no deja de tener consecuencias políticas:
«Para que los partidos de derecha se unan al centroizquierda para revertir la actual marcha suicida, tendrían que abandonar toda esperanza de un futuro gobierno uniformemente de derechas, porque la derecha no puede obtener más del 40 % de los escaños en la Kenéset sin ellos. Esto significa que el destino de Israel depende de los palestinos [...]. Cualquiera que se preocupe por la supervivencia de Israel tiene, por lo tanto, una segunda razón para desear la paz con los palestinos».
No es fácil de entender para quienes están acostumbrados a la dinámica europea, pero uno de los partidos más derechistas del parlamento israelí —Israel Beiténu, nuestro Israel natal— mantiene una postura decididamente anticlerical, oponiéndose firmemente a las demandas del bloque ultraortodoxo. En octubre de 2021, A. Liberman, líder del grupo, dejó claro que la entrada de los partidos jaredíes en el gobierno habría conllevado la salida de su fuerza [88].
Sionismo religioso, antisionismo religioso, una derecha sionista más o menos “secular”, un centro general, la izquierda, los árabes: estos son los elementos constitutivos de una explosiva mezcla política en un país de unos pocos millones de habitantes. Muchos residentes no se sienten israelíes, otros se sienten israelíes pero detestan a quienes se consideran “verdaderos judíos” (ultraortodoxos), otros se consideran “verdaderos judíos”, en contraste con los de la diáspora (véase al respecto el discurso, citado anteriormente, en Difamación).
Luego hay casos curiosos en los que el problema ideológico del antisemitismo en el sionismo adquiere nuevas formas, probablemente más atribuibles a la extemporaneidad de la vida política que a visiones del mundo estructuradas.
Una noticia sobre Yair, hijo del entonces primer ministro y líder de la derecha israelí, causó un gran revuelo: el hijo de Netanyáhu publicó una caricatura antisemita contra Soros [89], titulaba Il Giornale (11 de septiembre de 2017): «Un dibujo que retrata, entre otros, al multimillonario judío de origen húngaro George Soros como un gran titiritero que manipula a los opositores del gobierno de su padre como si fueran marionetas. Una imagen —denuncia la Liga Antidifamatoria— llena de los peores estereotipos antisemitas, desde el comerciante de nariz aguileña frotándose las manos, hasta el exprimer ministro Ehud Barak retratado con dinero en la mano, pasando por una especie de reptil que lo acecha todo». La imagen fue inmediatamente compartida por el ex Gran Maestro del Ku Klux Klan, “David Duke”, y el sitio web neonazi y supremacista Daily Stormer.
Tan recientemente como en 2020, Haaretz, un diario progresista israelí, en un artículo de Mati Shemoelof acusó a Yair de ser un héroe de la “derecha nacionalista alemana”, con una comunidad de ideas y objetivos que el periodista temía hasta el punto de escribir: «Yair juega con fuego» [90].
Quizás más colorida, pero no sin consecuencias legales, es una noticia anterior, no sobre la familia Netanyáhu sino sobre el gran tema de los nuevos israelíes. El 10 de octubre de 2007, el Corriere della Sera informó:
«La policía descubrió una célula neonazi compuesta por al menos ocho inmigrantes de la antigua Unión Soviética, todos de entre 17 y 19 años, acusados de organizar ataques contra judíos ortodoxos, extranjeros, punks, gais y drogadictos. Presuntamente, también profanaron una sinagoga en Tel Aviv. El periódico Yediót Ahronót dedicó su primera entrada a la banda, publicando una foto de seis hombres haciendo el saludo nazi, con el titular “INCREÍBLE” en mayúsculas. El portavoz de la policía israelí, Micky Rosenfeld, confirmó la detención de ocho personas, que ya habían comparecido ante un tribunal. El grupo mantenía estrechos vínculos con otras organizaciones neonazis en Alemania y otros países europeos […] Ninguno de los ocho arrestados es hijo de madre judía, pero se les concedió la ciudadanía israelí porque tienen al menos un abuelo judío, como exige la ley».
Aunque se trató de un caso aislado, cuando los jóvenes fueron condenados al año siguiente (con penas de entre uno y siete años), el juez declaró que había impuesto largas condenas a los adolescentes, en parte, para disuadir a otros israelíes de unirse a grupos neonazis [91]. Aquí podemos detenernos.
En plena fidelidad al lema alegría, estudio, piedad –hecho famoso por San Juan Bosco–, quisiera cerrar este discurso con un chiste que creo puede unir las importantes cuestiones del gran orden o, si se prefiere, del gran milagro intelectual descrito en la primera parte, con los temas históricos de la segunda:
«Bueno: en Nueva York, un caballero, judío devoto, de mediana edad, decide ir a ver a un amigo, un compatriota judío, para contarle algo que le preocupa. “Querido amigo, cuéntamelo”. “No sabes lo que pasó: mi hijo lleva años en Jerusalén, fue a la universidad allí, se fue siendo judío y ahora es cristiano”. Al oír esta frase, se hace un silencio sepulcral. “¿Entendiste lo que te dije? ¡Mi hijo es cristiano!”. El otro responde: “No te lo vas a creer. Mi hijo también fue a Jerusalén por trabajo, era un judío muy devoto y ahora… es cristiano. No sabía con quién hablarlo y hoy me entero de que te pasó lo mismo”. Los dos se quedan pensativos, hasta que, en un momento dado, surge la propuesta: “Vayamos al rabino, es un anciano sabio y nos dará una respuesta”. Concertaron una cita y a la semana siguiente fueron a la oficina del famoso rabino. “¿A qué venís?”. “Bueno, debemos contarle algo extraño que nos sucedió: nuestros hijos, criados como judíos, muchachos devotos, fueron a Jerusalén, mi hijo a estudiar, el suyo a trabajar, y regresaron como cristianos”. Gran silencio del rabino, y luego: “No lo vais a creer: ¡mi hijo también fue allí como rabino y ahora es cristiano”. Todos quedaron impactados, sin ver salida. El primero interrumpió: “Si no encontramos una solución, oremos todos y la respuesta llegará”. Los tres comenzaron entonces a orar: pasó una hora, dos horas y nada. De repente, un toque de trompeta casi angelical, aparecieron nubes muy brillantes, que parecieron abrirse y una voz muy clara dijo: “¡ No lo vais a creer! ¡Yo también envié a mi Hijo a Jerusalén… y es cristiano!”».
NOTAS
[1] Actas del 22.º congreso de estudios antimasónicos católicos en Rímini (2014).
[2] Padre R. Plus SJ, Dios en nosotros, Edizioni Piane, 2018, p.19.
[3] J. E. Traslosheros, Señora de la historia, Madre mestiza, Reina de México. La coronación de la Virgen de Guadalupe y su actualización como mito fundacional de la patria, 1895, Signos Históricos, n. 7, enero-junio, 2002, págs. 105-147.
[4] Si Monseñor Ballerini propone la profecía como «una especie de milagro intelectual» (G. Ballerini, Breve Apologia del Cristianesimo, Edizioni Radio Spada, 2020, p. 123), podemos considerar con razón el complejo de hechos que seguirá como un gran milagro intelectual. En un intento de aclarar las características de la profecía, el texto citado añadió: «La profecía es la “predicción cierta de un acontecimiento futuro libre” que no puede conocerse en sus causas y, por lo tanto, es desconocido para todas las inteligencias creadas: por ejemplo, el nacimiento de Cristo predicho muchos siglos antes de manera precisa y determinada con respecto al tiempo, el lugar, la calidad de la persona, etc. Por lo tanto, la profecía no debe confundirse con la conjetura, ni la predicción cierta de acontecimientos futuros libres con la predicción cierta de acontecimientos necesariamente futuros, como, por ejemplo, la predicción de un eclipse».
[5] Don G. Zerboni, Manual del párroco, o explicaciones del Evangelio para todos los domingos y solemnidades del año y discursos morales para las fiestas de la Bienaventurada Virgen María, de Cuaresma y para los Viernes de la Pasión, Tomo II, publicado por Serafino Majocchi, 1871, pág. 341.
[6] Suma Teológica, II-IIæ, cuestión 2.ª, art. 8.º
[7] P. Nicolas Joseph Laforêt, Los dogmas católicos expuestos, probados y defendidos de los asaltos de la herejía y la incredulidad, Volumen I, Imprenta bajo el estandarte de San Antonino, 1863, págs. 41-45: «Desde los primeros siglos del cristianismo hubo escritores sobre temas religiosos, como muchos aún hoy, que creen que en las tradiciones de ciertos pueblos antiguos se pueden encontrar algunos rastros inciertos del dogma de la Trinidad; pero estos escritores argumentan de manera muy diferente a vosotros [los racionalistas] y, en mi opinión, tienen la lógica y la historia de su lado. Así es más o menos cómo razonan sobre esta hipótesis. Todos los hombres provienen del mismo linaje y tienen al mismo Dios como autor. Dios, al crear al hombre, debió revelarle su destino y los medios para alcanzarlo; pues sin esto no habría habido providencia ni conexión alguna entre el Creador y su más noble entre las criaturas de este mundo. Hubo, por lo tanto, una revelación primitiva, cualquiera que fuera su modo, hubo una manifestación de Dios al hombre. Pero ¿cuál fue el contenido de esta revelación? Los monumentos sagrados no nos permiten decirlo con precisión; Sin embargo, desde el punto de vista general, se nos lleva a creer que Dios hizo al hombre vislumbrar el misterio de su propia esencia infinita, subsistiendo en tres personas distintas: dado que el hombre estaba destinado a la posesión perfecta y eterna de esta esencia, parecía apropiado que, considerando el estado de perfección en el que debió haber sido constituido originalmente, Dios al menos le hiciera prever el secreto inefable de su destino sobrenatural. ¿No era apropiado que al hombre, creado para ver cara a cara y poseer a Dios por la eternidad tal como es en sí mismo, es decir, en tres Personas, le fuera revelado este sublime misterio, al menos hasta cierto punto? Dado esto, ¿quién prohíbe pensar que los hombres, desde la cuna de la sociedad, hayan sido custodios de una noción de este misterio, no diré clara y precisa, como la que nos da el cristianismo, sino de alguna noción, por oscura e imperfecta que se quiera? ¿Por qué la familia humana, dispersa por todas partes del mundo, no habrá conservado algún vago recuerdo de una doctrina que recibió en su infancia? No pretendo decidir nada sobre el grado de conocimiento con el que la humanidad pudo preservar el depósito de este misterio. Sé, sin embargo, que el hombre olvida rápidamente las cosas, especialmente las del mundo sobrenatural; y solo quería plantear aquí una cuestión que me parece merecedora de la atención de toda persona sensata. Además, ¿no podría sostenerse, con algunos Padres de la Iglesia, que los pueblos paganos, entre los cuales se cree encontrar algunos vestigios de la doctrina sobre la Trinidad, están en deuda con la tradición del pueblo judío, a quien Dios quiso enviar como una antorcha espléndida en medio de la oscuridad del mundo antiguo? Muchos escritores religiosos razonan de esta manera para explicar cómo ciertas ideas vagas sobre la Trinidad pueden encontrarse en los monumentos de alguna nación pagana. Estas, creen, derivan directamente de la revelación primitiva o de la tradición judía.con la que muchos sabios de la antigüedad bien podrían haber tenido alguna conexión. No sé qué se puede oponer a tal razonamiento, y por lo tanto no entiendo qué argumento se puede extraer de las tradiciones de los pueblos que han conservado un atisbo de doctrina sobre la Trinidad, contra el origen divino del dogma católico. Quien quisiera atacarnos con armas de este tipo, definitivamente renegaría de las leyes de la historia y de la lógica juntas».
[8] G. Ballerini, Breve Apologia del Cristianesimo, Edizioni Radio Spada, 2020, p. 315. Añade: «Pero –nótese bien– nunca habríamos descubierto ninguna relación entre esos mitos o esos conceptos doctrinales y nuestros dogmas, si no tuviéramos ya en la Biblia o en la sagrada Tradición, una idea clara y explícita del dogma revelado».
[9] Monsabré, Exposición del dogma, cf. XI, pp. 176-178. G. Ballerini, Breve apología del cristianismo, Ediciones Radio Spada, 2020, p. 370.
[10] Ballerini continúa con la siguiente cita: «El emperador Constantino, asistiendo al Concilio de Nicea, leyó la cuarta égloga de Virgilio traducida al griego, en la que este poeta, alabando el inminente y esperado nacimiento de un niño, predijo que con él nacería también un nuevo orden de cosas; es decir, que volvería la era de la virginidad; que de ese niño nacería una nueva progenie dada por el cielo a la tierra, para poner fin a la era de hierro e instaurar en el mundo una nueva era de paz y oro. Pues bien —dijo Constantino—, ¿cómo se puede explicar esta predicción de Virgilio, un poeta pagano, si no es diciendo que se valió de las tradiciones judías, los escritos de las Sibilas y de los eruditos alejandrinos sobre el nacimiento del Redentor del mundo? Muchos eruditos se opusieron a la afirmación de Constantino, pero los Padres antiguos compartieron su opinión. A los antiguos Padres se unieron luego Dante (en el Paraíso), Miguel Ángel que creó una de sus obras maestras en la Capilla Sixtina; y Cantù, que al principio compartía la opinión contraria, terminó declarando que la interpretación dada por Constantino y admitida por los Padres es la única posible para aquellos que aman la verdad», así dice Monseñor Carlo Bertani en su libro: Vita di Maria santissima (Monza, Paolini 1902, pág. 75).
[11] Suma Teológica, II-IIæ, cuestión 2.ª, art. 8.º, contraargumento: «En el Antiguo Testamento la trinidad de Personas se expresa de muchos modos».
[12] La Santa Biblia (trad. y anotada por Mons. A. Martini), Passigli y asociados, Florencia, 1833, Vol. I, p. 3.
[13] G. Morosini, Via della Fede mostrata agli ebrei, Stamperia di Propaganda Fide, 1683, p. 1233. Morosini insiste en que el recuerdo de la Santísima Trinidad está tan extendido en el texto sagrado que, dirigiéndose a sus antiguos correligionarios, afirma querer valerse de la autoridad de vuestros antiguos rabinos y cabalistas, tan estimados por vosotros. También abordó la cuestión del primer capítulo del Génesis —Dios creó— y añadió, además de lo ya dicho, una referencia al significado propio de la palabra bará (בָּרָ֣א, creó), a través de sus letras individuales, reconduciéndolas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
[14] Ibíd., pág. 1245-1246.
[15] Ibíd., pág. 1240. Y Suma Teológica, II-IIæ, cuestión 2.ª, art. 8.
[16] Ibíd., pág. 1241. Aquí Morosini, como en varios otros pasajes del texto, relata el debate rabínico sobre el tema y las objeciones relativas, presentando a su vez enérgicas contraobjeciones.
[17] Ibíd., pág. 1244.
[18] Ibíd., pág. 1246.
[19] Ibíd., pág. 1247.
[20] Ibíd., págs. 1256-1257.
[21] En septiembre de 2020, la revista Sodalitium se retractó de un texto propio, de unos 30 años antes, que también abordaba las posturas del exrabino David Paul Drach —convertido al catolicismo y posteriormente bibliotecario de Propaganda Fide— y la adhesión del padre Meinvielle a sus tesis (que citaremos más adelante). La disociación de la revista con la línea sostenida por estos autores en materia cabalística dio lugar a dos respuestas detalladas escritas por Andrea Carancini y Don Curzio Nitoglia, ambos mencionados en la referida retractación.
Aquí Sodalitium:
https://www.sodalitium.biz/sodalitium_pdf/70-71.pdf?;
Aquí está Don Curzio Nitoglia:
http://www.effedieffe.com/index.php?option=com_content&view=article&id=514927%3Arisposta-a-sodalitium&catid=83%3Afree&Itemid=100021 ;
Aquí Andrea Carancini:
https://www.andreacarancini.it/2020/11/paul-louis-bernard-drach-la-vana-ritrattazione-di-sodalitium/.
[22] La Civiltà Cattolica, Cómo el testimonio unánime de los contemporáneos demuestra la novedad entre los latinos de la Cábala descubierta por Pico della Mirandola, Año XXXIV, Vol. II, Serie XII, cuaderno 789, p. 365: «Recientemente el cardenal Franzelin, después de elogiar merecidamente (en la página 303 – nota– de la 2.ª edición de su Tractátus de Deo Trino) a Drach como «destacado por la fe católica, la piedad y la erudición, especialmente en materia rabínica, quien con otros encontró en la Cábala muchos misterios cristianos y específicamente el de la Santísima Trinidad» observa juntos que esta doctrina «parece a otros muy similar a la de Filón, de los neoplatónicos y de los gnósticos». De donde, en verdad, procedió aquello que los rabinos de la dispersión entonces llamaban entre ellos Cábala, con un nombre arcano y secreto para el resto del mundo hasta la época de Pico della Mirandola. Y concluye en la página 304: «No me sorprende que los pseudomísticos y ahora los panteístas usen estas cosas (cabalísticas) para sus propios fines. Pero es muy sorprendente que algunos católicos (como muchos hicieron desde Pico hasta Drach) hayan querido encontrar la Santísima Trinidad de las Sefirot». Es decir, en la Cábala, evidentemente posterior a Jesucristo y, digan lo que digan los mencionados, nueva no solo en la palabra, sino en la realidad, según su comprensión de ella como tradición oral y secreta, es decir, ciencia oculta y arcana. En cuanto al conocimiento especial de algunos antiguos (tanto judíos como gentiles, ya que San Job era gentil, por ejemplo, y no judío), el propio Cardenal Franzelin, en la página 271 de su Tratado De Divína Traditióne (Tesis XXVI), afirma: «En cuanto a las cosas sustanciales en sí mismas, como el Misterio de la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo y la Divinidad del Mesías, aunque explícitamente conocidas por hombres especialmente ilustrados por Dios, no siempre estuvieron contenidas en la revelación pública y común con tanta claridad que en el Antiguo Testamento todos debían creerlas, o no era necesaria su clara revelación en el Nuevo». Así pues, si bien todos admiten que en el Antiguo Testamento existía una verdad desconocida para todos, los más sabios aún niegan que existiera una escuela secreta y tradicional de tal conocimiento (que es lo que los cabalistas y sus partidarios llaman buena Cábala) distinta de ese conocimiento especial y de esa ilustración más o menos clara que Dios concedió a algunos de forma más o menos directa: como también sucede ahora con los piadosos y los santos. Si los sueños de los cabalistas y sus piadosos y eruditos seguidores tuvieran algún fundamento, ahora también deberían llamarse cabalistas, y su ciencia mística, la buena Cábala. Siendo absurdo, no deja de ser igualmente absurda su idea de que existió en la antigüedad una doctrina cabalística distinta de la rabínica después de Jesucristo».
[23] PP. Giraud y Ricard, Biblioteca Sagrada o Diccionario Universal de Ciencias Eclesiásticas, Tomo IV, Editorial Ranieri Fanfani, 1832, pág. 245: «CÁBALA: es una palabra hebrea […] que significa tradición, y proviene del verbo kibél (קִבֵּל), que significa recibir por tradición, recibir de padre a hijo y de edad en edad. Por lo tanto, cábala se toma: 1. por una opinión, una explicación de la Escritura, un uso transmitido de padre a hijo. Y propiamente la ley oral, o la comprensión y explicación de la ley de Dios, que no fue escrita, pero que quedó impresa en la memoria, y que los padres enseñaron a sus hijos de edad en edad. 2. La palabra cábala se toma ordinariamente por el arte de interpretar la Escritura de manera abstrusa y misteriosa, dando a una palabra o incluso a cada una de las letras que la componen un significado singular; por lo cual, por las diferentes combinaciones de estas letras y estas palabras, se extraen de la Escritura varias explicaciones muy diferentes de lo que naturalmente significan. Esta cábala, que se llama cábala artificial, para distinguirla de la primera, que no es más que una simple tradición, […] 3. Cábala también se dice por los cristianos al abuso que los magos hacen de pasajes de la Escritura, nombres, números, letras, figuras mágicas y en general a todo lo que usan en sus operaciones. 4. Cábala también se dice a la secta de judíos que practican el arte de la Cábala. 5. Cábala, también significa en algunos autores el conocimiento de las cosas que están por encima de los cuerpos celestes y sus influencias. Véase Maimónides, en su prefacio a la Mishná. […] // CABALISTAS […] Según ellos no hay una letra, ni siquiera un acento en la ley que no esté lleno de misterios, revelados en su mayor parte a los patriarcas por sus ángeles. Adán tuvo como maestro al ángel Raziel, quien le enseñó la Cábala .
[24] J. Meinvielle, Influencia del gnosticismo judío en un entorno cristiano, edición integrada editada por Don Ennio Innocenti, Roma 1995, pág. 33. Que Morosini era discípulo de León de Módena también es evidente a partir de otras fuentes: The Jews of Early Modern Venice, editado por Robert C. Davis, Benjamin Ravid, JHU Press, 2001, pág. 291.
[25] G. Morosini, El camino de la fe mostrado a los judíos, Imprenta de Propaganda Fide, 1683, pág. 1263.
[26] Ibíd., pág. 1266-1267.
[27] J. Meinvielle, La influencia del gnosticismo judío en un ambiente cristiano, Edición integrada editada por Don Ennio Innocenti, Roma 1995, pág. 58.
[28] J. Meinvielle cita principalmente la obra Filosofía de la masonería. En Mons. L. Meurin SJ, La Franc-Maçonnerie, Synagogue du Satan, Retaux, París, 1893, pág. 56, además, se puede leer: «Habría un libro entero que escribir sobre la Sabiduría, el Verbo, el Logos, que se transforma en la diosa Palas Atenea o Minerva, y en otras figuras semejantes del Olimpo de todos los pueblos antiguos. Los judíos de la Cábala no inventaron la idea de que esta gran figura tuviera su base; según la revelación divina y la historia general de la antigüedad, la Sabiduría personal es una emanación directa e inmediata del primer príncipe divino. Creemos pues estar en lo cierto reconociendo en los tres Sefirot: la Inteligencia, la Sabiduría y la Gracia, un recuerdo, aunque corrupto, de las tres divinas personas conocidas en el Antiguo Testamento bajo los nombres de Jehová, Sabiduría y Espíritu Santo o Fuego».
[29] G. Sholem, Los orígenes de la Cábala, EDB, 2013, pág. 438.
[30] Mons. Ballerini (en Breve Apologia del Cristianesimo , Edizioni Radio Spada, 2020, pp. 152-153), citando a Mons. Bonomelli, señala: «En resumen, tal es la promesa mesiánica tal como resulta de los libros del Antiguo Testamento. Se podría discutir, como de hecho también se discute entre los católicos, la fecha precisa de las profecías individuales, el significado particular de esta o aquella profecía en relación con las circunstancias que la acompañan. En tal distancia de tiempo, diversidad de idiomas, complejidad de eventos, esto es más que natural; como, por otra parte, sucede con todos los documentos antiguos, incluso los más auténticos de la historia. Pero negar el hecho de la promesa mesiánica, especialmente si se consideran las profecías mesiánicas en su totalidad, negar que las profecías mesiánicas preceden al cristianismo por al menos algunos siglos; negar la verdad histórica de estas profecías tal como se encuentran en los libros sagrados del Antiguo Testamento», y recurrir a la interpolación o la leyenda, esto jamás tendrá éxito para ningún incrédulo. Sin recordar aquí para su examen las diversas hipótesis de los racionalistas, basta con recordar un solo hecho que desmiente todos sus sofismas: «Trescientos años antes de Cristo se creó una versión griega de todos los libros del Antiguo Testamento, hecha en Egipto y llamada alejandrina. Esa versión griega se extendió a todos los países donde había judíos (y los había en todo Oriente y no pocos en Occidente también) y donde se conocía el griego. En esa versión, utilizada por judíos helenísticos y no helenísticos, y por cristianos, se encuentran precisamente las profecías tal como aparecen en el texto hebreo. Alterar todos esos ejemplos hebreos y griegos era imposible: por lo tanto, tenemos la absoluta certeza de que las profecías que nos ocupan existían tal como existen hoy, al menos trescientas años antes de Cristo».
[31] Génesis 3, 15.
[32] G. Ballerini, Breve apología del cristianismo, Ediciones Radio Spada, 2020, p. 146-147.
[33] Ibíd., pág. 149.
[34] Ibíd., 150. Nota: «Anuncia las glorias del Mesías en los Salmos 2, 44, 71, 109: anuncia sus sufrimientos e ignominias en los Salmos 15, 21, 39, 40, 68. El Salmo 21 está puesto en labios del mismo Mesías».
[35] Ibíd., pág. 151.
[36] Ibídem.
[37] A. Giacobazzi, Sed Gládium, Ediciones Radio Spada, 2014, p. 65.
[38] El Catecismo de San Pío X cita también algunas profecías mesiánicas, entre ellas la de Daniel, en su Resumen de la historia del Antiguo Testamento.
[39] G. Ballerini, Breve apología del cristianismo, Ediciones Radio Spada, 2020, p. 151-152.
[40] Ibídem.
[41] A. Giacobazzi, Sed Gladium , Edizioni Radio Spada, 2014, p. 66, Cf.: Card. Gerdil, Personajes de la Verdadera Religión.
[42] G. Ballerini, Breve apología del cristianismo , Ediciones Radio Spada, 2020, p. 152.
[43] A. Giacobazzi, Sed Gladium , Edizioni Radio Spada, 2014, p. 66. Cf.: Card. Gerdil, Personajes de la Verdadera Religión.
[44] G. Ballerini, Breve apología del cristianismo , Ediciones Radio Spada, 2020, p. 151-152.
[45] Ibíd., págs. 163-165.
[46] De San Alfonso María de Ligorio, Las Glorias de María – Discurso VI – Sobre la Purificación de María, en Libro d'Oro di Maria Santissima, Edizioni Radio Spada, 2021, pp. 363, 364: «La Santísima Virgen, como dice San Jerónimo, ya había sido iluminada por las divinas Escrituras para conocer los dolores que el Redentor sufriría en su vida y aún más en el momento de su muerte. Ella entendió bien por los profetas que sería traicionado por uno de sus parientes: Qui edébat panes meos, magnívit super me supplantatiónem, como predijo David (Sal. XL); abandonado por sus discípulos: Percúte pastórem et dispergéntur oves (Zac. XIII). Conocía bien los desprecios, escupitajos, bofetadas, escarnios que debía sufrir por parte del pueblo: Corpus meum dedi percutiéntibus et genas meas velléntibus: fáciem meam non avérti ab increpántibus et conspuéntibus in me (Is. L). Sabía que debía convertirse en el oprobio de los hombres y el rechazo de la más vil plebe, hasta saciarse de insultos y groserías: Ego áutem sum vermis et non homo: oppróbrium hóminum et abjéctio plebis (Sal. XXI). Saturábitur oppróbriis (Thren. III). Él sabía que al final de su vida su carne más sagrada sería completamente lacerada y rota por los azotes: Fue herido a causa de nuestra maldad (Is. LIII), a tal punto que su cuerpo sería completamente deformado, volviéndose como un leproso con llagas, hasta que sus huesos fueron expuestos: Non est spécie ei néque decor… Et nos putávimus eum quási leprósum (Ibid.). Contó todos mis huesos (Ps. XXI). Él sabía que sería traspasado por clavos: Fodérunt manus meas et pedes meos (Ib.). Él sería colocado entre criminales: Et cum scelerátis reputátus est (Is. LIII). Y que finalmente, colgado en la cruz, moriría ejecutado por la salud de los hombres: Et aspícient ad me, quem confixérunt (Zach. XII). Recordad también que lo cantado en los Salmos se cumplió en Juan 19: «Los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron sus vestiduras e hicieron cuatro partes, una para cada soldado; y también su túnica. La túnica era sin costura, tejida de una sola pieza de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: «No la rompamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será». Esto fue para que se cumpliera la Escritura: « Se repartieron mis vestiduras, y sobre mi ropa echaron suertes...». Después de esto, Jesús, sabiendo que ya todo estaba cumplido (para que se cumpliera la Escritura), dijo: «Tengo sed».[…] Era el día de la Preparación, y para que los cuerpos no permanecieran en la cruz el sábado (pues ese sábado era un día solemne), los judíos pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los llevaran. Entonces los soldados vinieron y quebraron las piernas del primero, y luego las del otro que había sido crucificado con él. Pero cuando llegaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. El que vio esto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero, y sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Porque esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: « No le quebrarán ningún hueso». Y otra Escritura dice: « Mirarán al que traspasaron».
[47] Cfr.: P. Biancheri, Exposición teológico-crítica de los misterios y de los significados místicos del Santo Sacrificio de la Misa solemne , 1849, p. 75.
[48] Estas figuras están resumidas principalmente por: Mons. G. Gaume, Tesoro Cattolico, Nápoles, 1850, (Catecismo Menor) a continuación de la pág. 583. A ellas, en el mismo texto, se añaden otras figuras que se enumeran a continuación: Abel, Jacob, Josué, David, Salomón.
[49] Cathrein, Fe y Ciencia , pp. 69-70. Citado en G. Ballerini, Breve apología del cristianismo , Edizioni Radio Spada, 2020, p. 259.
[50] Martinet, Solutions des grands probl., Citado en G. Ballerini, Breve apología del cristianismo ñ, Edizioni Radio Spada, 2020, p. 339, n. 57.
[51] Ibíd., pág. 206.
[52] G. Hergenröther, Historia Universal de la Iglesia – La Iglesia naciente. Persecución y triunfo , Edizioni Radio Spada, 2020, pp. 68-69.
[53] Padre G. B. Tavazzi, 80 milagros que hicieron historia – Signos indelebles de la veracidad de la Iglesia en 20 siglos , Edizioni Radio Spada, 2020, p. 22-23. Ver: Tácito, Historia romana , traducción de Politi, libro V, capítulo XIII, página 495. – Dion. en Claudio sub fine – Ioseph,, de Bello judaico , libro VI, capítulo XXX.
[54] Mucho antes del asunto de Leontópolis se produjo el del “Templo judío de Elefantina”: https://www.encyclopedia.com/places/africa/egyptian-political-geography/elephantine
[55] G. Hergenröther, Historia Universal de la Iglesia – La Iglesia naciente. Persecución y triunfo , Edizioni Radio Spada, 2020, p. 54; en la nota: «Josefo, Antigüedades judías XV, 3, 1; XII, 2, 4; 3, 1; XIII, 3, 2. Las guerras de los judíos, II, 36; VII, 3, 3. Filón de Alejandría, en Flaco, p. 971, 973. La traducción alejandrina de la Biblia fue considerada por los judíos como una desgracia tan grande que compararon el día de su aparición con el día en que se adoró al becerro de oro. (Talmud, tratado Soférim 1. Meguilá Taquith. fol. 50 c. 2)».
[56] Voz Leontópolis, Enciclopedia Judía: https://www.jewishencyclopedia.com/articles/14306-temple-of-onias
[57] G. Hergenröther, Historia Universal de la Iglesia – La Iglesia naciente. Persecución y triunfo , Edizioni Radio Spada, 2020, pp. 86-87.
[58] Ibíd., págs. 87-88.
[59] Ibíd., pág. 88.
[60] Las Historias de Amiano Marcelino, traducidas por Francesco Ambrosoli, con notas , tomo II, libro XXIII, cap. I, pág. 59. Milán, por Antonio Fontana, 1830. La prudencia antes mencionada también se aplica a este texto. Cabe destacar que, en toda la presente intervención, deseamos someternos, incluso para todos los eventos milagrosos, al juicio de la Iglesia.
[61] Padre G. B. Tavazzi, 80 milagros que hicieron historia – Signos indelebles de la veracidad de la Iglesia en 20 siglos , Edizioni Radio Spada, 2020, p. 52.
[62] G. Thibon, Retorno a lo real. Primer y segundo diagnóstico de fisiología social , Effedieffe, Milán, 1998, pp. 66, 67, 68. El libro, un clásico valioso, tiene un prefacio, ciertamente particular, de Gabriel Marcel, que data de 1942.
[63] G. Hergenröther, Historia universal de la Iglesia – El pensamiento de San Agustín, la fuerza del Primado romano, el nacimiento del Islam , Edizioni Radio Spada, 2021, p. 204
[64] El creyente de Henry Bean, 2001. La película ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Sundance de 2001 y el Gran Premio en el Festival Internacional de Cine de Moscú en 2001.
[65] Daniel: «El judaísmo no va de creencias. Va de hacer cosas: enciendes velas, dices oraciones, guardas el sabbat, visitas a los enfermos…». Carla pregunta entonces: «¿Y de ahí viene la creencia?». Daniel: «De ahí no viene nada […] Lo haces porque la Torá te dice que lo hagas». La conversación continúa con la joven, quien dice: «El judaísmo ni siquiera necesita un Dios. Tienes la Torá, la ley. Ese es tu maldito Dios… el libro está cerrado».
[66] Cfr.: RF Rohrbacher, Afinidad entre mahometismo y luteranismo , cf.: https://www.radiospada.org/2020/01/affinita-tra-il-maomettismo-e-il-luteranismo-dellabbe-rohrbacher/
[67] Véase: B. Lazare, Antisemitismo. Historia y causas , Biblioteca del Sodalitium, Verrua Savoia, 2000.
[68] La Santa Misa: explicación histórica, dogmática y litúrgica , Ed. Ichthys, reimpresión 1930, pág. 10
[69] G. Veltri, Tres tipos de religiosidad ashkenazí en Historia religiosa de los judíos de Europa , editado por Luciano Vaccaro, Ed. Centro Ambrosiano, p. 192-193.
[70] Ibídem. Se especificó a continuación: «Esto no implica que los rabinos no se preocuparan de especular sobre la naturaleza y la redacción del nombre divino». Véase también: El significado del tetragrámaton, https://www.comunitaebraicabologna.it/it/cultura/abc-del-giudaismo/292-il-significato-del-tetragramma , de «Gli ebrei questi sconosciuto» de Elena Löwenthal.
[71] R. Cecchini, R. Pecchioli, Israel, nacimiento de una nación , ed. Viridiana, 1967, pág. 42.
[72] Cfr.: H. Ringgren, Israel – Los Padres, la Era de los Reyes, el Judaísmo , Jaka Book, 1987, pág. 383.
[73] B. Lazare , Antisemitismo, historia y causas , CLS, 2000, pág. 21.
[74] D. Savino, Israel: ¿Estado divino o bestia del Apocalipsis?, 2 de diciembre de 2010, Effedieffe.com, http://www.effedieffe.com/index.php?option=com_content&task=view&id=33398&Itemid=100021
[75] M. Nordau, Discurso en el Primer Congreso Sionista de Basilea , 29 de agosto de 1897: «Donde las autoridades no lo confinaron en un gueto, allí construyó el suyo. Quería permanecer con su gente y no tener más relaciones con los habitantes cristianos que las comerciales».
[76] A. Shapira, Antisemitismo y sionismo , «Judaísmo moderno», XV, 3, 1995, p. 218, en: Vincenzo Pinto, La dialéctica entre antisemitismo y sionismo en el pensamiento y la obra de Vladimir Ze’ev Jabotinsky , FreeEbrei, http://www.freeebrei.com/interventi/sionismo-e-antisemitismo-una-concordia-discors . Para las siguientes notas, véase también: A. Giacobazzi, Anche se non vede , Edizioni Radio Spada, 2014.
[77] La película fue Mejor Largometraje Documental en los Premios Asia Pacific Screen de 2009.
[78] Las citas provienen del documental «Difamación» de Yoav Shamir. Las traducciones son de L. Caselli, del grupo LoSai.
[79] L. Copertino, La comparación con la Gnosis espuria según Ennio Innocenti , Sacra Fraternitas Aurigarum Urbis, 2018, p. 57, 366, https://www.ilcovile.it/raccolte/Luigi_Copertino_LaGnosiSpuriaDiEnnioInnocenti.pdf : «Muchos judíos, cansados de esperar un “mesías” que hubiera conducido, bajo la guía divina, a todos los pueblos a la “casa común de oración” en Jerusalén para inaugurar la era de la paz mundial –un mesías cuya representación a lo largo de los siglos, dentro del judaísmo, ha pasado de la de la persona individual a la del “pueblo mesiánico”, es decir, Israel, como “mesías colectivo”– terminaron adhiriendo al comunismo que, después de todo, prometía el mismo “paraíso en la tierra”, de felicidad universal, contemplado por el judaísmo postbíblico».
[80] A. Ferrari, Las amargas palabras de Mubarak (y Rabin) sobre Hamás e Israel , Video Corriere, 23 de mayo de 2021 https://video.corriere.it/esteri/vicino-oriente/amara-verita-hamas-fu-creato-israele/d152e248-bb9e-11eb-822f-b2d049d46202#
[81] G. Thibon, Retorno a la realidad. Primer y segundo diagnóstico de fisiología social , Effedieffe, Milán, 1998, p. 66, 67, 68.
[82] Mosaico-Cem, 29 de septiembre de 2005, https://www.mosaico-cem.it/attualita-e-news/israele/sergio-della-pergola/
[83] https://www.ocsm.it/wp-content/uploads/2020/02/Risi_CS.pdf: funcionario diplomático de la República italiana hasta 2016, último encargo: embajador en Suiza. Comendador al mérito de la República italiana. Docente de Relaciones internacionales y Políticas europeas en varias Universidades. Autor de numerosas publicaciones en materia internacionalista, comentarista de política exterior para alagunos diarios, entre ellos Il Corriere del Ticino.
[84] C. Risi, El Gobierno Bennett-Lapid: la primera vez sin Netanyáhu, https://www.ocsm.it/2021/07/01/il-governo-bennett-lapid-la-prima-volta-senza-netanyahu/
[85] L. Gravé-Lazi, Mohammed es el nombre de niño mád popular en Israel, Jerusalem Post, 28 de diciembre de 2015, https://www.jpost.com/israel-news/mohammed-most-popular-baby-name-in-israel-in-2014-438634
[86] D. Perry, Los jaredíes, y no los árabes o Irán, son la mayor amenaza contra Israel, Jerusalem Post, 5 de julio 2021, https://www.jpost.com/opinion/haredim-not-arabs-or-iran-are-the-biggest-threat-to-israel-opinion-672968; trad. italiana en: https://www.maurizioblondet.it/gli-ultra-ortodossi-minacciano-israele-piu-delliran/
[87] Ex-redactor para el Medio Oriente con sede en El Cairo, editor para Europa/Africa con sede en Londres de la Associated Press, y ex presidente de la Asociación de Prensa Extranjera en Jerusalén; socio directivo de la cadena de comunicaciones en Thunder11 con sede en Nueva York.
[88] Liberman dice que si los partidos jaredíes se unen a la coalició , su partido caerá, The Times of Israel, 4 de octubre 2021, https://www.timesofisrael.com/liveblog_entry/liberman-says-that-if-haredi-parties-join-the-coalition-his-party-will-bolt/
[89] I. Francese: El hijo de Netanyáhu publica una caricatura antisemita contra Soros, Il Giornale, 11 de septiemmbre de 2017, https://www.ilgiornale.it/news/mondo/figlio-netanyahu-posta-vignetta-antisemita-conto-soros-1440505.html
[90] M. Shemoelof, Yair Netanyahu, Twitter Buddy and Hero of Germany’s Nationalist Right, Haaretz, 11 de mayo de 2020, https://www.haaretz.com/opinion/.premium-how-netanyahu-jr-became-twitter-buddy-of-an-anti-semitic-german-party-1.8837062
[91] Reuters, 23 de noviembre de 2008, https://www.reuters.com/article/us-israel-nazis-idUSTRE4AM1Q420081123 / et: https://www.worldjewishcongress.org/en/news/jewish-teenagers-jailed-in-israel-for-years-of-neo-nazi-attacks

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