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sábado, 16 de enero de 2016

MÁS OBSTINACIÓN DE LA RAZA DEICIDA (Y AHORA POR ALGO CONCILIAR)

Envalentonados por la publicación por la “Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo”, adscrita al deuterovaticano Consejo para la Promoción de la Disolución de los Cristianos (quise decir, de la Unidad de los cristianos) del documento Los dones y la llamada de Dios son irrevocables (Rm. 11, 29) - Una reflexión sobre cuestiones teológicas en torno a las relaciones entre católicos y judíos en el 50 aniversario de Nostra Ætáte” (Nº 4), los judíos de Roma, liderados por el Gran rabino local Riccardo Shemuel Di Segni Dascali, aprovecharán que mañana Antipapa Francisco Bergoglio visitará la Sinagoga local, para reiterar el pedido de que el Vaticano elimine (ahora para los “tradicionalistas” Ecclésia Dei, el fellayanismo y el williamsonismo, que siguen la “Misa Indultada”) la oración por la conversión de los judíos en el Viernes Santo.
 
Di Segni ha protestado por causa de la oración por la conversión de los judíos
  
Di Segni afirma que ese hecho “demuestra que los documentos, el último publicado el año anterior, no han sido todavía recibidos en modo uniforme. Tal vez se trata de difundirlos en el modo mejor, para hacerlos llegar también en las zonas periféricas”.
  
Orémus et pro Judǽis: Ut Deus et Dóminus noster illúminet corda eórum, ut agnóscant Jesum Christum salvatórem ómnium hóminum.
Orémus. Flectámus génua. Leváte.
Omnípotens sempitérne Deus, qui vis ut omnes hómines salvi fiant et ad agnitiónem veritátis véniant, concéde propítius, ut plenitúdine géntium in Ecclésiam Tuam intránte omnis Israël salvus fiat. Per Christum Dóminum nostrum. Amen.
  
TRADUCCIÓN
Oremos por los judíos: Para que el Señor Dios nuestro ilumine sus corazones para que reconozcan a Jesucristo, Salvador de todos los hombres. 
Oremos. Doblemos rodilla. Levantaos.
Dios omnipotente y eterno, tú que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, concede propicio que, entrando la plenitud de los pueblos en tu Iglesia, todo Israel sea salvado. Por Cristo, Señor nuestro. Amén.
  
Oración por la cual aún los mismos judíos protestaron en su tiempo, por la cual el Vaticano tuvo que hacer la precisión en un comunicado de prensa de que sólo sería para los Ecclésia Dei, permaneciendo incólume la oración que está en el misal montiniano. Y en todo caso, viene a contrariar la Oración y Creencia Católica Tradicional, que en la Liturgia del Viernes Santo señala que cuando se hace la oración por la CONVERSIÓN de los PÉRFIDOS judíos se ordena claramente NO ARRODILLARSE NI DECIR “Amén”, NI MUCHO MENOS “Orémus. Flectámus génua. Leváte”, porque los judíos le hacían la burla a Nuestro Señor Jesucristo durante la Coronación de Espinas arrodillándose y diciéndole “Salve, Rey gusano”. Súmese a lo anterior que el Misal Roncalliano contiene las reformas para la Semana Santa que Anníbale Bugnini, el malhadado lazarista modernista, hiciera en 1955, reforma que Pío XII nunca aprobó; y que fueron antesala para el Novus Ordo.
 
Aún más: la Escritura es enfática en que sólo unos pocos de los judíos se convertirán a Jesucristo, reconociendo que Él es el Mesías. En el Antiguo Testamento, está escrito:
Yahveh le dijo a Elías: “He reservado para mí en Israel a siete mil hombres, que no se arrodillaron ante Baal, y no besaron su mano ni la extendieron en adoración”. (III Reyes 19, 18)
“Aquel día, el resto de Israel y los sobrevivientes de la casa de Jacob dejarán de apoyarse en aquel que los golpea, y se apoyarán con lealtad en Yahveh, el Santo de Israel. Un resto volverá, un resto de Jacob, al Dios Fuerte. Sí, aunque tu pueblo, Israel, sea como la arena del mar, sólo un resto volverá. La destrucción está decidida, desbordante de justicia. Porque Yahveh Sebaod ejecutará este decreto de exterminio en medio de todo el país”. (Isaías 10, 20-23)
 
En ambos casos, la palabra “volver” significa conversión. Al hablar de “un resto que volverá” (שְׁאָר יָשׁוּב/shear yashub, καταλειφθείς Ἰασουβ) se sobreentiende que la gran mayoría de los judíos se condenará en su apostasía e impiedad. San Pablo, en su Carta a los Romanos, cita los anteriores pasajes proféticos para exponer más claramente la conversión de los judíos:
“A su vez, Isaías proclama acerca de Israel: ‘Aunque los israelitas fueran tan numerosos como la arena del mar, sólo un resto se salvará, porque Yahveh cumplirá plenamente y sin tardanza su palabra sobre la tierra’. Y como había anticipado el profeta Isaías: ‘Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado una descendencia, habríamos llegado a ser como Sodoma, seríamos semejantes a Gomorra'”. (Romanos 9, 27-29)
“Dios no ha rechazado a su Pueblo, al que conoció de antemano. ¿No sabéis acaso lo que dice la Escritura en la historia de Elías? Él se quejó de Israel delante de Dios, diciendo: ‘Señor, han matado a tus profetas, destruyeron tus altares; he quedado yo solo y tratan de quitarme la vida’. ¿Y qué le respondió el oráculo divino?: ‘Me he reservado siete mil hombres que no doblaron su rodilla ante Baal’. Así, en el tiempo presente, hay también un resto elegido por gracia”. (Romanos 11, 2-5)
 
Pero también es enfático en que en la hora presente, los judíos están a oscuras, no reconocen a Jesucristo en el Tanáj que tanto adoran (cf. II Corintios 3, 14-16), y peor, obstinados en su ceguedad, se oponen a Él:
Ellos [los judíos] mataron al Señor Jesús y a los profetas, y también nos persiguieron a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres, ya que nos impiden predicar a los gentilespara que se salven. Así, constantemente están colmando la medida de sus pecados, pero la ira de Dios ha caído sobre ellos para siempre”. (I Tesalonicenses 2, 15-16).
 
San Pedro acusó también a los judíos de haber matado a Jesús:
“Israelitas, escuchad: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que vosotros conocéis, a éste, que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, vosotros le matasteis clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los lazos de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él”. (Hechos 2, 22-24)
“Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo ante los jefes del Sanedrín: Sabed vosotros y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de vosotros por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que crucificasteis, y Dios resucitó de entre los muertos”. (Hechos 4, 10)
El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que hicisteis morir colgándolo en una cruz”. (Hechos 5, 10)
  
Pero sobre todo, Jesús mismo lo declara categóricamente:
“Y comenzó a contar al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña y se la arrendó a unos labradores y salió de viaje por bastante tiempo. Y en el momento adecuado envió a los labradores un siervo para que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores, tras apalearlo, lo despidieron vacío. Y volvió a enviar a otro siervo; pero ellos, apaleándolo y ultrajándolo, lo despidieron vacío. Y volvió a enviarles un tercero, pero ellos también a ese, tras herirlo, lo echaron. Pero dijo el Señor de la viña: ‘¿qué voy a hacer? Enviaré a mí hijo el amado; quizás a él lo respetarán’. Sin embargo, al verle los labradores, razonaban entre sí diciendo: ‘Éste es el heredero; vamos a matarlo para que la herencia sea nuestra’. Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos, el Señor de la viña? Vendrá y hará perecer a esos labradores y entregará la viña a otros”. (Lc. 20, 9-16)
  
El que los judíos son deicidas, que su pecado no tiene expiación y que son reos de la Sangre de Cristo hasta el día del Juicio, es doctrina sostenida por los Padres y Doctores de la Iglesia, y la Liturgia lo proclama también. Por eso, MAL QUE LE PESE A LOS JUDÍOS, A LOS CONCILIARES Y AL QUE SEA, la verdadera Iglesia Católica rezó y seguirá rezando el Viernes Santo así, para que Dios les conceda a los judíos salir del error y reconozcan a Jesucristo:
Orémus et pro pérfidis Judǽis: ut Deus et Dóminus noster áuferat velámen de córdibus eórum; ut et ipsi agnóscant Jesum Christum, Dóminum nostrum.
 
Non respondetur Amen, nec dicitur Orémus, aut Flectámus génua, aut Leváte, sed statim dicitur:
Omnípotens sempitérne Deus, qui Judǽos étiam a tua misericórdia non repéllis: exáudi preces nostras, quas pro illíus pópuli obcæcatióne deférimus; ut, ágnita veritátis tuæ luce, quæ Christus est, a suis ténebris eruántur. Per eúndem Dóminum. Amen.
 
TRADUCCIÓN
Oremos también por los pérfidos judíos, para que Dios Nuestro Señor quite el velo de sus corazones, a fin de que ellos también reconozcan a Jesucristo Nuestro Señor.
 
No se responde Amén, ni se dice Orémus, ni Flectámus génua ni Leváte, sino que enseguida se dice:
Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de tu misericordia aún a los pérfidos judíos: oye las plegarias que te dirigimos por la ceguedad de aquel pueblo, para que, reconociendo la luz de tu verdad, que es Cristo, salgan de sus tinieblas. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

1 comentario:

  1. Dice Dom Gueranger: "Aquí [en esta oración] el diácono no invita a los fieles a arrodillarse. La Iglesia no duda en ofrecer una oración por los descendientes de los vergugos de Jesús; pero al hacerlo se inhibe para arrodillarse, porque esta señal de adoración fue convertida por los judíos en un insulto contra Nuestro Señor durante su Pasión. Ella ora por Sus escarnecedores; pero se guarda de repetir el acto con el cual Lo escarnecieron". (El Año Litúrgico - Edición Inglesa, tomo VI, Tiempo de Pasión y Semana Santa. Fitzwilliam, New Hampshire, Loreto Publications. Pg. 485)

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