Traducción del artículo publicado por Joseph Pearce en NATIONAL CATHOLIC REGISTER.
¿HIJOS O ESCLAVOS? EL ABISMO DE DIFERENCIA ENTRE EL ISLAM Y EL CRISTIANISMO
¿Pueden el Islam y el Cristianismo ser vistos como iguales, o similares, o complementarios entre sí, o son tan radicalmente opuestos y en contravía que es un grave error verlos como si tuvieran algo significativo en común?
En un extremo están los “ecumenistas” que gustan de hablar sobre los cristianos y musulmanes como “gente del Libro”, unidas en su creencia en el único Dios y, como tal, una fuerza positiva para bien del mundo. En el otro extremo, están los ateos que osan demonizar ambas religiones como siendo “gente del Libro”, unidas en su creencia en un monolito tiránico inexistente llamado “Dios” y, como tal, una fuerza negativa responsable de gran parte del odio y la discordia en el mundo. Contra sendas posiciones extremas, hay una tercera posición, que simplemente declara que el Islam y el Cristianismo son tan radicalmente opuestos entre sí como cada una de ellas es opuesta al ateísmo.
En un sentido práctico, cada una de estas tres posiciones afectará radicalmente, y de hecho efectuará, nuestra visión del mundo. Cómo vemos la situación global, política y culturalmente, será determinada por cuál de esas tres posiciones creemos es verdadera.
Consideremos el Islam. La inscripción en la Cúpula de la Roca en Jerusalén declara que Jesús “era solamente un Mensajero de Dios”, que Él no era Hijo de Dios: “Lejos de Su trascendente majestad que tenga un hijo. No le aprovecha a Dios que Él tenga para Sí un hijo.… Alabanza sea a Dios, que no ha tomado para Sí un hijo, que no tiene asociado”. Comparemos esto con el Cristianismo: “Nadie que niegue al Hijo tiene al Padre. El que confiese al Hijo tiene al Padre también” (Cf. 1 Juan 2, 23).
En un programa llamado The Creed (El Credo), presentado por Mike Aquilina y Scott Hahn en EWTN [Ese programa es del canal en Inglés. Ni preguntar si ese programa existe en la parrilla del símil hispano, toda vez que no tendría el placet de ACIPIENSA Alejandro Bermúdez Rosell, N. del T.], el Dr. Hahn habló de su encuentro en un restaurante con un estudioso islámico. Cuando Hahn se refirió a Dios como “Padre”, el erudito golpeó su puño sobre la mesa y dijo: “No blasfeme. Eso es humano, no divino”.
Dijo Hahn: “Entonces cambiemos de sujeto, y hablamos sobre Jesús, y me referí a Él como ‘Hijo’”. Vino un puñetazo más sonoro contra la mesa. “Deje de blasfemar. La filiación es humana, no divina”, demandó el estudioso.
Hahn entonces le preguntó por qúe no podemos hablar del amor de Dios, en términos de analogía, como el amor de un Padre. “Dios no ama como un padre”, el estudioso islámico replicó. En su lugar, él empleó la analogía del amor que el dueño de un perro tiene por su mascota, esto es, no paternidad sino propiedad. Por un momento, Hahn pensó que estaba bromeando. No lo estaba. “Él no sonreía. Dijo lo que significa y significa lo que dijo. Y yo concluí que Alá no ama como padre. Es una relación de amo/esclavo. Es una religión de esclavitud divina (Islam significa “sumisión”). Y si no nos gusta, tenemos que concluir que es como ellos definen su propia religión. Esos son los términos que usan. Esos eran los términos que él estaba usando. Y decir que Dios es Padre y nosotros Sus hijos no es solamente una presunción, es blasfemia [a oídos de ellos]”. Un par de minutos más tarde, Hahn se refirió nuevamente a Dios como Padre, y el estudioso islámico golpeó su puño contra la mesa, se levantó y abandonó el restaurante.
Gústenos o no, el Cristianismo y el Islam están separados por un abismo de diferencia. El “Dios” que los Muslimes y Cristianos adoran no es el mismo Dios. Un solo Dios puede ser el Dios verdadero pero, si es así, el otro es un dios falso. No pueden coexistir como dioses verdaderos. Es una cuestión de ser lógicos, no teológicos. Y en cuanto al ateísmo, ellos al menos comparten una cosa en común con el Islam. Ni el ateo ni el musulmán creen en el Hijo de Dios, ni en el amor del Padre por el Hijo, ni que el Padre amó tanto al mundo que Él nos dio a Su Hijo unigénito para que no perezcamos sino que podamos tener vida eterna. En ese sentido, podemos decir que los musulmanes y ateos comparten la misma pauperación radical. Ellos necesitan nuestras oraciones.
JOSEPH PEARCE
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