Por Israel Viana para ABC (España).
El expresidente del CSIC Alejandro Nieto publica uno de los pocos libros que repasa la historia de este violento, breve, caótico y olvidado periodo español que los republicanos actuales tratan de «silenciar porque nada tiene de glorioso».
«¿Cuál será?» (caricatura de la revista La Flaca, 1 de Marzo de 1873. El unitarismo es representado por Emilio Castelar, el federalismo por José María Orense).
Cuatro
presidentes y casi una docena de gobiernos, una revolución cantonal que
amenazó la unidad del país, el bombardeo de Alicante y dos golpes de
Estado. Todo eso ocurrió en los menos de dos años que duró la
Primera República, un periodo tan inestable, breve y
violento que a la «izquierda republicana actual no le gusta ni hablar de
ella». Así opina el catedrático de Derecho y ex presidente del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Alejandro Nieto García, tras
publicar uno de los pocos libros que se han escrito en el último siglo y
medio sobre este régimen.
«A pesar de que no dejó ningún buen
recuerdo, sigo sin entender porque ha despertado tan poco interés entre
los historiadores siendo tan importante.
La
poca bibliografía que existe se hizo cuesta arriba al escribirlo. Tuve
que empezar de cero y consultar el Boletín Oficial del Estado (BOE) y
toda la prensa que se publicó entre el 11 de febrero de 1873 y el 29 de
diciembre de 1874. Son las únicas fuentes importantes que encontré y es
penoso. Hay que tener mucha paciencia», explica el autor de
‘La Primera República Española’ (Comares, 2021).
La mejor muestra de dicho desconocimiento fue el acto de
homenaje celebrado en Barcelona, en febrero del año pasado, por parte del Partido Socialista de Cataluña
(PSC). Sus dirigentes se reunieron frente a la casa de Francesc Pi i
Margall, uno de los presidentes republicanos del periodo y usaron la
bandera de la Segunda República en vez de la oficial de la
Primera que nada tiene que ver y que, además, era rojigualda. Las
críticas en las redes sociales no tardaron en aparecer: «No es la
correcta, dejen de tergiversar la historia» y «esa es solo de la Segunda
República. Ni para hacer tonterías dais una bien», escribieron los
usuarios de Twitter.
«No me extraña en absoluto que les
ocurriera, porque de la Primera República hay una ignorancia total y lo
poco que se recuerdan son anécdotas», señala Nieto a ABC sobre aquella
etapa que se inició realmente cuando, el 12 febrero de 1873, el Rey
Amadeo I cogió sus maletas y se marchó a Portugal. «Si fueran
extranjeros los enemigos de España, sería el primero en combatirlos,
pero todos los que, con la espada, la pluma o la palabra la agreden son
españoles», declaró antes de emprender su viaje.
Las Cortes
proclamaron el nuevo régimen por 258 votos a favor y 32 en contra. Los
dos grupos políticos mayoritarios en las Cortes fueron el Partido
Radical y el Partido Republicano Federal, los cuales tenían intereses
contrapuestos: los primeros defendían una república unitaria y los
segundos eran partidarios de un modelo territorial federal. Se
impusieron estos últimos y, en seguida, los grupos federalistas
provinciales, junto a los anarquistas, comenzaron a formar minúsculas
repúblicas autónomas en Andalucía y la costa mediterránea, llamadas
cantones, cuyo caos se sumó al que ya provocaba la
Guerra de los Diez Años en Cuba y la Tercera Guerra Carlista.
—¿La Primera República estaba abocada al fracaso desde el principio?
—Creo
que hubo una pequeña posibilidad de que triunfara si los federalistas y
los unitarios no se hubieran peleado. Los ciudadanos, de hecho,
aceptaron pacíficamente su llegada a pesar de que la mayoría no eran
republicanos. Fue un «vamos a probar», lo toleraron. Los adversarios se
retiraron de la escena política a observar y, cuando comprobaron que los
republicanos se peleaban entre sí, y que no había reconciliación
posible, se quedaron en casa frotándose las manos en espera de que
cayeran ellos solos para traer al futuro Alfonso XII como alternativa.
Fue un disparate porque los republicanos no llegaron a un solo acuerdo.
—¿Por eso a los republicanos actuales no les gusta recordar aquella primera experiencia republicana?
—No
sé, pero lo que está claro es que no les gusta. Podrían haber hecho
como hicieron con la Segunda, inventársela, pero decidieron despreciarla
y hablar solo de la última… Por suerte, porque a la Segunda no hay
quien la reconozca hoy en día.
—Al no haber apenas
bibliografía, según ha apuntado usted, habrían tenido más facilidades de
reescribirla en el caso de que quisieran.
—A los que
tienden a reescribir la historia a su antojo, en función de sus
intereses políticos, les importa bien poco que haya una mucha o poca
documentación, ya que son capaces de hacerlo igualmente.
—¿Entonces es una tarea imposible conocer bien la Primera República por ese vacío?
—Cualquier
acontecimiento histórico, pero en este caso tuve que leerme toda la
prensa día a día, además de las disposiciones oficiales y todas las
discusiones parlamentarias. Ese es material suficiente para contar este
periodo, sobre todo si tenemos en cuenta que los diputados hablaban y
hablaban y no como ahora. Antes intervenían a título personal y decían
lo que querían, pero en la actualidad habla el partido por boca de
ellos. Por supuesto, lo de antes era guirigay, pero dentro de ese
guirigay se entendían muchas cosas.
—Cuatro presidentes y una docena de gobiernos es un nivel de inestabilidad casi inédita…
—No
del todo. Es verdad que lo que ocurrió entre 1873 y 1874 es un
auténtico récord, pero en 1918 sucedió algo parecido. Se sucedieron
varios gobiernos, uno detrás de otro, hasta que el Rey Alfonso XIII dijo
que así no se podía gobernar España y formó un Gobierno de
concentración que tampoco funcionó. Sin llegar a los niveles de la
Primera República, ha habido otras épocas en la historia de España en la
que los gobiernos duraban meses… ¡o días!
—Si
echamos un vistazo a la división y los cambios de gobierno en la
Segunda República, da la sensación de que la inestabilidad estuviera en
el ADN de los regímenes republicanos españoles.
—Puede
ser, pero en la Primera República la mayoría de la población no era
republicana, solo que decidieron abstenerse y esperar. Sabían que, sin
participar activamente en la política, esa fruta caería sola, como
sucedió. Los militares intervinieron simbólicamente solo al final, pero
la República ya se había hundido a sí misma. Fueron cuatro líderes
republicanos federales peleados entre sí de manera irreconciliable los
que se las arreglaron para que su régimen no llegara al año.
—¿Es cierta la huida de Estanislao Figueras, uno de esos cuatro presidentes y frase de «estoy hasta los cojones»?
—La huida fue real. Encargó en secreto los billetes y se
presentó en la estación él solo. Estaba tan harto de sus colaboradores
que se marchó dejándolos ahí. Es cierto que, además, estaba
psicológicamente tocado por la muerte de su mujer. Lo que no hay son
testimonios de la declaración, aunque es probable que lo dijera.
—¿Qué paralelismos encuentra entre la Primera y la Segunda República para que nos podamos explicar el fracaso de ambas?
—Las
dos cometieron el mismo error, que ni una ni otra contaron con el
pueblo. En la Primera, los republicanos activos no cabían en una
diligencia de las de entonces y el pueblo les traía sin cuidado. Un poco
más allá de Madrid, ni se enteraban de lo que pasaba ni les importaba.
Las guerras cantonales tampoco interesaban a mucha gente. Si preguntabas
si preferían federalismo o unidad no sabían a qué se refería cada
expresión. Sin embargo, cuando estallaba el conflicto eran capaces de
coger la escopeta e ir a la barricada. Hay una anécdota que representa
muy bien este desconocimiento:un día [el ministro de Hacienda hasta la
proclamación de la Primera República y Premio Nobel de Literatura en
1904] José Echegaray pidió a los republicanos en el Parlamento que le
explicaran qué era el federalismo y nadie le contestó. Es una situación
parecida a lo que vivimos hace poco, cuando [el expresidente del
Gobierno entre 2011 y 2018] Mariano Rajoy, preguntó a los políticos
catalanes, cuando estaba a punto de poner en marcha el artículo 155, si
se habían declarado o no independientes. Estos no fueron capaces de
contestarle.
—A pesar de haber sido aceptada
pacíficamente la Primera República, Alicante fue arrasada con bombas por
los barcos cantonalistas llegados desde Cartagena para sumarla a su
independencia.
—Cierto, las bombas están ahí, no son ningún mito. También existen los partes militares de
esos barcos que bombardearon la ciudad desde el mar. Habría
sido peor si el Gobierno de Madrid no hubiera mandado a la Armada a
luchar contra los cantonalistas y un buque alemán no se hubiera puesto
en medio de ambos bandos para evitar una masacre mayor. Ahí se terminó
la guerra naval.
—Pero cayeron quinientos bombas…
—Sí,
pero no fue una guerra. Fue un bombardeo de los cantonalistas antes de
que llegara la Armada gubernamental. ¡Era absurdo! Los dos bandos eran
republicanos, aunque unos defensores de la unidad y otros cantonalistas.
Estos últimos querían vencer al Gobierno para extender su cantón, pero
el primer ataque por tierra a Alicante duró hasta que los rebeldes
vieron aparecer al Ejército unitario y volvieron a casa con el rabo
entre las piernas. Sin embargo, la acción por mar fue salvaje, puesto
que no bombardearon los arsenales, sino a la ciudad y sus habitantes.
—¿Por
qué el federalismo no triunfó ni en Cataluña, epicentro de esa
ideología, durante la Primera República, a pesar de que dos de los
cuatro presidentes eran catalanes?
—En Cataluña el
federalismo tenía mucha importancia, pero no triunfó precisamente porque
esos dos presidentes catalanes, que hicieron uso de su influencia para
apaciguar a los cantonalistas con el argumento de que ya defendían ellos
su causa en el Congreso. Es lo mismo que ocurrió en la Segunda
República cuando Francisco Macià declaró el Estado catalán. Los
ministros republicanos catalanes viajaron rápidamente desde Madrid a
Barcelona para frenar el golpe.
—La idea federalista sigue estando vigente. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, todavía la defiende.
—Si
Echegaray resucitara y apareciera hoy en el Parlamento para preguntarle
a Sánchez qué es lo que entiende por federalismo y qué quiere hacer con
él, tampoco sabría qué contestar. Es curioso, porque, a diferencia de
que sobre la la Primera República no se ha escrito prácticamente nada,
del federalismo se sigue publicando muchísimo.
—En el
libro aseguras que en la Primera República la prensa tenía una libertad
aceptable, con periódicos de todas las tendencias políticas. Si tenemos
en cuenta la censura que se dio en la Segunda, ¿se podría decir que la
primera alcanzó cotas de democracia más altas?
—¡Uy, veo
tan poca democracia en la Primera República que no me atrevo a decir
eso! [risas] Es verdad que había libertad de prensa, que es una de las
medidas de la democracia, pero hay otras muchas más. Si juzgo los dos
periodos desde la óptica actual, ni la una ni la otra lo fue.
—¿Podría destacar un aspecto positivo de la Primera República que sirviera de aprendizaje para el futuro de España?
—Mmmmm…
seguro que sí, pero tendría que pensarlo mucho. Por ejemplo, la lección
que nos dio. Otra cosa es que esas lecciones no hayan llegado hasta
hoy. Ahora, cuando venga la Tercera República, podría servir para que
los líderes políticos se sentaran en una mesa a discutir qué hacer con
ella y no entrar con los ojos cerrados como entraron en las anteriores,
donde nadie supo lo que le esperaba al día siguiente.
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