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lunes, 16 de mayo de 2022

UNA BREVE CRÍTICA CATÓLICA AL COMUNISMO

Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH.
   
UNA BREVE CRÍTICA CATÓLICA AL COMUNISMO EN 1939
El padre Edward Leen contra los marxistas…

Primeros representantes del comunismo: Vladímir Lenin, Friedrich Engels, Karl Marx

En 1939, el magnífico escritor católico irlandés P. Edward Leen (1885-1944) publicó un libro titulado The Church before Pilate (La Iglesia ante Pilato). Publicado en un momento crítico en la historia, aborda las relaciones entre la Iglesia Católica y la autoridad secular. En solo 78 páginas, es una lectura corta y altamente recomendada.
   
En el capítulo 2 de La Iglesia ante Pilato, el autor dedica una subsección al tema del comunismo. Él ofrece un análicis aleccionador del sistema despreciable, materialista e impío introducido por Karl Marx (1818-1883), identificándolo con “el enemigo más intransigente de la catolicidad”, de hecho “la más completa expresión de las parciales, incompletas y en alguna forma ilógicas revueltas que han marcado el curso de la Cristiandad desde los primeros años de la Era Cristiana”.
  
Mientras muchos sostienen erróneamente que el comunismo es meramente una teoría económica, confundiéndola así con el socialismo, la verdad es que el comunismo es mucho más que eso. Es nada menos que “una ética y una religión”, como lo explica el padre Leen. El comunismo busca subvertir y remplazar, por medio de la revolución, todo el orden social. Cualquier contribución a este objetivo es moralmente aceptable para el comunista, que sostiene el cruel error que “el fin justifica los medios”.
  
Los verdaderos Papas han condenado fuertemente el comunismo y el socialismo. Entre los documentos magisteriales más relevantes están los siguientes:
Debe señalarse que la condena eclesiástica al comunismo no debe entenderse como una adhesión al capitalismo. Aunque no es intrínsecamente malo como el comunismo, el capitalismo tiende a corromper la búsqueda legítima de obtener una ganancia volviéndola no solo en un fin en sí mismo, sino el más elevado de todos los fines que ser perseguido ferozmente, incluso a expensas de los derechos individuales de las personas y del bien común.
    
La teoría económica que corresponde más cercanamente a la doctrina social de la Iglesia es la que se conoce como “Distributismo”, aunque la etiqueta es propensa a ser malentendida. El siguiente artículo permite explicarlo de alguna manera:
El antídoto al comunismo, entonces, no es el capitalismo sino la doctrina social y moral de la Iglesia Católica.
  
A continuación presentamos el texto completo de la crítica del padre Leen sobre el comunismo, con la esperanza que sea leído por tantas personas como sea posible. No será difícil descubrir paralelos impactantes y aterradores a nuestro tiempo.
   
En 1917, la Madre de Dios se apareció en Fátima para advertir al mundo de los “errores de Rusia” que estaban comenzando a desplegarse durante ese año crítico en lo que pronto se convertiría la Unión Soviética. Que nosotros, por la intercesión de la Santísima Virgen, seamos librados de la creciente propagación del infernal sistema comunista.
  
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PADRE EDWARD LEEN SOBRE EL COMUNISMO [De La Iglesia ante Pilato (1939), págs. 33-41].
  
Para el filósofo moral cristiano, es bueno lo que conduce al verdadero fin último de la vida humana, y es malo lo que desvía al ombre o le causa volver la espalda a ese fin último. Es el soporte de una acción en el objetivo de la existencia lo que determina su valor moral.
  
Comunismo
Así con el comunismo, la revolución mundial, acabando en una distribución satisfactoria de los bienes materia, es el fin último del hombre. Lo que hace para esto —matar, por ejemplo— es bueno. Lo que impide su consecución, el impedimento del amor natural de los hijos a sus padres, es malo.
  
La Iglesia, sabia no solamente en lo sobrenatural, sino sabia en todas las cuestiones importantes, vio claramente desde hace mucho hacia dónde tendían inevitablemente las falsas filosofías y levantó Su voz una y otra vez en solemne advertencia. Es un principio indudable con Ella que las falsas creencias engendran inevitablemente malas conductas. Durante el siglo pasado especialmente, Papa tras Papa se ha esforzado en despertar a la humanidad a conocimiento de los desastres que se avecinaban, señalando en los más claros términos que estos desastres serían la consecuencia lógica de las falsas teorías que hombres descarriados abrazaron fervientemente en materias política, social y económica. Estas advertencias cayeron en oídos sordos y hoy estamos presenciando el comienzo de los ayes que los Vicarios de Cristo han predicho.
    
Porque el comunismo no es una extraña irrupción incondicionada desde el exterior en la secuencia ordenada de eventos humanos, interrumpiendo violentamente esa secuencia ordenada. No es un destello de un rayo súbitamente apareciendo sin causa en un cielo perfectamente despejado. No es algo totalmente incalculable que hombres arreglando el bienestar temporal de la humanidad posiblemente no pudieran reconocer. El comunismo no es sin antecedentes. No es el primero, aunque es el más intransigente enemigo de la catolicidad. En lo que esencialmente representa —y el nombre que tiene es algo [sic] engañoso— la más completa expresión de las parciales, incompletas y en alguna forma ilógicas revueltas que han marcado el curso de la Cristiandad desde los primeros años de la Era Cristiana.
  
Como se ha dicho, el nombre ‘comunismo’ es algo engañoso. Encubre la impresiónque lo que sostiene es primariamente una teoría económica. El aspecto económico de esta grandísima herejía es solo un aspecto y lejos de ser un aspecto importante. Es, por sobre todo, una ética y una religión. La prueba de esa declaración es fácil. Si el comunismo fuera solamente una teoría económica, entonces sus defensores extenderían su ferviente admiración a aquellas sociedades en que su ideal económico es más perfectamente realizado. Aun cuando el comunismo obtiene influencia, son estas mismas sociedades las que son marcadas por su especial odio y por su furia destuctiva. El ideal económico del comunismo es que todo debería trabajar por el bien de todo el cuerpo, que nadie debería ejercer propiedad individual y que los frutos de la labor de los miembros debería ser distribuida según las necesidades de cada uno: las necesidades no solo de los que trabajan, sino también las de aquellos que, por la enfermedad o la vejez, estén incapacitados de trabajar. Este ideal es realizado en la vida religioisa, y aun así lo religioso es el primer objeto de ataque cuando los discípulos de Karl Marx toman las riendas del poder.
   
Lo que es llamado comunismo no está interesado en el “comunismo” como tal. Está interesado en él como un medio muy útil para conseguir su fin principal. Este fin es la sustitución con dios que se ha hecho para sí, del verdadero Dios —la sustitución con el dios anticristiano del Dios cristiano— y los vastos recursos de riqueza y poder que están puestos a la disposición del denominado Estado comunista son usados inescrupulosamente para llevar a cabo la entronización de su deidad en los altares de todas las naciones.
  
La religión es la relación del hombre con su fin último y el conjunto de obligaciones y deberes que surgen de esa relación. La religión sobrenatural es tal porque su fin es Dios, ser visto y amado en Su divinísima vida. El comunismo es una religión porque establece un fin final para el hombre, establece la relación entre el individuo y ese fin, y finalmente resalta y prescribe los deberes que surgen de esa relación. La masa de la humanidad, bien alimentada, bien albergada y bien suplida con las comodidades corporales y no teniendo ningún señor o amo que sí misma, esa es la deidad del comunismo. Los bienes morales y la conducta recta consisten en trabajar hacia este fin último de la vida humana. Los medios para lograr este objetivos son la crueldad despiadada y la mentira cínica. El comunista tiene un gran desprecio por la vida humana. Él tiene un desdén completamente igual a los hechos actuales. De ser necesario para conseguir sus fines, lo que no es, es. Toda revuelta contra la Catolicidad desde el comienzo, toda herejía, era un ataque enmascarado de satanás contra el Dios verdadero. En el comunimsmo la máscara es removida y la revuelta es abierta y declarada. No sorprende que el equívoco marque su mismo proceder y que su progreso esté trazado con sangre y ruina. Las palabras dirigidas a los primeros enemigos de Cristo le son aplicables a sus más modernos sucesores. “Vosotros sois hijos del diablo, y así queréis satisfacer los deseos de vuestro padre; él fue homicida desde el principio; y, nunca ha estado firme en la verdad; y así no hay verdad en él; cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso y padre de la mentira” [San Juan 8, 44]. Los eventos que estamos presenciando en el día presente [1939] subrayan todas las palabras de este texto en un rojo vívido.
  
En los labios de estos herejes y en los labios de aquellos que son más o menos sus seguidores cercanos, las palabras cambian completamente su significado.
  
La libertad es su grito constante. Esto no significa, como debería significar, la oportunidad sin obstáculos, el poder físico y moral para cada hombre de hacer lo que puede y debe hacer. En teoría, para los heresiarcas, la libertad humana significa el poder para cada hombre hacer lo que se le antoje hacer. En la práctica, significa para todos los que han sido engañados por este espejismo de libertad, el poder de hacer solo lo que los heresiarcas querrán que hagan. La libertad pasa a ser una tiranía que esclaviza en cuerpo y alma al hombre.
   
El fascismo es el archienemigo para los protagonistas de la herejía rusa. El fascismo es una palabra que debería presentar una filosofía política que es prácticamente aplicada solo en el estado italiano. La palabra debería significar esto y solo esto. Para los comunistas y sus simpatizantes, la palabra es completamente desarraigada de su propio sentido y es hecha para presentar todo lo que ellos objetan. Es en sus diatribas un término de abuso dirigido contra todos “aquellos que sostienen alguna de las gigantes tradiciones de la Cristiandad”.
  
Es por esta razón que no puedo alinearme con la opinión frecuentemente expresada que la reforma política desterrará el comunismo. Esto presupone que el malestar económico de este tiempo es la causa de la revolución roja. Esto no es así. El malestar económico de los millones de parados no es sino la ocasión faborable por la cual el mal, portando el nombre de comunismo, se ponga en orden de ejecutar sus malignos propósitos. El comunismo es solo la punta de lanza, una aguda y tinta en venenno mortal, del inveterado ataque contra Cristo viviente en Su Iglesia. Si los líderes de la herejía rusa fueran sinceros en sus esfuerzos en la reforma social, ¿por qué es que, cuando ganan el poder, nunca muestran unna tendencia a usar ese poder para compeler a los hombres a reducir a la práctica el procrama de reforma económica delineado por los Papas? Declaradamente, ese programa lleva llevado al efecto acabaría con los males del capitalismo y llevaría un remedio a los lamentos de los pobres, y esto puede hacese sin ejércitos aterradores, las injusticias que claman y las apaleantes crueldades que trae la revolución roja. El comunismo no es el enemigo del capitalismo y el imperialismo porque es en sí mismo capitalista e imperialista en un grado extremo. No es contra la dictadura porque es en su propia declaración una dictadura, y del tipo más despiadado. Esta se autodenomina la dictadura del proletariado. No es contra la injusticia porque está estañada con las más feas injusticias. No es contra la hipocresía porque busca conseguir su fin con mentiras y equívoco. La fuerza maligna que en este momento se pone la armadura roja del comunismo es tan antigua como el mundo. Constantemente asume nuevos disfraces. El comunismo es la moda de una hora. Cuando decae esta, el antiguo mal, “el cual se opondrá a Dios, y se alzará contra todo lo que se dice Dios, o se adora” [2.ª Tesalonicenses 2, 4] se presentará nuevamente en una armadura de nuevo diseño. Ese mal no puede ser derrotado por la mera reforma económica. Solo puede ser aniquilado por una aceptación radical del código cristiano y su aplicación en todos los aspectos de la vida humana, privada y pública, espiritual, intelectual y moral, como también en la económica.

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Agradecemos a un voluntario de Novus Ordo Watch por transcribir este texto para la publicación.

1 comentario:

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