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martes, 18 de abril de 2023

OTRO VÍA CRUCIS ANTROPOCÉNTRICO VATICANO (Y LA MISMA QUEJA DE KIEV)


El Viernes Santo 7 de Abril, se llevó a cabo nuevamente el Vía Crucis en el Coliseo Romano. Vía Crucis (cuya transmisión comenzó con risas de fondo, como se puede oír) particular porque Francisco Bergoglio no lo presidió (después que el año pasado no podía ni caminar y estaba con peor cara que siempre, y la semana anterior estuvo “hospitalizado por bronquitis” –tomarlo con pinzas–), sino su Vicario para la diócesis de Roma, el cardenal Ángelo de Donatis Fattizzo.
  
Bueno, por segundo año consecutivo, el Vía Crucis fue criticado por representantes ucranianos, y he aquí por qué: Sucede que para este Vía Crucis (que tuvo como tema “Voces de paz en un mundo en guerra”), en la décima estación se presentó el siguiente texto:
10. Jesús es despojado de sus vestiduras (voces de paz de los jóvenes de Ucrania y Rusia)
«Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica (Mc 15,24; Jn 19,24).

[Joven ucraniano]: «El año pasado, mi padre y mi madre nos prepararon a mí y a mi hermano más pequeño para llevarnos a Italia, donde nuestra abuela trabaja desde hace más de veinte años. Partimos de Mariúpol durante la noche. En la frontera los soldados detuvieron a mi padre y le dijeron que debía permanecer en Ucrania para combatir. Nosotros seguimos adelante en autobús dos días más. Al llegar a Italia yo estaba triste. Sentí que me despojaban de todo; que estaba completamente desnudo. No conocía la lengua y no tenía ningún amigo. La abuela se esforzaba por hacerme sentir afortunado, pero yo no hacía más que decir que quería volver a casa. Finalmente, mi familia decidió volver a Ucrania. Aquí la situación sigue siendo difícil, hay guerra por todas partes, la ciudad está destruida. Pero en el corazón me quedó esa certeza de la que me hablaba la abuela cuando yo lloraba: “Verás que todo pasará. Y con la ayuda del buen Dios volverá la paz”. [Joven ruso]: «Yo, en cambio, soy un joven ruso. Al decirlo experimento casi un sentimiento de culpa, pero al mismo tiempo no entiendo por qué y me siento doblemente mal. Despojado de la felicidad y de los sueños para el futuro. Hace dos años que veo llorar a mi abuela y a mi madre. Una carta nos comunicó que mi hermano mayor había muerto. Lo recuerdo todavía el día en que cumplió dieciocho años, sonriente y brillante como el sol, y todo eso sólo algunas semanas antes de partir a un largo viaje. Todos nos decían que debíamos estar orgullosos, pero en casa sólo había sufrimiento y tristeza. Lo mismo pasó con mi padre y mi abuelo; también partieron y no sabemos nada de ellos. Uno de mis compañeros de la escuela, con mucho miedo, me dijo al oído que hay guerra. Al volver a casa escribí una oración: Jesús, por favor, haz que haya paz en todo el mundo y que todos podamos ser hermanos».
   
Oremos diciendo: Purifícanos, Señor Jesús.
Del resentimiento y el rencor: Purifícanos, Señor Jesús.
De las palabras y las reacciones violentas: Purifícanos, Señor Jesús.
De las actitudes que provocan división: Purifícanos, Señor Jesús.
Del deseo de sobresalir, humillando a los otros: Purifícanos, Señor Jesús.
Cuando el texto fue revelado el Viernes Santo, el embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andréi Yurash, saltó a decir «Ahora es cuando Cristo empezó a padecer», porque trinó:
«Por fuentes mediáticas se ha hecho saber que en la décima estación del Vía Crucis, jóvenes de Ucrania y Rusia estarán simbolizando la tragedia de la guerra. El chico ruso hablará de su hermano muerto y de su padre y abuelo desaparecidos. Pero él olvidará mencionar que sus parientes vinieron a Ucrania a matar no solo al padre de un chico ucraniano, sino a toda su familia, y no al revés».
   
Ni porque en el Vía crucis un chico con la bandera ucraniana era el que llevaba la cruz (como se ve en la imagen que encabeza este artículo), las críticas amainaron, porque al día siguiente, Oleg Nikolenko, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania, publicó un extenso comunicado en su cuenta personal en Facebook criticando lo sucedido:
«Ayer, Viernes Santo, tuvo lugar en Roma un gran evento religioso: el Via Crucis. Simboliza la victoria del bien sobre el mal, la luz sobre la oscuridad, la fe sobre la desesperación.
   
Estamos profundamente agradecidos con el Papa Francisco por su preocupación por Ucrania y los ucranianos.
     
Lamentablemente, nos vemos obligados a afirmar que la procesión de este año se vio nuevamente ensombrecida por un intento de equiparar a la víctima y al agresor.
    
Hablamos de los textos que se leyeron durante la décima estación del Via Crucis en nombre de un adolescente ucraniano que encontró refugio en Italia después de la captura de Mariupol por parte de las tropas rusas, y uno ruso cuyo hermano militar perdió la vida y su padre y abuelo desaparecieron como participantes en la guerra de invasión de Rusia a Ucrania.
    
Nos decepciona que la Santa Sede no haya tenido en cuenta los argumentos de la parte ucraniana sobre el carácter ofensivo de tal gesto. La participación conjunta de ucranianos y rusos distorsiona la realidad en la que Rusia ha sumergido a los ucranianos encarnando el genocidio contra nosotros. Además, tal paso socava los principios de justicia y moralidad universal, desacredita el concepto de paz y hermandad.
    
Intentar poner un signo de igualdad entre Ucrania, que sufre, y Rusia, que provoca el sufrimiento, no conduce a la reconciliación. La reconciliación solo puede llegar después de la victoria de Ucrania, el castigo de todos los criminales rusos, el arrepentimiento por el sufrimiento y pedir perdón a los ucranianos.
   
Esperamos que la Santa Sede continúe adhiriéndose a un enfoque basado en una comprensión profunda de la justicia y la responsabilidad por la restauración de la paz en Ucrania y el establecimiento de la justicia».
  
Y para ponerle la guinda al pastel, Vitali Krivitski SDB, obispón de Kiev-Yitómir de los latinos, en entrevista a la agencia italiana ANSA, dijo:
«Para nosotros es difícil y doloroso pensar que nosotros los ucranianos y los rusos estemos en la misma barca. Tarde o temprano llegará el momento de estabilizar las relaciones entre las naciones, pero ahora tenemos guerra, y durante la guerra cada mensaje tiene su propio significado.
   
Hemos entendido que en la guerra no se puede hablar de paz y perdón en general. Entendemos la voluntad del Papa de querer la paz en general, pero para nosotros que vivimos aquí la guerra es un llamamiento que no se acepta por nuestro punto de vista: somos agredidos, somos la víctima, es algo diferente.
     
Nosotros rezamos siempre por el Papa, para que sus palabras sean justas y lleguen a nuestro corazón de la manera justa, y nuestros corazones estén abiertos al pontífice para tener estos mensajes correctos y tener diálogo».
Fuera del discurso indignado de casi los mismos lloricas que el año pasado (este año, en lugar del europeísta uniato Sviatoslav Shevchuk Krokis, estuvo el portavoz de Exteriores Oleg Nikolenko), lo que es más digno de reproche en las últimas ediciones Vía Crucis del Coliseo Romano, lejos de recordar la Pasión de Cristo, se recuerda es al Hombre. Es de saber que sobre el Vía Crucis, la Enciclopedia Católica dice:
«El objeto de las Estaciones es ayudar a los fieles a hacer en el espíritu, por así decirlo, una peregrinación a las principales escenas de los padecimientos y muerte de Cristo, y ésta se ha convertido en una de las devociones católicas más populares. Se lleva a cabo mediante el paso de una estación a otra, recitando ciertas oracionesen cada una y con la devota meditación en los diversos incidentes en turno. Cuando la devoción se realiza en público, es muy usual cantar una estrofa del “Stabat Mater” mientras se pasa de una estación a la siguiente» (Voz "Vía Crucis").
Pero los víacrucis bergoglianos (y Bergoglio en el año 2015, dijo que el Vía Crucis representa el fracaso de Dios) no coincide para nada con este programa, sino que expresan el naturalismo y antropocentrismo del Vaticano II, que dice «Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos» (Gáudium et spes, 12), y «El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gáudium et Spes, 22; en JUAN PABLO II WOJTYŁA, Redémptor Hóminis, 14).
  
El antropocentrismo gnóstico y cabalístico, presente también en el Catecismo wojtyliano, es una de las señales del Anticristo, según advirtió San Pío X:
«En verdad, con semejante osadía, con este desafuero de la virtud de la religión, se cuartea por doquier la piedad, los documentos de la fe revelada son impugnados y se pretende directa y obstinadamente apartar, destruir cualquier relación que medie entre Dios y el hombre. Por el contrario –esta es la señal propia del Anticristo según el mismo Apóstol–, el hombre mismo con temeridad extrema ha invadido el campo de Dios, exaltándose por encima de todo aquello que recibe el nombre de Dios; hasta tal punto que –aunque no es capaz de borrar dentro de sí la noción que de Dios tiene–, tras el rechazo de Su majestad, se ha consagrado a sí mismo este mundo visible como si fuera su templo, para que todos lo adoren. “Se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios” (2.ª Tes. II, 2)» (SAN PÍO X, Encíclica E Suprémi Apostolátus)

Y es que en últimas, el Dios que adora Bergoglio, es el Hombre. Eso está claro para el que tenga ojos Y QUIERA VERLO, porque el que no quiera, ni aunque se lo peguen a la cara verá.

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