Victoria de Fornari-Strata nació en Génova, Italia, y se casó a los diecisiete años con Angelo Strata, que pertenecía, como ella, a la nobleza genovesa. Pasaron ocho años de felicidad juntos, mas luego Angelo murió, dejando a su mujer con cinco niños y uno que nacería pronto. Poco faltó para que Victoria cayera en la desesperación. Ella contaba más tarde cómo, postrada delante de una imagen de la Virgen María, ésta le había tendido los brazos y le había dicho: “No temas, hija mía, de ahora en adelante me ocuparé de todos vosotros”. Transcurrieron dieciséis años durante los cuales Victoria recobraba sus oraciones y buenas obras para sacar adelante a su familia. Reunía en su hogar a los enfermos abandonados, preparaba a los esclavos turcos para el bautismo y reconducía a las jóvenes perdidas a la buena vida. Después de que todos sus hijos entraron en religión, ella misma realizó el proyecto que alimentaba de dotar a su ciudad natal de un monasterio consagrado a honrar la Anunciación de la Virgen y la Encarnación del Verbo. Clemente VIII aprobó la nueva fundación en 1604 y el 5 de agosto Victoria y sus compañeras vistieron el hábito religioso bajo el cual emprenderían la vida contemplativa: túnica blanca, cinturón y manto azules. Durante seis años, la madre María Victoria ejerció las funciones de superiora, después de los cuales volvió a ser simplemente religiosa, lo que le valió el favor de ser humillada a menudo por María Juana Tacchini, la nueva abadesa.
COMBATIENDO SIN TREGUA EN TODOS LOS FRENTES PARA QUE CRISTO REINE. «VIVAT JESU, AMOR NOSTER, ET MARÍA, SPES NOSTRA!»
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martes, 12 de septiembre de 2023
BEATA VICTORIA DE FORNARI-STRATA, FUNDADORA
Victoria de Fornari-Strata nació en Génova, Italia, y se casó a los diecisiete años con Angelo Strata, que pertenecía, como ella, a la nobleza genovesa. Pasaron ocho años de felicidad juntos, mas luego Angelo murió, dejando a su mujer con cinco niños y uno que nacería pronto. Poco faltó para que Victoria cayera en la desesperación. Ella contaba más tarde cómo, postrada delante de una imagen de la Virgen María, ésta le había tendido los brazos y le había dicho: “No temas, hija mía, de ahora en adelante me ocuparé de todos vosotros”. Transcurrieron dieciséis años durante los cuales Victoria recobraba sus oraciones y buenas obras para sacar adelante a su familia. Reunía en su hogar a los enfermos abandonados, preparaba a los esclavos turcos para el bautismo y reconducía a las jóvenes perdidas a la buena vida. Después de que todos sus hijos entraron en religión, ella misma realizó el proyecto que alimentaba de dotar a su ciudad natal de un monasterio consagrado a honrar la Anunciación de la Virgen y la Encarnación del Verbo. Clemente VIII aprobó la nueva fundación en 1604 y el 5 de agosto Victoria y sus compañeras vistieron el hábito religioso bajo el cual emprenderían la vida contemplativa: túnica blanca, cinturón y manto azules. Durante seis años, la madre María Victoria ejerció las funciones de superiora, después de los cuales volvió a ser simplemente religiosa, lo que le valió el favor de ser humillada a menudo por María Juana Tacchini, la nueva abadesa.
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