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viernes, 8 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA OCTAVO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA OCTAVO
«Et habébis omnem pópulum sicut oves, quķbus non est Pastor, et non latrábit vel unus canis contra te: hæc mihi dicta sunt propter Providéntiam Dei: et quóniam est illis Deus, missa sum» Judit, cap. 11, v. 15, 16, 17. Todo este pueblo lo tendrás como ovejas que carecen de Pastor, y no habrá en este rebaño perro alguno que se atreva a ladrar contra ti. Todo esto me ha sido ordenado por especial providencia de Dios, el cual me envía para anunciaros estas cosas.
  
En este día se nos manifiesta la potestad que el Pastor Divino dio a su Madre la Divina Pastora sobre el rebaño que le confió, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, que siendo orden de la Providencia el dar a cada uno las gracias de que necesita para desempeñar los cargos que pone a su cuidado, se cumplió aquella de un modo mas perfecto y especial en María Santísima, cuando se la dio el de Pastora de los hombres, revistiéndola de más autoridad que la que tuvo Judit para salvar a los de su nación; y así, aunque ésta se ésta se nos manifieste en el cayado o báculo pastoral, que como legítima y poderosa Pastora tiene en su mano le fueron también entregados otros cinco báculos (Pedro de Blois,  Sentencia 46, p. 90), denotan todo el lleno de potestad con que la adornó el supremo Pastor Jesucristo que, para dar a este sublime oficio toda la importancia que era debida y necesaria para su exacto desempeño. El primero es de poder que ejerce sobre los soberbios, que olvidados del principio humilde de su ser, se elevan sobre sí mismos, reputando como cosa degradante la humildad propia de una Oveja: con este báculo los castiga hasta sujetarlos y humillarlos, y tal vez confundirlos en su misma nada, porque, a imitación de su divino Hijo, resiste a los soberbios, y alcanza gracia a los humildes. El segundo es de disciplina, con que corrige y arregla a los inquietos y bulliciosos, que poco acostumbrados a sujetar sus pasiones, turban la paz y la quietud de la mística grey de Jesucristo. El tercero es de doctrina, porque hecha asiento de la sabiduría increada, se la infundió cuanta era necesaria para adoctrinar y enseñar la grey inmensa que se confió a su solicitud y cuidado. El cuarto es de misericordia, con que compadecida de la condición desgraciada a que fueron reducidas sus ovejas por el extravío de su primer padre, halaga, acaricia, y procura dulcificar los males que las afligen. Y el quinto denota, que es destinada a custodiar, y guardar toda su grey, poniéndola a cubierto de toda adversidad y contratiempo. Así se verifica, que en manos de esta Pastora están todas las riquezas, la gloria, la opulencia y la justicia: y que a fin de enriquecer a los que la aman, y llenarlos de sus tesoros, camina por las sendas de la rectitud (Prov., c. 8, v. 18, 20, 21). Pondera que siendo esto así, es esta Pastora como el centro en que se reunió, y se hermanó la misericordia y la verdad, la paz y la justicia, de cuyas virtudes fue adornada para regir y gobernar a los hombres: por cuya razón, dice San Germán, que sus palabras tienen cierta autoridad, aun con el mismo Jesucristo a quien habla como Madre.
  
AFECTOS
Esta amante Pastora me ha recibido en su rebaño, ¡dónde hay una felicidad semejante a la mía! ¡Ah!, ¡cuán grande es el torrente de dulzura que yo advierto en mi alma, al ver la conducta que conmigo observa esta Santísima Pastora! ¡Oh, la más amable, la más tierna y compasiva de las Pastoras!, ¿qué sería de mí si con admirable caridad no te hubieras encargado de mi custodia? Yo, cual oveja infiel, abusé de tu ternura y tu paciencia, casi desde el momento mismo en que usé de mi libertad. Oveja fugitiva, perdí bien pronto de mi vista el redil en que me custodiabas: marché de precipicio en precipicio, hasta familiarizarme con los Lobos sangrientos: me vi oveja flaca, débil y enferma, y solo me restaba un momento de vida cuando tú, Pastora mía, levantaste tu cayado, elevaste tu voz, y mezclando la dulzura con el rigor, me hiciste volver al gremio de tu grey. ¡Ah! No vuelva yo a serte infiel, ¡oh ama da Pastora de mi alma!

Vos, cual poderosa Pastora armada con tu cayado, eres la defensora invencible de tu rebaño, pues al tiempo mismo que con él conduces a tus ovejas a los pastos pingües y saludables, las defiendes de los acometimientos de las bestias feroces (San Lorenzo Justiniano, Del desprecio del mundo, c. 15): él me representa una potestad temible para mí; pero juntamente es un objeto bien consolante de mi alma, porque ese báculo es la vara de que os servís para humillarme, para castigarme y apartarme de mis extravíos. Yo me sujeto a su autoridad con tanto más gozo, cuanto son grandes los bienes que me proporciona, obligándome a que vuelva a buscar tu protección. Yo beso rendidamente este báculo, porque es el aguijón que emplea tu amor para acelerar mis pasos hacia mi eterna felicidad, y para obligarme a ser fiel y obediente a tu voz; por esto, aunque alguna vez me aflijas y castigues con él, yo exclamaré resignado y obediente, diciendo: Tu vara y tu báculo con que me has corregido, y custodiado, han sido todo mi consuelo (Ps. 22, v. 4).
   
2º Considera lo segundo, que debiendo por ley de naturaleza participar la Madre de las prerrogativas de los hijos, debió esta Madre Pastora participar de la potestad que el Hijo tiene sobre el rebaño, que adquirió por derecho legítimo de conquista. Supuesta su maternidad Divina, debió ya convenirla la autoridad y el dominio, que la declarasen Señora de todos los hombres, y a nosotros sus siervos y esclavos. Esta potestad no consistió solo en ser libre de la esclavitud del pecado, o en estar eximida de todo humano imperio; sino porque era tanta su dignidad, que por ella se la debía la potestad sobre todo cuanto tiene el cielo y la tierra: por cuya razón, dice San Juan Damasceno: María fue hecha Señora de todas las cosas creadas, cuando fue hecha Madre del Criador de todas ellas (De la Fe ortodoxa, lib. 4). Porque Jesús es Rey y Señor, dice San Atanasio, la Madre que lo engendró debe ser Reina y Señora (Sermón en la Anunciación de la Santísima Virgen). «Se me ha dado por participación, puede decir nuestra Pastora, toda la potestad en los cielos y en la tierra» (Matth. c. 28.).

Advierte, alma mía, cuán poderosa es esta Pastora a quien el buen Pastor confía tu custodia y tu defensa: cuán rica y abundante esta Madre hecha por Dios el conducto de sus misericordias. Es, pues, inmensa su potestad, y excede sobremanera a toda excelencia y potestad creada. Nunca pudo venir al pensamiento del hombre el que se nos daría por Pastora a la misma que engendró, y de su propia sustancia dio cuerpo, vida, carne, y sangre, a aquel omnipotente Hijo que se llamó a sí mismo Pastor bueno: admírate de tan incomprensible dignidad, que por sí misma contiene todas las prerogativas del cielo, y toda la potestad sobre las cosas criadas. Ni el traje humilde de Pastora obscurece o menoscaba en lo más mínimo, esta potestad; antes bien, adquiere con él una cierta dignidad de inestimable precio. Todos sus adornos, aunque sencillos, son como sobrepuestos de oro engastados en plata, con que la adornó el Rey, o Supremo Pastor, estando en su cabaña, o recostado en su asiento (Cant. 1, v. 10), desde donde la dice en mejor sentido que Judit a Holofernes: «Tendrás por tuyo a todo este Pueblo, y lo gobernarás como ovejas a quienes ha faltado su Pastor; y será tan respetable tu potestad, que no habrá quien se vuelva contra ti para disputarte el dominio que adquirirás sobre él: las cuales cosas te son dichas, por la particular providencia que yo tengo sobre mi grey».
  
AFECTOS
Nosotros, ¡oh querida Madre del Pastor divino!, somos por justo derecho tus siervos, y por esta razón debemos emplear todas nuestras fuerzas y facultades en publicar y alabar la potestad que en ti depositó el cielo para regirnos y gobernarnos como pueblo tuyo y ovejas pastoreadas por ti misma. El Omnipotente te adornó a este fin con las joyas hermosísimas de prudencia, de caridad y de fortaleza, para que fueses digna dispensadora de las bendiciones del cielo. Nuestra esperanza toma un inexplicable incremento cuando te vemos con un deseo eficaz de favorecernos, y te miramos revestida de todo el poder del Omnipotente para darnos cuanto quieras, y a tu Hijo propicio para dispensarnos cuanto tú le pides. Tu potestad no reconoce límites: de un mar a otro, y hasta los últimos fines de la tierra, te aclaman todas las generaciones como depositaria del poder divino. ¡Ah, cuán felices somos siendo ovejas de tal Pastora! ¡Quién no se ofrecerá gustoso a su obsequio y su servicio, siéndole debidos por tantos títulos nuestros respetos y homenajes! Nosotros, que componemos la grey de una Pastora tan excelsa y poderosa, llenémosnos de sumo contento y regocijo, al conocer que no hemos sido librados de las garras de los Lobos infernales con oro, plata, u otra preciosidad de la tierra, sino con la sangre del Cordero inmaculado, formada a este fin en su purísimo vientre. ¿Quién, pues, será de una cerviz tan dura, que desconociendo la potestad de esta Pastora, resista el someterse a su dirección y gobierno, diciendo: «No serviré: no prestaré obsequio a esta depositaria de la Omnipotencia Divina»? ¡Ah!, lejos de nosotros tal ingratitud y presunción; y antes por el contrario, digámosla con sumisión de hijos: «levantaros, Señora, no nos desamparéis como Pastor que deja su grey en mano de los Lobos hambrientos y malignos» (4.º Esd., c. 5, v. 18).
  
ORACIÓN
Oh, Santísima Pastora, en cuyo báculo pastoral está significada la suprema potestad que en ti depositó el Omnipotente para regir y gobernar el rebaño inmenso que tu Divino Hijo y nuestro buen Pastor adquirió y redimió con su preciosa Sangre: yo entre todas tus ovejas, la más necesitada de ser dirigida y gobernada por ti, me postro ante el trono de tu majestad, y con la más profunda sumisión de mi alma, reverencio y me sujeto a tu potestad, sin reconocer otra mayor después de Dios. Conozco que cuantas gracias y favores, así espirituales, como corporales, he recibido hasta hoy, se me han dispensado por tus poderosas manos. Yo te doy gracias por todos ellos, y aunque para nada necesitas de mi obsequio, tu liberalidad misma aumenta la obligación de mi gratitud; por lo tanto, alcanzadme gracia para que yo gaste toda mi vida en obedecerte y servirte, a fin de que gobernado por tu potestad pastoral hasta la hora de mi muerte, te alabe, y te glorifique después de ella, en la patria de los escogidos. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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