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jueves, 21 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA VIGÉSIMOPRIMERO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA VIGÉSIMOPRIMERO
«Sicut Pastor gregem suum pascet: in bráchio suo congregábit agnos, et in sinu suo levábit, fœtas ipse portábit» Isai., cap. 40, v. 11. Como un Pastor apacentará su rebaño: recogerá con su brazo los corderillos, los tomará en su seno, y llevará él mismo las ovejas que los están criando.

Se nos manifiestan los multiplicados bienes que experimentan las ovejas de María, permaneciendo fieles, quietas, y pacíficas en el redil en que las custodia, sobre lo cual,

1º Considera lo primero, que son tantos los favores que consiguen, y tantas las gracias que la liberal mano del Omnipotente dispensa a aquellas almas, que en clase de ovejas se subscriben en el rebaño de esta Divina Pastora, y como a tal la siguen y obedecen, que su enumeración no tendría fin, si quisiésemos recordarlas todas. Aunque parezca cierta especie de esclavitud el que un corderito siga las pisadas de su diligente pastor, sin declinar un punto de la senda por donde lo conduce, y sin extraviarse de su compañía, es a la verdad en lo que consiste toda su dicha, en lo que se cifra su verdadera libertad, y lo que le asegura de una protección fuerte, que lo pone a cubierto de toda desgracia o precipicio. Así sucede a las ovejas de María, mientras que siguen con fidelidad a su Pastora, o permanecen quietas dentro de su redil místico. Porque si esta poderosa, y piadosa Madre, recompensa cualquier obsequio que se la hace, con tanta generosidad que excede la esperanza y los votos de cuantos la invocan, ¿cuántos bienes podrán prometerse de sus ricas y generosas manos, aquellas almas que se escriben en el número de sus ovejas, que a cara descubierta se confiesan por siervos suyos, y que despreciando las erradas máximas del mundo orgulloso y fatuo, constituyen en esta servidumbre su mayor gloria? A la verdad, que no pudiendo obrar nuestra Madre Pastora sino con aquel lleno de generosidad, y de poder, que le son propios, no podrá olvidarse tampoco, ni desentenderse de sus ovejas propias y fieles, para cuidar de las ajenas, o que se hallan fuera de su rebaño porque más propio es al buen Pastor el cuidar, y ser solícito del bien de sus ovejas que están en su rebaño, que no de las que huyen de él (San Atanasio, Epístola a los Obispos de Creta). Sí, alma mía, todos los bienes, gracias y favores que esta misericordiosa Pastora puede dispensar, y dispensa en efecto al género humano, debes esperarlos de sus manos benéficas, en quienes depositó el Omnipotente todos sus tesoros, si permaneces fiel y te sujetas al redil en que custodia su grey. La protección que en él te dispensa, te proporcionará una vida honesta, agradable y pacífica, por la fruición de todos los bienes que puedan hacerte sólidamente feliz en este valle de miserias, donde gimes desterrado de tu verdadera Patria: una defensa firmísima contra los males tan frecuentes como peligrosos, que te afligen en la vida humana en la abundancia de los bienes, te dará la necesaria templanza para que uses de ellos, sin que tu corazón llegue a aprisionarse: en cualquier estado de tu vida, el uso de una perfecta y santa libertad: entre el tumulto de las pasiones, una paz inalterable: en las vicisitudes humanas, una alegría permanente: y el resultado de todo, será tu felicidad temporal y eterna.
  
AFECTOS
La Madre del buen Pastor Jesucristo me ha recibido misericordiosamente en su rebaño. ¡Ah, qué felicidad la mía! Es cierto que no hay dicha alguna temporal que pueda compararse con ella. ¡Qué consuelo disfruta mi alma con la protección y seguridad que me ofrece tan caritativa Pastora! ¡En qué abismo de males me vería yo precipitado, a no ser por su inestimable bondad! Oveja fugitiva, y extraviada por los derrumbaderos del mundo, perdería bien pronto de vista aquel redil seguro en que esta Divina Pastora protege a su fiel rebaño contra los asaltos de las fieras hambrientas e insaciables que a todas horas intentan devorarlo. Yo no tendría otros pastos de que nutrirme, sino las hierbas venenosas que produce el mundo, y vendría a familiarizarme con las bestias feroces que tanto abundan en él. Lánguida, flaca, endeble y enferma, no tendría fuerzas bastantes para defenderme, cuando llegase a descubrir los perversos intentos, que contra mí abrigan en su maligno corazón: y rodando de precipicio en precipicio, vendría a parar en el eterno abismo.
   
Pero, ¡oh feliz momento!, ¡instante dichoso, en que me resolví a entrar en vuestro redil santo, oh Divina Pastora! Y mayor será mi dicha si, como os prometo, persevero fiel, sin extraviarme de los límites que tenéis marcados a vuestras ovejas. Esta sujeción es dulce para mí, y tranquiliza en un todo la turbación de mis pasiones, que han sido siempre el principio y origen de las amarguras de mi alma, cuando he querido complacerlas, y las armas de que se han valido mis enemigos para rendirme a su cruel imperio. Protegido ya, y amparado de vuestro poderoso brazo, nada tendré que temer, aunque me rodeen las sombras de la muerte, y me vea por todas partes acometido por las flechas del tentador mi enemigo. No me dejaré seducir de los encantos seductores, en que perecen tantas víctimas que andan fuera de vuestro rebaño. Yo desafiaré todos los peligros, y aun me burlaré del Lobo infernal, viendo con ojos tranquilos los lazos que arma para perderme, porque Vos estáis en mi defensa, y porque en vuestro ánimo maternal encuentro un motivo cierto para esta mi confianza. ¿Cómo podré yo dudar de mi seguridad, si nunca jamás me separo de una Pastora, a quien tiemblan todos mis enemigos?
   
2º Considera lo segundo, que por ser tantos los bienes que nos resultan de pertenecer al rebaño de la Madre del buen Pastor, y de permanecer nosotros en él fieles, y constantes, nos persuade el Espíritu Santo ofrecer dóciles nuestro cuello á sus ligaduras, y nuestros pies a su servidumbre (Eccles., cap. 6, v. 25): nos manda buscar a esta Señora; y en hallándola, no huir de su amable compañía (Ibid., v. 28), porque sus grillos son para nosotros una fuerte defensa, y sus lazos un vestido de gloria (Ibid., v. 30). Siendo, pues, uno de los primeros cuidados, entre los diligentes pastores, el formar redes, y otros lugares de abrigo y defensa, en que sus ovejas estén seguras de los asaltos de los lobos y otras fieras, María, como diestra y sabia en este oficio pastoril, los forma también con mayor solicitud, y en ellos encierra y ata su rebaño, para que no pudiendo así sus ovejas abusar de su perniciosa y mal entendida libertad, estén seguras, y no se expongan a los males sin número que frecuentemente las acarrean su perdición eterna. Por esto el Espíritu Santo nos exhorta a que entremos gustosos en esta especie de servidumbre, diciendo al alma santa: «Cautívate gustosa con sus ligaduras, y permanece a su lado tan constante, que ni un punto te separes de su compañía». Considera, que aunque esto parezca a los mundanos una esclavitud insoportable y dura, es sin embargo un manantial de bienes y felicidades que tú nunca podrás bastantemente agradecer y estimar. Quiere esta Pastora tenerte sujeto en su rebaño, de tal suerte que tu mente, tu voluntad y tus afectos, tus pasos, movimientos y acciones estén sujetas a la ley de su Santísimo Hijo, para evitar el que extraviado por el torpe abuso de estas facultades, y engañado por la concupiscencia, no te precipites en un abismo eterno de males; antes bien siguiendo sus preceptos, y dejándote guiar por sus documentos, vayas siempre por el camino recto de tu salvación. Pondera, que dominando en nuestros miembros el desordenado apetito, a manera de fieras indómitas, por nosotros mismos nos perderíamos eternamente, sino se refrenasen y contuviesen con el redil que esta Señora tiene, para sujetar y defender a su rebaño: en él los comprime esta diligente Pastora, y los modera deteniendo nuestros pies, para que seamos modestos: nuestras manos, para que seamos continentes: nuestra cabeza, para que seamos obedientes: nuestro cuerpo todo, para que huyamos del fausto, arrogancia, y deseo de dominar: y nuestra alma, para que vivamos sometidos a la observancia de los preceptos de Dios. Estos lazos con que María tiene sujetas sus ovejas, y que a primera vista comprimen, y causan una servidumbre sensible a la concupiscencia, nos ofrecen una ventajosa protección: son la base de la virtud, y la fortaleza que nos corrobora para huir de las ruinas, y precipicios, preparados a los incautos por nuestro enemigo común: y por último, esta sujeción hace nuestro ornamento, nuestra gloria, y nuestra seguridad; pues por el recto uso de nuestra libertad, mandamos como Soberanos  todos los afectos del alma, y sensaciones de nuestro cuerpo.
  
AFECTOS
Son tristes, y amargos a mi memoria, aquellos días que, usando yo mal de mi libertad, los pasé entre los entretenimientos mundanos, y los extravíos de miş pasiones. Mi alma entonces perecía de hambre, y sed, en los áridos desiertos del mundo, adonde me conducía el amor a mi independencia: allí no hallaba sino aguas cenagosas y emponzoñadas, que lejos de apagar, encendían más el fuego de mis pasiones que me abrasaba: como irracional, me alimentaba con pastos groseros, que encontraba yo, conducido por una inclinación brutal. Vos, caritativa Pastora, no pudisteis menos de enterneceros al ver a vuestra oveja encenagada cual vil insecto, asquerosa y miserable, y darla la mano para poder salir de un estado tan deplorable, y conducirla a los campos amenos y deliciosos en que apacentáis vuestros rebaños, cuyas aguas abundantes, y cuyos pastos pingües y sabrosos, tienen a sus ovejas blancas y hermosas.
  
¡Ah!, ¿seré yo tan insensato, que vuelva a huir de vuestro redil pastoral, en que encuentro toda mi dicha? ¿Después de haber recobrado mi felicidad, me fatigaré por precipitarme otra vez en mis desventuras? No, amable Pastora, siempre os seré fiel, y nunca os perderé de vista. Yo sé que fijas cariñosamente tus ojos sobre mí, cuando yo no desmerezco tu protección; y con tu voz dulce y sonora, fijas la natural inconstancia que tantas veces me ha hecho saltar los límites de tu redil santo. Con tu asistencia y tu cuidado, dulcificas la amargura que experimenta mi alma, poco acostumbrada a sacrificar su mal entendida libertad: tú velas cual diligente Pastora, para que yo sea verdaderamente feliz: vivo bajo la salvaguardia de tu solicitud, y nada me faltará en adelante, si yo no me aparto de tu dulce compañía. En ella encuentro alimentos con que recobro las fuerzas diariamente menoscabadas por mi propia y miserable condición. Su gusto delicioso cautiva todos mis apetitos, sacia todos mis deseos, me fortalece al mismo tiempo que me recrea; y si a las veces me dejas sentir hambre, y deseo de estos pastos saludables, no es más que por excitar mi confianza, probar mi fidelidad, y hacérmelos tanto más gustosos, cuanto son mas deseados. ¡Ah, son innumerables los bienes que yo consigo en el redil de esta Divina Pastora!
         
ORACIÓN
Santísima Pastora, desde hoy me entrego sin reserva por vuestra fiel oveja, y me pongo en vuestras manos, para que dispongáis de mí en un todo, según vuestra voluntad: aceptad esta ofrenda, que yo os hago, con toda la sinceridad de mi corazón. En mí tenéis la mejor proporción para ejercitar vuestra caridad de Pastora, pues que apenas hallareis otra oveja mas necesitada de vuestro amparo, y protección. Yo bien sé, que por haber huido tantas veces de vuestro redil, y haber abusado de vuestros favores, tengo merecido vuestro enojo y vuestro castigo; pero como fuera de Vos, ¡Madre mía!, me veo miserable, vuelvo a buscaros, proponiendo que ya jamás os seré infiel: alcanzadme el don de la perseverancia en este mi propósito, para que siendo así digno de vuestra protección, lo sea también de veros y alabaros en la Gloria. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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