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miércoles, 3 de abril de 2024

LOS VENTRÍLOCUOS (O LOS QUE TRADUJERON “MULTIS” COMO “TODOS”)

Tomado de “The Robber Church” (La Iglesia ladrona), de Patrick Henry Omlor.

LOS VENTRÍLOCUOS

¿Quiénes son los responsables de crear las falsificaciones en “idioma inglés” que se hacen pasar por “liturgia”? ¿Quiénes son responsables de alterar las palabras de Cristo sobre la institución de la Sagrada Eucaristía? ¿Quiénes son estos inventores de nuevos ritos “ecuménicos”, astutamente ideados para suplantar y por tanto suprimir los ritos católicos verdaderos y válidos? La respuesta a estas preguntas no es un oscuro misterio, ya que, como se indica en las versiones publicadas de estas aberraciones litúrgicas, los derechos de autor pertenecen (“todos los derechos reservados”) al Comité Internacional sobre el Inglés en la Liturgia [en adelante ICEL, N. del T.]. Sin duda, la mayoría de los lectores de Interdum están familiarizados con ICEL, que es la rama nacional de la red de subversivos internacionales, todos los cuales trabajan incansablemente para difundir la apostasía y destruir la fe de los católicos a nivel mundial. Hace algún tiempo apareció en la revista Triumph un excelente informe sobre ICEL, que cubre su personal, actividades y modus operándi (The Liturgy Club por Gary Potter).
 
Hemos cuestionado la validez de las “Misas en inglés”, no por el hecho de que sean en inglés en lugar del latín tradicional, sino porque la “traducción” (así llamada) que nos ha impuesto el ICEL en realidad llega incluso a mutilar la Forma de Consagración, que resulta ser también la forma sacramental de la Sagrada Eucaristía.
    
El propósito de este artículo es mostrar el otro lado. Presentaremos y luego estudiaremos la “explicación” oficial del ICEL por la cual, después de diecinueve siglos y medio, ahora se espera que los católicos crean que las palabras de Nuestro Salvador en la Última Cena fueron «Esto es… Mi Sangre… derramada por todos los hombres», en lugar de «por muchos», que siempre ha sido la traducción correcta de pro multis. Sin embargo, antes de considerar la “explicación” en sí, echemos un vistazo a la persona que claramente parece ser el ímpetus detrás de este cambio.

El profesor Joachim Jeremias
Sin el menor temor a contradecirnos, podemos afirmar que el “descubridor” original, progenitor y primer impulsor de la “explicación” para cambiar las palabras de Nuestro Señor es un tal profesor Joachir Jeremias. De hecho, al documentar esta “explicación” oficial, el ICEL cita al Dr. Jeremias como su “autoridad” para realizar este cambio en particular. Y con razón, porque a él le corresponde el debido crédito. De hecho, ya en enero de 1963, un artículo en The Expository Times de Edimburgo mencionó este gran descubrimiento del Dr. Jeremias de que Nuestro Señor realmente dijo «por todos los hombres», señalando que esta interpretación armoniza con la idea de «la salvación final de toda la humanidad de los poderes del mal, el pecado y la muerte».
 
Esta malvada y peligrosa doctrina de “la salvación final de toda la humanidad”, tan absolutamente en desacuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y tan opuesta a la clara enseñanza de Cristo mismo, es la verdadera piedra angular de todo el edificio de herejía que se promueve hoy bajo el disfraz de Del “ecumenismo”. Aunque esta doctrina no se predica abierta, explícita y en estos términos precisos (al menos no todavía a gran escala), muchos la creen; es el ánimus de lo que se presenta como “ecumenismo”.
    
¿Quién es el Dr. Jeremías, el hombre cuya idea fue tan poderosa que cambió la Forma de Consagración de la Misa? Nacido en 1900, Joachim Jeremias, acatólico, es el distinguido titular de la Cátedra de Nuevo Testamento en la Universidad de Gotinga: Aunque comenzó su carrera escribiendo hace unos cuarenta años, no es hasta hace poco que sus “obras eruditas y monografías” comenzaron a recibir gran reconocimiento. Entre sus libros que han sido traducidos al inglés se encuentran: “Las palabras eucarísticas de Jesús”, “Las oraciones de Jesús” y “Los problemas del Jesús histórico”.
 
Su acercamiento a la Escritura
No es con ojos de fe que el profesor Jeremías se acerca a las Sagradas Escrituras, sino con ojos de gramático crítico, armado de sus léxicos y de muchas reglas sobre aoristos de subjuntivo, etc. Como él mismo nos dice: «La mejor manera de comenzar la investigación de las palabras eucarísticas de Jesús es discutir el problema de la crítica literaria». Si bien la “crítica literaria” tal vez tenga su lugar como herramienta válida para investigar los significados de las Sagradas Escrituras, los católicos que deseen mantener una actitud correcta hacia las Sagradas Escrituras deben estar siempre conscientes de las condenas y advertencias dadas por la Autoridad Suprema de la Sagrada Escritura. Iglesia. Así, los católicos leales y ortodoxos son conscientes de que en el “Programa de errores de los modernistas” del Papa San Pío X se condenaba la siguiente proposición: «Quienes creen que Dios es realmente el autor de la Sagrada Escritura hacen gala de excesiva sencillez o ignorancia» (#9). Y en el número 12 del mismo Sýllabus también se condena lo siguiente: «El exégeta… debe primero dejar de lado todas las opiniones preconcebidas sobre el origen sobrenatural de la Sagrada Escritura, y no debe interpretarla más que como meros documentos humanos».
    
Ciertamente no es evidente que el Dr. Jeremías considere las Sagradas Escrituras como la auténtica Palabra de Dios, ni a los Evangelistas como hombres elegidos por Dios para ser Sus escribas quienes, inspirados por el Espíritu Santo, escribieron exactamente lo que Dios pretendía que fuera revelado a los hombres. «No necesitamos preocuparnos en ningún detalle», escribe Jeremias, «sobre la cuestión de si los… pasajes en los que se dirige a Dios como  “Padre” en las oraciones de Jesús son auténticos o no» (POJ, pág. 57) (Nota: El código, POJ, se utiliza aquí para “Las Oraciones de Jesús”, una colección de ensayos publicada por J. Jeremias, y el código, EWJ, se refiere a su libro titulado “Las Palabras Eucarísticas de Jesús”).
    
«Ahora bien, es muy probable que partes de los pasajes de los evangelios que mencionan la oración de Jesús se deban a la redacción de los evangelistas». (POJ, pág. 76) Cristo en la Última Cena en realidad no dijo todo lo que San Pablo registra, porque «Pablo añade a la palabra sobre el vino» (EWJ, pág. 115). Pero todos se sentirán aliviados, estamos seguros, al saber que la frase “Mi sangre del pacto”, muy posiblemente fue pronunciada por Nuestro Señor porque pasa todas las pruebas lingüísticas jeremistas («La posibilidad [énfasis añadido]; que Jesús habló de la alianza en la Última Cena es indiscutible» (EWJ, pág. 195).
    
San Mateo “ha añadido”, afirma el Dr. Jeremías, “por iniciativa propia” a lo que escribió San Marcos en 10, 40 (POJ, pág. 44). La parábola de Cristo del berberecho (Mat. 13, 36‑43) fue obviamente una invención de San Mateo ya que «lleva fuertes huellas de peculiaridades lingüísticas mateanas» (POJ, pág. 31).
     
A diferencia del Dr. Jeremías, San Juan ha perdido «el punto central del mensaje de Jesús», debido a su «ignorancia de la manera en que el mensaje se limitaba al grupo de los discípulos» POJ, pág. 53).
    
Hasta aquí la actitud de Joaquín Jeremías hacia la Sagrada Escritura y los evangelistas. A continuación pasamos a su “teología”. Infectado como está con la mentalidad modernista, tiene en sus escritos innumerables errores doctrinales, contrarios a la fe católica. Si sus obras hubieran aparecido durante el reinado de San Pío X (por ejemplo), y hubiera habido el más mínimo indicio de que los católicos realmente las estaban leyendo, ese augusto y santo Pontífice las habría colocado sumariamente en el Índice de Libros Prohibidos. Es siniestro que ahora se cite a este autor como la “autoridad” para renovar la liturgia católica.
    
La “teología” del doctor Jeremias
Cualquier católico que entienda la Misa debería considerar un insulto a su inteligencia, así como un ataque a la Fe, que alguien le diga que las “celebraciones de la cena” (es decir, las Misas) de los primeros cristianos se celebraban sin vino. Pero tonterías como ésta, cuando provienen de la brillante pluma del Dr. Jeremías, aparentemente no molestan a los innovadores del ICEL, y mucho menos desacreditan ante sus ojos su “gran autoridad”. Los primeros cristianos, explica el profesor, que «procedían en su mayoría de los estratos más pobres de la sociedad, no siempre tenían vino disponible», por lo que la práctica de utilizar sólo el pan «no sólo era frecuente en el período más antiguo, sino que en realidad era la regla» (EWJ, pág. 115). Se aduce como “evidencia” para apoyar esta escandalosa afirmación, créanlo o no, un pasaje del relato de San Pablo sobre la Última Cena. En el mandato de Nuestro Señor: «Haced esto cuantas veces bebáis, para conmemoración mía» (1 Cor. 11, 25), la frase «cuantas veces bebáis» fue, según supone Jeremías, añadida por Pablo, y lo que Pablo quiso decir con esta inserción fue esto: «¡Cada vez que tengáis vino!», lo que, por supuesto, prueba que muchas veces no tenían vino y, por lo tanto, ¡se vieron obligados a seguir adelante y celebrar bajo una sola especie de pan! ¡Todo esto, fíjate, del mago a quien el ICEL consultó para ayudar en la traducción de “pro multis”!
    
No sorprende que Jeremías ataque la doctrina de la transustanciación, no abiertamente sino mediante inferencias sutiles. Numerosos pasajes suyos dicen o implican que las “Palabras de Institución” fueron pronunciadas como una similitud (EWJ, pág. 202, págs. 223-225, por ejemplo). Es más, llega incluso a dar a entender que el propio San Pablo no consideraba que el «don de la Eucaristía fuera el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo». «Para participar en la muerte expiatoria de Jesús», escribe, «y para formar parte de la comunidad redimida, es decir, según Pablo, el don de la Eucaristía. Esta interpretación concuerda con nuestra exégesis detallada» (EWJ, pág. 237). «Como destinatarios del don de Jesús, los discípulos son representantes del nuevo pueblo de Dios» (ibid.).
     
Ataques a la Divinidad de Cristo
Cuando el Dr. Jeremías habla arriba de “la muerte expiatoria de Jesús”, uno debe equivocarse o pensar que se refiere al único Sacrificio expiatorio del Hijo de Dios según la enseñanza católica. «Toda muerte tiene poder expiatorio», explica, «incluso la de un criminal si muere arrepentido» (EWJ, pág. 231). Cualquier muerte inocente «ofrecida a Dios tiene poder vicario de expiación por los demás» y, por tanto, la muerte de Cristo «es la muerte vicaria del siervo que sufre» (ibid.).
     
Referirse a Nuestro Señor como “el siervo sufriente de Dios” es un tema favorito del Profesor Jeremias. Es cierto que la palabra siervo se usa alegóricamente en referencia al Mesías en algunos lugares del Antiguo Testamento; para el Dr. Jeremias, sin embargo, el uso de este término es sólo una de sus muchas formas sutiles de atacar la Divinidad de Cristo. Para refutar esta herejía no podemos hacer mejor aquí que repetir las palabras del Papa Adriano I:
«Impíos e ingratos a tantos beneficios, no os horrorizáis de murmurar con venenosas fauces que nuestro Libertador es hijo adoptivo, como si fuera un puro hombre, sujeto a la humana miseria, y, lo que da vergüenza decir, que es siervo… ¿Cómo no teméis, quejumbrosos detractores, odiosos a Dios, llamar siervo a Aquel que os liberó de la esclavitud del demonio?… Porque si bien en la sombra de la profecía fue llamado siervo [cf. Job 1, 8 y sigs.] por la condición de la forma servil que tomó de la Virgen, … esto nosotros… lo entendemos como dicho, según la historia, del santo Job, y alegóricamente, de Cristo» [Carta Si licet tamen a los obispos de las Galias y España, año 793. Énfasis añadido].
¿Se puede llamar cristiano a Joachim Jeremias? ¿Cree que Jesucristo es el Hijo unigénito de Dios Padre, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo hecho carne? ¿O cree sólo en la humanidad de Nuestro Señor, en que Jesús fue un hombre extraordinario que tuvo una “relación especial” con Dios y que recibió una “plena revelación” de Dios?
   
«Sin embargo, podemos ver en el símil [énfasis añadido: el “símil” son las palabras de institución de Cristo en la Última Cena] que Jesús esperaba una muerte violenta» (EWJ, pág. 225). Como Dios verdadero, Jesús no “esperaba” una muerte violenta; desde toda la eternidad sabía de qué muerte moriría el Hijo del Hombre. Como nos dice San Juan, incluso predijo la forma de su muerte: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré todas las cosas hacia mí. Ahora bien, esto dijo, dando a entender de qué muerte había de morir» (Juan 12, 22).
     
Cuando Nuestro Señor dijo: «Haced esto en memoria de Mí», lo que en realidad quiso decir, si hemos de creer al profesor Jeremías, fue esto: «Haced esto para que Dios se acuerde de mí» (EWJ, pág. 252 y pág. 255).
    
Retomando el pasaje de Mateo 11, 27: «Todas las cosas me son entregadas por mi Padre», el Dr. Jeremias lo explica en el sentido de: «Dios me ha dado una revelación completa» (POJ, pág. 49). Esta “revelación completa” le fue concedida a Jesús en algún momento. Oído a Jeremías: «No sabemos cuándo ni dónde recibió Jesús la revelación en la que Dios le permitió participar del completo conocimiento divino, como un padre permite que su hijo participe del conocimiento [énfasis añadido]… Tal vez deberíamos pensar del bautismo» (POJ, pág. 52). Ahora bien, tal vez Joachim Jeremias quiera conjeturar que en el bautismo de Nuestro Señor Él recibió “la revelación”, pero los verdaderos cristianos creen:
«En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Éste estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por él; y sin él, nada de lo que fue hecho fue hecho» (Juan 1, 1
«El uso que hace Jesús de abba expresa una relación especial con Dios» (POJ, pág. 621). «Con el simple “Abba, querido padre”, la Iglesia primitiva asumió el elemento central de la fe de Jesús en Dios» (POJ, pág. 65. Énfasis añadido. No hay más comentarios).
«Te bendigo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas de los sabios y de los prudentes, y las revelaste a los pequeños» (Mateo 11, 25 y Lucas 10, 21).
«Jesús se contaba entre “los pequeños”», nos dice el doctor Jeremias –¡y esto es demasiado!–, «Se alegra de ser el “pequeño” de Dios, su hijo amado, a quien la revelación ha sido dado» (POJ, pág. 52). 

¿Podía Jeremias tener razón sobre “todos los hombres”?
El lector no debe interpretar la discusión anterior como un ataque personal al profesor Joachim Jeremias. Fue simplemente una exposición necesaria de las ideas, la filosofía y el pensamiento teológico del hombre que dio el impulso detrás de la mutilación de la Forma de Consagración. La razón para citar tantas de sus obras es obviar la acusación frecuentemente repetida de “citas fuera de contexto”.
    
Y, sin embargo, uno podría preguntarse, ¿no es al menos posible que, a pesar de su heterodoxia demostrable, tenga razón en su afirmación de que “todos los hombres” es la expresión adecuada en el lugar en cuestión? Es difícil ver cómo podría tener razón. Simplemente hay demasiada enseñanza católica a favor del “por muchos”: las palabras de la Sagrada Escritura tal como siempre han sido entendidas, la Tradición litúrgica universal de la Iglesia, las enseñanzas de varios Papas, el Catecismo del Concilio de Trento, que Rechaza y repudia explícitamente la interpretación “por todos los hombres” y, finalmente, las lúcidas explicaciones de varios Doctores de la Iglesia (por ejemplo, Santo Tomás de Aquino y San Alfonso Ligorio).
     
Con mucha fuerza vienen a nuestras mentes estas palabras de San Pío X, escribiendo sobre los modernistas: «Al escucharlos hablar de sus trabajos sobre los Libros Sagrados…, uno podría imaginar que antes de ellos nadie había siquiera hojeado las páginas de las Escrituras, mientras que la verdad es que toda una multitud de doctores, infinitamente superiores a ellos en genio, en erudición, en santidad, los han examinado, han dado gracias a Dios cada vez más, cuanto más profundamente los han profundizado, por su divina generosidad en habiéndose concedido hablar así a los hombres» (Pascéndi).

La única “explicación” del ICEL
Como prometimos anteriormente, ahora retomaremos sin más demora la “explicación” del ICEL. No se basa en la teología sacramental, ni en la Sagrada Escritura como tal, ni en la Tradición. Tampoco invoca la autoridad del Magisterio o la de los Doctores de la Iglesia. Pero todo esto es evidente, porque, como se mencionó anteriormente, todas estas fuentes se oponen a la interpretación de “todos los hombres”. ¿Una intromisión sin precedentes en la FORMA DE UN SACRAMENTO?
   
¡La filología es la respuesta! Sí, es a partir de un llamado estudio de los textos literarios y de la lingüística que estos grandes eruditos han descubierto que Nuestro Señor en la Última Cena, al consagrar el vino, dijo realmente: «Esto es… Mi Sangre… derramada por todos los hombres». La “prueba” de esto se ofrece en las páginas 34-5 del folleto de ICEL “The Roman Canon in English Translation”. Aquí en su totalidad está la erudita “explicación”:
«Línea 65: Por muchos.
Ni el hebreo ni el arameo posee una palabra para “todos”. La palabra rabbim (רַבִּֽים) o “multitud” sirvió entonces también en el sentido inclusivo para “la totalidad”, aunque el griego y el latín correspondientes parecen tener un sentido exclusivo, es decir “muchos” en lugar de “todos”» (Cf. J. Jeremias, The Eucharistic Words of Jesus. Nueva York, 1966, págs. 179-182, 229) [El extracto anterior es una reproducción fotográfica del original, con una ligera reducción de tamaño. Es decir, en la publicación original, ed.]
Asegurémonos de entender esta “explicación”. Nuestro Salvador hablaba arameo y no latín ni griego. En lengua aramea (y también en hebreo) no existe una sola palabra que signifique “todos”. Este es, en efecto, el elemento principal del argumento: «Ni el hebreo ni el arameo posee [sic] una palabra para “todos”». De ahí, infiere el ICEL, que cualquiera que deseara expresar en esas lenguas la idea de “todos” se veía obligado a utilizar una palabra con un doble significado, una palabra que en algunos casos podría interpretarse en el sentido de “muchos” (el llamado “sentido exclusivo”), y en otros casos en el sentido de “todos” (su llamado “sentido inclusivo”). Así perjudicado por este impedimento lingüístico, una peculiaridad de su lengua nativa, Nuestro Señor se vio obligado a emplear esta palabra ambigua cuando dijo: Esta es Mi Sangre... derramada por todos los hombres. Durante más de diecinueve siglos, en todo el mundo y en una multitud de idiomas, a esta palabra ambigua se le dio incorrectamente su “sentido exclusivo” de “muchos”, pero el “sentido inclusivo” de “todos” fue lo que Nuestro Señor realmente quiso decir.
    
El párrafo anterior (que, en aras de una claridad absoluta, es necesariamente algo más largo que la escueta “explicación” del ICEL), es una reformulación precisa de su caso. Simplemente para señalar cuán servilmente el ICEL ha seguido al Dr. Joachim Jeremias, reproducimos aquí el extracto de apoyo que el ICEL cita de la pág. 179 de su libro Las palabras eucarísticas de Jesús:
«15.14.24 pollôn (πολλῶν, griego para “muchos”). Mientras “muchos” (como en inglés) se opone a “todos” y, por lo tanto, tiene el sentido exclusivo (“muchos, pero no todos”), el rabbim hebreo puede tener el sentido inclusivo (“el todo, que comprende muchos individuos”). Este uso inclusivo está relacionado con el hecho de que el hebreo y el arameo no poseen una palabra para “todos”» [La anterior es una reproducción fotográfica del original, con una ligera reducción de tamaño. Nuevamente en el original, ed.].
 
Algunos comentarios preliminares
En primer lugar y recalquemos esto, lo anterior es la única explicación que ha ofrecido el ICEL para hacer este cambio a “por todos los hombres”. Todo hombre razonable estará de acuerdo en que si ésta, la única razón, se declara como absolutamente infundada y basada en una falsedad, entonces toda la justificación (pretexto es una palabra mejor) para la interpretación “por todos los hombres” se ha derrumbado; y ya no queda la más mínima excusa para seguir usando esta forma mutilada, ni tolerar su uso. Sus Excelencias, los obispos de nuestro país, son sin duda hombres razonables.
   
Antes de continuar seriamente con nuestra demostración, hagamos varias observaciones incidentales:
  1. La principal pieza de “evidencia” (Prueba A, por así decirlo) en el caso del ICEL es la palabra rabbim (רַבִּֽים), que es una palabra hebrea. Ahora, si bien es cierto que el lenguaje cotidiano de Nuestro Señor no era lébreo, sino arameo (hecho que el propio Jeremias señala en la pág. 196); y que no hay absolutamente ninguna prueba de que Nuestro Señor habló en la Última Cena en hebreo (otro hecho atestiguado por el propio doctor Jeremías en la pág. 198); y considerando que estas palabras llegaron originalmente a nosotros a través del Evangelio de San Marcos, que ese evangelista escribió, no en hebreo, sino en griego; por lo tanto, ¿cómo es que la palabra hebrea “rabbim” siquiera comienza a entrar en escena?
  2. Al exponer su “pista falsa” de la palabra hebrea rabbim, los innovadores de ICEL son muy enfáticos (incluso rozando la claridad); pero cuando llegan al “griego y latín correspondientes” (siendo el griego lo que realmente va al punto), caen en la vaguedad. La palabra griega para “muchos” que usó San Marcos, según dicen, sólo “parece” tener el sentido exclusivo de “muchos”. En realidad, “parece” que en esta afirmación los contradice incluso Jeremias, quien admite que “muchos” en griego (como en inglés) se opone a “todos” y, por lo tanto, tiene el sentido exclusivo (cf. el extracto presentado anteriormente).
¡Pero basta! De todos modos, estos comentarios parecerán algo superfluos, una vez que hayamos llegado a su tema principal, a saber: En lengua aramea no existe una sola palabra que signifique “todos”.
 
El cardenal Wiseman expone un fraude
En este punto será muy instructivo estudiar una controversia teológica anterior en la que la “filología” se inmiscuyó de manera similar: los “reformadores” del siglo XVI, quienes negaron la Presencia Real de Nuestro Señor en la Eucaristía cuando fueron confrontados con Sus palabras: «Éste es Mi Cuerpo», afirmaron que Nuestro Señor realmente quería decir: «Esto significa Mi Cuerpo». Algunos de los primeros negacionistas, incluido el propio Calvino, inventaron el absurdo argumento de que en hebreo (en aquella época se pensaba generalmente que Nuestro Señor hablaba hebreo) simplemente no existe ninguna palabra que signifique representar. Y así Cristo, teniendo que contentarse con el lenguaje que hablaba, se vio obligado a utilizar la expresión «Éste es mi cuerpo» para transmitir la idea «Esto significa mi cuerpo».
  
El Cardenal Nicolás Wiseman, escribiendo mucho después, revisó el caso:
«Calvino... y otros argumentaron en contra de la interpretación católica de las Palabras de Institución, basándose en que Nuestro Salvador hablaba hebreo, y no griego; y que en el idioma hebreo no hay una sola palabra que signifique representar. Por lo tanto, concluyeron que cualquiera que quisiera expresar en ese lenguaje que un objeto era figurativo de otro, no podía hacerlo de otra manera que diciendo que era esa cosa».
   
«Johann Wolff, seguido por Theodoricus Hackspan», continúa Wiseman, «respondió correctamente a este argumento, que si el hebreo hubiera sido ambiguo, los evangelistas, al escribir en griego, un idioma en el que el verbo sustantivo no era ambiguo, habrían usado un verbo más explicando con precisión a sus lectores cuál concibieron que era el significado de la frase de Nuestro Salvador» (y esta es precisamente la línea argumental que presentamos en Interdum #1, explicando que San Marcos, el intérprete de San Pedro, con toda seguridad habría escrito “todos los hombres”, si eso es lo que él y San Pedro creían que Cristo realmente quería decir).
   
Como dependía de las supuestas peculiaridades del idioma hebreo, el argumento de Calvino finalmente se descarriló porque, como observó el cardenal Wiseman: «Pero este fundamento preciso ya no podía ser sostenible. Porque ahora todos los filólogos están de acuerdo en que el idioma hablado por nuestro Salvador no podía ser hebreo, sino siro-caldaico» (Nota: siro-caldaico = caldeo-siríaco = arameo).
    
Pero algunas fábulas nunca mueren. Durante la época de Wiseman, el ataque protestante a la Presencia Real se renovó vigorosamente, y ¡he aquí!, el viejo argumento de Calvino resucitó. Sólo que ahora, en lugar del hebreo, era el arameo el que supuestamente era el idioma “problema”. «Un cambio tal», señaló el Cardenal, «que podría ser suficiente para continuar con un argumento tan atrapante como éste, fue fácil de hacer; podría costar sólo una palabra; el cambio de nombre; porque pocos lectores se tomarían la molestia, o estarían en la posibilidad, de determinar si el sirocaldaico, al igual que el hebreo, tenía tales términos».
    
Algunos académicos muy respetados no dudaron en arriesgar su propia reputación académica en la promoción de este engaño. De nuevo Wiseman:
«Una buena afirmación audaz, especialmente viniendo de un hombre que tiene reputación de conocimiento en el departamento de ciencia al que pertenece, será de gran ayuda para la mayoría de los lectores, y una afirmación negativa nadie puede esperar que usted la demuestre. Si afirmo que en un idioma no existe una palabra para una determinada idea; Si digo, por ejemplo, que en italiano no hay equivalente para nuestra palabra “spleen” [angustia vital, N. del T.] o “cant” [argot, camandulería, N. del T.] ¿qué prueba puedo aportar, excepto un conocimiento del idioma? Lanzo un desafío cuando hago la afirmación; desafío a otros a demostrar lo contrario; y un ejemplo echa por tierra todos mis argumentos.
   
Sin embargo, supongo que ninguna afirmación podría ser demasiado audaz contra el papismo, ni ningún arte demasiado resbaladizo para ganar un argumento contra sus doctrinas. El Dr. Adam Clarke, un hombre de cierta celebridad como orientalista, atribuyó sin temor su crédito a la afirmación de que el sirocaldeo no contiene ninguna palabra que nuestro Salvador pudiera haber usado al instituir un tipo de Su Cuerpo, excepto el verbo “ser”.
   
Estas son sus palabras: “En las lenguas hebrea, caldea y caldea-siriaca, no existe ningún término que exprese significar o denotar; aunque tanto el griego como el latín abundan en ellos. Por eso los hebreos usan una figura y dicen es, por significa”».
Una vez propuesto por un eminente erudito, este erudito argumento fue repetido como loros por muchos otros. El pasaje anterior del Dr. Clarke fue transcrito casi palabra por palabra por un tal Sr. Hartwell Horne, quien lo retocó un poco con una brillante observación final: «De ahí es que encontramos la expresión que se usa con tanta frecuencia en los escritos sagrados para representa». Una afirmación igualmente brillante, que hemos escuchado a menudo últimamente, es que muchos se utiliza con frecuencia en las Sagradas Escrituras para referirse a todos. Esto, por supuesto, al igual que la observación del Sr. Horne, no prueba exactamente nada sobre el caso específico que nos ocupa.
    
Y así se extendió el engaño. «No es de extrañar», observó el cardenal Wiseman, «que otros autores hayan seguido copiando estas autoridades, dando, sin duda, crédito implícito a personas que habían adquirido reputación por el conocimiento de la literatura bíblica y oriental».
    
Todos los extractos que hemos citado hasta ahora de la pluma del cardenal Wiseman, aunque en sí mismos son bastante devastadores, en realidad son sólo lo que podría considerarse como el “calentamiento” de Su Eminencia. Luego viene su golpe de gracia. En la página 287 de su libro La Presencia Real del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía (del que hemos estado citando) muestra una tabla que resume sus hallazgos. Esta disposición tabular indica CUARENTA Y CINCO palabras diferentes en arameo que Nuestro Señor podría haber usado si hubiera querido decir «Esto significa» (¡!). «Y esta es la lengua siríaca», concluye secamente el temible Cardenal, «de la cual el Dr. Clarke tuvo la osadía de afirmar que no tenía ni una sola palabra con este significado».
    
La piedra angular
Ahora, finalmente, volvamos al ICEL y a la piedra angular de la “explicación” de estos Innovadores, es decir, que el arameo no tiene palabra alguna que signifique “todos”.
 
Así como el arameo tiene una palabra para “ciertamente” (אָכֵן, ajén) y una palabra para “arrogancia” (גֵּוָה, gevá) –arrogancia como en ICEL–, también tiene una palabra que inequívocamente, y en contraposición a la idea de “todos”, significa “muchos”; y esta palabra para “muchos” resulta ser שַׂגִּיאָ֔ן (saggian). Y también el idioma arameo tiene una palabra para “todos”, en contraposición a “muchos”, y estamos llegando a eso.
    
Aunque ciertos textos hebreos se reconocen como traducciones de un original arameo, en todo el Antiguo Testamento sólo hay un puñado de lugares donde aparecen pasajes arameos reales, en particular ciertas secciones del Libro de Daniel. Y sucede que «Todos los habitantes de la tierra son tenidos por nada», que es de Daniel (4, 35), es uno de esos pasajes donde se conservan textos en el arameo original. La frase aramea para «todos los habitantes de la tierra» –y esto se está acercando bastante a “todos los hombres”, ¿no crees?– es el siguiente: וְכָל־ דָּאֲרֵי כ דָּיְרֵ֤י ק אַרְעָא֙. Este pasaje ilustra exactamente cómo se usa la palabra aramea כֹּל (todos) en una frase bíblica real.
 
Otto Harrassawitz ha publicado en Weisbaden (Alemania) una serie de volúmenes titulada Porta Linguárum Orientálium (La puerta de entrada a la lengua oriental). Se incluye como número V en esta serie un pequeño texto valioso, publicado en 1961, cuyo autor es Franz Rosenthal. Este texto en particular, que lleva el título Gramática del arameo bíblico, dedica una sección entera a una explicación de la antigua palabra aramea para “todo”, “todos”, “total”, etc. palabra en particular –que es la misma palabra (kol) mencionada anteriormente, una variación de la cual es כֹֽלָּא (kolla): “todos”– ¡este texto gramatical incluso proporciona como ejemplo la expresión en arameo para “toda la humanidad”! de esta sección (es decir, XII) de este libro, de las páginas 41 a 42, se reproduce aquí fotográficamente, ligeramente reducido en tamaño:
«96. כֹּל (átono כָּל) es un sustantivo que significa “totalidad”. Cf. כֹֽלָּא (kolla) “todo, todos” D2:49. 4:9, 18, 25. Esta forma también puede ser usada en una manera cuasi-adverbial: שְׁלָמָ֥א כֹֽלָּא “completamente” E 5:7.
   
Precediendo un sustantivo singular sin el artículo, significa “todo, cualquiera”. Precediendo un sustantivo determinado singular, significa “entero, completo”. Y precediendo un sustantivo determinado en plural o singular colectivo (esto es, כָּל־ בִּשְׂרָֽא, “toda la humanidad”, o siendo seguido por el plural del sufijo pronominal, o el pronombre elativo, o el pronombre demostrativo usado como sustantivo (כָּל דְּֿנָה, “todo esto”), significa “todo”».
¡Qué temeridad! ¡Oh, qué absoluta depravación! ¡Atreverse a alterar las Sagradas Palabras del mismo Salvador! ¡Entrometerse en la forma sacramental, la sustancia inmutable del Santísimo Sacramento de la Eucaristía! ¡Y esto lo han hecho esos arrogantes Innovadores, ofreciendo como única razón el fraude absurdo de que el arameo no tiene palabra para “todos”!
   
De hecho, Joachim Jeremias y los subversivos del ICEL pueden ser considerados los mayores ventrílocuos del mundo, ya que han hecho que sus falsas palabras “por todos los hombres” se escuchen saliendo de los labios de sus decenas de miles de muñecos. Ah, pero se nos dice que este “formulario” simplemente debe ser válido porque los obispos lo han aprobado. El Hijo de Dios no volverá a ser burlado de Él una vez, por un pueblo ciego e ingrato. Pero nunca más por los suyos, aunque todavía haya entre ellos ciegos e ingratos.
   
¿Cuántos de esos sacerdotes desprevenidos (nos referimos a los de la línea verdadera y ortodoxa) estarían “siguiendo obedientemente a sus obispos” y recitando esta “forma” falsa si supieran los hechos sobre “por todos los hombres”? Sólo conocían la “teología” del profesor Joachim Jeremias, su jefe de ventrílocuos.
   
PATRICK HENRY OMLOR (Interdum, 24 de Febrero de 1970).

2 comentarios:

  1. Saludos, lamento anunciar una luctuosa noticia que el mundo pseudotradicional lamentará mucho: partió el ordinario emérito de Chur del NO, "obispo" Huonder, vinculado al lefebvrismo y que fue noticia en este blog no hace mucho. Estaba enfermo de cáncer, espero que la enfermedad le haya servido para abrazar la Fe:

    https://fsspx.news/en/news/his-lordship-bishop-huonder-has-given-his-soul-back-god-43941

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    1. La FSSPX fue la que dio la noticia de su muerte, y seis horas después, los medios modernistas y seculares. ¿Y la diócesis de Coira? Mit eines grabestille.

      Y el 17, lo sepultarán en la cripta de Écône, junto a Mons. Lefebvre.

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