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domingo, 12 de mayo de 2024

NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS, PATRONA DE VALENCIA

   
La ciudad del Turia, que tan pródigamente ha sido regalada por la mano de la naturaleza, cuenta entre sus más preciadas joyas la imagen veneranda de su Patrona la Virgen de los Inocentes Mártires y Desamparados, objeto de su más tierno y fervoroso culto.
   
El origen de esta sagrada imagen va unido a una de las glorias valencianas, como es la fundación de su antiguo hospital, el primero en el mundo, destinado a pobres dementes y desamparados. Conmovido profundamente el Rvdo. Padre Juan Gilaberto Jofré, de la Orden mercedaria, que se dirigía el 24 de febrero de 1409 a dar un sermón cuaresmal, ante el triste espectáculo de unos niños que maltrataban a un loco, de tal suerte intentó remediarlo, que encendidos unos piadosos pechos encabezados por el comerciante Lorenzo Salom pusieron en práctica el pensamiento del comendador de esta Orden y se constituyó, al momento, una Cofradía para sufragar los gastos del hospital, previas las oportunas amortizaciones que concedió el Rey D. Martín «El humano» por Decreto dado en Barcelona a 30 de noviembre de 1409, la Bula del Papa Bendicto XIII el 16 de mayo de 1410, en la que el hospital debía estar bajo la advocación de los Santos Inocentes Mártires, y la Bula memorable en que fueron aprobadas las Constituciones de la Cofradía por el Papa Benedicto XIII y el Rey D. Fernando de Aragón, el 1 de agosto de 1414.
   
Organizada la Real Cofradía con fines religiosos y benéficos, pronto apareció la devota imagen que encarnaba la caritativa idea de los fundadores, y que según tradición, no exenta de pruebas, fue labrada por mano de unos peregrinos, merced al poder intercesor del Venerable Jofré. El historiador Escolano la llama «devotísima imagen de la Virgen, cuya peregrina hermosura y extraordinarios hechos traen aficionadísimos a todos», jamás pudieron copiarla con perfección los Ribaltas, Orrente, Zariñena y Espinosa, quienes reconocieron en Ella «alguna cosa sobrenatural».
   
Su estatura es de más de siete palmos valencianos. El rostro hermosísimo y atractivo, manifiesta más lo compasivo, y acostumbra a variar sus colores, según los sucesos, significando que nos asiste y acompaña en nuestras aflicciones. En la una mano se ve la azucena y en la otra a su Unigénito Hijo. El Niño está con la cruz al hombro. Tiene inclinada la cabeza, como llamando a todos, benigna y afable. Las cejas son arcos, no de indignación para castigarnos, sino iris para defendernos. Sus ojos nos miran con afabilísimo agrado, como dulcísima Madre de misericordia. A sus pies se miran arrodillados los inocentes para indicarnos su perpetua protección a la inocencia. Con su manto extendido, que la cubre, desea acogernos bajo su misteriosa sombra –que raras veces llega al umbral de su capilla el ruego, que no logre su apetecido alivio–. Ciñe su cabeza riquísima corona, porque es Reina soberana que rige con amor maternal a sus innumerables hijos.
   
Los inmensos beneficios que brotaron siempre de su trono son tantos que parecen compararse a las arenas del mar y a las estrellas del cielo; por esto, la devoción a tan insigne imagen se ha extendido tanto por España y el extranjero, singularmente en las Américas. De Ella parece brotar el ejercicio de la caridad más cumplida; de manera que no hay actos de misericordia que no salgan sino del pecho maternal de Nuestra Señora de los Desamparados. En Valencia prodíganse, como en ninguna ciudad del mundo, los santos asilos para los niños que de ellos han menester, y las sagradas instituciones, que distribuyen a manos llenas los tesoros de la misericordia; Ella es única fuerza que, desde principios del siglo XV, está impulsando todas las obras piadosas.
   
Varios Sumos Pontífices, como Calixto III, Sixto V y Clemente VIII contribuyeron eficazmente al aumento de la devoción a nuestra Virgen, concediendo indulgencias y otras gracias espirituales. Urbano VIII hizo su altar privilegiado; pero el paso gigante lo dió Benedicto XIII en 1725 con el rezo canónico de la santa imagen, consagrando así litúrgicamente para la Patrona el título de Madre de los Desamparados. Pío VII elevó este oficio al rito de primera clase con octava, y León XIII la declaró Patrona de Valencia y su reino. Sin embargo, Reina, como era hasta entonces, y Señora del pueblo valenciano, la Virgen, con tan dulce título, no estaba todavía coronada. El día 12 de mayo de 1923 con una solemnidad extraordinaria, fue coronada canónicamente la imagen de la Virgen de los Desamparados, en presencia de los Reyes de España, Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia, del Nuncio del Papa Pío XI, Federico Tedeschini, del insigne valenciano Emmo. Cardenal Benlloch, y varios Excelentísimos señores Arzobispos y Obispos españoles. Un hijo de la ciudad, sentado en la misma Sede de su Padre Santo Tomás de Villanueva, el Cardenal Reig y Casanova, coronó la sagrada imagen de la Virgen de los Desamparados, mientras los Reyes se postraban de rodillas, las tropas presentaban armas, el cañón atronaba los aires con salvas de exultación y las bandas militares interpretaban el Himno Nacional español.  Fue un momento histórico indescriptible, enaltecido por el canto del himno de la Coronación compuesto por Romeu, organista de la Catedral de Vich con letra en lengua valenciana escrita por el sacerdote valenciano José María Juan García que dice así:
«La patria valenciana
s’ampara baix ton mant
¡Oh, Verge Sobirana
de terres de Llevant!».
La terra llevantina reviu en ta Capella
al fervos homenaje de pur y ver amor.
Puix sou la nostra Reina y vostra Image bella
pareix qu’está voltada de magic resplandor.
La rosa perfumada, la mística asutsena,
Lo seu verger formaren als peus de ton altar.
I fervorós en elles lo valenciá t’ofrena
La devoció més santa que ’s puga profesar.
En terres valencianes
La fe per Vos no mor
I vostra Image Santa
Portem sempre en lo cor.
Salve, Reina del cel i la terra;
Salve, Verge dels Desamparats;
Salve, sempre adorada Patrona;
Salve, Mare del bons valenciáns.
Cantado por un coro extraordinario de mil quinientas voces, fue la expresión de un pueblo y de una tierra que confiaba bajo el manto de la Virgen su pasado, su presente y su futuro.
   
La santa imagen «arreglada como una novia que se adorna para su esposo», hacía las delicias espirituales de su pueblo con su hermosura y belleza. Así lo quiere el pueblo, y así ve en ella la figura del cielo nuevo y la tierra nueva de la que nos habla el Apocalipsis 21,1, y que nos presagia que el mundo primero de pecado, desorden, ambición e injusticia, ya ha pasado.
   
El 21 de julio de 1936, durante la Guerra Civil, los milicianos asaltaron la Basílica y la Sagrada Imagen sufrió el impacto de tres disparos en el rostro y de las llamas, daños de los que se la rescató en 1939 por José María Ponsoda. 
   
Después del ataque, la Imagen, con el rostro desfigurado y quemado fue escondida por Juan Boix Vila tras una pared falsa en el Archivo-Biblioteca Municipal del Ayuntamiento de Valencia, de donde no salió hasta que las tropas nacionales tomaron Valencia. 

Mientras, uno de los milicianos empeñados en localizar la imagen para destruirla detuvo al prior de la Real Cofradía de la Virgen y canónigo de la Catedral, Julio Cabanes Andrés, al que sometieron a torturas para que dijera dónde había sido ocultada la histórica talla mariana. No consiguieron arrancarle ningún dato, guardó silencio, y lo asesinaron en la madrugada del 9 de diciembre de 1936.
   
Oración a Nuestra Señora Virgen de los Desamparados
(Himno regional de Valencia)

Para Ofrendar nuevas glorias a España nuestra región supo luchar.
¡Ya en el taller y en el campo resuenan cantos de amor, himnos de paz!
¡Ved a la Región que avanza en marcha triunfa!
Viene a dar la huerta mía la riqueza que atesora.
Y murmura el agua cantos de alegría que nació en los ritmos de guitarra mora.
Manda el arte paladines que te ofrezcan sus laureles, y a tus pies, Sultana.
Tiende en mis jardines un tapiz de rosas, nardos y claveles.
Brindan rico tesoro los naranjales de las riberas; penden racimos de oro bajo
Los arcos de las palmeras.
Palmeras suenan, la voz amada y en victorioso vibrante son, notas de la
Alborada cantan el triunfo de la Región.
Despertemos, valencianos; que nuestra voz la luz salude de un nuevo sol.
Para ofrendar nuevas glorias a España nuestra región supo luchar.
¡Ya en el taller y en el campo resuenan cantos de amor, himnos de paz!
¡Flote en los aires Nuestra Señora!!
¡Gloria a la patria!
¡Viva Valencia!
¡Viva ¡viva! ¡viva!

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