sábado, 18 de mayo de 2024

BIENAVENTURADO JUAN GILABERTO JOFRÉ, APÓSTOL Y FUNDADOR DEL HOSPITAL GENERAL DE VALENCIA


Nació en Valencia el 24 de junio de 1350, en la familia del abogado Francisco Gilaberto y su esposa Yolanda. Desde niño fue piadoso, amigo del estudio y la oración. Desde niño quería ser religioso, pero por complacer a sus padres y a su director espiritual, el mercedario Fr. Jaime de San Martín, estudió en la Universidad de Lérida ambos Derechos. En esta ciudad trató con San Vicente Ferrer, quien estaba estudiando Teología allí.

En 1369 volvió a Valencia y comenzó a vivir una intensa vida espiritual, comulgando con frecuencia, visitando a los pobres, y asistiendo cada día a misa. Las constantes visitas a los mercedarios del Puig, donde era Vicario su director espiritual, le determinaron a tomar el hábito de la Merced. Sus padres accedieron y entró al noviciado en 1370. Pronto demostró ser un religioso bueno y humilde. Se ejercitaba constantemente en el silencio, la penitencia y en obras de mortificación. No salía de su celda sino por cumplir los actos comunes o por obediencia. Se aplicó al estudio de los Santos Padres y de la Escritura siendo en ambas un erudito.

Sobre 1375 fue ordenado presbítero y pronto sus dotes para la predicación se hicieron patentes. En 1380 se le encomendó la restauración del monasterio de Logroño, casi en ruinas. En 1386 los superiores le enviaron como Comendador de Montblanc, sitio que reformó al tiempo que predicaba en toda Tarragona, haciéndose más conocido y respetado. Pero como lo suyo no era el mando, se fue a Barcelona y ante su director, ahora Comendador de Barcelona, Jaime de San Martín, renunció a su mandato. Además, por amor a la Orden, recriminó con caridad al Comendador General de la misma, Fr. Nicolás Pérez, por sus malos ejemplos ante los religiosos. Este prelado quedó admirado y edificado, enmendando su vida desde entonces. En 1391 el padre Juan fue enviado como religioso a Lérida, desde donde fue enviado dos veces (1391 y 1396) como redentor a Argel, haciendo su labor con prontitud y redimiendo a muchos cautivos. También participó en una redención de cristianos en Granada.

El rey Martín de Aragón le tenía gran aprecio e influyó para que fuese elegido en 1405 como Prior del Convento de Barcelona, pero el santo religioso se negó porque aceptando aquel puesto tendría que tomar parte en las pugnas entre su Comendador General, Fr. Antonio Quexal, y el antipapa Benedicto XIII, quien había nombrado como prior de Barcelona a su capellán, el mercedario Fr. Bartolomé Sensores. Obtuvo de su Vicario el poder retirarse al monasterio del Puig como un religioso más. Sin embargo, en 1406 el arzobispo de Valencia, Hugo de Bages logró le trasladaran al convento de la Merced de Valencia.

En esta ciudad el P. Jofré realizó la obra de su vida y por la cual miles de personas le debieron agradecimiento: el primer hospital psiquiátrico del mundo occidental. Cuéntase que en 1409, regresaba el P. Jofré a su convento, cuando vio cómo en una calle se maltrataba despiadadamente a un pobre loco, del cual el religioso asumió su defensa. Comprobando tanta indefensión, el 24 de febrero de ese mismo predicó un célebre sermón en la catedral de Valencia, conminando a la caridad para con los pobres dementes abandonados:
«En la presente ciudad hay mucha obra pía y de caridad y sustento: empero falta una, que es de gran necesidad, que es un hospital o casa donde los pobres inocentes y furiosos sean acogidos porque muchos pobres inocentes y furiosos van por esta ciudad, los cuales pasan grandes desaires de hambre y de frío y de injurias, pues por su inocencia y furor no saben ganar ni demandar lo que han menester en sustento de su vida, y por eso duermen por las calles y mueren de hambre y de frío, y muchas malvadas personas que no tienen a Dios ante su consciencia les hacen muchas injurias y señaladamente allá donde los encuentran dormidos, los lesionan y matan, y abusan de algunas mujeres inocentes; acontece así también que los pobres furiosos hacen daño a muchas personas que van por la ciudad. Estas cosas son conocidas por toda la ciudad de Valencia, por lo que sería santa cosa y obra muy santa que en la ciudad de Valencia se haga una habitación u hospital en que semejantes locos e inocentes estuviesen en tal manera que no andasen por la ciudad ni pudiesen hacer daño ni se les pudiese hacer».
El mismo año fundó un hospicio para recoger a los dementes, pobres y niños expósitos. El rey Martín I y Benedicto XIII de Aviñón aprobaron con gozo su obra, dotándola con medios materiales y espirituales. Además, para promover su obra, el padre Jofré fundó una Cofradía y una capilla para dar culto a Nuestra Señora de los Inocentes, luego llamada Nuestra Señora de los Desamparados, convirtiéndose en la popular y milagrosa patrona de la ciudad y reino de Valencia.

Apenas organizada esta obra, el Padre Juan se unió a San Vicente Ferrer en una ardua labor apostólica entre los musulmanes en Italia, Murcia, Valencia y Salamanca, donde se cuenta que durante una predicación, llovieron cruces del cielo, milagro que propició la conversión de cientos de judíos. En 1413 fue nombrado Vicario del Convento del Puig, tomando posesión en 1416, con alegría de religiosos y fieles, que admiraban su virtud. Pero poco tiempo estuvo en el cargo, pues de nuevo se lanzó a la misión con el angélico Ferrer, en Borgoña y Constanza esta vez.

En un momento, ya siendo 1417, San Vicente Ferrer le reveló al padre Jofré que era voluntad de Dios volviese al Puig para prepararse a bien morir. Y allí volvió el buen mercedario, cargado de méritos y trabajos por el Evangelio. A su llegada al convento las campanas repicaron solas, anunciando a los fieles que su "santo en vida" regresaba. El P. Jofré adoró al Santísimo Sacramento y a la Madre de Dios del Puig, dio la obediencia al Comendador de rodillas, y allí mismo, en aquel acto de humildad, entregó su espíritu, el 18 de mayo de 1417. Doce días estuvo el venerable cuerpo expuesto, mientras que miles de valencianos le honraban. Obispos y abades le visitaron y encomendaron su alma, aunque nadie dudaba de su gloria.

Fue sepultado en el mismo convento y santuario de Nuestra Señora del Puig, y desde entonces su culto ha sido ininterrumpido, viéndose con frecuencia milagros a su vera. En Madrid, Valladolid y Salamanca tuvo algún culto, con altar e imagen dedicados en la iglesia de la Veracruz de esta última ciudad. En 1585 el cuerpo fue analizado y se halló incorrupto y flexible. Lamentablemente su devoción vino a menos en el siglo XVII, a tenor de las nuevas normas canónicas de Urbano VIII, según las cuales no se podía dar culto a ningún cuerpo de persona no canonizada. En el siglo XIX se comenzó el proceso de canonización, pero quedó interrupto por la Guerra de Independencia. En el siglo XX se reabrió y de nuevo quedó cortado por la Guerra Civil. En 1996 se reabrió, terminado su fase diocesana en 2007, y siendo enviado a Roma. Aquí le llamamos Beato sin pretender adelantarnos a la Iglesia, pero en numerosas crónicas mercedarias y civiles se le llama Beato y aún Santo.

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