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jueves, 22 de agosto de 2024

ACUDAMOS CON FE Y CONFIANZA A MARÍA SANTÍSIMA, EL TRONO DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

Inmaculado Corazón de María (Santuario de Fátima, Portugal).

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La carga y yugo que nuestro Señor impuso a San Juan, que cuidaba de su Virgen Madre, era en verdad un yugo dulce y una carga ligera. ¿Quién no consideraría una felicidad vivir bajo el mismo techo con ella, que durante nueve meses había llevado en su seno al Verbo encarnado y durante treinta años había disfrutado con Él de la más dulce y feliz comunicación de sentimientos? ¿Quién no envidia al discípulo escogido de nuestro Señor, que en ausencia del Hijo de Dios, le fue dada la presencia de la Madre de Dios? Sin embargo, si no me equivoco, podemos lograr con nuestras oraciones que nuestro bondadoso Señor, que se hizo hombre por nosotros y fue crucificado por amor a nosotros, nos diga: “He ahí a tu Madre”; y debería decir a su Madre por cada uno de nosotros: “He ahí a tu hijo”.
  
Nuestro buen Señor no es avaro de sus gracias, con tal que nos acerquemos al trono de la gracia con fe y confianza (cf. Hebr. IV, 16), con un corazón verdadero y sincero, pero no falso. El que desea tenernos coherederos en el reino de su Padre, ciertamente no desdeñará tenernos coherederos en el amor de su Madre. Ni la misma Virgen benignísima se dará por gravada teniendo un número incontable de hijos, pues tiene un corazón capaz de abrazarnos a todos, y desea ardientemente que no perezca ni una sola de aquellas almas que su divino Hijo redimió con su Sangre preciosa, y su muerte aún más preciosa. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia de Cristo, y con lágrimas supliquemos humildemente que diga a su Madre por cada uno de nosotros: “He ahí a tu hijo”; y a cada uno de nosotros acerca de su Madre: “He ahí a tu Madre”.
   
¿Qué bien nos vendrá bajo la protección de tan gran Madre? ¿Quién se atreverá a sacarnos de su seno? ¿Qué tentación podrá vencernos, confiando en el patrocinio de la Madre de Dios y nuestra? Ni seríamos los primeros en obtener tal beneficio. Muchos nos han precedido; Muchos, digo, acudieron al patrocinio especial y claramente maternal de tan gran Virgen, y ninguno quedó confundido ni triste, sino que todos estaban alegres y regocijados, confiando en el patrocinio de tan gran Madre, de quien está escrito: “Ella misma te aplastará la cabeza” (Gén. III, 15). En ella confiarán, también ellos caminarán confiadamente sobre el áspid y el basilisco, y hollarán al león y al dragón (Salmo XC, 12). Porque no se ve que pueda perecer aquel de quien Cristo dijo a la Virgen: “He ahí a tu hijo”, con tal que él mismo no oiga con oídos sordos lo que Cristo le dijo: “He ahí a tu Madre”».
   
SAN ROBERTO BELARMINO SJ, De las siete palabras de Cristo en la Cruz, cap. XII. Lecciones 7.ª, 8.ª y 9.ª de las Maitines de la fiesta del Inmaculado Corazón de María.

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