«Siempre será digno de alabanzas el que el hombre soporte con paciencia las propias injurias y mortificaciones de la vida diaria y no reaccione como una fiera. Por el contrario, será de suma impiedad tolerar pacientemente las injurias y las ofensas hechas contra Dios» (SAN JUAN CRISÓSTOMO).
En Dios no cabe impiedad ni injusticia, porque entonces no será Dios; y creemos haber hablado claramente sobre la moderación que Él tiene, no solo porque no hay nadie a quien deba Dios rendirle cuentas y porque en su omnipotencia tiene compasión de todas sus obras, sino también para darnos enseñanza de que el justo ha de ser caritativo y para que tengamos esperanza de misericordia aun en medio de los castigos temporales (cf. Sabiduría XI, 15-27; XII, 1-27). Ya si los impíos se obstinan en la iniquidad y abusan de la moderación y longanimidad de Dios (que tienen como fin incitar a penitencia, como escribe el Apóstol en Romanos II, 4), ahí les espera aquí y en la eternidad un juicio digno del poder de Dios.
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