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miércoles, 16 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA DECIMOSEXTO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia por la Imprenta Católica en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA DECIMOSEXTO – GOBIERNO DE LA NATURALEZA POR LOS ÁNGELES
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que en todo orden establecido, la subordinación demanda que los seres inferiores estén sujetos a los superiores: así hemos visto que los Ángeles superiores presiden a los inferiores; en la sociedad humana, el presidente o rey dirige a los gobernantes de los pueblos, quienes a su vez gobiernan mediante otros directores a sus súbditos; en el mundo natural se observa también la misma ley: las naturalezas corpóreas que por sus formas materiales, determinadas a las condiciones individuales de lugar y tiempo, son inferiores a las naturalezas espirituales, cuyas formas son universales, absolutas e inteligibles; es conveniente que sean regidas por los Ángeles que son dichas naturalezas espirituales. Tales son la enseñanza de los Santos Doctores y la opinión de todos los filósofos que han sostenido la existencia de los espíritus puros. San Agustín afirma que «Todos los cuerpos son regidos por el espíritu racional de vida», y que «Cada cosa visible de este mundo tiene un poder angélico que la dirige». San Juan Damasceno opina que «El diablo era una de aquellas virtudes angélicas destinadas a presidir el orden terrestre». San Gregorio enseña que todos los Ángeles que presiden las cosas puramente corpóreas parece que pertenecen «al orden de las virtudes». Orígenes escribe que «El mundo necesita de los Ángeles que cuiden de las bestias, asistan al nacimiento de los animales, al plantío de los árboles y á todos los demás progresos del orden natural». Los filósofos, por su parte, también han defendido la intervención de seres invisibles en el gobierno de la naturaleza y aunque hayan errado en algunos puntos, sin embargo, en la sustancia están de acuerdo con la tradición universal y constante. La astronomía de los primeros pueblos nos representa las estrellas del firmamento acompañadas cada una de su guarda respectivo. La filosofía antigua atribuye un alma a cada astro. Aristóteles dice que solo los cuerpos celestes son regidos por las sustancias espirituales. Platón extiende su gobierno hasta los cuerpos inferiores de la tierra. Mas como todo error está fundado en alguna verdad de la cual se abusa, esta tradición desfigurada dio fundamento al paganismo, para distribuir sus falsas divinidades en los elementos, señalando el dios del agua, el dios del fuego, el dios del aire, etc., sustituyendo estos dioses a los Ángeles.
   
PUNTO 2º. Considera, también, que no sólo los santos, los filósofos y la razón nos persuaden esta verdad; sino que también la insinúan muy claramente las Sagradas Escrituras, cuando, entre otras razones, nos muestran inclinados delante de Dios a los que sustentan el mundo es decir, a los Ángeles; «Deus, sub quo curbántur qui portant orbem. San Juan en su profundo v admirable Apocalipsis nos habla del Ángel de las aguas y del Ángel del fuego; y a cada paso nos habla también de los Ángeles ejecutores de la Justicia divina contra los hombres prevaricadores. No dudemos, pues, que a los Ángeles se ha encomendado el gobierno de la naturaleza, y que aunque Dios por Sí mismo lo haga y lo pueda todo, ha querido, sin embargo, honrar a sus criaturas celestiales, cuando y cómo le place, asociándoselas a su soberana acción. El universo, obra del Artífice supremo, no es menos bello porque todas sus partes estén admirablemente ligadas por la acción jerárquica de las causas inmateriales. «Así es como el cristianismo», dice Chateaubriand de acuerdo con la razón, con las ciencias y con la expansión de nuestra alma, «se lanza de mundo en mundo, de universo en universo en los espacios en que la imaginación espantada se detiene y retrocede: y en vano los telescopios escudriñan todos los rincones del cielo, en vano persiguen un cometa más allá de nuestro sistema, el cometa, en fin, se les escapa; mas no se oculta al Ángel que lo guía a su incógnito polo y que lo traerá el siglo señalado, por misteriosas vías, hasta el foco de nuestro sol sin que tropiece en su ruta con ninguno de los globos que ocupan el espacio». Si los astros todos están sujetos al imperio de los Ángeles, no menos lo está también el curso de las estaciones: «Uno vela sobre las flores para que nazcan y se abran, otro cuida de que maduren los frutos, un tercero hace dorar las mieses, el cuarto manda sobre las nieves y detiene los ríos prisioneros bajo el hielo. Ora estos hijos del cielo nos sonríen sobre ligeras nubes; ora entre nubarrones sombríos tienen en su poder los rayos y hacen retumbar el trueno». Bendita sea la Providencia de Dios que de tal modo ha ordenado el universo.
    
JACULATORIA
Ángeles que gobernáis la naturaleza corpórea según el plan divino, guiad nuestras almas por el camino de la virtud y santidad.
   
PRÁCTICA
Ordenad todas vuestras acciones conforme a los preceptos de Dios y a las obligaciones de vuestro estado, distribuyendo con método todas las horas del día. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Espíritus soberanos, directores del mundo, Virtudes Angélicas, que sin perder la bienaventuranza de la visión beatífica, presidís todos los movimientos de la naturaleza corpórea, haciendo que los globos que giran en el espacio, sigan las rutas trazadas por la sabia Providencia, sin desviarse jamás de sus límites, y que los animales, las plantas y las flores observen sus leyes en beneficio de la humanidad; alcanzadnos la gracia de que nosotros también nos dejemos gobernar suavemente por vuestras santas inspiraciones, a fin de que nunca nos apartemos del camino del bien, y marchemos siempre por las sendas de la verdadera felicidad hasta llegar al paraíso celestial. Amén.
 
EJEMPLO
El P. José de Anchieta, Apóstol de la Compañía de Jesús en el Brasil, presenta en su vida mil rasgos que retratan a Adán antes de su caída, rey absoluto de la naturaleza. Al ir cruzando aquel santo Padre los bosques vírgenes del Brasil, las fieras salían de sus madrigueras para acariciarle, los pájaros venían a posarse en sus hombros y en sus manos, y permanecían a su lado hasta que los despedía: le obedecían con tal exactitud, que yendo un día su compañero muy fatigado por el sol abrasador de aquellas regiones, mandó a una numerosa bandada de aves que detuviesen su vuelo y le fuesen haciendo sombra: lo hicieron así hasta que el santo les mandó seguir con su velocidad ordinaria. El mar le mostró su respeto en una ocasión en que aquel taumaturgo, orando en la playa, se quedó arrobado largas horas, y creciendo entre tanto la marea, las aguas le rodearon dejando libre el sitio que ocupaba. Todos estos hechos y mil otros semejantes no se explican, dicen sus historiadores, sin la intervención de los Ángeles gobernadores de la naturaleza (Rafael Pérez SJ).
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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